Incesto No Consentido Sexo con Maduras Sexo Oral Tabú

No lo pudimos evitar.

0
Please log in or register to do it.

Juan estaba un poco acongojado, dentro de un mes cumpliría los diecisiete y todavía estaba virgen.     Aún cuándo no había absolutamente nada de malo en él, no lograba ligar y sentirse bien con las chicas.     Al parecer, cada vez que estaba con alguna muchacha, se le ocurría decir algo inapropiado o comenzaba a sonrojarse y tartamudear.      Resumiendo, las cosas con las chicas simplemente no se le daban.      Cómo todo adolescente, moría de ganas de darse un revolcón con alguna de sus compañeras, pero nada le resultaba.      Lo que él no sabía, es que muy pronto iba a aparecer alguien con quien perdería su virginidad, su propia madre.

 

 

La madre de Juan, Janet, a sus cuarenta y cinco años estaba en forma estupenda.     Parecía mas cercana a los treinta años que a su verdadera edad.      Alta cerca de un metro setenta, quizás con algunos kilitos de más, lo que rendía sus formas más voluptuosas y exuberantes.      Curvas que no dejaban indiferente a ningún hombre.      Sus kilos demás influían en el enorme tamaño de sus tetas 38D, las que venían afectados ligeramente por la fuerza de gravedad.

 

 

Janet era una remilgosa y mojigata de esas que te la encargo.      Llegó virgen a su matrimonio y él único que había visitado su cuevita del placer, había sido su difunto marido.      Por sus estrictas creencias religiosa se había mantenido como una devota y fiel viuda.     Le parecía que tener relaciones con algún otro hombre, era como engañar al espíritu del difunto.      Ni siquiera se masturbaba para no mancillar la memoria de su desaparecido esposo.      Por supuesto jamás pensó en relacionarse sexualmente con su propio hijo.

 

 

En ese ominoso día, Juan estaba en su habitación concentrado en su pasatiempo favorito, masturbándose en el sostén de su madre.      Desde cuando alcanzó su pubertad, él estaba obsesionado con los enormes senos de su madre.      Sabía que estaba mal.      Sabía que ofendía la memoria de su padre y se odiaba a sí mismo por ser tan débil, pero ¿Qué podía esperarse de un joven adolescente de diecisiete años, todavía virgen?     Soñaba con magrear y chupar esos senos gordinflones y pesados, de la misma manera en que lo había hecho siendo un bebé de escasos meses y, de lo cual no tenía memoria alguna.      Imaginaba a su madre gimiendo de placer mientras él succionaba su maternales pechos.      Le encantaba masturbarse con el enorme sostén de su madre y correrse dentro de esas ahuecadas copas que alguna vez habían enfundado sus enormes tetas.      Luego los devolvería al armario de ella e imaginaría sus turgentes pechos deslizándose en su esperma seco.

 

 

Justo cuando Juan había terminado de correrse en el sostén de su madre, escucho el ruido del auto de ella entrando a la cochera; rápidamente escondió el sujetador y corrió escaleras abajo.

—¡Hola, mami! … ¿Cómo estuvo tu trabajo? …

—¡Horrible, hijo … horrible! … uno de los peores días de mi vida … el supermercado estaba congestionado de clientes … y no creerás … sorprendí a dos tipos rudos, comiendo y bebiendo cosas dentro del local … tuve que llamar a los guardias para hacerlos expulsar del negocio …

Janet jamás imagino que justo estos dos maleantes, harían su vida miserable en cuestión de minutos.     Los dos hombres, Marco y David, eran hermanos de una familia de bajos recursos, no tenían educación ni maneras de tratar a la gente.      Vivían en la periferia de la ciudad en las “tomas” ilegales donde se habían ubicado un par de miles de familias.      La gente los despreciaba porque esos sitios eran fuente de delincuencia y venta de drogas.      Normalmente ellos eran groseros con la gente y ese día, desafortunadamente Janet se topó con ellos e hizo que los expulsaran de la tienda.

—¡Oye, Marco! … no sabes cuanto me gustaría desquitarme de esa vieja zorra engreída … ¿Quién se cree que es? …

—Tienes razón hermano … esa puta nos hizo pasar un mal rato … como me gustaría follarla … esas malditas tetas me dejaron loco … apuesto a que le encantaría ser bien follada … le haría poner sus ojos blancos …

—¡Maldita sea! … me vino una idea … ¿Qué dices si la esperamos a cuando salga del trabajo y luego la seguimos a su casa? … ¡Le daremos una lección … y hasta podrías follarla! …

Al principio Marco dudó y trató de argumentar sus aprensiones.

—¡No, David! … dejemos tranquila a esa puta … no quiero problemas …

Pero David insistió y luego de algunos minutos, terminó por convencerlo.      Los dos hermanos buscaron un sitio donde estacionar y esperaron pacientemente a que Janet terminara su jornada laboral y saliera en su auto rumbo a su casa.      La siguieron a una prudente distancia con su vieja F-100, buscaron un lugar donde estacionar y luego se dirigieron a casa de Janet.      Una vez fuera de la puerta llamaron insistentemente.      Juan salió a abrir.

—¿Sí! … ¿Desean algo? …

—¡Sí! … ¿Está tu mami aquí? … ¡Somos conocidos del trabajo! …

—¡Mamá! … ¡Te buscan a ti! …

Cuando Janet los vio se dio inmediatamente cuenta de quienes eran, comenzó a gritar exigiéndoles de que se fueran, pero David y Marco la empujaron dentro de casa y cerraron la puerta.     Marco la agarró del pelo y puso una mano en su boca para impedirle que siguiera gritando.      Ella no era capaz de ir contra estos dos enormes energúmenos.      Juan vio lo que estaba sucediendo y se quedó petrificado, muerto de miedo, David se le acercó y le dio un violento puño en su estómago:

—¡No te hagas el valiente, niño … o tu madre sufrirá el doble! …

Juan se quedo impotente en el pasillo mientras su madre era arrastrada a la fuerza a la sala de estar, pateando y luchando por librarse de los maleantes.     Cuando Marco liberó su boca, les dijo:

—¡Sí es dinero lo que quieren … pueden tomarlo! … ¡Arriba tengo un poco más! … ¡Pueden llevarse mis tarjetas si lo desean! … ¡Simplemente no nos hagan daño! …

—¡No es tu dinero lo que queremos, zorra caliente! … ¡Te vamos a enseñar a tener un poco más de respeto! …

Así diciendo Marco la arrojó sobre el diván y comenzó a desabrochar los botones de la blusa blanca de trabajo.     Ella intento liberarse, pero no sirvió de nada.      Marco tenía los brazos más largos y era mucho más fuerte que ella.      David ayudó a quitarle la blusa y ambos hombres se quedaron babeando, mirando el sujetador de blanco inmaculado que cubría las enormes tetas de Janet.

—¡Maldita sea, perra! … ¡Tienes tetas enormes! … ¡Justo lo que necesitábamos! …

Dijo David metiendo su rostro entremedio a esos voluminosos melones de carne, luego metió ambas manos en la espalda de ella y comenzó a desabrochar el sostén.      Sus inmensas tetas se liberaron como una avalancha y se cimbrearon moviéndose atrás y adelante y de lado a lado, cuál si fueran hechas de gelatina fresca y dura.      Ambos hombres comenzaron a mofarse de sus anchas areolas y sus pezones diminutos.      David se inclinó y comenzó a chupar los exuberantes pechos de Janet, esta gritó, pero no había nadie que pudiese venir en su socorro.

 

 

Juan estaba todavía acuclillado en el pasillo sobajeando su golpeado vientre, rígido y asustado, pero debía ayudar a su madre en algún modo.      Reunió todo el coraje que pudo y corrió hacia la sala de estar para atacar a esos dos hombres.      Mientras cargaba contra David, Marco saltó del sofá y le dio un puñetazo en el pecho que lo hizo caer estrepitosamente, su plan había fracasado miserablemente.     Además, esto había hecho enfurecer a los dos hermanos.

—¡Mira eso Marco! … ¡Tenemos a un niño que quiere hacerse hombre! … tal vez podamos ayudarlo, ¿no crees? …

Le dijo David a su hermano guiñándole un ojo.

—¡Excelente idea, hermano! … ¡Su madre colaborará para eso! …

Janet se sobresaltó, no tenía idea de que cosa estuviesen tramando estos truhanes, pero estaba aterrorizada y temió por la vida de su hijo.      Juan fue arrastrado a una silla al costado opuesto de la habitación.      Marco tomó el sostén de Janet y ató las manos de él a la espalda.      Con la blusa blanca de ella, ató también sus piernas.      Allí quedó juan atados de pies y manos a merced de los dos matones.

—¡Ven, mami! … ¡mostremos a Super-boy tus estupendos melones! …

David agarró a Janet del pelo y la arrastró hacia Juan.      La orgullosa y religiosa mujer estaba llorando histéricamente.      Sus pechos se estremecían a cada tirón de pelo del violento David que la tironeó hasta estrellar sus lechosas mamas en el rostro de Juan.      El chico trataba de no mirar, pero las potentes tetas ocupaban toda su visual y los diminutos pezones de su madre le llamaron la atención, no se condecían con el tamaño de sus pechos, estaba cautivado por la proximidad de esos senos que él siempre había solo soñado.      Los dos hermanos se dieron cuenta de ello.

—¡Mira, Marco! … Parece que al niño le gusta lo que ve …

Juan comenzó a ruborizarse, pero no lo podía evitar, el ver a su madre desnuda en la parte superior sentada frente a él, lo estaba volviendo loco.      Intentó de mantener a raya sus impulsos, pero a su edad era imposible, su pene comenzó a reaccionar ante la vista de los hermosos senos de su madre.

—¡Pero que pequeño tan pervertido … mami lo calienta! … ¿Qué te parece eso, mami? … ¡Tus grandes tetas estimulan a tu hijo! …

Dijo David sonriendo alocadamente, mirando groseramente los pechos de Janet.      Marco se animó y dijo:

—¡Ahora te daremos a tu perra madre, niño! … ¡Y tu zorra, escúchame … si no haces exactamente lo que te decimos que hagas … mi cuchillo de caza encontrará tu cuello y el de tu hijo … ¿entiendes? …

Janet estaba aterrorizada e indefensa ante los dos malhechores.     Ciertamente no tenía otra opción. No había nadie que acudiera en su ayuda.      Con cautela asintió afirmativamente a los dos hermanos.

—¡Buena elección y excelente decisión, puta! … ¡Ahora escúchame a mi y a David y nada de malo sucederá! … ¡Quítale los pantalones cortos a tu hijo! … ¡Hazlo ahora! …

Janet se acercó a su hijo y le quitó los shorts.      Se sentía enferma del estomago y avergonzada de sí misma.      El pene de Juan se estaba poniendo cada vez más duro.      Cuando su madre le bajó los boxers, su mano rozó el glande del chico y éste se estremeció.     Juan tenía una furiosa erección y su rostro estaba completamente rojo, los dos hermanos rugieron de risa mientras su madre miraba en estado de shock el pene de Juan que excedía de mucho los veinte centímetros, no podía dar crédito a sus ojos, el pene de su hijo era el más grande que jamás haya visto.     David comenzó a dar órdenes:

—¡Mira como es grande la polla de tu hijo, mami! … ¡Chúpaselo! … ¡Hazlo sino te cortaré a ti y a él! …

Janet nunca había chupado un pene antes, ni siquiera el de su difunto marido.      El pensamiento de hacerle una mamada a su propio hijo la disgustó y se negó a hacerlo.

—¡Púdrete, pedazo de mierda! …

—Respuesta incorrecta, mami …

Así diciendo le aferró con fuerza una patada en el estómago a Juan.      Janet le suplicó una vez más a los hombres de detenerse, pero no la escucharon.      Lentamente ella fue bajando su cabeza hacia el regazo de Juan y tímidamente pasó su lengua sobre el glande hinchado de la polla de él, luego comenzó a chuparlo lo mejor que sabía.      Para abreviar un poco el sufrimiento, Janet pensó de chuparlo lo más rápidamente posible, haría terminar la prueba con anticipación.     Pero no se dio cuenta de que esto estaba excitando mucho más a Juan que incrédulo miraba a su madre mamar su polla.     Por primera vez en su vida alguien del sexo opuesto mamaba su polla y era nada más y nada menos que su propia madre.      Miró hacia abajo y vio la cabeza de su madre que se movía ávidamente hacia arriba y hacia abajo, sus pesantes tetas se bamboleaban a cada movimiento de ella.      Comenzó a perder el control y comenzó a empujar su pelvis hacia la boca de su madre.      Janet estaba disgustada, no podía creer que su hijo estuviese disfrutando, viéndola chupar su rígida polla.     Segundos después, Juan lanzó un gemido gutural y con los ojos cerrados, disparó varios chorros de semen en la boca de su propia madre.      Janet no esperaba que algo así sucediese tan pronto y se atosigó con la cálida esperma, tosiendo violentamente.      Los dos hermanos se desternillaron de la risa.

—¡Ahora, perra! … ¿Quién es más basura? … ¡Le estás chupando la polla a tu propio hijo! …

Janet sabía que él tenía razón, estaba amohinada y horrorizada por lo que estaba haciendo.     Lamentablemente los hermanos recién comenzaban.

—¡Está bien, mami!  … ¡Hazte para atrás! … ¡Desata al chiquillo, Marco! …

Janet regresó al sofá mientras desataban a Juan.

—¡Mami te chupó muy bien, hijo … ahora es tu turno! … ¡Ve y chupa esas gordas tetas de vaca de tu madre! …

Al escuchar esto, Janet intento hacer un último intento de escapar, trató de alcanzar el pasillo, pero fue abatida de una sonora bofetada por parte de Marco.

—¡Hazlo otra vez, zorra … y te corto el gaznate a ti y a tu hijo! …

Janet se quedó por tierra sollozando.

—¡David … es mejor que amarremos a esta puta! … ¡Ayúdame a ponerla sobre la silla! …

Entre los dos hermanos ataron a Janet a la silla.      David notó que los pezones de la mujer estaban duros como la roca.

—¡Maldita sea … mira esto! …

Pellizcó los pezones de Janet y tironeó sus tetas hacia arriba.

—Parece que te gustó chupar la polla de tu hijo, ¿eh? …

Los dos hombres volvieron a reír a carcajadas.      Janet no lo podía creer, sus pezones estaban erectos y duros como jamás habían estado, ella no se había dado cuenta de ello.     Juan fue empujado a trastabillones frente a su madre y se le ordenó de chupar los senos de ella.     Si no lo hacía, David lo amenazó con cortarle la garganta.     Juan no tenía ninguna intención de desobedecer, había soñado durante mucho tiempo este momento. Pero no podía dejar que nadie lo supiera.     Fingió dudar, pero anhelaba sentir los esponjosos y gordos senos de su madre en su boca.

 

 

Juan levantó uno de los pechos de su madre con dos manos y se llevó el pequeño pezón a la boca.     Su corazón estaba agitado; no paso mucho tiempo que comenzó a lamer y chupar esas enormes tetas maternales con verdadero deleite.     Los hermanos se reían histéricamente burlándose de Janet que experimentaba avergonzada como su hijo devoraba sus tetas, incluso llego a pensar que su hijo era un depravado y disfrutaba de comerse sus tetas, pero desechó ese pensamiento por ser poco probable.      Horrorizada se percató de que la que estaba disfrutando de la lengua de su hijo era ella.     Habían pasado años desde la última vez que su desaparecido esposo había posado su lengua sobre sus enormes mamelas.     La sensación y la excitación de que sus pezones fuesen succionados y estirados la estaba haciendo mojar sus bragas.      Trató de resistir, incluso oró todos los rezos que se le vinieron a la cabeza, pero no sirvió de nada.      Su hijo estaba trabajando de maravillas en sus prominentes senos y ella comenzaba a perderse en ese placer casi olvidado.

 

 

Janet echó su cabeza hacia atrás y cerró sus ojos.      Las chupadas y lamidas de su hijo a sus senos le estaban arrancando inaudibles gemidos.      ¡La mujer, la esposa y madre estaba cediendo al horrible y pecaminoso placer del incesto!     Poco a poco sus gemidos se hicieron audibles y con espanto dejo escapar un suspiro y un sonoro gemido, ¡Oh, mi Dios!     En tanto su hijo Juan, sintió sorprendido como su madre empujaba sus sustanciosos pechos contra de su boca completamente perdida en el placer que él le procuraba.

 

 

David y Marco estaban complacidos.      Aquí estaba ella, la mojigata, la soberbia, la primitiva y atávica.      La mujer que hablaba de ellos con desdén.     La que los había tratado a ellos de basura. ¿Cómo hablaría ahora ella de sí misma?    Cuando había estado a tener sexo con su propio hijo y había disfrutado.      Decidieron terminar lo que habían comenzado.

—¡Está bien, mami … pero no es suficiente! … sabemos que te gustó que te chuparan las tetas … ahora haremos que tu hijo chupe algo más … ¡Quítale la ropa interior a tu madre! …

Juan sabía que si no obedecía le pegarían, así que deslizó las bragas de las anchas caderas de su madre y las hizo descender por sus bien torneadas piernas.      Cuando lo hizo todos observaron en silencio.     Janet no había afeitado nunca su vello púbico.      No había ninguna razón para hacerlo.     No estaba sexualmente activa y no le importaba tener una vulva peluda.      La cantidad de vellos era alucinante.      Su vagina estaba oculta por un bosque de vellos hirsutos, que se extendían por sus muslos regordetes.      Juan miró asombrado mientras los hermanos se burlaban de la mujer.     Para empeorar las cosas, el vello estaba abundantemente humedecido y brillaba con los fluidos cachondos de Janet.

—¡Maldita sea! … ¡Mira que panocha más jugosa la de esta zorra! … Ahora la veremos mojarse un poco más … ¡Vamos, chico! … ¡Chupa el coño jugoso de tu pervertida madre! …

Cuando Janet escuchó las instrucciones de los degenerados hermanos, gritó y rogó para que se detuvieran.     Nunca nadie había tenido sexo oral con ella.      Ella lo consideraba inmoral.     Ni siquiera su desaparecido marido lo había hecho.     Los rudos hombres solo se rieron de ella viéndola luchar desesperada contra sus ataduras, pero no logró liberarse.      Sus tetas se movían enloquecidas para todos lados con sus denodados esfuerzos, haciendo que los brutos se rieran aún más fuerte.

 

 

Juan sabía que no podía elegir.      No tenía idea de cómo comer un coño y viendo la abundante vellosidad púbica de su madre sintió nauseas, pero hizo lo mejor que pudo.     Bajó la cabeza entre las piernas de su madre y estiró su lengua para penetrar la cálida panocha de su madre.     Janet fue superada inmediatamente.     Hizo todo lo posible para contener sus impulsos sexuales desatados, pero estaba perdiendo la batalla.      Los dos hermanos gritaron y se felicitaron cuando el cuerpo de la mujer orgullosa y altanera comenzó a temblar y convulsionar.      Sus grandes pechos subían y bajaban con su afanosa respiración y empujó su pelvis contra la boca de su hijo.      la habían humillada y deshonrada y no pudo evitarlo.      Literalmente estaba follando con la cara de su hijo:

—¡Oh, Dios mío! … ¡Juan, no te detengas! … ¡No pares! … ¡Por favor no pares! …

Sus jugos fluían abundantes y libres como una fontana.      Juan continuó lamiendo su coño.      No solo por salvar su vida, sino porque amaba hacer eso.      Las tetas de su madre se agitaban hacia arriba y hacia abajo, su vientre estaba hundido y ella empujaba ondulante su pubis contra la lengua que no cesaba de chuparla.      Una vez más la verga de Juan estaba dura.      Entonces los hermanos decidieron hacerle hacer una cosa más a la pareja.

—¡Ok! … ¡Ok! … ¡Ya se chuparon ambos! … ¡Ahora es hora de follar! …

David estaba emocionado consigo mismo.     Había humillado y arruinado a esta zorra pedante.      La había hecho sentirse sucia y avergonzada.     Ahora haría que el muchacho la follara.      Janet estaba como enloquecida cuando escuchó sobre los nuevos planes de los facinerosos, la idea de follar con su hijo la enfermaba.      Sacudió ansiosa y negativamente su cabeza para negarse a cumplir el abominable pecado del incesto.      Una cosa era unas cuantas lamidas y chupadas, pero consumar el acto sexual con su retoño era ir mucho más allá.     No pensaba acceder a tal depravación.      Ante eso, David extrajo de su bota un cuchillo de caza de unos treinta centímetro y lo apuntó a la mujer:

—¿Qué tal si te corto una de esas ubres de vaca gorda con mi cuchillo ahora mismo? … ¡Vas a follar con tu chiquillo y lo vas a disfrutar, asquerosa zorra! … ¡Ya verás! …

Una vez más las lágrimas afluyeron a los ojos de Janet y optó por acceder.      La desataron y la hicieron recostar en el suelo.     Obligada, ella abrió sus piernas cuando su hijo se acerco con su polla dura apuntando en alto.     Juan tenía una mirada vidriosa y ausente, casi como si no estuviera allí.     Quería mucho a su madre, pero nunca pensó en follarla.     Cuando finalmente él chico puso la punta de su polla en el coño de su madre, los dos hermanos comenzaron a animarlo:

—¡Vamos, chico … folla a esa vaca! … ¡Fóllala ya! …

Juan deslizó fácilmente su pene nervudo y tieso en la vagina húmeda de su madre.     No había duda de que, en fondo en fondo, él disfrutaba eso.     Gruñó animalescamente mientras embestía con fuerza el coño de quien lo había traído al mundo.      Habían pasado varios años en que Janet no había sido follada, pero ella se rehusó a tener un orgasmo o disfrutarlo.      Por más que lo intentara, era inútil.     Su hijo continuó entrando y saliendo con fuerza de su panocha.      Estaba asombrada de las fuerzas y dimensiones del muchacho que llenaba su coño por completo.      En minutos sus ojos se abrieron desmesuradamente y de golpe echó su cabeza hacia atrás.     Trató de silenciar sus sonidos de gemidos, pero no sirvió de nada, estaba a punto de correrse con la verga de su hijo penetrándola profundamente.

—¡Ummmmmm! … ¡Oh, nooo! … ¡Oh, nooo! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Aaaahhhh! …

Su hijo la había llevado al clímax una vez más, esta vez con su enorme pija.     Janet comenzó a responder a los embistes del muchacho y empujó contra el pubis de su hijo, una vez más había cedido ante el inmenso placer sexual que le procuraba su hijo.

 

 

Los hermanos separaron a Juan de su tetona madre y lo hicieron recostar sobre su espalda.

—¡Ahora asquerosa, puta … te lo follas! …

A Janet ya no le quedaba nada, solo obedecer, montó a su hijo, aferró en su mano la inmensa y nervuda polla y la guió a su excitada y peluda panocha.      Mientras era penetrada profundamente por el ariete de carne de su hijo, dejó escapar un sonoro gemido de placer.

—¡Ummmmmm! … ¡Ooohhh, ssiii! …

David estaba amando cada minuto de esta obscena escena, él la tomó del cabello y le gritó.

—¡No eres más que una asquerosa, zorra! … ¡Tú eres basura … no nosotros! … ¡Estás follando a tu propio hijo! … ¡No eres más que un pedazo de mierda! … ¡Basura! …

Janet herida en su amor propio, no hizo más que asentir mientras comenzaba a cabalgar la gruesa polla de su hijo.     La dama orgullosa y altanera estaba acabada.     La mujer religiosa que asistía a misa todos los domingos estaba aniquilada.     Ella que llego virgen al matrimonio, ahora montaba y saciaba su lujuria y placer con la verga tiesa y dura de su hijo.     Animada por la excitación, aferró los hombros de su amado retoño y lo cabalgó salvajemente.     Podía escuchar el chapoteo de la enorme polla entrando y saliendo de su encharcado y velludo orificio vaginal.     Juan busco sus senos e inició a mordisquearlos suavemente mientras los chupaba con verdadera pasión.

 

 

Los temblores y convulsiones de la desdichada mujer le indicaron a Marco y David, que ella estaba alcanzando otro desgarrador orgasmo.     Se miraron, chocaron los cinco y se dirigieron a la puerta.      El calvario de Janet había terminado.     Los hermanos habían satisfecho su venganza.

 

***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****

 

El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias.  Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

 

luisa_luisa4634@yahoo.com

 

 

fantasias de una madre que vive con su hijo
Mi Hermana y yo se nos dio

Nadie le ha dado "Me Gusta". ¡Sé el primero!