Ayer me encontré con un amigo que no creí volver a ver. Pasando por encima de la gratitud de hablar otra vez y recordar viejas andanzas, les contaré algo cachondo. Su hija de 15 años me estremeció. Obviamente por discreción no hice ningún comentario, y precisamente por eso voy a desahogarme aquí con ustedes. Primero, esta es la morra en cuestión:
Se llama Sarah. La foto me la robé de su Facebook y la retoqué para que no jodan. Pero vean qué porte y qué zancas. Nunca creí tener una fantasía tan rara, pero me imaginé siendo Oscar (mi amigo) y pegándole a mi hija una tremenda culeada que recuerde por tres o cuatro vidas, ja ja. Pero no violada, no-no-no, ni más faltaba, sino debidamente seducida con tiempo y paciencia. Como estoy en un pinchurriento smartphone, iré directo al final:
Sarah y yo (el papá) somos noviecitos a escondidas y hacemos porquerías por ahí escondidos a cada rato. Siempre le digo que nadie nunca la va a coger tan bien como yo porque nunca nadie le va a tener más hambre que yo, aunque sea muy bella, la van a querer coger durísimo, pero ni el más amoroso ni hambriento se la va a coger mejor porque solo yo-soy su padre.
Un día de fiesta, ella lleva ese vestidito rojo (el de la foto) que lo hace a uno preguntarse mamadas, como ¿Cómo hacen los diseñadores? Ese pedacito de trapo fino no es la gran cosa, pero encima de mi hija… ay Dios… puede uno cogerla sin quitárselo, y no es que quisiera quitárselo. Con dos dedos puede jalársele una copa del pecho para chuparle una de sus perfectas y paradas tetas de adolescente. O puede uno trapearle el zaguán o el orto y darle hasta banana sin subirle la falda. El caso es que ese día de fiesta no me aguanté. Con cualquier vil pretexto la halé de la mano y la separé de su grupo de amigas y me la llevé a la camioneta. ¡No tenía más dónde! Me la cogí. El primer minuto ella fue renuente pero cada vez cedía más pronto a la arrechera. Yo sabía que no iba por nada del mundo a renunciar a la experiencia engrandecedora de volver a la fiesta recién culiada por papi, tan acalorada, satisfecha y con una hilacha de semen (de papi) en el reverso del vestido y otra entre sus nalgas. Las otras serían unas bobas, ella estaría ahí en su superioridad, recién comida. Y por papi.
La cosa fue así:
La tiré en el asiento de atrás y ella aterrizó de espalda con las rodillas hacia el techo. Pero qué pedazo de pan, ese panzote de mi Sarah. Tenía puesta una tanga y desde donde yo estaba, solo vi ese pedacito de tela abultada por sus glorias.
—Papi ¡Aquí no!
No le contesto y sigo adelante. Me abro camino entre sus rodillas. Ella reniega de voz, pero me recibe acariciando mi pecho.
—Papi, estás loco —sigue renegando, pero con la voz más suavecita, ya mojando.
Me tantea el bulto, repleta de la satisfacción del poder que tiene sobre mí. Se regocija en ver cómo me pone. Cuando lo siente como mango de pala, dice «¡Uich!» con la voz ya quebrada por las ganas. Agrega:
—Dale rápido porque…
Pero le cierro la boca a besos. Mi Sarah presiona mi cabeza contra la suya mientras nos besamos y manoseamos. Quero bajar a mamarle su esplendorosa raja, pero ella me detiene:
—¡Papi, no hay tiempo para tanto, mira ya se están asomando al balcón, no demoran en bajar! Ven te la chupo rápido y ya.
Se movió para hacer lo que decía, pero la detuve.
—¡No mi vida, si va a ser de afán, me vas a dar de esto! —Y le agarré todo el pan.
Ella gimió y creo que dijo «dale pues». Le corrí la tanga para un lado me heché a mi hija de 15 años ahí en mi camioneta RAM 2500 doble cabina. Le di durísimo. Pero qué carnecita suave y tibia la del chocho de mi Sarah. Ella me enterraba las uñas en la espalda y estas atravesaban mi chaqueta y se me clavaban en la espalda. Le gustaba ser follada por papi. En pocos minutos el calor subió demasiado y todo fue tan rico que no pude parar. Solo al último segundo pude controlarme para sacárselo y venirme. Le cayó en el vestido a la altura del vientre, en la tanga, entre las nalgas y en el reverso de la falda. Ella me miró excitadísima y muy realizada de complacerme. Dijo:
—¡Paapii!
En un tono que no creo poder describir. Lo dijo con los dientes unidos y el ceño fruncido. Luego se mordió el labio de abajo, recogió semen con la yema del dedo y lo probó. Dejó su dedito entre sus labios mientras seguía mirándome, agradecida.
Ambos volvimos a la fiesta, más felices que nadie en La Tierra.
Sexo entre papi e hija.
Las mejores cosas de este mundo están prohibidas.
FIN.
Me va a tocar poner fondos de pantalla de paisajes, carros o qué se yo… para no estar imaginando cachondeces que luego no puedo no compartir.
La próxima semana: ¡Cuento de terror, La Leyenda del chupa-hijas!
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Nota: La nena de la foto no es la hija de un amigo, vecino ni mía (brincos diera). Es modelo profesional en el otro hemisferio.