Tabú

Luisa, la nena de 12 que me flasheaba.

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Lo que contaré aquí es una anécdota real de mí, que fui un profe bien reputado pero mirón. Muy mirón. 

12 años | upskirt | real | tabú |

©Stregoika 2023

En 2015 tuve una estudiante llamada Luisa, en grado séptimo. Tenía doce. Es una de las cuatro o cinco morras que nunca pude olvidar. Era hermosa y sensual en exceso. No voy a describirla aquí, no es necesario, porque por ella escribí algunos relatos eróticos, léanlos si quieren.

Ay Profe ¡me haces igual que mi papá!

y

Luisa

 

 

Soy consciente que los relatos ficticios están muy en baja, por el peso y la calidad de los relatos reales. Sobre todo aquellos que son reales a todas luces, y donde la autora es una dama. Lo que contaré aquí es una anécdota real de mí, que fui un profe bien reputado pero mirón. Muy mirón.  Podrá no sonar a mucho, y espero no obstante captar la atención de uno que otro lector de edad madura.

Yo llegaba a cada salón de clase con mi mente partida en dos: Una parte se ocupaba de mis deberes profesionales y la otra, más grande que la primera, estaba pendiente de qué chicas habría allí. En séptimo había dos, una era Luisa y la otra… ¡Ay Dios, Sofía! Por Luisa escribí un par de relatos eróticos y por Sofía… una novela. Otro día les hablo de ella. Pero Luisa, era otra típica morra mostrona. El uniforme era de falda gris monótona y medias enterizas azul oscuro. Luisa me tenía loco porque casi siempre estaba sentada como si tuivera mucho calor, con la falda toda volteada sobre las caderas y la mayoría de veces, mostrando qué llevaba bajo los pantymedias, que a la altura de su pelvis se estiraban y transparentaban mucho más. Recuerdo, tanto como estarlo viendo ahora, unas calzas de color naranja, lycras deportivas, creo. Ese día quedé tan prendido que perdí el control y la mitad de mí que trabajaba, se pervirtió también y me pasé de mirón y de hambriento. Duré toda la clase al pie de ella, solo para sentir su rico aroma, y, con mis capaciades sensoriales superiores, su calor. Y echarle ojo a su prenda color naranja cada 30 segundos. Me mojé.

Más tarde, a la hora de revisar lo que los estudiantes habían hecho, me pasé al frente del salón y tuve el descaro de llevarme a Luisa allí conmigo. Su presencia divina ya era como una adicción. Luisa subió los pies al peldaño del pupitre y puso mi laptop en sus muslos. Yo pasaba de un cuaderno a otro y le decía a Luisa cuánto ponerle de nota a cada estudiante en la planilla… hasta que… vi entre sus rodillas. Estaba apuntándome a la cara con su entrepierna bella, apretada entre, primero, su lycra de color chillón y encima, su pantymedia azul estirado. Nunca la había tenido tan cerca. La intensidad de la impresión sobrepasó toda premura. Me quedé viendo sin importar mi propia expresión, que me vieran los otros estudiantes, y sin importarme el tiempo. Era algo demasiado lindo para no mirar.

Luisa, que se dio cuenta que ya habíamos termiando, quitó la laptop y bajó un poco las rodillas. Yo ya no podía verle sus encantos. Pero estaba yo en tal estado animal, como perro salvaje, que no admití dejar de ver. Luisa iba a irse a su puesto y le indiqué que permaneciera allí. Seguía sentadita apuntándome con sus rodillas a la cara pero faltaba un mísero centímetro para seguir viendo su pubis, así como había estado observándolo hacia unos segundos, como una franja vertical de color cítrico, ligramente hinchada y estirando los hilos azules de su pantymedia. Ante tanta provocación, se le sale a uno el macho. Estaba pensando con media neurona cómo llevármela a alguna parte y convencerla por ahí de hacer cositas conmigo (así nacían mis relatos eróticos).

Estaba desesperado. Ya no se le veía nada. Luisa seguía viendo cuadernos. Perdí enteramente la cordura e… ¡imagínense! ¡Agaché la cabeza! ¡Cual crío de cinco años que quiere ver bajo una falda! Pero vi otra vez sus maravillas. Y como tenía un efecto tan dulce y efectivo el solo bajar unos cinco centímetros mi cara… lo hice unas tres veces más. Con treinta estudiantes viéndome.

De ahí en más, algunas niñas tenían una reacción graciosa al verme por ahí. Se agarraban la falda a dos manos ¡No fuera y estuviera yo con ganas de agacharme y mirar!

Pero no pasó a mayores. Mi reputación era ya indestructible.

Lo más lindo de todo ocurrió a la siguiente clase que fuí a dar al grado séptimo de Luisita: Ella, tan pronto me paré frente a su pupitre, me miró fijamente y abrió y volvió a cerrar las piernas de inmediato. Llevaba panties blancos, que se veían graciosamente moteados por el efecto de la media pantalón.  Obviamente le habían contado que la clase anterior yo estuve casi olfateando su sexo. Empero, y para mi dicha, contrario a un escándalo a una reacción penosa de ella, se dio por enterada que me gustaba mirar y, pues, me mostró. Me mostró qué llevaba puesto ese día. Su disposición, descaro y belleza me dejaron en shock. Luisa me flasheó sus delicias.

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Otros relatos reales sobre estudiantes que tuve:

Todavía me pajeo por tí, Dara

La mejor paja que me he hecho en la vida (real)

Anécdotas y reflexiones de haber sido docente de secu

Relato especial: Tina

 

En la imagen: Maisa Silva, Actriz portuguesa. La vi hace poco en TV en la  película Campamento Carrusel (2015). Quedé con el corazón revolcado como con gancho de carnicero, porque es 99% la imagen de Luisa. En esta imagen Maisa está un poco más madura, pero en Campamento Carrusel aparece como de 13. Una absoluta DIVINIDAD.

Saludos a mi Luisita donde esté ¡con tanto amor que le cause un corto circuito a su alma!

o

 

 

 

 

Cosas que suceden III.
Valentina.

Nadie le ha dado "Me Gusta". ¡Sé el primero!