Zoofilia

Después de Kayser, mi hijo.

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¡Hola!, me llamo Helena, vivo sola con mi hijo. Mi marido murió hace cuatro años a causa de un accidente vascular.      Después de su muerte sufrí mucho su ausencia, todo me recordaba a él, así que decidí vender nuestro apartamento y mudarnos a la periferia de Santiago.      Compré una parcela de agrado y yo y mi hijo nos mudamos allí.      Soy médico de profesión, trabajo en una clínica privada y mi sueldo es bastante como para permitirnos todas estas cosas, aparte que mi marido tenía una buena póliza de seguro que nos dejó bastante acomodados económicamente.      Los alrededores de la finca son bastante solitarios, así que muy pronto adquirimos un perro que nos hiciese compañía y cuidara de la propiedad.

 

Era casi fin de año, habíamos recibido al perro para navidad.      A principios de enero la temperatura era bastante elevada así que todos los fines de semana me refugiaba en la piscina ubicada en la parte posterior de la casa y rodeados de altos setos que permitían tener una cierta privacidad.      Después de ponerme el traje de baño, fui a refrescarme y extenderme un poco bajo el sol.      A mi lado estaba constantemente nuestro guardián peludo de nombre “Kayser”, mi hijo lo bautizo con ese nombre y para mi estaba bien.      Mi hijo como de costumbre se reunía en casa de sus amigos y me dejaba sola en nuestra casa.      Después de nadar y tomar el sol por un par de horas, entré a la casa para darme una ducha.      Después de baño, me envolví en una toalla y me fui a mi cuarto, me vi reflejada en el espejo de mi armario y me quité la toalla, mi cuerpo lucía bastante esbelto, me mantengo con la natación y ejercicios de yoga, además, tengo un trabajo que me mantiene en constante movimiento.  Mis senos lucen magnificos, son bastante grandes y no parecen para nada caídos.      Me di cuenta de que me estaban creciendo algunos vellitos por aquí y por allá, así que pensé en depilarme.      Puse la toalla sobre mi cama y me esparcí cremita de barba por los lugares precisos en donde crecían estos pelitos no deseados y comencé a depilarme con mi Lady Soft, con una toallita húmeda quité toda traza de espuma y agotada me adormecí sobre la cama desnuda.      No escuché cuando el perro entro a la habitación.

 

Me desperté azorada en presa a un portentoso orgasmo, me estaba retorciendo con las piernas abiertas.   Y en medio a mis piernas, Kayser con su larga lengua lamía y lamía mi coño recién depilado.      Se sentía tan rico que no quise alejarlo de mí, no sé cuanto tiempo estuvo a lamerme mientras dormía.      Pero me percaté de la punta de su pene rojizo que asomaba casi a mitad fuera de su funda peluda.   Repentinamente extrañas cosas pasaron por mi cabeza. —¿Se sentirá agradable una polla así de grande en mi pequeño coño?

 

Inmediatamente quise probar y traté de seducir a mi perro, tomé la posición de perrito arrodillada sobre la alfombra al borde de la cama.      Sentí sus garras que rasguñaban mis caderas y bajo mi estómago, se había subido sobre mí y me tironeaba con inusitada fuerza.      Levanté un poco más mi trasero y abrí más mis piernas.      No sé cuantos fueron los intentos, quizás una media docena, pero de pronto mi vagina fue abierta por su trozo de pija enorme, había centrado mi agujero y comenzó a follarme como la bestia que era.      Me enterró su pija enorme como si yo fuera una perra, su perra.   Su pene comenzó a tomar un grosor inmenso y a alargarse, luego algo moldeable y gomoso como una pelota también se introdujo dentro de mí y comenzó a inflarse. Mientras él seguía follándome con todas sus energías su nudo se hinchó tanto que selló la entrada de mi vagina.      Sentí la cabeza aguzada y filuda de su pene en lo más profundo de mi concha, lo sentí contra mi cuello uterino.     Fue entonces cuando sentí lo hermoso de ser follada de esta manera.      Su cálido esperma llenó todas mis entrañas, sentí los empujes y las pulsaciones de su pija rellenando todos los recovecos de mi vagina con potentes borbotones de semen.      Y de repente nada, mi perro se congeló

 

Se quedó pegado a mi concha por unos veinte minutos.   Luego su pene comenzó a decrecer y con un chasquido su pene salió expulsado de mi chocho.      Una vara de notables dimensiones salió pulsando de mi coño y goteando esperma en la alfombra, se echó a un costado y se puso a lamer su verga con su larga lengua.      Me recosté por unos instantes y luego me puse a limpiar todo antes de que llegara mi hijo.

 

Follé con el y su inmensa verga por las próximas tres semanas.      Lo mejor es que podía hacerlo sin ninguna protección ya que era imposible ser preñada por mi perro y la sensación de ser llenada de semen es algo que solo nosotras podemos sentir.      Sabía que lo que estaba haciendo era reñido por la moral, así que lo hacía tomando mis resguardos.

 

Un día, me confié demasiado y no escuché que mi hijo regresaba a casa más temprano de lo habitual, me vio con mis tetas sobre la tumbona a orillas de la piscina, con Kayser que me follaba a toda fuerza desde atrás, casi al momento en que llenaba mi útero con su copiosa descarga de esperma canino.

 

Alberto nos miró y cerró la mampara que da a la piscina.      Cuando el perro y yo nos despegamos, me duché rápidamente y me vestí.      Haciendo acopio de todo mi valor me fui a su cuarto y llamé a la puerta.

—¡Está abierto, mamá! … ¡Entra! …

Eso hice, me senté en una silla frente a él y comencé una especie de explicación, si es que podía encontrar algo que explicara mi comportamiento impropio:

—Hijo … entiendo tu estupor cuando nos viste … pero … bueno … ya sabes …

Me miró directamente a los ojos cuando me interrumpió preguntando:

—Mamá … ¿Es posible quedar embarazada de un perro? …

Me sonreí ante su ingenua pregunta y me calmé:

—Por supuesto que no, hijo … el cuerpo humano y el cuerpo del animal son dos cosas diferentes … su semen no puede fertilizar mi ovulo … solo el esperma masculino podría preñarme …

—¡Oh! … que bueno a saberse …

Luego sin hacer mención alguna a lo sucedido con Kayser.      Mi hijo cambió de conversación y comenzó a recontarme de sus cosas.      Los comentarios que hacían los chicos sobre las chicas y de como ellos se jactaban de haber follado casi con todas las muchachas de la universidad.      Por un momento pensé que quizás él fuera todavía virgen.

—Hijo … todas las veces que quieras puedes venir a mi y contarme de todas tus cosas … y no desesperes … ya encontraras la muchacha justa y te convertirás en un hombre de verdad …

—No sabía cómo decírtelo … pero hace dos meses que me acosté con una chica …

—¡Oh! … pero eso es una noticia estupenda … pero debes tener cuidado, hijo … de lo contrario pronto te encontrarás con un crio …

—¿Puedes enseñarme cómo protegerme, mami? …

—¡Claro! … ¡Presta atención? …

En las próximas dos horas le enseñe a mi hijo todo lo necesario de la reproducción humana y como evitar el embarazo en la mujer.

 

Ha pasado un mes desde mi conversación con Alberto.      La fecha de mi cumpleaños estaba próxima y me sentí que estaba envejeciendo.      Una idea obsesiva comenzó a rondar por mi cabeza. —¡Quiero tener otro bebé!

 

Después, una noche cualquiera mientras cenábamos, se lo conté a Alberto:

—Quiero quedar embarazada de ti, hijo … quiero tener tú bebé …

Su rostro se iluminó con una espléndida sonrisa, accedió y dijo que haría lo que yo quisiera.

—Mamá, eres muy hermosa … quiero que seas mi mujer … he soñado con hacerlo contigo …

Esa misma noche le pedí que durmiera conmigo.      Una vez en el dormitorio le expliqué en que posición es mejor y más conveniente follar.       Entonces le pedí que se desvistiera, cuando vi lo que me hijo tenía en medio a sus piernas, se me secó la boca y se me mojó el coño, mi respiración se aceleró.      Era muy largo y grueso, ¡¡Y estaba en su estado flácido!!      Nos comenzamos a acariciar y a preparar para nuestro primer encuentro sexual.      Le hice ver cómo satisfacer una mujer con sexo oral y luego le mostré mis aptitudes como buena mamadora.      La primera posición fue la del misionero, él encima de mí.      La cabeza de su pene entró suave y lentamente en mi vagina.      Con un beso en los labios le dije que esta era una buena posición para procrear.      Cuando eyaculó, sentí su esperma derramándose a borbotones dentro de mí, creí sentir esos millones de espermatozoos flotando en el tibio líquido seminal hacia mi útero.

 

Después de que Alberto sacó su pene de mi concha, conversamos un largo rato y le dije que, si todo iba bien, podía quedar embarazada esta misma noche, me miró un poco preocupado, mientras se acomodaba a mi lado:

—Mami … pero para asegurarnos de que te embaraces, podríamos tener sexo todas las noches …

—Por supuesto que sí … y todos los fines de semana … y todo tiempito libre …

Y así fue.      Todas las noches comenzamos a follar regularmente y los fines de semana hasta tres o cuatro veces en el día.      Tampoco me olvide de Kayser, cuando yo estaba libre y mi hijo a la universidad, me encerraba con Kayser y le daba todo mi cariño y mi coño también.

 

Al segundo mes de estar durmiendo con él, tuve un retraso.      Esa noche después de haber follado con Alberto, con mi coño rebosante de esperma, puse una almohada debajo de mi trasero, arqueé la espalda bajo la atenta mirada de él.

—¡Mamá! … ¿Qué estás haciendo? …

—Estoy haciéndome una prueba de embarazo …

—¿Una qué? …

—Quiero saber si estoy preñada o no … tengo un retraso de algunos días …

—¡Hazlo, mami! … ¡Hazlo! …

Después de unos cinco minutos el beta-hCg salió positivo, estaba embarazada de mi hijo.

 

Alberto continuó sus estudios con mayor ahínco, me seguía como un esposo amoroso para todos lados, follábamos todas las noches.      Estuvimos de acuerdo desde un principio en tener toda nuestra relación en secreto.      A los nueve meses nos nació una bebita a la cual llamamos Nadia.      Mis exploraciones con Kayser continúan muy satisfactorias.      Mi hijo me dijo que ahora quiere un hombrecito, estoy pensando seriamente a sus requerimientos.

 

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