Confesiones Incesto Infidelidad Tabú

¡Que rica que está mamá! – Fascinación.

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Me desperté y ya no estaba sobre mi madre, mamá estaba sentada al borde de la cama, de espaldas a mí, sostenía su cabeza entre sus manos.     Puse mi mano en sus estilizada espalda, acaricié la base de su alto cuello que le daba ese aire sofisticado y elegante.     Descendí sintiendo en las yemas de mis dedos las vertebras de su columna vertebral y mas abajo, hasta alcanzar sus maravillosas y redondeadas nalgas que le daban a su culo esa hermosa forma de pera.      Sentirla y mirarla a la misma vez, fue suficiente para hacer que mi polla comenzara a levantarse.      Me preocupé un poco porque la vi compungida, no sabía que cosas pasaban por su mente, pero por la mía comencé a sentir esa familiar lujuria que elevaba la presión de mi sangre caliente.      Me acerqué más a ella:

—¿Mami? …

Dije a baja voz.     Ella se puso rígida y se enderezó como queriendo escapar.

—¡Por favor, Andrés! …

Dijo en un tono de voz susurrado, mientras intentaba levantarse.     Rápidamente la sujeté del brazo haciéndola que volviera a sentarse.

—¡¡Andrés!! … ¡¡Basta ya!! … ¡Nos hemos excedido y causado un daño irreparable! …

Dijo en un tono huraño y enérgico.

—Lo siento mami … pero yo no me siento así … para mí ha sido el sexó más increíble que he tenido en toda mi vida …

Le dije alborozado.

—¡¡Y a que costo!! … ¿Acaso no te das cuenta lo que hemos hecho? …

Me dijo irritada y preocupada.

—¿Y por qué tendría que costarnos algo? … Tu y yo somos adultos y tenemos naturales necesidades que tenían que ser satisfechas … no veo el cómo, eso debería causarnos algún costo …

Le dije tratando de tranquilizarla.

—¿No? … ¿No ves que esto puede destruir todo lo que tenemos? … ¿No ves que …? …

Ella comenzó con una agria perorata y yo la interrumpí:

—¡Para! … ¡para! … ¿Por qué? … ¿Por qué tiene que hacernos daño? … Solo tu y yo lo sabemos … ¿Por qué alguien más tiene que enterarse? … Nadie más lo sabe y nadie más lo sabrá …

—¿No? … ¿Y nuestra relación? … ¿Acaso no se ha destruido lo que había entre tu yo? …

Pregunto sorprendida e incrédula.

—¿Cómo mamá? … ¿Cómo podría romperse eso? …

Comencé a subir y a bajar las yemas de mis dedos por su hermosa espalda y sentí como se comenzaba a relajar bajo mi caricia, entonces agregué:

—¡Siempre serás mi madre! … solo que ahora he descubierto en ti a la mujer más sexy y deseable de toda la humanidad …

Mis dedos continuaron dibujando sus vertebras hacia arriba y hacia abajo, llegando a las fosetas donde comenzaba su trasero.

—Pe-pero …

Ella comenzó a rebatir, pero yo no la dejé:

—Nada de peros, mami … lo que hemos hecho fue tan intenso, apasionado y hermoso, que no puedo encontrar nada de malo o incorrecto en ello …

Dije mientras mi mano se deslizaba bajo su brazo, alcanzando el borde de sus tetas.

—Bueno … yo … yo …

Trató de contrarrestar mi afirmaciones, pero volví a interrumpirla:

—Mira, mami … dime una sola cosa … ¿Te resultó agradable? …

—¿Por qué tienes que hacerme este tipo de preguntas? … A veces no te entiendo …

—Pero respóndeme … ¿Fue algo bueno para ti? …

Insistí en mi pregunta.       Mamá se quedó callada por un largo rato, como temerosa por la respuesta que me iba a dar, así que la apuré y ella me respondió:

—¡Hmm! … Sí … sí … este fue … mira … con tu padre fui muy feliz y tenía buenos orgasmos … pero lo que tu me hiciste sentir me sobrepasó … fue abrumador … nunca en mi vida había sentido un orgasmo tan avasallador … a momentos creí que iba a morir con tu polla enterrada en mí …

—¡Oh! … ¿Sí? … Y yo sentí como tú, ¿sabes? …

Dije subiendo y bajando mi mano por sus costillas, para luego ahuecarla y tomar su teta en la palma de mí mano, la acaricié por debajo y subí para apoderarme de uno de sus pezones que estaba duro como roca.

—Andrés, no … por favor …

Gimió mamá cuando retorcí suavemente su puntiagudo pezón entre mis dedos, ignoré su pedido y seguí acariciando la redondez de su pesada teta, deteniéndome a pellizcar y tirar de nuevo ligeramente de su hermoso pezón.

—¡Hmmmmmm! …

Suspiró mamá exhalando un profundo suspiro.     Mi polla siguió creciendo a un ritmo imparable, llegando rápidamente a su máxima longitud.      Jugué con su teta, deliciándome con la consistencia y suavidad, su areola pareció ensancharse.     Masajeé su costado, estirando una especie de rollito que se formaba sobre su cadera.     Luego la tire y la hice girar hacia mí.

 

 

Solo por un segundo ella pareció resistirse, pero finalmente cedió y quedó recostada a mi lado.     Me miró intensamente a los ojos, luego su vista bajó a mi furiosa erección.     Inconscientemente su cuerpo se comenzó a apegar al mío, su brazo pasó por mi cuello, sus ojos volvieron a mirar los míos y vi cuando su boca caliente se entreabrió y se unió a mis labios.      Fue como si hubiésemos accionado un interruptor, nuestras bocas se devoraban, nos entrelazamos abrazados y nos besamos como consumados y viejos amantes que habían estado separados por años.

—¡Hmmmmmm! …

Gimió mamá, punzando mis pectorales con sus duros pezones y rodeando mi cuello con sus brazos.     Presionó su cuerpo contra el mío, sellando mi boca con la suya y haciendo irrumpir su lengua dentro de mi boca.     Estábamos el uno frente al otro, con las manos cruzadas y nuestros labios conectados en un beso caliente e incestuoso.

 

 

Nuestra pasión había superado todos los confines.     Puse mis manos en su espalda y la estreché más a mí y ella dócilmente se dejaba hacer de todo.     Mis manos giro vagaban por sus costados, luego hacia sus glúteos redonditos y firmes, donde la agarré y la tiré hacia mi nervuda polla hinchada.     Amasé su trasero haciendo que mi polla frotara los gruesos y calientes labios de su vulva, enviando chispazos fulgurantes de lujuria a nuestros sentidos.     Levanté su pierna y luego inserté dos de mis dedos entre los labios de su panocha vaporosa, ardiente y húmeda.

—¡Aaaarrrggghhh! … ¡Ummmmmm! …  

Gimió mamá rompiendo nuestro beso cuando se sintió penetrada por mis dedos en su coño caliente.     Trabajé mis dedos en profundidad, sorprendido por lo empapada y cachonda que estaba mamá.    Una faceta más que desconocía totalmente.     Ella comenzó a follar mis dedos moviendo sicalípticamente sus caderas, gimiendo y respirando afanosamente mientras mis dedos se movían dentro y fuera de su cuevita del placer.

 

 

Pensaba de tener una larga y placentera exploración del coño de mi madre, pero me estaba volviendo loco por la estrechez de su chocho hirviente, deseaba entrar con mi polla y rociar una vez más sus paredes sedosas y mojadas con mi lechita espesa.     Era evidente que mamá deseaba lo mismo dada la ferocidad con que follaba mis dedos.

—¡Oh, Andrés! … ven … ven sobre mí … dame tu polla … vamos … dámela ya …

Así diciendo, ella rápidamente se recostó y me tiró encima de ella.     Ciertamente no me iba a resistir a su petición.     Me moví en medio a sus piernas abiertas y apoyé mi entiesado pene sobre su vientre, mamá prontamente agarró mi polla y al momento en que yo saqué mis dedos de su conchita, ella hizo deslizar mi pija dentro del canal candente y jugoso de su coño.      Empujé cuanto basta para penetrarla con mi polla entera, otra vez sentí el dolor de su apretado anillo vaginal en mi glande, pero eso no era motivo para detenerme, comencé a follarla desde el principio con furor.

—¡Ooohhh! … ¡Ssiii, Andrés! … así me gusta … dámelo fuerte … ¡Hmmmmmm! … ¡Qué rico! …

Estaba haciendo un tremendo esfuerzo para no correrme de inmediato.     Mamá estaba como desesperada, levantaba su trasero en el aire para que mi pija entrara más y más adentro de su coño, envolvió mi torso con sus piernas y nuestras pelvis se golpearon la una con la otra en un exquisito momento de puro éxtasis y frenesí impresionantes.     Comencé a rechinar mis dientes aguantando mis ganas de correrme.     Saqué mi polla de su coño y se lo volví a enterrar seis o siete veces en sucesión, mamá gritaba y me apretaba contra sus mullidos senos y yo me incliné a chupárselos.

—¡Uuuuhhhh! … ¡Ooohhh! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Cariño! … ¡Ssiii! … ¡Dámelo así fuerte! … ¡Uuummmm! … ¡Que rico! …

   Gemía mientras yo la empalaba una y otra vez enérgicamente con mi polla parada y entiesada al máximo.     Su trasero se movía sincronizadamente con mis embistes, mantenía su panocha alineada con mi ariete de carne nervuda y venosa, hinchada y mojada por el lujurioso chocho de mi madre.

 

 

 

Estábamos desaforados y locos de desmesurada pasión.     Yo nunca me había sentido así con esta urgencia de poseer a mi pareja.     Quería hacerla mía en todos los modos.     Quería poseerla, conquistarla y rendirla mi esclava sexual para toda la eternidad.     Mamá tenía que ser solo para mí y toda para mí.     Sus tetas, su coño, su boca, su cuello, su culo, todo su cuerpo y por supuesto su amor.     Toda enterita debía pertenecerme y jamás la compartiría con nadie.

 

 

Continué a adorarla y amarla con todo mi ser, yo también me sentía de pertenecerle; ella me había procreado y tenía todos sus derechos sobre mí.     La embestí a un ritmo enloquecedor, metiendo y sacando mi polla enfurecida de su coño abrasador.

—¡Ooohhh! … ¡Ssiii, bebé! … ¡Hazme! … ¡Hazme tuya! … ¡Me gusta mucho! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Mmmmm! …

Gritaba mi madre tironeando de mis caderas y con sus talones empujando firmemente mi trasero para que su coño engullera toda mi pija.     Yo saltaba sobre ella igual que esos autos con la suspensión modificada que saltan alocadamente hacia arriba y hacia abajo.      Estaba poniendo todos mis esfuerzos, mi ánimo, mi esencia y mi espíritu para follar a mamá religiosamente.      Toda mi energía fluía a través de mi polla, me convertí en un martillo neumático golpeando su monte de venus incansablemente.     Mi musculo estaba duro como una roca y entraba y salía de su ajustada panocha igual que el cilindro de un pistón bien aceitado.     Podía sentir todas esas dulces sensaciones que me transmitía su coño hasta la punta de mis cabellos.     La aferré por los hombros, escondí mi lujurioso y pervertido rostro en su cuello y se lo di todo lo que tenía de mí.     Quería inyectarla con mi néctar de macho.     Ella era mi hembra.     Toda enterita bajo de mi peso y mis clavadas furiosas.

 

 

Entraba y salía de sus empapados pliegues, una y otra vez, sin descanso.     Sudaba como un corcel desenfrenado.     El tiempo parecía no transcurrir.     Me convertí en un gallo cuyo único propósito en la vida era brindar placer y reinar en el coño succionador y caliente de mi madre.     Mi endurecido pene parecía haberse entumecido en el candente caldero de su panocha.     Fue entonces cuando ella luchó por liberarse, estaba temblando de pies a cabeza, se sacudía como una potranca tratando de derribar a su jinete.     Sus chillidos parecían relinchos de una yegua en celo, resoplaba y gruñía mientras se corría en un salvaje orgasmo.

—¡Oooohhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Uuummmm! … ¡Andrés! … ¡Andrés! … ¡Andrés! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Hijo! … ¡Bebito mío! … ¡Aaaahhhh! …

Mientras ella se encabritaba bajo mi peso, metí mi boca junto a su oreja y le mordisqueé su lóbulo y ella pareció haber recibido una violenta descarga eléctrica, convulsionó en espasmos de loco e inaudito placer.

—¡Uuuuhhhh! … ¡Andrés! … ¡Ay! … ¡Ay! … ¿Qué me haces que me vuelves loca? … ¡Para! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …

No disminuí ni un momento mi ímpetu, la seguí golpeando con fuertes golpes de mi caderas que hacía rotar alocadamente para darle todo el placer que ella meritaba, debía llevarla a un nivel sublime de goce y lujuria.     Su cuerpo volvió a ponerse rígido, estiró sus piernas hacia abajo con sus piececitos encorvados y explotó temblando en una segunda ola de demenciales espasmos orgásmicos.     Me soltó y puso sus brazos en cruz a sus costados con sus manitos crispadas y empujando sus poderosas tetas contra mis pectorales sin parar de chillar fuera de sí.

—¡Aaaahhhh! … ¡Jesucristo! … ¡Ooohhh, Andrés! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Uuuuhhhh! …

Balaba y chillaba con sus cuerpo y piernas temblando.     Volvió a levantarlas y me amarró con ellas alrededor de mi caderas en un agarré de vida o muerte mientras continuaba a sacudirse en su orgasmo infinito.

 

 

Nunca me había sentido tan potente ni con tanta resistencia, pero esto no iba a durar en eterno.     Después del segundo terrorífico orgasmo de mi madre.     Su coño apretó mi polla y comenzó a drenarla con contracciones salvajes.     Ella me ordeñaba con sus músculos vaginales, me succionaba dentro de ella y no pude resistir más.     Comencé a verter el líquido de la vida en el ardoroso chocho de mi madre, que me recibía acogedoramente estrujando mi pija.     Gruesos filamentos de semen se dispararon en andanadas continuas dentro el charco de fuego en que se había convertido su maternal coño.     Mamá acompañaba cada borbotón con salvajes contracciones.     Me estaba vaciando dentro de ella.    Quería llenar su caldero llameante con mi lechita candente.     Necesitaba impregnarla con mi semilla.     ¡Dejarla embarazada con un hijo nuestro!     Hacerla mía física y espiritualmente.     Poseerla de cuerpo y alma.

—¡Mami! … ¡Ooohhh, mami! … ¡Mami, me voy a correr! … ¡Uuuummmm! … ¡Aaahhh! … ¡Hmmm! … ¡Uuuuhhhh! … ¡Mami! … ¡Ummmm! … ¡Me corro! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …

La sensación de continuas olas de semen saliendo disparadas desde mis vesículas seminales, me abrumó.     No era solo mi esperma, le estaba regalando mi cuerpo y mi vida entera a mi madre.      Comencé a inundar su panocha con denso y acuoso semen fresco, cuanto hubiese querido preñarla, plantar mi semilla en ella, en lo más profundo de su útero, desde donde yo mismo había sido engendrado.

—¡Ooohhh, Andrés! … ¡Hazlo, cariño! … ¡Ven dentro de mí! … ¡Te quiero dentro! … ¡Dámelo todo, bebito mío! … ¡Córrete en mi coño! … ¡Lléname con tu néctar, tesoro! …

Escuché a mi madre animándome e instándome a llenarla con mi semen.     Me corrí a raudales en su apretada y caliente estrechez.     Era un placer puro e intenso.      Mi cerebro pareció estallar en un éxtasis paroxístico de agonía.

—¡OhDiosmamimeestoycorriendodentrodeti! …

Exclamé rechinando mis dientes, y rugiendo en una jerigonza ininteligible mientras mi polla rociaba las últimas gotas de esperma dentro de mamá.

 

 

Sentí que había pasado a mejor vida, mi cuerpo quedó seco, inerte, como muerto.     Me encontraba a la derecha de Dios y encima de mi madre, goteando todavía mi semen en su desbordado coño, si esto no es el paraíso, entonces el paraíso no existe, pensé.

—¡Oh, Jesucristo santo! … ¡Dios mío, todopoderoso! … ¡Ayúdame tú, Jesús! …

Exclamó mamá sacudiéndose en un tranquilo, dulce e impasible orgasmo post coital.     Respiré hondo abrazado a su cuello.     Nuestros cuerpos calientes y sudados permanecían abrazados y unidos, fundidos en un solo ser.     Si algún día tenía que morir, podría ser perfectamente este día.     Me sentía completamente satisfecho y feliz.     Todas mis metas estaban cumplidas.

 

 

Mamá acariciaba mi espalda y yo enredaba sus cabellos con mis dedos dándole besitos en su mejilla, estábamos pegados el uno al otro, tratábamos forzosamente de normalizar nuestras agitadas respiraciones.     Estábamos exhaustos y apagados.     Me solté de ella y yacimos el uno al lado del otro inmóviles, como soldados después de una cruenta batalla.     Creo que hasta me quedé dormido, pero repentinamente me despertaron los sollozos de mamá y la escuché decir:

—¡Demonios! … ¡Pero que carajo! …

Todavía con mis parpados pesantes y pegados a mis ojos, le dije:

—¡Qué! … ¿Qué te sucede? …

—¡Maldita sea! … ¡Lo hemos vuelto a hacer! … ¡Y con tu mujer en el otro dormitorio con tu hijo! …

Lloraba y salió de prisa hacia su baño.     Yo me vestí sin dejar de pensar en los increíbles momentos pasados con mi madre y después de arreglarme un poco me fui al cuarto de mi esposa.     Mi mujer estaba con mi hijo colgando de su teta, no sé si dormitaba o estaba concentrada en alimentar al bebé.     Lo más sigilosamente me metí a la cama a su lado:

—¿Ah? … ¿Tú? … ¿Dónde estabas? …

—Con mamá … me estaba mostrando algunas cosas que compró …

Se volvió a acariciar al bebé y continuó alimentándolo.     Yo rápidamente me quede dormido pensando en mi madre y en como haría para volver a tener sus favores.

 

 

Me levanté con la intención de preparar desayuno a mi esposa.     Encontré a mamá en la cocina y la saludé, pero ella me ignoró por completo.     Estaba vestida con una nueva bata que debió comprar en el Mall.     Era de seda color turquesa bastante delgada, cubría hasta la mitad de su muslo, con un borde de encaje y bordados trasparente.    Se veía realmente sexy en la forma en que lucía sus piernas y como la forma de sus puntiagudos pezones se dibujaban delineados por la delgada tela.

 

 

Llevé un tazón de leche y chocolate caliente con un pedazo de torta para mi mujer y volví a la cocina con la esperanza de encontrar a mamá.     La encontré inclinada a limpiar la mesa y su bata se había arremangado a lo alto de sus muslos, casi dejaba ver su hermoso trasero.     Caminé detrás de ella y subí mis manos en medio a sus piernas hasta el borde de la bata.

—¡Hey! … ¿Estás loco? … ¡Tú mujer está en la habitación vecina! …

Susurró mamá agitada dando un pequeño saltito para alejarse de mí.

—Lo sé … pero no puedo resistirme … ¡Que rica que estás! …

Dije calmadamente acercándome a ella.

—¡Basta, Andrés! … ¡Hemos cometido una aberración y no se repetirá! … ¡Me iré de vuelta a mi casa si persistes en perseguirme! … ¿Entiendes? …

—Pe-pero …

—¡No, jovencito! … ¡Dije que no! … ¡Entiéndelo de una vez! …

Tomó su taza de café y se fue raudamente a su habitación.     Creí que la situación se había puesto peor de lo que pensaba.     Bastante deprimido me fui a mi dormitorio.     Rebeca estaba dormida.     Me vestí y salí de casa para aclarar un poco mi cabeza, no podía permitir que mamá se fuera de casa.     Pasé todo el día fuera y volví al atardecer.     Mi mujer continuaba su reposo haciéndose cargo de nuestro hijo.     Mamá no estaba por ninguna parte.     Me cambie ropa y me fui a la sala de estar a ver el noticiero a la Tv.

 

 

Me instalé sobre el sofá, vi las telenoticias y luego cambié a ver una película en Netflix.     De repente me sobresaltó el sonido de la puerta de la habitación donde estaba durmiendo mi madre y ella salió.     Pasó sin siquiera mirarme hacia la cocina.     Pude verla por el rabillo del ojo de que vestía un nuevo camisón muy sugestivo y seductor, con amplias aberturas desde sus caderas para abajo.     La escuché salir de la cocina y que se detenía detrás del sofá.

—¿Qué estás viendo? …

Me preguntó a baja voz.

—¿Uh? … ¡Ah! … una película …

Respondí esperando que ella me acompañara o quizás volviera a su cama.

—¿Es buena? …

Preguntó anodinamente.

—¡Ehm! … Sí … está entretenida …

Respondí.     Noté que caminaba y se paraba a mi derecha.     No pude evitar de mirar su figura estatuaria y lo que vi me dejó sin aliento.     Su camisón lila de seda llegaba hasta sus tobillos, pero abrazaba perfectamente cada una de sus curvas.     La delgada tela se adhería a su esbelto cuerpo como una segunda piel, pasaba sobre su pecho envolviendo sus pesadas y redondas tetas con un amplio y revelador escote que se alzaba sobre sus hombros en dos tirantes delgados atados alrededor de su cuello.     Sobre su espalda no había nada, solo su tersa piel clara y lisa que estaba a la vista hasta su estrecha cinturita.     Más abajo, cubría sus pronunciadas nalgas y caía como un velo cubriendo sus longilíneas piernas.     Lo más asombroso eran las largas aberturas que se abrían y cerraban dejando entrever su piel desnuda, pude suponer que no llevaba bragas.     ¡Guau!

 

 

Mientras caminaba podía apreciar el sinuoso movimiento de sus caderas a través de las amplias aberturas a los costados del sensual camisón de ella.      La parte delantera era tan ajustada que sus pezones podían romper la tela de un momento a otro.     Quiero decir que mamá lucía terriblemente sexy y caliente en ese camisón, cosa que me hizo erizar no solo la piel, también hubo acción bajo mis pantalones y mi polla comenzó a acrecentarse.

 

 

La vi interesada en la pantalla mirando la película.    No hice ningún movimiento que pudiese hacerla sobresaltar y escapar.     Al cabo de un rato se sentó en el sofá a un metro y medio de mí con los ojos fijos en la televisión.     Tenía un vaso de jugo de frutas en su mano y estaba inclinada un poco hacia adelante, en esa posición parecía que el peso de sus senos empujaba el género lila forzándolo considerablemente, tanto que brillaba ostensiblemente a la luz de la pantalla, lo que aumentaba su escote y rendía aún más visible el surco apretado de sus tetas.      Mi polla pulsaba bajo mis pantalones cortos y comencé a preguntarme si mamá estaba tratando de seducirme.

 

 

Colocó su vaso sobre la mesita de centro y pareció interesarse más en la película, acomodándose hacia atrás en el sofá, lo que provocó que la delgada tela de su camisón se deslizara entre sus piernas, exponiéndolas desnudas ante mis ojos desde sus tobillos hasta sus caderas.     Luego cruzó sus piernas y la tela de su camisón desapareció en medio a su ingle.     Tanta exposición de sedosa piel me estaba haciendo enloquecer.     Me paré y disimuladamente acomodé mi polla, luego me senté medio metro más cerca de ella, me quedé quieto para ver si había alguna reacción por parte de ella, pero actuó como si nada; solo que al rato alcanzó su vaso, bebió un sorbo y luego se acomodó sobre el sofá medio metro más cerca de mí.     Ahora si extendía mi brazo podía hasta tocarla, pero me contuve y seguí mirando la película que ya no me interesaba para nada.

—Uhm … mamá … —Dije casi casualmente.

—¡Ah-ha! … —Contestó ella.

—¿Estás bien? … —Pregunté.

—¡Ehm … sí! … estoy bien … —Respondió ella.

—Uhm … so sé … pensé que no querrías hablar más conmigo … —Exclamé.

—¿Por qué? … eres mi hijo y no tengo nada contra ti … —Dijo sin dejar de mirar la Tv.

Como no quería dar muestra de mi ansiedad, me quedé callado, para darle tiempo al tiempo.     Quizás ella intentaba acercarse a mí nuevamente, pero no estaba seguro de que así fuese.     Luego de varios minutos volví a la carga.

—¡Ehm … mami! … —Comencé.

—¿Sí? … —Ella respondió.

—Te queda muy bien ese camisón … —Dije, notando que mamá reprimía una sonrisa.

—¡Oh! … —Fue su escueta reacción, sin dejar de mirar la pantalla.

—La verdad, mami … es que te ves terroríficamente sexy … —Le dije.

—Bueno … es siempre lindo recibir un halago … aunque sea de parte de mi hijo … ¡Y no lo olvides! …

Dijo remarcando la última parte de sus dichos.     Como causalmente me volví hacia ella, acercándome medio metro más, mi rodilla huesuda quedó en contacto con su muslo caliente.     Me pareció ver salir chispas y humo al contacto de nuestros cuerpos.     Olí su delicado y tentador perfume, cosa que me puso a mil.

—Bueno … está bien …

Dije mirando hacia la convergencia de sus piernas y tratando de controlarme para no saltarle encima.     Ella no dijo nada, pero su cuerpo se insinuó más hacia adelante.     Me reposicioné, pasando mi brazo sobre el espaldar del sofá y le dije:

—¿Sabes, mami? … con ese vestido nadie podría resistirte … —Le dije girando a mirarla.

—¡Andrés! … ¡Ya te dije que no tienes que hablarme así! …

Dijo ella en tono enérgico volteándose a enfrentarme y agregó:

—¡No debemos volver a cometer el mismo error! … ¡Entiéndelo de una buena vez! …

Me acerqué a mirar su rostro serio, pero su boca estaba entreabierta.

—Lo sé, mamá … pero no puedo dejar de pensar en ello … fue algo increíble …

Dije acercándome a mirarla directamente a los ojos.     La brecha entre nosotros se había reducido a centímetros.

—Bueno … pero eso no cambia nada …

Dijo restregando su muslo con mi rodilla, mi piel se puso como de gallina y los vellos de mis brazos se erizaron.     Miré su largo y refinado cuello, sus hombros delicados, sus brazos desnudos y el magnifico escote donde sus infladas y apretadas tetas luchaban por surgir a la libertad.      Me sentí mareado, emborrachado de lujuria y con un abrumador deseo de hacerla mía una vez más.

—Lo sé, mami … pero no puedo ocultarlo estos locos deseos de ti …

Dije fijándola con mis ojos e inclinándome un poco más hacia ella.    Definitivamente ella se giró hacia mí y me devolvió una mirada penetrante y desafiante.

—Y esos deseos están mal … y tú lo sabes, ¿no? …

Me dijo mirando mis labios.

—¿Y por qué tienen que estar mal, mami? …

Le dije poniendo mi rostro a centímetros del suyo, nuestras narices casi se tocaban y miré sus carnosos labios entreabiertos.   

—Simplemente porque soy tu madre …

Dijo ella casi en un susurro y ladeando ligeramente su cabeza, acercando sus labios a los míos.

—Pero eso nunca cambiará, mami …

Le dije rozando mi nariz con la suya.

—Entonces … no deberíamos ….

No la dejé proseguir, ella había semicerrados sus ojos y yo tape su boca con la mía susurrándole:

—Pero … podemos … mamá …

Y la besé, ella de inmediato tiro sus brazos a mi cuello y yo la estreché en mis brazos.      Nos dimos un fogoso y fulgurante beso, nos fusionamos en caricias prohibidas y calientes.

—¡Mmmmmmm! … ¡Oooohhhh! … ¡Uuuummmm! … ¡Aaaahhhh! …

Ambos gemíamos sin despegarnos ni siquiera un segundo de nuestro incestuoso beso.     Mis brazos la rodeaban, los suyos serpenteaban sobre mis hombros, empujando sus exuberantes tetas contra mí pecho.      Mis manos deambulaban enloquecidas sintiendo su sinuoso cuerpo, tocando sus cálidas carnes, acariciándola de pies a cabeza.     Toque su espalda, sus muslos, sus piernas, sus costados, su duros senos.     Ella se echó hacia atrás tirándome sobre su cuerpo, quedé medio acostado encima de mi madre.     Mi polla torturada, aplastada presionando con fuerza contra su pierna a través de mis pantaloncitos cortos.     Seguíamos unidos por nuestros labios, besándonos, acariciándonos, mientras nuestras lenguas se enrollaban la una con la otra.

 

 

Mientras continuábamos a besarnos en un beso eterno.     Sentí las manos de mi madre que bajaban por mis espalda y cogían el borde de mi remera, hasta sacarla por sobre mi cabeza.     Quedé medio levantado y mamá aprovecho para acariciar mis pectorales, pellizcando mis diminutos pezones con sus cuidadas uñas.      Su pasión, al igual que la mía, iba en aumento.     Pasó ambas manos por mi espalda, metiéndolas por dentro de mis pantalones y atrapó en sus delicadas manos mis peludas nalgas.   ¡Mamá me estaba agarrando el culo!

 

 

Me separé ligeramente de ella y ataqué su estilizado cuello con mi boca abierta, mientras mi mano se deslizaba por su vientre hasta alcanzar su entrepierna.     Mordí su cuello a la altura de la nuca, luego arremetí contra su oreja, tomando su sensible lóbulo entre mis dientes.     Contemporáneamente alcancé su coño enfebrecido y ella abrió sus muslos extensamente regalándome su panocha mojada, ardiente y apretada.     Inmediatamente la penetré y ella gimió:

—¡Ooohhh, Dios … Andréeees! … ¡Mmmmmmm! … ¡Aaaahhhh! …

Mis dedos se sumergieron en el mar de fluidos calientes de su coño abierto, sus fluidos comenzaron a bañar toda mi mano.     Ella movió sus caderas sicalípticamente en una danza de completa lujuria, haciendo que mis dedos entraran más profundos en su femineidad empapada.     Mis dedos se deslizaron suavemente en su panocha saturada de fluidos candentes, mientras mi dedo pulgar se encargó de estimular su clítoris.

—¡Oh, Andrés … Jesús Santísimo! …

Jadeó ella follando mis dedos.     Al parecer ella estaba a punto de correrse.    Dejé de mordisquear y lamer su lóbulo, respirando cerca de su oreja le susurré:

—¡Oh, mamá! … Eres tan … tan jodidamente sexy que me vuelves loco …

—¡Oooohhhh! … ¡Andrés! …

Gimió mamá volteando su cara hacia mí.     Su boca abierta engranó con mis labios y nos sumimos en otro interminable beso incestuoso y lujurioso, totalmente ilícito.      Nos aferramos con fuerza el uno al otro, para empujar nuestras bocas hasta hacer chocar nuestros dientes.

 

 

Mientras sacaba los dedos del coño de mamá, me separé y me levanté, agarrando a mi madre por las manos para hacerla levantar del sofá.      Sus ojos relumbraban iluminando los míos, parecían salir llamas de ellos, haciendo hervir la sangre de mis venas, la tomé de su estrecha cintura y la atraje para hacerle sentir lo encendido que estaba, restregué mi polla escondida bajo mis pantalones en su camisón.     Sus brazos volaron alrededor de mi cuello, acaricié su espalda desnuda y metí mis manos por las aberturas de su bata llenando mis manos con sus redondas nalgas desvestidas, amasándolas, masajeándolas y separándolas como dos hemisferios de carne.

 

 

En el momento en que las yemitas de mis dedos dibujaban círculos alrededor del ano de mamá, ella se inclinó un poco y con una mano tiró de mis shorts hacia abajo, luego acarició mi zona pélvica y agarró decididamente mi polla hinchada y nervuda, masajeándola suavemente hacia arriba y hacia abajo.

—¡Uuuuhhhmmm! …

Gimió mamá apretando sus dedos en torno a mi gruesa pija.     Nunca me había tocado así tan suave y cachonda, lentamente comenzó a jalar de mi verga.     Volví a aferrar sus nalgas en dos hermosos y colmados puñados de cálida carne, apretándolas con fuerza.

 

 

Seguidamente, deslicé mis manos por su espalda hacia arriba, llegando a los tirantes anudados detrás de su nuca.    Suavemente deshice los nudos.     Las cintas cayeron hacia adelante entre nuestros cuerpos, como estábamos pegados el uno al otro, no había espacio para que la bata se deslizara hacia abajo, razón por la cual aferré sus caderas y la alejé unos centímetros de mí, permitiendo a la prenda de vestir que cayera por gravedad hacia abajo, uno de los tirantes se enredó en uno de sus puntiagudos pezones, por lo que tuve que removerlo con mis dientes de su sitio de anclaje, momento que aproveché para lamer sus protuberancia oscuras y sus rosadas areolas.     Tironeé del camisón que había quedado atascado en sus amplias caderas y luego se deslizó hasta caer a sus pies.     Ahora tenía a mamá completamente desnuda, la agarré y apreté sus suculentos pechos contra mis pectorales, nos unimos estrechamente como dos amantes.

 

 

Delicadamente empujé a mamá sobre el diván y me arrodillé ante ella.     Cuando tomé sus piernas y comencé a separarlas, ella colaboró abriendo un poco más la pierna derecha y colocando la izquierda sobre el sofá.     Me hice hacia adelante con mi palpitante polla en la mano y la apunté a su hendedura rosada y empapada.     Avancé y empujé mi hinchado glande entre los labios abiertos y acogedores de su panocha encharcada.     Deslicé mi verga hacia arriba y hacia abajo, restregando mi cabezota contra su clítoris enfebrecido.    Puse mi polla caliente sobre su vientre y acerqué mis rodillas a la base del sillón, luego apoyé mi verga en su orificio candente y mi pija se deslizó hacia adentro suave y lentamente, centímetro a centímetro mi polla invadió su canal vaginal incandescente.     Temblé ante el apriete vigoroso de su coño, tal como si hubiese enchufado mi polla a una toma de corriente.

—¡Uuurrrggghhh! … ¡Aaahhh! …

Gemimos al unísono cuando me adentré en su caldero de lava ardiente.     Mamá me rodeó con sus brazos enterrando sus uñas en mi espalda.     Cuando comencé a follarla, mamá levantó sus piernas alrededor de mis flancos y me tiró más adentro de ella, como si quisiera succionar mi cuerpo entero dentro de su maternal coño.

 

 

Me incliné sobre ella, frotando mis pectorales contra sus sedosas y almohadilladas tetas, mientras afondaba mi polla profundamente entre los caldeados labios de su chorreante panocha.     Mamá levantó sus brazos y crispó sus manos, moviendo su cabeza de lado a lado, moviendo su ingle furiosamente contra mi pene, sincronizándose con mis embistes.

—¡Oh, Dios! … ¡Ummmmmm! … ¡Ssiii, Andrés … ssiii! … ¡Hmmmmmm! … ¡Aahhh! …

Mi polla se sentía dura como palo, caliente como un tizón en llamas, se flexionaba y vibraba dentro de su chocho apretado que me succionaba con enérgicos movimientos de sus paredes vaginales, era como un túnel ordeñador.     Agitando su culo y atornillando mi polla con su coño como el embolo en aceleración de un motor.

—¡Ooohhh, mamá! …

Gemí follándola más fuerte y rápido.     Mamá estaba ardiendo en las llamas de una desenfrenada lujuria, volaba con las alas de la lascivia gimiendo y dando llorisqueos y, a ratos risas.     Me envolvió con sus brazos alrededor de mi cuello y apretó sus piernas alrededor de mi torso, agarrando firmemente mi cuerpo entre sus muslos.     Ladeó su cabeza y buscó mis labios, sellando nuestras bocas en un apasionado y furioso beso.

 

 

Podía sentir en mi polla las palpitaciones y enérgicas contracciones de su coño, cada vez que afondaba profundamente mi ariete en su panocha calenturienta.     Enterró sus uñas en mi espalda y taloneó mis nalgas con sus pies, urgiéndome a follarla más rápido y fuerte.    Mamá follaba cada día mejor.    Estaba gimiendo en mi boca, saqué mi polla de su cuevita y ella rompió el beso.

—¡Ooohhh, nooo! … ¡Andrés, dámelo todo! … ¡No te detengas ahora … por favor! … ¡Fóllame … mételo otra vez dentro de mí! … ¡Dámelo! … ¡Ummmmmm! …

Dijo ella sollozando y retorciéndose de placer.     Le di unos golpecitos a su clítoris y me sumergí hasta hacer chocar mis bolas con sus glúteos.     Sabía que iba a explotar de un momento a otro y mamá también se dio cuenta de ello.     Giró su trasero y aprisionó bien mi polla en su conchita, entonces comenzó a follar mi ariete hundido profundamente en ella, aproximándose hacia su propio orgasmo.      Me aferré a los flancos de ella, inclinándome y metiendo mi rostro entre sus esponjosos senos, gimiendo y alucinando del placer que me provocaba mi madre.     Deveras que hubiese querido meterme dentro de su vientre para que me diera a luz por segunda vez.      El coño de mi madre me acogía con verdadera adoración y yo idolatraba su sexo como un lugar sacrosanto.     El cuerpo de mamá comenzó a temblar y a ponerse rígido.

—Ahora, cariño … ¡Córrete! … ¡Dámelo! … ¡Lléname! … ¡Vacíate dentro de mí! … ¡Déjame llenita! … ¡Córrete, amor! … ¡Córrete ya! … ¡Ooohhh, ssiii, tesoro! … ¡Ummmmmm! …

Su febricitante coño comenzó a hacer enloquecedores espasmos ondulando alrededor de mi polla, mientras ella se aferraba a mi gruñendo guturalmente, sacudiéndose y dando chillidos y vagidos sollozados.      Ella estaba teniendo un fenomenal orgasmo mientras jadeaba en busca de oxígeno.     Mi polla sonó “A la carga” y sentí como mi liquefacto y cremoso semen se disparaba contra sus rosadas y calientes paredes vaginales, azotándolas en repetidos y copiosos borbotones hirvientes.     La estreché entre mi brazos mientras ametrallaba su panocha con mi esperma fundente una y otra vez.

—¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Uuuhhhhhh! … ¡Mmmmaaammmaaa! …

—¡Ummmm! … ¡Que rico, Andrés! … ¡Dámelo todo, bebito mío! … ¡Lléname toda! …

Gruñó mamá arañando mi espalda como una gata engrifada continuando a ordeñar mi polla exprimiendo toda mi leche en ella.

—¡Oh, Dios … mamá! … ¡Esto no puede estar mal … cuando se siente tan jodidamente bien! … ¡Ooohhh! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …

Gemí descargando las últimas gotas de semen en su coño afiebrado, hasta hacerlo rebosar de esperma candente.

—¡Ooohhh, ssiii! … ¡Ssiii, cariño! … ¡Déjame todo dentro! …

Dijo mi madre, mientras su apretado coño hacía gorgoritos rebalsado con mi leche.     Seguimos estrellando nuestras ingles la una contra la otra, decididos a obtener el máximo de placer de esta nuestra incestuosa relación.     Finalmente, todo terminó, mi pene comenzó a desinflarse y salió de su panocha con un sonoro ruido, como el destape de una botella.

 

 

La acaricié mientras ella respiraba afanosamente tratando de recuperar su aliento.     Abrió sus ojos y me miró desconcertada, primero a mi polla y luego a mis ojos:

—¡Oh, Andrés! … ¿Cómo haces eso? …

Preguntó respirando trabajosamente.

—¿Qué? …

Pregunté sucintamente.

—No sé … haces que me transporte … me llevas a un lugar que no sabía que existía …

—¿Deveras? … ¿Yo? …

Pregunté sonriendo orgulloso de mi virilidad.

—¡Oh … mi Dios! … ¡Sí … tú! … Ahora debes ir a ver a Rebeca … ¡Jesús bendito! … ¡Me siento tan en culpa por ella! …

 

 

Me bajé de ella, me senté lentamente a observar a mi bella madre.     Habíamos dejado una mancha de sudor y fluidos en el sofá.     Ella se levantó y recogió su camisón antes de colocarse de pie desnuda de cuerpo entero, se metió en él sujetándolo y amoldándolo a sus caderas, luego subió la parte frontal sobre sus deliciosas tetas y ató los tirantes detrás de su cuello.     El vestido se adhirió a su cuerpo perfecto y mi pene vibró viéndola vestirse.     Ella miró mi polla que se despertaba al ver su cuerpo caliente, luego levantó su vista para mirarme a la cara y yo me puse de pie.     Sin decir palabras nos acercamos el uno al otro.     Mis brazos rodearon su cintura y ella me echó los brazos al cuello ladeando su cabeza para encontrarse con mi boca entreabierta, nos unimos una vez más en un beso calenturiento.

—¡Hmmmmmm! … ¡Ummmmmm! …

Gimió mi madre apretando sus pechos a mi pecho.      No había la calentura del principio, pero nos dimos un beso lleno de lujuria ilícita e incestuosa.     Era tan erótico y caliente besar los labios de mi madre.     Nos besamos sin tiempo definido, si no hubiésemos follado, nuestros cuerpos estarían en llamas.      Finalmente nos separamos, sus labios brillaban, sin dejar de mirarme, ella dijo:

—También besas muy bien, hijo … pero ahora tengo que irme … mañana hablaremos …

Dio media vuelta y seguí observando su cadencioso caminar, dirigiéndose a su habitación.     Al parecer ya no estaba tan compungida, igualmente me pregunté; ¿De qué querrá hablar ella conmigo?     No tenía una respuesta lógica a esa pregunta, creo que mamá siente una fascinación por mí, la misma fascinación que yo siento por ella.     Estamos como dos enamorados.

 

 

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Patty La Niña cerda (SCAT)
Una novela histórica

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