Confesiones Primera Vez Tabú Zoofilia

Cachorros de Labrador.

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Lo que estoy por contarles puede resultar shockeante en un cierto modo, pero tengo que admitir que descubrí un universo sexual completamente nuevo, excitante y emocionante.

 

 

Me había mudado hace algunos días cerca del parque forestal, todavía tenía días de vacaciones, así que me preparé para lo que más me gusta, salir a correr por los senderos del parque con mis dos cachorros de Labrador, Freddy y Mercury, llamados en honor a mis ídolos, The Queen.     Me puse un estrecho top para sujetar mis grandes tetas y unos leggins estrechos que me quedaban como una segunda piel.

 

 

El trote lento me hizo sudar un poco, mis bebés corrían a veces un poco delante de mí y otras detrás.     Corrimos por cerca de un par de kilómetros y volvimos a mi departamento.      Mis dos cachorros se fueron a beber agua de sus tiestos y no me preocupé mucho más por ellos.     Me fui al refrigerador a sacar una agua tonificante e hidratarme, mientras me agachaba a sacar la botella puesta en la puerta del refri, Mercury me saltó tratando de aferrar mi cintura, comenzando un inequivocable movimiento con sus flancos peludos, intentaba follar mi pierna.      Sorprendida, inmediatamente lo aparté, pero tenía una cosa rojiza bajo su panza, era enorme, casi me da un soponcio ahí mismo.    ¡Era mucho más grande que la pija de mi último novio!     Hacía casi un año que no tenía un desahogo sexual con un pene verdadero, mis vibradores y consoladores hacían una parte, pero nada comparado con sentir una polla de verdad que te empuja y llena tu coño, mojándolo con esa pegajosa crema masculina.      Apreté mis muslos, me sentí tan cachonda que una sonrisita juguetona, pervertida y divertida se dibujó en mi rostro, creo que era la polla más grande que haya visto jamás.     Parecía brillar con luz propia, sus destellos me hicieron achinar mis ojos; la vi mojada, cosa que instantáneamente comenzó a mojar mi entrepierna, mi labia se hinchaba y se empapaba de fluidos candentes.     ¿Quién diría que una polla de perro podía ser tan grande?

 

 

Como si me hubiese estada dada una orden perentoria, superior y dominante.     Me fui a la sala de estar mientras me bajaba apresuradamente mis leggins; me tire sobre el sofá con una pierna arriba y la otra apoyada en el suelo.     Mercury se acercó con su hocico bajo dirigido directamente a mi chocho, como por encanto sacó su larga y áspera lengua y lamió mi muslo.     Olisqueó de cerca mi panocha, de seguro nunca había estado cerca de una conchita, me puso nerviosa su inexperiencia e intenté de disuadirlo empujándolo, regañándolo:

—Bebé … esto no es para ti … ni siquiera sabes como es un coño …

Acaricié mi panocha caliente y mojada, Mercury se apartó desorientado gimiendo y se tumbó sobre la alfombra a lamer su monstruosa polla.     A medida que su lengua mojaba su enorme pene, este más parecía brillar, pase mi lengua para mojar mis labios que se habían resecado.     Lo miré que lamía su polla un tanto apesadumbrado y le dije:

—Si fueras un hombre yo estaría haciendo eso por ti, bebé …

Parecía más empapado y todavía más largo.     Me acerqué a mirarlo de cerca, Mercury me dio un lengüetazo en la cara, me pareció como si él me estuviese invitando a lamer su polla.      Cuando me agaché, mis cabellos cayeron sobre su panza y se formó algo penumbroso e íntimo, solo la polla de Mercury parecía luciente y gruesa, de aspecto seductor y delicioso.    Saqué mi lengua y lo toqué.      Una viva vibración recorrió todo mi cuerpo, mi pecho se hinchó y mis pezones parecían que de un momento a otro explotarían.      Me sentí terriblemente culpable, pero mi lengua había llevado el sabor de la polla de Mercury a mis papilas.     Realmente era un sabor misterioso, ligeramente salado y como de lata de tarro de conserva, algo metálico.      Me paré y volví al sofá saboreando ese manjar que parecía un adictivo acelerante de mi cachondez.    

 

 

Mercury volvió a levantarse y olfateó mi panocha, inconscientemente la abrí con mis dedos para él, trató de lamer, pero también me dio unos suaves mordiscos que no me molestaron para nada.     Su lengua era muy larga y barrió todo mi coño con largos lengüetazos, a veces hundía su hocico en mi ranura mojada y penetraba mi vagina profundamente con su gruesa lengua, cosa que me hizo estremecer y chillar de placer.      Me revolqué en el sillón sintiéndome todavía bastante pecadora y pervertida, pero las sensaciones eran abrumadoras y abrí más mis piernas para Mercury que se mostraba cada vez más insistente en chupar y lamer los jugos directamente de mi panocha fervorosa.

 

 

Levanté mi trasero excitada y comencé a follar su hocico.      Los escalofríos de goce hacían temblar mis senos mientras mis glúteos se tensaban para empujar más fuerte contra la lengua de Mercury.     Grité desesperada cuando él golpeó mi clítoris, el cual se irguió desafiante ante el artero ataque de la lengua de él.    

 

 

Ni siquiera me percaté en que momento Freddy se había unido a Mercury, solo que entre mis piernas había espacio para uno de ellos, no para los dos, así que él se acomodó a mi lado y su lengua barrió mi abdomen ligeramente sudado, tentativamente lamió la base de mis senos, le ofrecí mis pezones endurecidos y él inteligentemente lamió mis oscuras areolas y su lengua se envolvió en mis puntiagudos pezones.      Me fui de este mundo, grité y chille cerrando mis piernas con fuerza, me estaba corriendo, mis bebé me llevaban a un maravilloso orgasmo.

 

 

 

Me enderecé como pude en el sillón, con dos perros que se gruñían entre sí peleando por mi coño lampiño y, ni siquiera soy una perra de cuatro patas, pensé.     Extendí la mano y jugué ahora con la polla de Freddy.     No sé en que momento llegué al suelo, pero Mercury saltó sobre mi espalda en menos que canta un gallo y trató de follar mi trasero.     Esto no puede estar pasando, pensé.     Un perro no puede follar con una mujer.

 

 

Mientras miles de cosas cruzaban mi mente como un torbellino, sentí mi coño mojado que goteaba del mismo modo que goteaba la polla de Mercury mojando mis piernas.      Pensé que si me agachaba no podría follar mi culo.     Pero el siguió empujando y como un relámpago penetró mi panocha.

—¡Ay! … ¡Ay! … ¡Ay! … ¡Uhmmmm! … ¡Ay! … ¡Ooohhh! … ¡Hmmmm! …

Su pene se deslizó dentro de mí a la velocidad de la luz.     Agudo y puntiagudo como un misil, su polla invadía mi estrechez profundamente.     ¡Vaya que era grande!    Su pene se sentía muy caliente y me quedé sin aliento siendo tironeada por las robustas zampas de él que me tenían aprisionada por mi cintura.      Esa cosa enorme que taladraba mi chocho estaba en llamas, su temperatura era mucho más que la temperatura de mis paredes vaginales y mi coño se incendiaba por dentro y venía estirado como jamás lo había sido.

 

 

Chillando como una puerca miré por entremedio de mis piernas y vi solo la peluda funda de la polla de Mercury en estrecho contacto con mi labia vaginal, estiré mi mano y acaricié esos pelos que cosquilleaban mis hinchados labios.     Parecía que su pene se hubiese encastrado dentro de mí, algo enorme y redondo se había inflado en mi panocha como si fuera un pez globo y había obturado mi boquete estrecho.     No sentía ningún dolor, pero me preocupaba albergar en mi pequeño coño una polla de tamaño gigante.     Afortunadamente, mi placer era mucho mayor que mi preocupación, me estaba abrumando esta deliciosa sensación, mis tetas colgantes se estremecían ante la impetuosa follada que Mercury estaba dando a mi chocho.

 

 

Freddy en tanto, giraba alrededor nuestro y me daba de lengüetazos cada vez que se acercaba a mí, una vez por mis muslos, otra en mí brazo, luego se acercaba a mi rostro y lamía mi mejilla, pasando su lengua cerca de mi boca, como si quisiera darme un beso.     Toda esta atención por mis dos machos me volvía loca.     Mi mano volvió a mi entrepierna, pero está vez acaricié mi botoncito del placer, arqueé mi espalda inconscientemente:

—¡Uhmmmmmm! … ¡Que rico! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! …

Su enorme pene pareció hincharse dentro de mí, su globo ensanchó mis paredes vaginales y luego un enorme chorro salió de su polla, apreté mi vientre, mis muslos se tensaron, mi glúteos tiritaron y sentí mi coño y mi culo que se contraían involuntariamente.      Comencé a correrme en forma salvaje, me sentí una verdadera perra siendo follada por su macho caliente.     Sentía un indescriptible placer sintiéndome atada a su polla que no cesaba de enviar borbotones calientes de semen directamente en mi matriz; en ese preciso momento nació en mí la fantasía de ser preñada por mi perro, cosa que después supe era imposible.

 

 

Mi cuerpo se retorcía y mi panocha palpitaba hambrienta y sedienta de esa esperma canina caliente.     Su nudo se hizo enorme y me percaté que esa polla no iba a salir de mi conchita tan fácilmente, estaba irremediablemente anudada a esa pija de perro gigantesca, no reconocí mi voz cuando me encontré gritando y empujando mi espalda contra su polla.

—¡Fóllame! … ¡Fóllame! … ¡Fóllame, Mercury! … ¡Hazme tu perra! … ¡Ummmmmm! … ¡Aaahhh! …

Nos quedamos pegados por mucho más que diez minutos y yo pensaba: ¡Oh mierda! … ¿y si alguien llega?     Pero mis preocupaciones eran injustificadas, mí puerta estaba cerrada con llave y las persianas de mis ventanas estaban bajadas.      Mercury había torcido su pene dentro de mí y se había girado hasta quedar pegado a mi culo con su culo.     Freddy todavía giraba alrededor de nosotros en forma impaciente y gemía angustiado, me hizo sonreír su celo y ansiedad, pero Mercury me había dado una hermosa follada y seguía haciéndome sentir cositas cada vez que se movía dentro de mí.     Finalmente, su polla salió disparada de mi coño y pude apreciar el enorme pene bulboso que había sido acogido por mi vulva acogedora y fervorosa.

 

 

Ni siquiera intentó acercarse a mi coño, porqué Freddy comenzó a beber los chorritos de semen que volaban desde mi conchita a su hocico, le dije:

—¡Lo siento, chico! … ¡Pero Mercury ya me hizo su perra! …  

Freddy limpiaba y lamía mi coño empapado de semen acuciosamente, me quedé allí sobre mis manos y rodillas disfrutando de la sensación de ser limpiada por la áspera lengua de Freddy que se comía mi coño incansablemente.     Repentinamente él saltó sobre mis glúteos.     Me montó varias veces, pero sus intentos fueron fallidos.    Trataba de follarme y luego se bajaba.      Me divertían sus intentos de follarme.     Al parecer era más tímido e inexperto que Mercury.      Pero en uno de esos intentos, empujé mi coño contra la punta aguzada de su pene e hizo blanco, su pene se incrustó en mi panocha resbaladiza.     En un segundo toda su polla me penetró.

—¡Ay! … ¡Urghhh! … ¡Ummmm! … ¡Umpf! … ¡Ahhh! … ¡Ay! …

Su polla creció instantáneamente dentro de mí y también todo su globo se infló.     Jamás en mi vida me había concedida a dos machos a la vez, uno después del otro.     Mientras Mercury yacía echado a lamer su polla, Freddy me atenazó con sus zampas y empujó su polla violentamente dentro de mí comenzando a follarme velozmente como un conejo.     Su bolas peludas golpeaban mi coño y rozaban mi clítoris, dejé caer mi cabeza sobre la alfombra y disfruté por segunda vez un repentino y potente orgasmo.      Mientras me estremecía abrumada por las olas de placer que me golpeaban como el oleaje de un tormenta se estrella contra la suave arena de la playa.     Un diluvio de semen canino comenzó a llenarme por segunda vez.     Mi orgasmo parecía recomenzar con cada borbotón de esperma caliente que llegaba a mi útero.     Seguramente las contracciones de mi coño lo hicieron eyacular una copiosa cantidad de semen de ese rusiente pene rojizo enterrado en las profundidades de mi vagina.     Otra vez me quedé atada a un pene de perro.      Sonriendo me dije para mí misma:

—¡No te acostumbres, querida! … ¡No te acostumbres! …

La sensación de haber sido follada por un perro después del otro era demasiado buena.     Ninguno de mis amantes me había hecho acercarme a un placer tan abrumador como el de mis dos cachorros de Labrador.

 

 

Cuando finalmente su pene salió de mi vagina, caí sobre la alfombra exhausta, sentía lánguidamente como mi amante lengüeteaba mi panocha bien follada y me quedé dormida.     Creo que pasaron un par de horas y me desperté en la misma posición con la sensación de una lengua en mi coño.     Freddy había vuelto a lamer mis muslos y mi coño rezumante de esperma y fluidos, me senté y acaricié su cabeza rasqueteándolo detrás de las orejas, pero él empujaba su hocico en busca de mi ranura mojada.

—Quieres ser el primero esta vez, ¿eh? …

Le dije mientras gateaba hacia el sofá.     Freddy saltó sobre mí y comenzó a tironear mi frágil cuerpo contra su polla.    Justo cuando alcancé a poner mis brazos sobre el diván, él clavo mi coño con su estaca gorda y caliente:

—¡Mierda! … ¡Coño! … ¡Joder! … ¡Maldita sea! … ¡Uhhh! … ¡Ummm! … ¡Ahhh! … ¡Aaahhh! …

Chillé sintiendo su pene forzando mi vagina.    Al principio entró y salió varias veces, lo que me hizo clavar mis uñas en el sofá.     Luego comenzó unos furiosos y veloces movimientos follando mi panocha.

 

 

Haciendo el largo cuento corto.    Me pasé toda la semana desnuda poseída por la lujuria.   Ambos perros me follaban al menos cuatro a siete veces en el día.     Ahora mi coño viene servido regularmente.     Nadie lo sabe ni nadie lo sabrá.     No es como mi novios que me describían como una puta con todos sus amigotes.     Ahora no debo pedir nada, basta que me bajo las bragas en presencia de ellos y ellos inmediatamente se aprontan a darme todo el placer del mundo.     Siempre están listos para mí.     No sé si alguna vez volveré a follar con un hombre.     Mercury y Freddy, mis cachorros de Labrdor, son los mejores para mí.

 

 

FIN

 

 

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Cielo Riveros el hermano de mi padre, nos cogía a mi madre y a mí.
Mi esposa va a la universidad - Capitulo a petición.

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