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Mis experiencias sexuales como persona ciega II.

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Bien, continuando con mi relato… al entrar a la escuela secundaria ya tenía una idea bien formada sobre el sexo, el placer, y lo que se esperaba de mí como mujer. Sin embargo, el primer año fue más aburrido de lo que pensaba. Debido a mi discapacidad me percibían como un ser vulnerable, que necesitaba ayuda todo el tiempo y capaz de dar ternura en vez de un ser humano sexual.

Lo más que hubo ese año fueron los pellizcos en las tetas, jalarme el elástico del sostén, el típico abrazo sexual por la cintura, miradas por debajo de la falda sin que me diera cuenta (supuestamente) pero no pasaba de ahí. Como comprenderán estaba bien caliente, pues además de mis primos, nadie me había tocado.

En algunas ocasiones intenté que se me subiera la falda o mostrar algo, pero sin ver es muy difícil, además de que alguien que no fueran alumnos pudieran ver… ya me entienden; y no es porque alguien se propasara, sino al contrario, que me castigaran.

A la mitad del segundo año las cosas cambiaron: era verano y estaba lloviendo; gran parte del patio se había enlodado. Estaba caminando cuando sufrí un resbalón y caí, manchándome casi toda la ropa de lodo. Aún faltaban clases, así que el director ordenó que 4 de mis compañeros (los que me ayudaban más) me auxiliaran a llegar a mi casa para cambiarme, que estaba a 15 minutos máximo caminando.

Total que me fui a cambiar; justo estaba en ropa interior, cuando empezaron los típicos pellizcos en el pezón y las nalgadas. Yo ya tenía la calentura a mil, así que tomé la mano de uno de mis compañeros, la coloqué sobre mi vagina, y dije: “a ver hasta cuándo se van a animar. Hubo una ligera pausa de algunos segundos, y fue cuando comenzaron los manoseos en toda regla. Supongo que eso fue lo que detonó que me vieran con otros ojos, de una manera más sexual.

Fue mucha la adrenalina en ese momento; abierta de piernas entre cuatro individuos, con mi vagina recién poblada de vello al aire, manos por todas partes, olor a sexo… no llegué al orgasmo, pero bien valió la pena.

Al regreso no hubo palabras, pero los manoseos continuaron todo el resto del año y el siguiente: en los baños, en el receso, entre clases, en la esquina del salón… por supuesto con compañeros diferentes, pues ya se había corrido la voz. No me dejé penetrar, no era tan estúpida; pero el que quería tocarme lo podía hacer.

En esos años aprendí algunas lecciones interesantes: el sexo puede ser una moneda de cambio muy interesante, y si lo utilizaba a mi favor, podía aprovecharme para mis propios propósitos. Fue entonces cuando comencé a intercambiarme por que me ayudaran a desplazarme a otro lugar de la ciudad, comprar cosas… lo que necesitaba, a cambio de mostrarme desnuda, manosearme y masturbarme. Hasta la prepa me penetraron desconocidos, pero esa es otra historia.

Embarazada por mi hijo.
Mis experiencias sexuales como persona ciega.

Le ha gustado a:

  1. Tu relato es buenísimo, me encanta y que sensibilidad al contar lo sexual de alguien no vidente, me encanta reformular las dimensiones complejas contra el vicio de ver la protección que se impone para ustedes, y de oye tan sensual tu historia mientras la sientas cómoda. Contento de leerte y calentarme empatizando