Heterosexual No Consentido Tabú

El mejor día de un manoseador – Ley de atracción

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Manoseada masiva.

©Stregoika 2022

Esta no es una historia sobre proezas en la cama o conquistas increíbles, ni sobre relaciones sexuales llenas de gemidos y fluidos. Este relato es para mirones y manilargos, viejos verdes y pervertidos de calle. Es contada por uno de ellos, y alguien que sabe que, a quien no sea un mirón, manilargo y acosador callejero; va a ofenderle. Pero no puedo seleccionar al público que lea, así que quedan advertidos. Bienvenidos sean los psicólogos, psiquiatras, religiosos, puritanos, activistas, feministas y hasta law enforcement agents. Esos se quitan el uniforme y son peores que cualquiera (¡muchas veces sin quitárselo!). Pero este cuento es para fisgones y manoseadores, o sea para señores que hayan gozo en espiar y/o tocar a jovencitas por ahí en la calle o en el metro. Una venia ante ellos.

He tenido una racha de buena suerte los últimos tres días. Primero, volví a ver a la perrufla del colegio Altamira que inspiró el cuento Oda a las alumnas del IED Altamira. Usa la falda más corta que he visto, a ras de principio de nalga, y a cada paso muestra el trinagulito inferior de su cahcetero negro con sus nalguitas apretándose y aflojándose con el avance. Soy hombre nacido en los 80s y para mí esas cosas son infartantes. Me le fui detrás, y luego se unió a la persecusión un obrero y luego un señor de un taxi bajó la velocidad para irse a su lado, viéndola. Al fin ella llegó al colegio y entró, y los tres nos miramos el uno al otro.
—A esa toca bajarle la calentura —comentó el albañil—, porque ¡está pidiendo caña a gritos!.
A mí, el efecto de ver algo así se me extiende de la arrechera al existencialismo y de este a la depresión. Es como si me enamorara de la fulana en cuestión, pero igual también se me pasa.

Al día siguiente, salí de casa conjurando que habría de ver tantos suculentos culos de colegialas putonas que llegaría a casa mojado y existencial. Se cumplió lo primero. Me ubiqué en un paradero de buses detrás del que hay un paso a casi un piso de profundidad. Es un lugar perfecto para ver colegialas por debajo. Con total descaro me senté en una escalera, haciéndome el bobo que estaba cansado y esperaría el bus allí abajo, donde podía esperar sentado. Había unas diez colegialas de varias edades y seguían llegando más, y para colmo, hacía fuerte viento. Hacía meses no veía tanto bajo faldas de colegialas, y menos de tantas al tiempo. Casi todas tenían bicicletero cortito y algunas cachetero. Es algo demasiado hermoso. La verdad ya no tengo palabras ni nuevas formas de describirlo, los remito a otros cuentos míos (al final de este relato se los pongo).  El bus llegó y las recogió a todas y cuando subieron les vi hasta la cintura. Casi siempre quedo como loco y me obsesiono con tocar, así que fui a otro paradero a ver qué podía agarrar. Vi a una morra con faldita ultra-corta y medias veladas azules my claritas. ¡Qué calor! Uno de mis sueños es agarrar a una así y tirarla patas arriba en una cama o mesa y solo abrirle un pequeño hoyo en la media para poder entrar al orto, y darle así, mirándole esa costurita blanca que tiene encima de su preciosa cuca. Esta morra, de unos 14, estaba en medio de mucha gente más. Miró al rededor y yo me hice el pendejo que miraba al cielo. Ella sintió confianza y se alzó la falda para subirse el pantymedia. Lo hizo primero por un lado y dsepués por el otro. Que calentada que me pegó. Quería subirme al bus con ella y echarle mano pero la última vez que hice eso me pasé de tiempo y terminé en la puta mierda y devolverme fue un lío. Todo por coger unos culitos… en fin.

Ese mismo día más tarde, ya en mi barrio, me fui a la cancha, pero no esperaba ver nada. Estaba cansado y pajeado. No obstante, desde lo lejos vi a una morra en las gradas (mismo escenario de Upskirt apabullante). Era una nena hermosísima, de unos 15 o 16 máx. Desde donde yo estaba, la veía de lado y estaba mostrando las piernas. Pero yo me dije: «¡No, que va! Sobre todo, semejante diosa va a estar sentada así mostrando todo ese pan… ¿para qué voy hasta allá? Fijo-fijo tiene bicicletero. Además ese hijueputa tombo me está mirando». Luego me dije «¡Agh! Me voy para la casa, pero ¿qué pierdo? Paso por enfrente a la nena a ver que tiene, al menos para verle el bicicletero y saber que no me pierdo de nada.» Entonces pasé por el frente de ella y «¡HIJUEPUTA! No puede ser ¿estoy soñando?» Como me pasa tantas veces, perdí el pudor, el miedo y la vergüenza. Ver bajo una falda de colegiala es mi vicio… para unos es el juego, internet o la televisión, para otros es la droga, para otros es mentir. Para mí es ver bajo las faldas, y mejor si es de colegialas. Esta morra era diez veces más hermosa de lo que se veía de lejos, y estaba mostrando TODO. To-do. Ah sí, y tenía un panty café clarito. Si ves bajo diez faldas al día, y 200 al mes, ves 150 bicicleteros, 49 cacheteros y un panty. Un solo panty. Es como encontrar una trufa o un oasis. Se me quitó el cansancio y la pereza de estar pajeado. Sin pena ni miedo, fui a sentarme un par de gradas adelante de ella, convenientemente de lado y con la cabeza apoyada en una mano. Volteaba cada cinco segundos a verle ese pan. Créanme que no sé que pensar. ¿Qué piensa una morra cuando está así? ¿Está exhibiéndose, levantando macho, es una ingenua o es una trampa? Sea como fuere, ahí estaba yo disfrutando de lo más lindo que he visto en mucho tiempo. Venga, que soy putero consagrado, pero no tengo tanto dinero como para acceder a los servicios de una pre-pago de esa edad y belleza. Eso es para políticos y narcos.
Todavía me parece ver esos tremendos muslos como de nena que juega soccer todos los días… mi cabeza estaba a la altura de su entrepierna y sus rodillas estaban más alto. Y mi cara estaba a unos 50cm de sus canillas, las cuales estaban separadas lo suficiente para dejarme ver su gloria. Yo veía incluso la curvatura donde terminan la piernas y empieza la cola. Estaba sentada en toda la orilla de la grada, con la falda muy recogida. Cuando me senté a mirar, quedé en el ángulo incorrecto y sin pensármelo media vez, me acomodé mejor. Cuando es para ver bajo la falda de una colegiala, me vuelvo un animal.

Por la noche, después de matarme a pajas, me planteé porqué estaba teniendo tanta suerte, y concluí que es porque pienso demasiado en ello. Lo que llaman “Ley de atracción”. A algunas personas les funciona porque están ilusionadas con este mundo y añoran con mucha fuerza cosas de él, dinero, lo que creen que es amor (pero solo es no estar solos y gozar del sexo), también éxito y orgullo. Lo anhelan con tanta fuerza y sin dudas que lo atraen. A mí no me sirve la ley de atracción para eso porque… las cosas de este mundo no me interesan. Este mundo, me lo paso por el perineo. Sin embargo, YO QUISIERA PASAR por el perineo de una colegiala, jaja. Es lo único de este mundo que me obsesiona, las colegialas y su belleza exorbitante, y sobre todo la belleza que hay bajo sus faldas. Es lo único que deseo con total intensidad, sin dudas y con todo mi ser.

Hoy salí de casa una vez más, a hacer las dos cosas que más me gustan, leer (me toca al aire libre porque en mi casa no hay ninguna paz para leer) y mirar morras de colegio. En otra parte del barrio con un profundo desnivel, tuve la improbable fortuna de estar ahí en el momento y lugar indicados, cuando pasaban dos espectaculares chicas del colegio Panamericano, de ±14 cada una. Coincidí debajo de ellas a la perfección. Si solo pasar (visualmente) del ruedo de su falda ya es excitante, pues ver la totalidad de sus muslos y sus culitos super apretados en esas lycras diminutas es… es el sentido de mi vida. Las vi como si estuvieran paradas en mis hombros. Siento felicidad, no hay otra cosa. ¡Me enamoro! Siento la necesidad de hacerles hijos y cuidarles… Francamente no creo que haya nada más hermoso en el universo ni en la bastedad de las dimensiones que las morras de entre 12 y 16, sobre todo si visten falda tartan. Por algo los ángeles vinieron a encarnarse y echárselas. ¡Uff! Por algo, también, son un platillo que solo los narcos y políticos pueden pagar, o magnates. La cagada es que las hacen sufrir, y no debería ser así. Es por la naturaleza luciferiana que ha dominado este planeta, gozar con el sufrimiento de otros, con el dominio y la humillación, cuando sería tan fácil gozar con el gozo del otro,  o gozar con el gozo de las morritas. A las muchachitas hay que hacerlas gritar, pero ¡de placer!

Más tarde, todavía suspirando, me fui lejos, a otros barrios donde hay más colegios, relacionando lo que acababa de ver y lo que había visto el día anterior (muy hermoso y muy de cerca) con lo que había pensado la noche anterior. Yo ¡atraía esas cosas con mi pensamiento! Y vaya que sí…
Tuve algo algo todavía mejor. Un regalo del universo, envuelto en una caja de brillante color violeta con cintas de enregía azul. Más colegialas, más culos jóvenes y lindos. Pero vi muy pocos, los demás ¡los toqué, los manoseé, los amasicé a dos manos! ¿Cómo? Pues, de verdad que tengo suerte:
Iba muerto de hambre pero no quería volver a la casa porque es un infierno. Traté de conjurar encontrar algo de dinero por ahí para poder comer algo. Pero como les dije, la ley de atracción solo funciona si piensas permanentemente en ello y nunca dudas. En el dinero, solo pienso cuando tengo hambre (casi nunca). Pero cuando sabes el orgien y el funcionamiento del dinero, quieres dejar de hacer parte del sistema donde este funciona. No obstante, me encontré a un amigo que no veía hacía años y me invitó a almorzar. «El universo te envía lo que necesites», dicen. Luego, contento por no tener hambre y por el día tan bonito, me fui a ese colegio donde hay tantas morras de falda cortita: El Olaya. Allí se arma un festín, porque salen en gavilla los cientos de estudiantes y se agolpan durante al menos media hora en una amplia plazoleta hasta ocupar las rutas de buses . Yo suelo ir y volver, ir y volver e ir y volver. ¿Haciendo qué? ¡Tocando culos! Es de las experiencias mas lindas que hay. A las que están en uniforme suele sentírseles más duro, porque bajo este llevan prendas más gruesas. Pero cuando están en sudadera, debajo llevan definitivamente, solo su delgada lycra. Pasar tu mano por los glúteos de una joven y sentir esa curvatura abundante, el calor y el vacío entre las nalgas… la textura lisa del pantalón brillante… amo a todas las colegialas del mundo.
Seguí avanzando y devolviéndome, pero de repente una chica de falda muy corta me llamó la atención. ¿Cómo no? Acababa de subirse a un desnivel, y luego la siguieron más y más estudiantes. Estaban viendo una escena lamentable en el separador de la avenida, donde a una chica de otro colegio se la peleaban sus padres. La jalaban como a un muñeco, de manera innecesariamente violenta, pobrecita. En segundos, todas (y todos, jaja siempre ignoro a los caballeros) las del Olaya estaban de chismosas, detenidas mirando la perturbadora escena. Y yo «¡Esto es para mí!» Me uní al círculo de curiosos y toqué más culos que nunca. Se me paró. Se me puso durísimo. Le pegué su apretadita en las nalgas a una de sudadera y a otra de falda corta le metí la mano y le toqué su lycra ultra-lisa. El corazón se me puso a mil o a millón. Pero iba a ponerse todavía mejor: Un grupo de estudaintes decidió ir a salvar a la chica que sus padres jaloneaban tan bruscamente, y detrás de ellos se fue ¡el colegio entero! ¡Pararon el tráfico! ¡Se armó un caos! Y yo… Adivinen. ¿No adivinan? ¿Qué haría yo, desvergonzado apasionado por las colegialas, si veo a varios cientos de ellas (y mamasitas todas) en una revuelta épica? Alguien tan recto y honorable como yo… pues… Nunca en la vida pensé tocar tantos culos en un unos minutos, y tan bien agarrados. Todos mis récords estaban en Halloween, y trataba de romperlos, casi siempre con éxito, al año siguiente (en las zonas comerciales se forman grandes tumultos en esa fecha).  Pero nada se compara a una revuelta callejera de todo un bachillerato.
Atarreé a varias tanto en sudadera como en falda (les pasé uno o dos dedos por en medio de las nalgas de abajo hacia arriba), con buena fuerza. No puedo decir lo bien que se siente hacerlo. Algunas me voltearon a ver, y fue como sacarlas de un estado de consciecnia colectiva hacia la realdiad. Se quedaban asombradas, pero el desorden era tanto que no tenían a quien darle quejas. Yo podía pasar cómodamente a atarrear a otra. No sé a cuantas atarreé en cuestión de minutos. Debieron ser decenas.También subí unas tres faldas para ver los culos.  Ni siquiera cuando le eché mi semen en la jardinera a una morra en el metro, hace años, me sentí tan feliz.

La escaramuza terminó, los estudiantes volvieron, yo con ellos y toqué a dos o tres colegialas más. Estaba hecho un animal. Luego ya no había casi nadie y yo también me fui. En un cuento “Las tres condiciones para al fin violar a una colegiala”, hablo de que en una situación fuera de control, uno puede sacar basto provecho, y esa es una de las condiciones. Este día comprobé que no lo escribí por ficción.

¿Cómo iba a estar yo ahí, en el momento y lugar exacto para darme ese festín? Por la ley de atracción.

Imagen alusiva (Xvideos)

Addendum al 10 sep 2022:

¡No sé si estas cosas me pasan solo a mí o les pasan a cualquiera pero solo yo les doy este valor! Ayer en la tarde fui a un parque. No sé cómo se llama ese juego, es una construcción de cordones cruzados en forma de polígino tridimensional, para trepar. Un grupo de jóvenes departía allí. Al poco llegó una coelgiala espectacular y carnosa como de 15 años buscando sus cosas. Los otros, que eran sus muy hijos de puta «amigos», había subido su morral al tope del juego. La dueña pataleó entre risas y rabia. «¡Ustedes son unas basuras!» les reclamó. Los otros le dijeron «Pues súbase y báje la maleta». «¡Pero yo estoy en falda!» reclamó ella. Los otros le dijeron, cagados de risa: «Fresca, que no hay nadie mirando». A continuación todos me voltearona mirar. Yo pensaba «Mierda ¿De verdad me va a dar ese espectáculo?». Los chicos le susurraron  a su compañera en uniforme: «Ese señor es ciego, marica, fresca». Ella me volteó a mirar sin dar crédito. Quizá quería ver el bastón guía o el perro lazarillo. Yo me hice el desentendido, de verdad no sabía cómo más actuar. La nena ¡se subió! Por no mostrarles el culo a ellos, me lo mostró a mí. Qué calentada tan fenomenal. Ella ahí trepada mostrándome el culo, volteaba cada tres segudnos para verificar que yo no estuivera disfrutando, y no se volteaba para no mostrarles el culo a sus compañeros. Los demás no podían de la risa y yo no podía de la arrechera. La bella colecita al fin rescató sus morral y bajó. A cada paso la falda se quedaba atascada en las cuerdas. Cuando llegó abajo se fueron todos, y le seguían haciendo fiesta y ella mentándoles la madre. Seguía volteando a mirar casi sonriéndome.

 

Como casi siempre, después de tanta belleza quedo arrecho, después existencial y después, amargado. Ja ja. Pero siempre se me pasa.

 

PD Nunca me acostumbré a tomar fotos o video, me da miedo.

léase:

Manoseador de coelgialas

Manoseada a través de una cerca de coelgio

Nota autobiográfica de stregoika

Peladita en el bus con culo de no creer

Anécdotas y reflexiones de haber sido docente de secu

 

 

 

 

 

 

Valerie
vecina jovencita casada

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