Heterosexual

Margarita, mi vecina.

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Margarita es mi vecina, no la conozco muy bien ya que llegaron al edificio solo hace unos tres meses, yo soy Eduardo y vivo en el departamento de al lado, vivo solo.      Ella acudió a mi por unas presuntas goteras en su cuarto de baño.      Acostumbrado a vivir solo, tengo en mi apartamento una caja de herramientas básicas para pequeñas reparaciones de emergencia.       Agarré mis herramientas y fui al departamento de Margarita.      Ella me dijo que su esposo estaba contratado por una empresa del norte y que cada cierto tiempo se debía trasladar a las oficinas de allí para inspecciones y fiscalizaciones.      Efectivamente la llave del lavabo no cerraba bien y había una gotera molesta, saqué las piececitas de goma rotas y las sustituí con nuevas, la reparación quedó perfecta.

 

Me ofreció una taza de café y nos quedamos a charlar de variados temas.      Ellos son venezolanos y están en Chile ya de hace varios años, su marido es ingeniero y trabaja para una importante empresa del rubro minero.      Desde la sala de estar se podía ver un vestido nuevo en un colgador y todavía cubierto por una funda de plástico trasparente.

—¿Es nuevo? … Parece un vestido de fiesta …

—Sí … mi esposo invitó a algunos empleados de la empresa a cenar para este próximo jueves, cuando vuelvan del norte … y bueno … compré algo nuevo para estar presentable … pero ahora no estoy segura si será adecuado …

—¿Por qué? … parece lindo …

—Bueno … cuando lo compré yo también pensaba lo mismo … pero ahora no estoy tan segura de que sea adecuado para el jefe y los colegas de mi marido …

—¿Cómo es eso? …

—Hubiera querido mostrarlo a mi esposo y saber su opinión … pero él no vuelve hasta el jueves y el mismo día ha programado la reunión con sus compañeros … me preocupa de que su jefe es bastante conservador y no quisiera que se formara una mala opinión de mí …

Guardo silencio por unos momentos mientras sorbía de la taza de café y luego a quemarropa me interpeló:

—¿Podrías hacerme otro favor? …

—Por supuesto … ¿De que se trata esta vez? …

—¿Mirarías mi vestido? … Me gustaría saber tu opinión …

—¿Cómo no? … Me encantaría …

—¿Y me dirás lo que piensas? …

—Trataré de ser lo más objetivo posible …

—¡Oh! … que tierno que eres … espérame iré a cambiarme …

Ella tomó el atuendo y corrió a su dormitorio a cambiarse, antes de desaparecer en su cuarto me dijo:

—En la cafetera hay más café, si lo deseas puedes servirte otro poco … vuelvo enseguida …

Había dejado la puerta de su dormitorio parcialmente abierta, cuando me levanté a servirme un poco más de café, la vi con sus manos en su espalda abriendo el cierre de su vestido de casa, lo dejo caer hasta sus tobillos y al levantarlo desde el piso, pude ver que vestía una tanga de color viola y su sostén era rosado, bella combinación, pensé, sus piernas eran larguísimas y había marcas de bikini en sus redondeados glúteos.      Rápidamente me aparté para que no se diera cuenta que la estaba observando.     Desde su dormitorio ella tentaba de mantener una conversación conmigo:

—Primero estábamos en una ciudad del sur y hacía mucho frio … ahora aquí en la capital nos morimos del calor … este país es muy lindo, pero sus climas son muy diferentes a los nuestros que solo hace calor …

—Sí … tienes razón, este país es demasiado largo …

—Mira … no te vayas a reír de mí … soy un poco tímida … en mi adolescencia era un poco fea …

—¡Ay! ¡Por Dios! … Sí eres estupenda … como todas las venezolanas que conozco …

—No digas chamo … que las chilenas son estupendas … tienen hasta una Miss Universo …

—Si, pero solo una … ustedes en cambio tenían el monopolio de los eventos de belleza mundiales … siempre lo ganaban las venezolanas …

—Bueno, pero esos días terminaron …

Dijo mientras entraba a la sala.      Me quedé sin palabras, se había demorado algún minuto demás, pero había valido la pena, la mujer que estaba en la sala de estar era otra.      Una muy diferente a la dueña de casa que entró a ese dormitorio.      Parecía una top model, fue la primera vez que me percate que sus tetas eran realmente exuberantes y su figura esplendente.      Solo dije:

—¡Guau! … ¡Hmmmm! … Eres preciosa …

—Gracias … a veces pienso que soy un poco exhibicionista … bueno … tal vez más que un poco … me gusta acaparar la atención de los hombres … cuando me di cuenta de que no era fea … me dije “Sí lo tienes, pues muéstralo” … quizás en diez años más ya no lo tendré … ¿no crees? …

—Supongo que sí … pero una mujer como tú, jamás será fea … ahora, con lo que respecta al vestido … temo que sea un poco atrevido para una cena de negocios …

—¿Tú crees? … Yo creo que a mi esposo le gustará …

—Pero tú quieres la impresión de su jefe … ¿no? …

—¡Ay!, pero por qué los chilenos son tan pudibundos y remilgados …

—Será … ¿porque somos chilenos? …

Margarita lucía maravillosa en ese vestido, pero realmente mostraba todo y de todo, sus pechos se veían impresionantemente hinchados que casi reventaban la tela del ajustado vestido, a punto de escaparse del estrecho escote y, que decir de más abajo, era corto, pero corto-corto, quizás un palmo bajo su ingle.    Casi me atraganté ante la visión de su cuerpo exuberante del caribe.

 

Nunca ha sido mi fuerte tener una ingeniosa conversación ante una mujer bonita, de hecho, soy bastante tímido, tal vez por eso jamás me percate de tener una tal belleza en la puerta de al lado de mí apartamento.       Quedé embelesado, tratando de disimular volví a expresar mi admiración:

—¡Guau! …

—Sí, gracias … pero ¿Qué tú piensas realmente? … ¿Qué es un poco demasiado para una reunión de empresa? …

—A decir verdad … podría decirse que está en el limite … quizás sí o tal vez no … pero si tú dices que a tú esposo le gustará …

—Pues … a mi esposo sí … pensará que está bien … a él le gusta endiosarme … le gusta que me miren … y confía mucho en nuestra relación … tenemos un estupendo matrimonio … nunca haría nada que haga peligrar nuestra estabilidad matrimonial … jamás podría tener un desliz o algo así … soy una mujer seria … pero puedo coquetear si me apetece … pero nada más …

—Bueno … entonces no veo ningún problema … contento tú esposo … contento todos …

—Sí … pero lo que me aqueja es su jefe … Martin es mucho más alto que mi marido y mucho más alto que tu también …

Así diciendo me arrimó un pequeño taburete de cocina.

—Haber … sube aquí … ¿Cómo me ves desde más alto? …

Se puso a girar y a moverse delante de mí y sus tetas desde mi nueva posición, lucían esplendorosas, realmente está mujer tenía unos pechos fuera de lo común.

—Ya ves … ¿entiendes lo que quiero decir? … no sé si Martin podrá ver mucho … no quiero causarle una impresión negativa que pudiese perjudicar a mi marido … ¿Entiendes? …

Hizo una pausa y su rostro tomó un dejo de reflexión, mientras tanto yo alucinaba desde lo alto con esas maravillosas montañas de esponjosa carne caribeña, luego me interpeló:

—¿Cuánto puedes ver? …  

—¿Ah? … ¡Uhmmm! … quiero decir, un poco …

—¡Oh!, por el amor de Dios … sé honesto … son solo senos … todas las mujeres los tienen … también las chilenas, ¿no? … no puede ser una cosa rara para ti …

A decir la verdad, los suyos eran realmente raros, una exuberancia de perfección que jamás había visto y era difícil expresar una opinión sin ser grosero, además, que mi amiguito ahí abajo se estaba alarmando ante tanto bien de Dios.      Ella continuó:

—¿Quizás prefieras llamarlas tetas? … cuando están así juntitas ustedes también las llaman tetas, ¿verdad? … yo también las llamo así y me gusta que mi marido les diga tetas … pero … dime … ¿Cuánto es lo que ves? …

Me sentí incomodo por un momento cuando puso sus manos al lado de sus pechos y los empujó uno contra otro y el escote peligró de reventarse, no sabía que decir, pero me atreví y dije:

—Bueno … sí … yo diría que bastante … como te dije, estás en el limite … pero tienes un rostro precioso … su jefe no se fijara en … ¡Emh! … tus tetas … pero debes asegurarte de que no te mire desde atrás …

Ella seguía concentrada en hacer sobresalir sus senos y a acomodarlos en su apretado vestido, me dejo mirar incólume sus maravillosos melones maduros.      ¡Dios mío! ¿Por qué a mi tanto y a otros nada?    Me parecía haber sido el elegido por el buen Señor para esta misión de buen samaritano.

—¿Tú dices? … Quizás … Pero eso no es todo, hermano … ven aquí y siéntate …

Esta vez me acercó un taburete alto con respaldo, de esos de bar y me senté.

—Ahora … imagina que te sirvo una bebida …

Cogió una revista a modo de bandeja e inclinándose vino en frente de mí fingiendo de ofrecerme un vaso y dijo:

—¿Le gustaría algo de beber … o también algo para picar? …

Desde mi posición vi como sus pechos se deslizaban y cimbreaban opulentos, sus enormes senos se podían apreciar casi en todas sus dimensiones reales.      ¡¡Qué magnificas tetas!!   Me bloqueé ante esa panorámica y mi ojos se quedaron hipnotizados, miré y mire, hasta que me pareció escucharla desde lejos:

—¡Emh! … ¿Hola? … ¡Podrías poner un poco de atención al tema, por favor? … 

Con mucha voluntad y dificultad, aparté la vista de sus redondeces y la miré a la cara, ella estaba sonriendo y dijo:

—Mira … yo sé que te gustan … te dije que me gusta que me miren … pero no quiero parecer desvergonzada ni vulgar ante el jefe de mi marido … así que necesito realmente saber como me veo con esto … no quiero ser demasiado llamativa … necesito tú opinión de hombre …

Ella se mantenía inclinada y el escote de sus vestido estaba ligeramente abierto, sus senos se veían por completo, excepto sus pezones que se dibujaban perfectamente bajo la tela, los miré e inconscientemente pasé mi lengua por mis resecos labios.

—Bueno … ¡Emh! … creo que cuando te agaches deberías hacerlo con cuidado … porque se puede ver mucho de ti … ¡Uhmm! … tus … tú escote … ya sabes … eso …

—¿Escote? … ¡Creo que puedes ver más que mi escote! … me parece un eufemismo llamarlo así … es como una palabra graciosa … quisiera saber donde termina el escote y donde comienzan las tetas … ¿Por qué los hombres no llaman a las cosas por su nombre? … ¿Por qué simplemente no dicen tetas? … ¿no? … porque creo que tú te estás refiriendo a mis tetas, ¿verdad? … ¿Hay alguna razón por la que no te guste esa palabra? …

Me ruboricé ante su acometida feminista, pero mis ojos se mantenían pegados a ese balcón frontal y sus exuberancias.      Ella simplemente continuó:

—¿O quisieras llamarlas con otro nombre? … ¿Moras? … tal vez, ¿ubres? … o quizás ¿bubis? …

Dijo sonriendo en forma franca y divertida por mi actitud.

—Bueno … puedo ver la mayor parte de tus … emh … tus tetas … y son muy bonitas tus tetas … son las mejores tetas que he visto últimamente … tienes muy buenas tetas …

—¡Oh!, perdona si te avergoncé … es que soy tan coqueta … pero necesito tú opinión … ¡Gracias! …

—¡Ah!, no te preocupes … Y tal vez también deberías cuidar en como dices las cosas … ese, “¿Te gustaría algo para picar?” … se podría mal interpretar … quizás deberías decir algo diferente …

—¡Buena idea! … debo cuidar mi vocabulario … porque cuando sirvo las bolas amargas, siempre digo … “¡Vengas chicos, agarren sus bolas!” … y todos se ríen, ¿no sé por qué? …

Me reí también yo ante su ingenuo comentario, me pareció divertido.      Pero no todo había terminado allí, había más.      Se alejó unos pasos, me dio la espalda y paso una mano por su glúteo.

—¿Ves? … se marcan mis bragas … ese es siempre el problema con estas telas ceñidas …

—Pero … ¿No lo notaste cuando lo compraste? …

—¡No!, no estaba usando bragas ese día …

Lo dijo con toda naturalidad, pero yo casi me ahogo al imaginar todo lo que había desnudo bajo ese ajustado vestido.      Al ver mi rostro estupefacto, ella agregó:

—¿Qué? … normalmente yo no uso bragas … excepto cuando voy a comprar zapatos … incluso una vez de esas me olvide y el chico me hizo probar más de veinte pares …

Me imaginé la escena y sonreí, afortunado el hijo de puta ese, pensé.     Y ella continuó:

—Un par de bragas debajo afea el vestido, ¿no crees? …

La contradije diciendo:

—No creo que haya nada en ti que pueda afear ese vestido … luces increíble … ¡De verdad! … con marcas o sin marcas te ves estupenda …

Me hizo señas de que me girara y me quedara a mirar el ventanal.      Hice lo que me pidió, y cuando me dijo que me volviera, ¡¡Mi Dios!!, sus bragas estaban en el respaldo del sofá.      Se paro de espalda a mi con las piernas ligeramente separadas.

—¿No crees que se ve mucho mejor así? … sé honesto … ¿Qué te parece ahorita? …

Mis ojos se abrieron ampliamente y se fueron a las bragas apoyadas en el sofá y luego a mirar sus glúteos.      El vestido cubría sus increíbles muslos, pero saber que bajo esa delgada tela no había más nada que su ardorosa piel caribeña, me dejo mudo.     Hubiese querido tener la vista de Superman y poder ver su coño a través de ese fino género, pero no me fue posible.      De todas maneras, dependiendo de como se moviera, se podía apreciar ocasionalmente su vello púbico presionando la tela de su vestido.      Finalmente saqué el habla:

—Sí, a decir verdad, se ve mucho mejor …

Dije con una voz de pito, mis cuerdas vocales estaban siendo afectadas por las desbordantes curvas de esta mujer y me resultaba difícil expresarme, además, otra parte de mi cuerpo se había despertado, lo que me complicaba aún más.      La vi que recogía sus bragas desde el sofá y me las mostró:

—¡Mira! … ¿Te gustan? …

¡¡Dios, mío!! Me sentí mareado.      ¿Hasta donde llegaría todo esto?, me pregunté.     Luego recordé su discursillo sobre su marido, lo enamorados que estaban, mujer seria y que nunca pondría en peligro su estabilidad matrimonial y me calmé.      Pero me estaba excitando con sus acciones y luego recordé que su marido no llegaría hasta el jueves, en tres días más.  ¡¡Oh, mi buen Dios!!  ¡¡Me entrego a ti mi buen Señor!! ¡¡Que sea tu voluntad, Señor!! …

—Bueno … sí … son bonitas … finas … elegantes …

—Es parte de un conjunto, ¿sabes? … ¿Quieres ver la otra mitad? …

Asentí sin palabras y ella rápidamente se giro hacia su habitación y regreso con un paquete envuelto en papel de regalo y me lo mostró:

—Pensé que sería un sostén …

Dije un poco decepcionado al ver unos finos boxers del mismo color de la tanga.

—¡Ay!, que poco modernos eres … esto es un conjunto para la pareja … de él y de ella … ¿entiendes? … es tan lindo que no podía no comprarlo para mi marido … este es para él … pero no sé si los usará …

—¿Y por qué no habría de usarlos? …

—Porque él prefiere los slips … dice que estos les molestan a sus bolas … ¿lo puedes creer? …

—Bueno, mi opinión sería parcial … yo también prefiero los slips …

Me interrumpió con sus ojitos brillantes, parece que se le había ocurrido algo más, tragué saliva de solo pensar en que vendría ahora:

—¡Oh! ¡Genial! … te pareces a él … ¿podrías hacerme un gran favor? … quiero decir uno realmente grande … te los podrías probar para mí … tal vez así puedas sugerirme algo para convencer a que mi esposo los use …

Me pareció una idea descabellada, pero no pude argumentar nada criterioso, además, ¿Quién era yo para oponerme a los deseos de una bella mujer?

—¡Oh!, si … por supuesto …

Me puse de pie y metí las manos a mi cinturón.      Ella me detuvo ipso facto:

—¡Dios mío! … ¡No aquí! … ve a cambiarte a mi dormitorio y luego vuelves …

—¡Oh!, si … disculpa, lo siento …

Me di cuenta de que su fidelidad conyugal era más fuerte de lo que pensaba.      Bueno, decidí solo seguir el juego.      Entré en su dormitorio, dejé caer mis pantalones y calzoncillos, mi verga casi rebotó en mi vientre.    Hice lo mejor que pude para ponerme esos boxers y tratar de disimular mi erección, cuando la protuberancia disminuyo a niveles aceptables, escuché que me llamaba:

—Bueno … ¿Y vas a volver? …

Su voz sonaba irónica y divertida.

—Sí … ya terminé …

Salí del dormitorio y sus ojos volaron inmediatamente a mis calzoncillos, se echó a reír:

—¡Te ves genial! … ¡Simplemente maravilloso! …

Tengo que decir que eran un par de boxers extraños.      Había un gran corazón rojo bordado en el

frente, que no había visto cuando estaban aún envueltos en la caja.

—Bueno … a mi me parecen un poco raros …

Comenté un poco avergonzado de exhibirme así.

—¿Raros? … ¿Qué tienen de raros?  … ¡Ah! … ¿las escritas? …tal vez no las entiendes … «Her Heart” … quiere decir “Su Corazón” …

Realmente ni siquiera había visto las pequeñas escritas en ellos, que estaban sobre el corazón prácticamente sobre mi miembro, pero ella la señalaba jocosamente.      Luego recogió su tanga y las acercó a mí rostro, solo ahora vi que tenia un dibujo de un gatito y la escrita bordada “His Pussy

—¿Entiendes ahora? …

—Estoy tratando …

Dije pensando que se le había fundido el coco ¿Quién puede prestar atención a ese tipo de cosas? ¿Y que es lo que quieren decir?      Seguramente mi mirada estaba extraviada, ya que ella se acercó a mi con su tanga en la mano y en modo impaciente acercó su mano a mi verga diciendo:

—“Su corazón” … de ella … “Su coño” … de él …

Se echó una risotada.

—¡Es divertido! … “Su corazón” y “Su coño” … ja-ja-ja … ¡tenía que comprarlos! … ¿Entiendes? …

Para mí seguían pareciendo extraños, pero para no defraudarla, hice un gesto grandilocuente y me reí bastante fuerte.

—¡Oh!, sí … parecen divertidos … bastante graciosos …

—¿No es cierto? … ¡Son geniales! … pero el tuyo se ve algo raro con eso …

Ahora estaba apuntando a mi enorme erección que se había reanimado mirando la gatita de su tanga e imaginando que ahora estaba de pie ante mi con “Su coño” desnudo.      No pude evitar ruborizarme, pero ella siguió como si nada.

—Está bien … no es la primera erección que me toca ver … y eso lo podemos arreglar …

—¿Deveras? … ¿Qué quieres decir? …

Pregunté esperanzado de que podía resultar algo más cachondo.

—Bueno … la naturaleza es sabia … debemos dejar pasar un poco de tiempo y esa protuberancia desaparecerá espontáneamente …

Lo dijo mirándome con su coqueta sonrisa de niña caprichosa, vaciló un momento y dijo:

—¿O? …

Rápidamente repliqué su pregunta:

—¿O? …

—O bien tendríamos que coger un diario con varios dobleces y golpear a morir a ese ofensor … de otro modo terminara rompiendo la ropa interior de mi marido …

—¡Oh! …

Dije tratando de retroceder atemorizado ante la descabellada perspectiva y dije:

Pensé que la posibilidad era otra …

—¡No señor! … recuerda que dije … Bromear o coquetear esta bien … pero no voy a hacer nada que pueda afectar mi matrimonio … ¿Recuerdas? …

—¡Oh!, sí … por supuesto … ya lo habías dicho … y me parece razonable …

No quise decir ninguna palabra más, pero la partida no había terminado aún y yo estaba dispuesto a seguir el juego hasta el final.

—Así que esperemos un poco de tiempo y luego veremos como se ven esos boxers sin esa tienda de campaña …

Ella sonrió mientras simulaba con sus manos algo que se alzaba, le devolví la sonrisa y dije:

—¿Y ahora qué? …

—Solo siéntate y esperemos …

Me señaló el taburete del bar.      Pero estar sentado no hizo nada para disimular mi porfiada erección.

—Confió en que tú erección pronto desaparecerá … muero de ganas de ver cómo te quedan esos boxers de mi marido …

—Pero eso podría llevar mucho tiempo …

Dije suspirando y mirándola de pies a cabeza, ella volvió sus ojos a mi entrepierna e hizo una mueca de impaciencia.

—¡Uhmm! … Sí … creo que va a tomar mucho tiempo … creo …

Se paró frente a mi en modo circunspecto y puso sus brazos detrás de ella, me pareció que el efecto no fue buscado por ella, pero daba lo mismo, sus senos saltaron al frente gloriosos, como si hubiesen desplazado una masa de aire, me sentí sobrecogido ante esa belleza explosiva de sus mamás.      Teniendo sus brazos detrás de ella, sus bragas resbalaron y la escuché exclamar:

—¡Oh! …

Inmediatamente se volvió y se agachó para recogerlas.      Plegó sus rodillas, teniéndolas muy juntas, pero al inclinarse hacia adelante, la parte posterior de sus vestido se deslizó cuanto basta hacia arriba y su mojada y rosácea feminidad, me miró fijamente a la cara, no me pude contener y se me salió:

—¡Ay! … ¡Diosito querido! …

—¡Qué! … ¿Qué sucede? …

—Debes tener más cuidado al agacharte delante de tus invitados … sobre todo si no tienes ropa interior … digo, en tu fiesta …

—¿Por qué? … ¿Has visto algo que no deberías haber visto? …

Empezó a levantarse lentamente y sin arreglar su vestido arremangado, su trasero se lucía frente a mis ojos con esas nalgas blancas, esplendorosas ¡¡Dios mío, que maravilloso culo!!

—Bueno … sí … ya sabes … pude ver demasiado de ti …

—¡Oh!, otra vez te escandalizas … no me digas que te molestó ver mi coño …

Demás está decir que si mi polla estaba dura antes, ahora estaba amoratada y a punto de explotar, podría lo más bien haber alzado su coño y sus cincuenta kilos sin mayor esfuerzo.      Casi me hizo correrme la espectacular visión de su chocho hinchado y brillosamente húmedo.

—¡No! … emh … sí … tu coño … pude ver tú coño …

Absolutamente no me sentía cómodo hablando de su melenudo coño con mi coqueta vecina, pero a este punto ya no tenía ninguna importancia.

—¿Cuánto? …

Dijo ella queriendo saber más.

—Bueno … no podría ser muy preciso … depende de tú posición …

Margarita adopto la misma posición de espalda a mí y comenzó a inclinarse poco a poco:

—Si me inclino así tanto … ¿puedes ver algo? …

Se había inclinado unos veinte grados y su vestido comenzaba a levantarse.

—Nada … tu vestido aún te cubre suficiente … no veo nada …

No era del todo verdad, porque comenzaban a asomarse sus vellos púbicos, pero el juego me emocionaba cada vez más.

—Y ahorita … ¿se ve algo? …

Se inclinó un poco más hacia adelante y hacia un lado, la visual comenzaba a ser interesante.

—Sí … apena … apena … se está comenzando a ver algo … algo está viniendo en vista … es un coño digno de verse … casi puedo ver tus labios regordetes …

Quizás su chocho estaba hinchado al igual que mi pene ¿Estaremos sintiendo lo mismo?   Entonces repentinamente se inclinó por completo:

—¿Y ahora? … ¿Se ve mi coño entero? … ¿Realmente puedes verlo todo? …

—¡Guau! … sí … es magnifico … se ve precioso …

—¡Uhmmm! … esto no sería bueno en una reunión de empresa, ¿verdad? …

Permanecía así inclinada regalándome toda esa visión celestial de su chocho y reflexionaba sin alzarse.      Entonces me dijo:

—Me estás dando una valiosa ayuda, ¿sabes? … muchísimas gracias … no sabes cuanto lo aprecio …

—¡Oh!, por nada … ¿Para que crees que son los vecinos, sino para ayudar? …

Le respondí alegremente, gozando todavía de la visual divina que me brindaba.      Cuando vi que se enderezaba, un poco en serio un poco en broma le dije:

—Se me acaba de ocurrir algo que podría ayudar … gírate …

Se puso de pie y me miró.   Con ambas manos extendidas, agarré el vestido por sus caderas y lo tiré un poco hacia abajo.      Lógicamente no sucedió nada, no había tela suficiente para cubrir más.      Ella se dio cuenta de que yo no lo estaba haciendo en serio, pero me siguió el juego.      Mis manos la aferraban por sus caderas y mis palmas trataban de estirar la tela sobre sus glúteos.

—¡Uy!, no sé … quizás así … o tal vez si probamos esto … ¿Qué dices ahora? …

—No sé chamo … me parece que está igual …

—Sí … puede ser … y si estiras los brazos se vuelve a subir …

Estiró los brazos y me abrazó casualmente.

—¿Así … tú dices? …

—¡Oh! … bueno … pero así baja también la parte frontal … emh … tú … escote … tus tetas …

Entonces ella volvió a cruzar sus brazos bajo sus senos generosos y esta vez casi saltaron fuera de esa camisa de fuerza que era la parte superior de su vestido sus dos voluminosos pechos.      Incluso hasta la parte superior de sus oscuras areolas se podían ver en esta ocasión.

—¡Oh!, no … volvemos como al principio …

Dije en un tono un poco escandalizado mirando esas turgentes montañas de carne centro americana.

—¡Uy!, sí … creo que estoy siendo demasiado provocativa … me siento horrible … ¿Qué pensaría el jefe de mi marido si me viera así? …

—¡Uhmm! … no lo sé … pero también deberías cuidarte de no cruzar tus brazos en ese modo … y no te olvides … tampoco de agacharte …

—¿Cómo tu dices? … ¿Así? …

¡¡¡Dios Santo!!! ¡Se volvió a agachar! Pero está vez con sus piernas abiertas y el vestido se le volvió a subir hasta la mitad de sus glúteos.     Todo su coño estaba expuesto ante mis ojos.      Húmedo, rosado y con vellitos a su alrededor, una visual perfecta.

—¡Justo eso es lo que tienes que evitar! … porque ahora puedo verlo todo … absolutamente todo … pero debo decir que tienes un coño maravilloso … realmente impresionante … ¡Ufff! … ¡Qué coño más caliente que tienes! …

—¡Ya! … Déjalo! … ¡Está bien! … ¡Ya entendí! … Veamos ahora esos boxers … muéstramelos … por que ya ha pasado harto tiempo … déjame ver cómo se ve sin esa cosa tuya ahí parada …

Me puse de pie y le pregunté:

—¿Qué piensas? … ¿De verdad crees que mi pene se ha vuelto más pequeño ahora? …

—Bueno … tú lo prometiste … haber quédate quieto …

Yo trataba inútilmente de esconder mi pija dura, pues si antes tenía una tienda de campaña, ahora toda la carpa del circo “Los Tachuelas” se había instalado allí.      Ella me miró atentamente y se rio.

—¡Uy! … parece que tampoco funciono para ti … ¡Dios mío! … pero que tamaña erección tu tienes ahí … vas a romper la ropa interior de mi marido …

La mire con un poco de congoja diciéndole:

—Bueno … realmente lo siento …

—¡Pero, chamo! … solo sácalo … y alivia esa presión …

—¿Sácalo? … ¿Lo puedo sacar? …

Pregunté incrédulo.

—Pues claro que sí … el único modo de que no se rompan esos boxers …

Me respondió prestamente ella.

—¿Tal vez quisieras ayudarme? …

—¡Pues no, señor! … ¿Qué tú crees? … ¿No creo que estés insinuando algo que no deberías? … ¿Acaso quieres qué agarre tu pene? … ¡Por Dios que eso no sucederá! … ¡No, señor! … lo haces tú mismito … ya … hazlo …

—Bien … entonces …

Meneé teatralmente mis caderas y di unas ligeras sacudidas y mi polla se estremeció pronta para salir de la bragueta delantera.

—¡Ya, chamo! … que no tenemos todo el día … no holgazanees … no tienes de que avergonzarte … ¿Qué tu crees? … ¿Qué nunca he visto una pija dura? … no me interesa tu polla … solo quiero ver esos boxers …

Estaba un poco encorvado, la punta de mi verga asomó por la abertura frontal de los boxers y a medida que me enderezaba, centímetro a centímetro mi polla fue apareciendo.      Vi como ella abrió sus labios y los humedeció con su lengua mirando fijamente mi pene en plena erección, cruzó una pierna con la otra y apretó sus carnosos muslos y luego dijo:

—¡Oh!, si … ahora puedo ver … está mejor así … mira que lindos y suaves que son esos boxers … se te ven muy lindos … te sientan como un guante …

—¡Oh!, sí … cómo un guante con un tremendo dedo …

Se le escapó una tremenda risotada y to también reí, ella siguió mirando.

—¡Uhmm! … nada de mal …

Dijo ella inspeccionando la prenda, sus manos se deslizaron por mis flancos y mi trasero alisando la tela de las bragas, luego dio un pequeño tirón hacia abajo y hacia atrás, eso provocó que también mis huevos saltaran a la luz, y ella dijo:

—¡Perfecto! … así tiene que ser … así me gustan más … ¡mira lo hermoso que son! …

Acarició suavemente la tela y de alguna manera logró acariciar la parte frontal sin tocar mi protuberante pene, también pasó las manos por mi entrepierna sin hacer contacto con mi bolas.

—Mira como combina bien este conjunto …

Dijo presentando su pequeña tanga al frente de mis boxers, el roce de la pequeña prenda en mi glande casi me hace eyacular ahí mismo, como si quisiera cambiar de perspectiva, movía esas bragas atrás y adelante, arriba y abajo, como pensando en la combinación de estas, a mala pena logré contenerme.

—¡Oh, Dios! … eso se siente divino …

En ese momento pareció volver en sí misma y darse cuenta de lo que me estaba haciendo.

—¡Oops! … excusa … casi me dejo llevar … no es fácil …

—No solo para ti … mira cómo me tienes de empalmado …

—Sabes lo que quiero decir, es muy difícil … pero hay limites que hay que respetar …

—Entonces … ¿Nunca te dejas llevar? …

—¡Que tontera dices! … Siempre tengo el control … mira … así. ¿ves? …

Me empujo hacia atrás y quedé sentado en el taburete de respaldo alto, ella se acercó y se puso a horcajadas sobre mí ¡¡¡Mi Diosito Santo!!! Los labios calientes y húmedos de su coño rozaron mi glande.

—¿Ves? … controlo absolutamente todo … puedo parar cuando yo quiera …

—Créeme, hay algo que no puedo controlar y crece y crece …

—¡Oh!, sí … claro … si sigue así me llegará a la barbilla …

—Y se aproxima … está bastante cerca de eso …

—¿En serio? … veamos …

Se inclinó enérgicamente hacia adelante como para comprobar mis palabras, esta vez el escote de su vestido no resistió y un mar de tetas se abalanzo libremente hacia mi pecho.

—¡Guau! …

Exclamé viendo sus amenazantes pezones a centímetros de mí, dije lo primero que se me vino a la mente:

—Esta es otra cosa que deberías evitar en la reunión de tu esposo …

—¡Oh!, sí … gracias por la advertencia …

Inmediatamente puso sus brazos bajo sus abultadas y carnosas tetas, sus areolas se estiraron y sus pezones me apuntaron como cañones, ella dijo:

—Tienes razón … este accidente no podría ocurrir en ese evento …

Mientras tanto, sus tetas se paseaban libremente orgullosas bajo mis ojos.      Se puso en puntillas, estiró su escote y meneó su torso como para hacerlas entrar bajo su vestido, pero no había ninguna posibilidad, dio unos saltitos y mi verga fue bañada por los fluidos cálidos de su chocho y ella meneaba su cuerpo de un lado a otro restregando su encharcada panocha en mi miembro rígido.    Esto no va a funcionar, pensé.     Entonces ella me dijo:

—¡Pero, chamo! … ¿porque no me ayudas? … yo estoy aquí en puntillas y precario equilibrio, que me debo sujetar con mis manos al respaldo … tu tienes tus manos libres … ¡ayúdame! …

—¿Qué quieres que haga? …

—¡Pues mete mis tetas dentro del escote! …

—¿Y cómo? …

Su respiración era un tanto afanosa y no dejaba de mecer su coño sobre mi pija, mis pensamiento estaban obnubilados por esa insólita e increíble sensación.

—Pues con tus manos, chamo … con tus manos … agarra mis tetas y vuelve a meterlas en mi vestido … yo trataré de no perder mi equilibrio … es vergonzoso para mí estar con alguien a quien apenas conozco y con mis tetas en su cara …

—Bueno … no están justo al frente de mi cara …

—¡Ah! … sí … pero si los subo así un poquito … ahora sí … están frente a tus ojos … ¿no? …

Efectivamente con sus últimos movimientos sus esponjosas y voluminosas tetas duras estaban justo frente a mí, a centímetros de mi nariz.      No tenía nada de que quejarme.      Solo que me sentía sofocar, quizás iba a necesitar respiración artificial.      No sé si a ella le importaba eso.

—¡Ok! … puedo verlos … ahora te ayudaré …

Dije con calma y parsimoniosamente con mi mano derecha apresé su teta desnuda.      En forma instantánea su pezón se endureció casi tanto como mi pene, pasé mi mano amoldando su carnosa piel y la empujé un poco hacia arriba y luego hacia los lados, a lo que ella exclamó casi en un plañido:

—Pero ¿Qué estás haciendo? … ¿Acaso te quieres divertir con mis tetas? … Solo te pedí que me ayudaras a ponerlas de nuevo dentro mi vestido … no veo que eso vaya a ser una cosa difícil ni que emplees tanto tiempo en hacerlo …

—Está bien … solo quería hacerlo suavemente … te podría lastimar si agarro tu teta y la meto forzadamente en tu vestido … ¿no crees? … solo estoy tratando de hacerlo lo mejor posible …

—Bueno … está bien … pero no intentes algo, tu sabes … lascivo … porque me daré cuenta y me harás enojar …

Mientras yo manipulaba su teta, su respiración se hacia cada vez más afanosa y fuerte.       Finalmente logré encausar toda su teta bajo el vestido, ahora era el turno de la otra.   Con mis dos manos levanté su teta desde abajo, ella dio un respingo y perdió el equilibrio, el todo acompañado con un grito apagado y un gemido, la mitad de mi pene se había encanalado en su panocha ardiente, la sentí como tenso su espalda, entonces le dije:

—Sería más fácil si dejaras de tambalearte …

—¿Y cómo? … ¿Cómo es eso? …

La miré profundamente en sus ojos lucientes y le dije:

—Simplemente siéntate …

Ella hizo un pequeño movimiento hacia arriba y luego levantó sus piernas y se empaló en mi pija hasta las bolas con los ojos cerrados y aplastando sus pechos a mi rostro.      Lanzó varios gemidos y luego cuando abrió sus ojos, le dije:

—¡Qué hermosos ojos tienes! …

—¿En serio te gustan? … ¿Será porque coinciden con el color de mis cabellos? …

—Sí … es probable … tú color es natural …

Se separó ligeramente de mi y mirando su coño ensanchado por mi pija, dijo.

—Y aquí abajo son crespitos, ¿sabes? …

Empujo su coño más profundo en su mojado y apretado coño, yo también miré y dije:

—Y esos rizos son también naturales, ¿verdad? …

—¡Uhmm-uhm! … así es …

Dijo cimbrándose lentamente en mi polla dura.      La volví a mirar a los ojos que abría y cerraba ensoñadoramente diciéndole:

—¿Sabes? … de repente tengo una sensación muy rara …

—¿Cómo sería eso? … ¿De que sensación me hablas? …

—Bueno … ¡Emh! … algo de tipo sexual, ¿sabes? … tengo mi mano en tu teta … y bueno … tú estás sentada en … ¡Emh! … mi regazo …

—Sí … pero no vayas a imaginarte nada … quizás pudieras pensar que me estoy tirando a alguien … ¡No señor! … ¡Por ningún motivo! …

Justo en ese momento comenzó a embestir mi pene con su coño a toda fuerza y a gemir audiblemente.

—¡Cuidado! … ¡Cuidado! …

Grite sintiendo las contorsiones y contracciones de su panocha.

—Está bien … estoy siendo cuidadosa … porque no podría tolerar algo que pudiese hacer peligrar mi matrimonio …

Parecía ignorar por completo mi gorda verga que taladraba las profundidades íntimas de su coño y continuó a saltar sobre mi polla mientras yo masajeaba sus erectos pezones.      Se inclinó a mi oído derecho y susurró:

—No debería confidenciarte esto … pero ¿te gustaría saber que me calienta cuando follo con mi marido? …

Ella rebotaba incansable sobre mis muslos, le respondí:

—Si es algo que no vaya a comprometer tú matrimonio … solo dímelo …

—Bueno … cuando mi hombre está por correrse dentro de mí … me doy cuenta porque me aprieta y se come mis tetas, me muerde los pezones y lo hace más fuerte … siento como su pija se pone más gruesa, palpita dentro de mí … él comienza a gemir y su lechita tibia comienza a llenar mi barriguita … y me muerde … lastima que mi esposo no está … me gustaría que me follaran así …

—Y hay alguien follándote ahora, ¿no? …

—¡Ay! … pero no seas ridículo … si una gran polla palpitara y follara mi coño desnudo y mojado … ¿Crees que no me daría cuenta? …

Luego siguió saltando arriba y abajo cada vez con mayor fuerza.

—Sí … en realidad suena ridículo …

¿Qué más podría haber dicho? ¡Contenta ella!      Entonces sentí como apretaba los músculos de su vagina y saltaba desaforadamente con gruñidos y gemidos, estaba a punto de correrse, sus mejillas estaban enrojecidas, sus ojos cerrados y su boca gimiente abierta casi en una perfecta “o”.   aferré sus tetas y le dije:

—Yo también tengo que confesarte algo …

—Dímelo … siéntete en libertad …

—Sí me corro, ya sabes … podría ser por accidente, ¿sabes? … mi eyaculación podría ser muy copiosa … un cantidad ingente … chorros y chorros de semen caliente …

Se separó un poco de mi y sin dejar de saltar sobre mi pija.

—Bueno … hay cosas que suceden por accidente … ¿quién te podría culpar? …

Luego lanzó su cabeza hacia atrás y sus tetas empezaron a temblar, su cuerpo entero se estremecía y mi verga explotó dentro de ella en un reguero interminable de semen que ella succionaba con su coño chupador.      Luego nos quedamos por largo tiempo quietos, cada uno tratando de recuperar el aliento, entonces ella dijo:

—¿Y todavía tienes tus manos en mis tetas? … imagino que estás tratando de meterlas en mi vestido, ¿verdad? … ¿no podría creer que tratas de aprovecharte de mí? … no olvides que cuido mi matrimonio …

—¡Oops! … ¡Perdona! … es lo que estoy tratando de hacer … pero tu escote es estrecho …

Con cuidado moví las copas de su sostén y metí finalmente sus tetas en ellas, pero de todas maneras jugué un poco con ellas, quizás no tendría otra oportunidad de hacerlo.      Ella estaba todavía exhausta, trató de pararse y sus piernas le temblaban, se afirmó de mí y del taburete, luego se giró a mirar mí regazo.      Mi pija reblandecida y embadurnada de semen se apoyaba hacia un lado, sobre los boxers, abrió sus ojos sorprendida:

—¡Oh!, mi Dios … ¿Yo te he hecho eso? … ¡Lo siento! … ¡Pero mira que lío! … déjame ayudarte …

Se agachó y aferró mi longaniza blandengue.

—¡Ay!, qué lío … yo lo limpiare por ti … pobrecito … deja que mami lo limpie …

Su lengua salió de entre sus labios y comenzó a lamer primero la parte de mis huevos, luego toda la longitud de arriba abajo, después enrollo su lengua en mi glande, para concluir con un sube y baja de su cabeza tragándose toda mi pija.      Con tanta limpieza mi polla comenzó a ponerse dura de nuevo. Entonces ella se saco mi polla de la boca, se levantó y exclamó:

—Así esta mejor … ahora está limpiecito …

—¿¿¿Qué??? … ¿Vas a parar ahora? … ¿Me vas a dejar así? …

—Por supuesto … te lo advertí … no voy a hacer nada que ponga en peligro mi matrimonio …

Me sonrió y me guiño un ojo.

 

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