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Mi hija es una webcamer

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Entre toda la gente que me escribe, compartiendo conmigo sus experiencias y fantasías, me llamó la atención la historia que me contó un hombre, entre confundido y sorprendido, buscando mi consejo ante una situación tan difícil de compartir con los demás.

Me decía que estaba casado y que tenía una hija, con la adolescencia recién explosionada, por todos esos cambios físicos que experimentamos las mujeres a esas edades, en las que nuestro cuerpo se convierte en una bomba de hormonas, por lo que ya empezaba a dejar de ser una niña, capaz de provocar los deseos de cualquiera, y hasta de ese padre sorprendido de fijar su mirada en las llamativas formas de su hija, algo que seguramente no habría pasado desapercibido para ella, que las mostraba orgullosa ante él.

Está claro que en los últimos años, la tecnología ha provocado un cambio total en la forma de comportarse de las nuevas generaciones, en su forma de ver la vida, de acceder al sexo, y empezar a relacionarse con él de una forma muy distinta a como sucedía hace algunos años y ya no es tan raro, que algún padre, durante sus navegaciones “privadas” por internet, pueda llevarse la sorpresa de su vida, encontrándose con su propia hija en alguna situación poco decorosa……

Así fue como le sucedió a este padre, con una familia normal, como tantas otras, con hijos adolescentes; en este caso, una hija convertida en el tormento de su padre, y que al ser hija única, estaba acostumbrada a ver satisfechos sus caprichos, pero la niña crecía y esos caprichos cada vez eran más caros, lo que se hacía imposible concedérselos para una familia de recursos limitados; y como otras veces, prefiero que sea este hombre el que os cuente personalmente lo que le sucedió en su casa:

 

“”Tengo 47 años, mi mujer es bastante conservadora en lo que al sexo se refiere y últimamente nos podíamos pasar meses sin echar un polvo, por lo que yo buscaba mi desahogo principalmente entre el porno de internet, ya que con las prostitutas, aunque me producen mucho morbo, no me sentía cómodo en su compañía, ni me veía buscando amantes que me causaran más problemas en mi vida, así que siempre le había sido fiel, a pesar de todo.

  Mi mujer tiene una mezcla de raza gitana, por lo que mi hija Carolina es una chica morena con una belleza exótica que siempre atrajo las miradas de los hombres y aunque yo no quisiera darme cuenta, porque me turbaba el fijarme en ella de esa manera, su cuerpo era precioso realmente.

  En uno de esos ratos libres en que me dedicaba a ver porno en internet y a masturbarme si surgía la ocasión, mi hija estaba en su habitación, estudiando según ella, porque eso nunca se sabe, ya que se pasaba horas metida allí escuchando música, leyendo, hablando con sus amigas con el móvil, o perdiendo el tiempo con cualquier cosa.

  Entre esas páginas porno que visitaba, me atraían especialmente esas en las que chicas, jovencitas sobre todo, se mostraban en la cámara a todos los que quisieran verlas, masturbándose o incluso follando con el que tuvieran al lado, mientras los que estaban al otro lado de la pantalla les decían todo tipo de obscenidades o les ofrecían dinero por complacer sus peticiones especiales o tener algún encuentro, si lo aceptaban.

Ellas parecían disfrutar de ese exhibicionismo sin ningún pudor, incluso enseñando sus caras, con el riesgo de que pudieran reconocerlas. Y eso fue lo que me sucedió a mí, con una de esas chicas, en la que en principio, la cámara enfocaba su coñito, que era masturbado por sus dedos, entre ahogados gemidos de placer, algo que me excito especialmente, por lo que me detuve en esa cam, recreándome con el espectáculo, hasta que la chica, en un momento determinado hizo un enfoque amplio de su cuerpo desnudo, y aunque sus pelos tapaban parcialmente su cara, todo se volvió demasiado familiar para mí, su cuerpo desnudo y el aspecto de esa habitación, totalmente reconocible para mí, me hicieron ver como mi hija llenaba la pantalla de mi ordenador, sin poder creerme todavía que esa chica fuera realmente ella, ya que en ese momento, estaba a pocos metros de mí, en su habitación, al parecer, exhibiéndose en internet, mientras su degenerado padre se masturbaba viéndola en la pantalla.

Yo llevaba tiempo viendo a esas chicas, soñando con que algún día, alguna de ellas pudiera estar a mi alcance para disfrutar físicamente de esos cuerpos que hasta ese momento, sólo me hacían correrme virtualmente, y a pesar del sobresalto de ver a mi hija allí, mi erección no se bajó y mi mano continuó pajeando mi polla con más morbo todavía, sin entender por qué estaba reaccionando así y no me iba inmediatamente al cuarto de mi hija, para actuar como un verdadero padre lo haría, para impedir que continuara haciendo eso; pero no, mis sueños más perversos se habían apoderado de mí y mientras miraba como ella se tocaba lascivamente, continué masturbándome hasta tener una de las mayores corridas que recordaba, quedando manchado todo el pantalón con mi semen.

Todavía confundido y con el cuerpo relajado por mi eyaculación, pude reaccionar para cambiarme rápidamente de pantalón y poner ese a lavar para borrar todo rastro de lo que había sucedido, sin saber lo que iba a hacer todavía, porque había recordado que mi hija hacía poco que había puesto un cerrojo en la puerta de su habitación, cansada de las constantes entradas de su madre, sin llamar primero, quebrantando la intimidad de una adolescente, para las que su habitación es sagrada.

En ese momento, tampoco me atrevía a decirle nada, porque me preguntaría como me había enterado de lo que estaba haciendo, quedando en evidencia mi perversión, por lo que tendría que dar demasiadas explicaciones, incluso a mi mujer, así que opté por lo más cómodo y lo más morboso para mí, esperar a una nueva emisión de mi hija para disfrutar ya plenamente de todo ello, pero a la vez, me preguntaba…. ¿Qué clase de padre soy?, a la vez que no podía evitar pensar, dándole muchas vueltas a mi cabeza, sobre lo que llevaba a mi hija a hacer eso, a exponerse de esa manera, arriesgándose a ser reconocida por cualquiera, con las consecuencias que eso tendría para ella y para nosotros, como padres.

Me preguntaba, por qué mi hija estaba haciendo eso, ¿por dinero, por morbo….? Ella nos había pedido el último modelo del Iphone, y se lo habíamos negado, pero no podía creerme que lo que estaba haciendo fuera porque quería conseguirlo ella por su cuenta, a toda costa, como otras amigas de su edad, dispuestas a cualquier cosa para conseguir lo que les apetecía en cada momento.

 Entonces, tendría que ser por morbo, me convencí de que a mi hija le gustaría hacer eso, provocar a todos esos hombres, viciosos como yo, excitarles y hacer que se masturbaran mientras la miraban anonimamente.

Yo no la reconocía en esa personalidad perversa, ya que hasta hace poco era mi niña y nunca me la había imaginado de esa manera, aunque está claro que a estas edades tienen unos cambios muy bruscos que las convierten en personas totalmente desconocidas para sus padres. Además, ya había empezado a salir con varios chicos y lógicamente, habría conocido el sexo y eso marca un antes y un después en cualquier persona, pero me turbaba que se hubiera citado con alguno de esos hombres que la admiraba en su cam y la hubiera disfrutado follándola, como yo en ese momento estaba deseando, a cambio de darle todo lo que me pidiera.

Estaba claro que no podía decir nada a mi mujer, que ni siquiera se imaginaba que las chicas como su hija hicieran esas cosas por internet y mucho menos, podía compartirlo con alguna de mis amistades, porque se quedarían tan estupefactos como yo.

Desde ese momento, cada vez que miraba a mi hija o la veía por casa con poca ropa, la miraba de una forma diferente, pero sin atreverme a hacerlo directamente, como si temiera que ella adivinara el morbo en mis ojos, pero su cuerpo se había convertido en una obsesión para mí y cada vez que ella se metía en su habitación, me iba a mi ordenador para conectarme y tenía la posibilidad de verla otra vez como una especie de obsesión.

Y cuando me la encontraba, fiel a su cita con sus seguidores, mi corazón se aceleraba y mi polla se empalmaba irremediablemente, dispuesto a masturbarme viendo como jugaba con su coño metiéndose vibradores que no sé de donde los habría sacado, o metiéndose los dedos desesperadamente hasta que se corría entre gemidos incontrolables, momento en el que mi semen volvía a salir disparado, haciendo que cayera todo en un papel que ya tenía preparado.

Esta situación se repetía de forma obsesiva, y ese exceso de masturbaciones me tenía como ausente y aunque me imaginaba que mi hija me vería raro, no me decía nada, pero mi mujer me conocía muy bien y cuando me preguntó que me pasaba, no supe que responder, dándole excusas con el trabajo, porque obviamente, no podía decirla nada. Habría una especie de tragedia familiar y me perdería el seguir viendo a mi hija exhibiéndose en su webcam.

Un día, mi mujer se dio cuenta de que nuestra hija Carolina tenía un Iphone nuevo, algo en lo que yo no me había fijado, y le preguntó de dónde lo había sacado, ya que era imposible que se lo pudiera haber comprado ella.

Yo estuve atento para ver que respondía, pero le dijo a su madre que se lo había vendido una amiga muy barato, porque a ella la habían regalado otro, algo que no convenció mucho a mi mujer, pero yo ya me temía de donde había salido ese móvil y no quise incidir en el asunto.

Los siguientes días yo seguía en mi mundo, viéndola siempre que podía, como se metía vibradores por el coño y el culo, masturbándose y haciendo de todo, mientras sus seguidores entusiasmados, no paraban de darle propinas, por lo que supuse que mi hija estaba ganando mucho dinero con esta nueva ocupación tan lucrativa, pero a la vez tenía miedo de que alguien la reconociera, o mi mujer me descubriera a mí o a ella, pero el morbo que sentía era superior a todo eso y continuaba haciendo como si no supiera nada, violando la intimidad de mi hija, de una forma que jamás me lo perdonaría.

Un día, la vi salir del baño desnuda y me quedé mirándola, quizás de una manera que le avergonzó, tapándose los pechos con sus manos y no sé por qué razón, en ese momento reaccioné de una forma impensable para mí. Estaba claro que se me había ido la cabeza y todavía no me explico cómo puede decirle eso:

—No te tapes tanto, que estoy cansado de verte desnuda.

Carolina, muy sorprendida, me contestó:

—¿Qué dices….? ¿Cuándo me ves?

—En el ordenador, exhibiéndote para todo el mundo ¿Cómo puedes hacer esas cosas?

—Mi hija se quedó avergonzada, al verse descubierta, pero reaccionó con rabia:

—¿Y tú me estás espiando? ¿Cómo puedes hacer eso con tu hija? Ya soy mayor y puedo hacer lo que quiera.

—Sí, muy mayor…., pero si eres una cría, ¡por Dios…..! Igual que te veo yo, puede verte cualquiera. Da gracias que no le he dicho nada a tu madre, porque se llevaría el mayor disgusto de su vida. ¿Por qué haces eso, por dinero?

—Se gana mucho dinero, pero lo hago porque me gusta. Me da morbo excitar a los viejos como tú.

—¡Ah!, vaya, así que es por eso…… ¿Desde cuándo te has hecho tan viciosa?

—Desde que empezaste a mirarme de esa manera…..

—¿Qué manera?

—Sí, ya lo sabes, mirándome las tetas como si quisieras comérmelas.

La verdad es que mi hija tenía razón. Muchas veces me quedaba embobado mirando sus tetas cuando llevaba escotes o enseñaba más de la cuenta, pero yo tenía que justificarme:

—Ahora resulta que la culpa de que enseñes el coño y las tetas a todo el mundo, la tengo yo. Si tanto te pone que te mire, podrías dejarme tocarlas un poquito.

Toda esta conversación tan surrealista entre padre e hija, la estábamos teniendo con ella desnuda delante de mí, sin que ya pareciera importarle que la estuviera viendo, pero ella se quedó dudando ante mi propuesta, como no sabiendo que contestar, lo que me sorprendió, porque eso quería decir que no vería tan mal que le sobara las tetas, aunque también podría ser que estuviera pensando en chantajearme para que no dijera nada a su madre, así que con cara de resignación, me djjo:

—Bueno, te dejo un poco sólo, si no le dices nada a mamá de lo que hago.

—Está bien, no le diré nada —sin poder creerme todavía el trato que estaba haciendo con mi hija.

Mi momento soñado había llegado, me puse a sobar las soberbias tetas de mi hija, chupándole los pezones y sintiendo como se excitaba con ello, hasta que me dijo, tímidamente:

—¡Ya, ya, papáa……!, vale, déjame…..

Pero yo no podía parar ya y eché mano a su coño, que estaba todo mojado y mis dedos entraban con toda facilidad en él. En ese momento, mi hija perdió ya todo el poder de resistencia y se dejó hacer. Por fin estaba disfrutando de una de esas chicas con las que me masturbaba en el ordenador, y sin importarme que fuera mi propia hija, la tumbé sobre la cama, me puse sobre ella, le abrí las piernas y le metí la polla, sintiendo su coño tan jugoso como hacía años que no sentía un coño, como cuando su madre era joven y me corría apenas momentos después de metérsela.

Estaba claro que mi hija se había convertido en una auténtica golfa, que aceptaba sin rechistar que su padre la follara, en el mejor polvo que había tenido en años, terminé corriéndome dentro de ella sin haber podido sacársela antes, provocando la reacción de Carolina:

—¡Papáaa! Te has corrido dentro.

—Bueno, pero estás tomando la pastilla, ¿no?

—Sí, pero eres mi padre… —me dijo, como costándole asumir que un padre pudiera correrse en el coño de su hija.

—Es que estás muy rica, hija. ¿Has pensado en todos esos hombres masturbándose viéndote en el ordenador y deseando follarte como yo lo he hecho?

—Sí, claro, eso me pone mucho, y encima que me paguen por ello.

—¿Cómo has salido tan puta, hija?, con la madre que tienes, jaja

—Ahora todas somos así, papá. Y ya sé qué hace tiempo que no follas con mamá.

—¿Y cómo sabes tú eso?

—Porque antes os oía por la noche y ahora hace mucho que no escucho nada.

—¡Vaya!, mira, la que no espiaba…..

—Con los gritos que daba mamá, como para no escucharla.

—Sí, es verdad, pero ahora, con la menopausia, no le apetece nada….. Pero está visto que en esta casa no se puede tener intimidad, ¡eh! Vas a tener que andar con cuidado para que tu madre no se entere de lo que estás haciendo; cuando te corres, también gimes mucho.

—Qué vergüenza, creía que no se oía……, pero bueno, ahora vas a ayudarme tú para que no se enteré.

—Te ayudaré, pero tienes que dejar que siga follándote.

—¡Papaaa, jo!

—Anda, que sé que te gusta, no lo niegues.

—Está bien, pero cuando no esté mamá en casa, para estar más tranquilos. ¡Oye! ¿Querrías participar conmigo en alguna sesión?

—¿Cómo participar?, ¿qué quieres decir?

—Sí, salir en la cam, comiéndote la polla, o follándome. Así ganaría más dinero. Es que no quiero decírselo a ningún chico, porque tendrían que venir a casa y todo eso, y sería mejor contigo.

—Bueno, pero sin que se me vea la cara, ¿vale?

—Vale, está bien. Vamos a empezar, ahora tengo una sesión, prepárate.

¿Cómo tenía que prepararme? Esto era una locura, ya no era solo mi hija la que se exhibía en el ordenador, sino que yo iba a acompañarla haciendo de todo con ella ante la cámara.

Nuevamente, mi excitación no me dejaba razonar bien, al escuchar como ella me presentaba como “su amigo madurito”, ahí de pie, al lado de mi hija sentada en la silla. Me dijo que me bajara los pantalones y ella misma acabó de sacarme la polla, que empezó a masturbarla y a darle sus primeras lamidas.

Yo tenía una erección como hacía tiempo que no recordaba, viendo la polla en la boca de mi hija, mientras ella decía:

—¡Mmmmm, menuda polla!, me encanta……

Mi hija me estaba haciendo una mamada delante de todo el mundo Yo veía en la pantalla como mi polla se veía hermosa en su boca, sintiéndome de pronto como una estrella del porno a estas alturas de mi vida.

El ruido de las monedas que iban dejando sus seguidores era constante, y después de un rato de estar comiéndome la polla, me dijjo que la follara. Se colocó con una pierna encima de la silla, para que se viera bien su coño al inclinarse hacia delante para que se la metiera por detrás. Su coño se aparecía ante mi espectacular, a la vez que me recreaba viendo en la pantalla como mi polla entraba y salía de él, provocando sus gemidos de placer, que se mezclaban con el tintineo de las monedas que seguían aportando los que nos miraban por la cam.

En ese momento, yo me sentía como en otro mundo, ajeno a nuestra realidad como padre e hija, ya que esto superaba cualquiera de los sueños que podría haber tenido. Estaba follándome a mi hija delante de un montón de gente, a la que suponía masturbándose delante de la pantalla, excitada por el espectáculo que les estábamos dando, y eso que desconocían que en realidad yo no era su amiguito maduro, sino su padre, lo que hubiera aumentado su morbo hasta límites indescriptibles.

Llegó un momento en el que ya no pude aguantar más e irremisiblemente me corrí en ese coño caliente y jugoso, que era una auténtica delicia follárselo, momento en el que mi hija se giró para volver a chuparme la polla con los restos que iban saliendo de mi semen.

Eso era una auténtica locura. Ella me dijo que nunca había tenido tanta gente mirando su cam y que se había ganado un montón de dinero con esta sesión. Yo continuaba en una especie de nube por lo que había vivido y todavía no era muy consciente de lo que iba a suponer eso, cuando Carolina me dijo que tendríamos que repetirlo más veces.

Yo salí de la habitación de mi hija y me fui a dar una ducha para relajarme un poco y quitarme el olor a sexo que no quería que notara mi mujer cuando llegara a casa.

Eso me hizo pensar en lo que habría pasado si mi mujer hubiera llegado antes a casa y nos hubiera encontrado follando como locos, mientras se lo transmitíamos a todos los que quieran verlo. Creo que se moriría de la impresión y sería algo de lo que tendría que hablar con mi hija, ya que no podíamos arriesgarnos a que eso pasara, por lo que acordamos finalmente que solo lo haríamos juntos cuando tuviéramos tiempo para ello, sin el temor a que su madre llegara en cualquier momento.””

 

Cuando me contó esto, este hombre ya llevaba varias sesiones de webcam con su hija, follándola en tolas las posiciones, como nunca hubiera soñado, disfrutando de ese cuerpo jóven que todo maduro desearía tener entre sus manos y sintiendo cada vez menos culpabilidad de que ella fuera su hija, porque se comportaba como una auténtica puta a la que tampoco le importaba que fuera su padre el que le metiera la polla y le hiciera gritar de placer cada vez que lo hacían.

Esta historia me hizo reflexionar sobre lo desconocidos que son, a veces, nuestros hijos para nosotros, sobre todo a estas edades, en las que desde su habitación pueden hacer cualquier cosa sin que lo sepamos, gracias a esa tecnología que a veces supera a padres de otras generaciones, que ven como sus hijos normalizan algo que para ellos resultaría inconcebible.

El sexo es algo para conseguir placer, pero también se ha convertido en un objeto de consumo y nuestras hijas, sobre todo, saben que pueden obtener un beneficio de ello, venciendo todos los prejuicios que podríamos tener en el pasado, lo que por una parte es muy bueno, aunque también tiene su lado peligroso, pero eso tendréis que valorarlo vosotros y pensar como reaccionaríais si os enterárais de que vuestra hija es una “webcamer” y que desde su habitación, gana más dinero en una semana que vosotros en todo el mes.

 

Los calientes senos de mamá - Final.
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