Incesto Jóvenes Primera Vez Sexo con Maduros Tríos

Sometida a mi padre

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               En mi adolescencia, yo ya tenía mi recorrido en el sexo, al igual que la mayoría de las chicas de ahora de esas edades. Salía de fiesta con amigos y era raro el día que no llegaba a casa sin haber follado. Mis amigos me decían en broma, que se me caían las bragas muy fácilmente y puede que tuvieran razón, porque en cuanto me calentaban un poco, enseguida me abría de piernas.

               Puede que mi imagen también ayudara a ello, con esas faldas tan cortas que me gustaba llevar para lucir mis bonitas piernas, la parte que más me gustaba de mi cuerpo, aunque a los chicos solían gustarles más mis tetas.

               Cuando llegaba a casa, ya estaba mi padre esperándome, un hombre autoritario y rudo, pero que también sabía ser cariñoso conmigo cuando quería sacarme algo, y que al ver mi estado al llegar, solía decirme:

               –Borracha como siempre….. ¿A cuántos te has tirado hoy?

               –¡Bah! Déjame ya, papá…..

               –Menuda golfa estás hecha, has salido a tu madre…..

               Quizás lo dijera por otras épocas de mi madre, porque ahora mi pobre madre tenía una salud delicada y estaba casi todo el día en la cama, ajena a todo lo que sucedía en casa, y entre mi padre y yo.

               Era una noche como tantas otras, que llegaba tarde a casa y con todo lo que había bebido en la fiesta, lo único que me apetecía era echarme en la cama y dormir, pero él venía detrás de mí, hasta mi habitación, y allí me agarraba por detrás, sujetándome para que me inclinara sobre la mesa, y me levantaba la falda para poder ver mi culo:

               –A ver como vienes hoy……. —al ver mi culo prácticamente desnudo, exclamaba— ¡Joder!, con estos tangas que lleváis, no te tapa nada.

               En esa ocasión, él dio un tirón hacia abajo del tanga y me lo quito, dejando mi coño a su vista y al pasar sus dedos por él, me dice:

               –Que guarra eres, todavía tienes el coño lleno de leche, pero tan caliente como siempre.

               Mi padre siguió metiéndome los dedos un rato, hasta que se sacó la polla del pantalón y empezó a metérmela, en un ritual que se repetía frecuentemente. Ya estaba acostumbrada a que me follara cuando le venía en gana, pero cuando lo hacía, esa noche me dejaba dormir tranquila, así que esperaba a que se corriera dentro de mí y se quedara satisfecho. Como yo tomaba las pastillas anticonceptivas, no importaba que lo hiciera:

               –¡Aaahhhh!, ¡uuufff!, qué bueno, que coño más rico tienes, que gusto da meterte la polla —me decía, totalmente excitado.

               Luego empezó a follarme con fuerza, haciéndome gemir con cada embestida que me daba por detrás contra mis nalgas, hasta que aceleró el ritmo para correrse, quedándose luego quieto dentro de mí, derramando su semen.

               Cuando él se corría demasiado rápido, a mí no me daba tiempo a llegar al orgasmo, pero normalmente solía tenerlo, porque era de orgasmo fácil, o multiorgásmica, como dicen.

               Al terminar, mi padre salió de la habitación y esa noche me dejó dormir en paz. Como decía, esto era algo que se repetía habitualmente, desde hace un tiempo, cuando me folló por primera vez.

Yo en mi cabeza intentaba justificarle por el estado de salud de mi madre, con la que hacía tiempo que no tenía ningún tipo de sexo, y ya no sabía si sería mejor que se fuera de putas para desahogarse, o que lo hiciera conmigo, pero él me había enseñado desde pequeña a que tenía que ocupar en la casa el lugar de mi madre y yo lo había asumido así. Me tenía sometida, pero era algo que yo aceptaba también. Mi forma de ver el sexo ayudaba también y aunque fuera mi padre, tampoco me extrañaba mucho su actitud, porque estaba cansada de oír a mis amigas contar, todas cachondas, como a la menor ocasión, sus padres las sobaban todo lo que podían, así que lo veía normal.

               Pero lo que menos aguantaba de esa situación eran esos cambios de carácter que tenía, provocados quizás por la bebida que tomaba en exceso, que a veces le hacía ser la persona más encantadora del mundo y otras, alguien repugnante que no me tenía ningún respeto, aunque luego me pidiera perdón muy arrepentido. Quizás a muchas les suene este tipo de hombre…….

               A mí, cuando más me gustaba, dentro de esa idea romantizada del sexo que tenemos desde niñas, era cuando sabía ser cariñoso conmigo, cuando se comportaba como un “padre” y venía a mi habitación por la noche para dormir conmigo, y yo le preguntaba, temerosa:

—¿Y mamá?

—No te preocupes por ella, está dormida y no me echará en falta.

En esos momentos era cuando más disfrutaba con él, besaba toda mi piel, la acariciaba con delicadeza y cuando ya me tenía a punto, me follaba con amor, con ternura y con una pasión que me hacía sentirme solo de él y él sólo mío. Una sensación que sería más normal en una pareja de casados, pero nosotros éramos padre e hija, algo extraño que aumentaba el morbo de nuestras folladas.

Él se deleitaba con mi joven cuerpo, casi en una posición de adoración hacia él, y yo podía recrearme en su polla empalmada, viril y majestuosa, como se abría paso en mi coño y me producía esa sensación sin igual de introducirse dentro de mí, empezando un suave movimiento que me hacía  gemir sin parar encadenando mis orgasmos, lo que a él le haría pensar todo lo que me gustaba a mí follar con él, y preguntándome yo porque no sería siempre igual, de esa forma tan amorosa, que me hacía sentir con él como con ninguno de los chicos con los que había follado.

Pero mi padre no había recibido una educación, digamos “normal”, procedía de una familia de campo, en la que quizás llevados por algún tipo de tradición, siempre había visto como su padre follaba a sus hermanas, así que tampoco era tan extraño para él, meterse en la cama conmigo.

               Durante esas noches extrañas en mi casa, mi madre a veces se despertaba y se levantaba de la cama a preguntarme si estaba atendiendo bien a mi padre, que ella no podía y yo tenía que hacerlo. Desde la puerta de mi habitación, veía a mi padre metido en la cama conmigo y yo no sabía a qué se refería con eso, porque sería una pregunta normal en cualquier otra situación, si no fuera porque en este caso yo me dejaba follar por él para tenerlo bien atendido, algo raro de explicarle a mi madre, sobre todo pensando en que ya lo sabría, pero parecía como si a ella le gustara ponerme de los nervios, o porque su culpa le impedía decir las cosas claras.

               Todo era raro en mi casa, desde hacía años, aunque quizás en otras casas sucedieran cosas parecidas, pero cada una vive lo suyo y siempre le parece algo único. Cuestión de percepciones……

               Lo único bueno de todo esto, era que yo hacía lo que quería, que aunque mi padre fuera un poco bipolar, no le importaban mis horarios, si follaba mucho o poco con otros, porque sabía que me tenía a su disposición y que nunca me negaba, así que cada uno cumplía con su parte y se evitaban más problemas.

Fueron pasando los años y yo empecé a tener una pareja estable, después de mi alocada vida en la que cuando me iba de fiesta, solía acabar en el asiento de atrás de un coche con cualquiera que me hubiera invitado a una copa y si esa noche no había habido suerte con ninguno, siempre alguno de mis amigos estaba atento a que esa noche no me fuera a casa mal follada o sin follar.

Entre esos amigos siempre hubo uno especial, uno que siempre había estado enamorado de mí sin que yo le hiciera mucho caso, pero el tiempo siempre pone las cosas en su sitio y el que sabe esperar, encuentra su premio y cuando yo estaba ya “madura”, caí con él, más por cansancio de todo y porque siempre había estado allí, que por un amor apasionado por mi parte.

A él no le importaba si había follado con muchos o no. El me conocía desde siempre y sabía cómo era, pero claro, decirle que entre todos esos que me follaban, también estaba mi padre, era algo complicado de asumir, así que lo dejé pasar, esperando que mi secreto durara en el tiempo.

Él venía a casa y mi padre le aceptaba bien, aunque a él le sorprendieran las palmadas que mi padre me daba en el culo al pasar a su lado y yo estuviera temblando esperando que mi padre no se pasara de la raya  conmigo delante de él.

Mi novio cada vez pasaba más tiempo en mi casa y muchas veces dormíamos juntos, lo que a mi padre no le hacía ninguna gracia, porque oía mis gemidos follando por la noche, cuando él desearía estar ocupando su lugar.

Fue pasando el tiempo hasta que prácticamente ya vivíamos juntos en mi casa y aunque mi novio era muy bueno, no es tonto y acabó dándose cuenta de mi extraña relación con mi padre. Sus cambios de carácter acabaron delatándolo y alguna vez vio como me metía mano en cualquier parte de la casa o como me decía alguna cosa impropia de un padre a su hija.

Mi novio le tenía mucho respeto y nunca le decía nada, pero sí que tuvo una conversación conmigo, en la que me preguntó:

—¿Qué pasa con tu padre? ¿Por qué te trata así?

Como yo no contestaba, sus preguntas se fueron convirtiendo en afirmaciones……..

—He visto cómo te mete mano….. ¿Te ha follado alguna vez?

Como se puso tan insistente, tuve que decirle, temiendo perderle:

—Sí, me ha follado un montón de veces…..

—¿Eres su puta? —me preguntó directamente.

—¿Por qué me dices eso?

—Yo ya sabía que eras la puta de todos y no me importó. Si eres la puta de tu padre, no pasa nada…., puedo entenderlo —sorprendiéndome con su reflexión.

—¿De verdad? ¿Cómo puedes entender algo así, si yo me siento fatal porque lo hayas descubierto?

—Con la situación que tenéis en casa, con tu madre enferma…., fuiste una buena hija. A mí no me importa, ya sabes que soy diferente a los demás…..

Si hasta ese momento, no estaba enamorada de mi novio, en ese instante me estaba enamorando de él. Por primera vez, un hombre no me juzgaba, me comprendía y me quería, sobre todas las cosas, ¿qué más podía pedir?

—No hace falta que te escondas de mí para follar con él, puedes seguir haciéndolo, tu padre lo necesita, está como loco sin ti. Puedo compartirte con él. Eres demasiada mujer para un solo hombre. Yo ya sabía que tendría que compartirte y si es con tu padre, mejor que con otro —continuó diciéndome él.

—Gracias, cariño. Me estás demostrando todo tu amor. Se lo diré a mi padre para que se tranquilice y no siga tomándola contigo, y en un arrebato de los suyos, te acabe echando de casa, jeje.

A partir de eso, todo cambió, de pronto tenía en casa a dos hombres para mí, a los que atender, mientras mi madre seguía ausente, pero vigilante de que mi padre estuviera bien atendido, diciéndome a veces:

—No descuides a tu padre por tu novio.

—No, mamá, no te preocupes……, todo está bien.

Así era la situación de surrealista en mi casa. Yo seguía durmiendo siempre con mi novio, pero mi padre aprovechaba cualquier momento del día para follarme. Nos metíamos en la habitación mientras mi novio esperaba en el salón. Al terminar, salíamos y todo era normal, como si hubiéramos hecho otra cosa cualquiera. A veces mi novio me pedía hacerlo después de mi padre, cuando se había excitado demasiado escuchándonos, otras veces lo hacíamos por la noche, mientras mi padre y mi madre nos escuchaban desde su habitación.

Quizás era todo demasiado enfermizo, morboso y diferente. Algo que no entendería nadie, pero eso a nosotros no nos importaba. Éramos felices así y nadie de fuera tenía que meterse.

De este modo descubrí que a mi novio le excitaba especialmente esta relación incestuosa que tenía con mi padre, algo de lo que hablábamos a veces, intentando yo averiguar por qué era eso así, hasta que un día me confesó:

—Cuando era adolescente me excitaba con mi madre, me pajeaba espiándola. Soñaba que un día ella me hiciera la paja y me dejara tocarla, pero eso nunca sucedió. No sé si mi madre supo ese fetiche mío… Dicen que las madres lo saben todo de sus hijos, pero en esos momentos hubiera dado cualquier cosa por follarla. Siempre me quedó ese deseo, incluso siendo mayor ya, y cuándo tú me contaste lo tuyo con tu padre, el morbo no me dejó reaccionar como quizás tú esperaras, porque te comprendí, entendí a tu padre y me puse en vuestro lugar, en ese lugar en el que me hubiera gustado estar a mí.

Esa confesión de mi novio me hizo ver el morbo de la situación que estaba viviendo, algo que hasta ese momento no lo veía como él lo había vivido desde niño, no sé si por ser mujer o porque todo sucedió de una forma natural para mí, sin que eso se hubiera convertido en un fetiche de niña caliente que sueña con su padre mientras se masturba.

Pero en nuestro particular mundo, en este mundo de delirio, todo podría pasar y un día, después de una celebración de los tres en el salón, en la que bebimos demasiado, sentí como “mis dos hombres” empezaban a meterme mano, a calentarme a la vez. Yo me dejé llevar, ayudada por los efectos del alcohol. Me acabaron desnudando y uno se puso a comerme las tetas, mientras el otro me abrió las piernas para meterme la lengua en el coño. No sabría decir quién de los dos hacía cada cosa…, me besaban alternándose, me masturbaban, me daban sus pollas en la boca, a veces las dos a la vez…..

Otras veces había estado con dos chicos haciendo tríos, disfrutando de sus pollas, pero esto era distinto, demasiado excitante para mí, no podía contenerme y les pedí que me follaran, me daba igual quien…, uno por el coño, otro por el culo…, alternándose, follándome sin parar hasta volverme loca con tantos orgasmos seguidos.

Tanto placer, me dejó mareada. Me llevaron a la cama y los dos siguieron disfrutando de mi cuerpo. No sé cuánto duró eso, pero yo no quería perderme esas sensaciones, esa borrachera de placer que me dejaba a su merced.

A la mañana siguiente me desperté en la cama con mi novio. Recordaba todo eso que había pasado, como una especie de sueño, pero una simple mirada a mi cuerpo me indicaba que había sucedido de verdad. El semen de “mis dos hombres”,  todavía estaba dentro de mi coño. Mis pechos mordidos, marcas en mis piernas, mi culo azotado, una orgía en toda regla, como nunca había tenido.

Juntos o por separado, continué follando con los dos, como la puta de la casa, que mi novio me consideraba y que mi padre me había considerado siempre, mientras mi madre continuaba en esa casa como un fantasma, pendiente de que tuviera bien atendidos a “mis dos hombres”.

               Estos hechos sucedieron ya hace algún tiempo, por lo que en esta segunda parte del relato quiero exponer unas reflexiones, preguntas y respuestas sobre esta historia de incesto, sometimiento y complicidad….              

               Por tanto, no es una continuación al uso, sino que quiere ser un complemento a esos detalles que os producen curiosidad y una reflexión sobre cómo se vive la sexualidad dentro del llamado “Amor filial”, ya que después de leer esta primera parte, os preguntaréis como empezó esa relación y que sienten en una situación así los protagonistas de la historia.

               Muchos hombres me han confesado que les gustaría o les hubiera gustado tener una hija tan caliente como yo, a la que poder follarse siempre que quisieran. Está claro que es una fantasía muy común, al igual que muchas mujeres han tenido esa fantasía de ser follada por sus padres, imaginándoselo incluso mientras se masturbaban, de ahí el éxito de este tipo de relatos, siempre con un buen número de fieles seguidores.

               Yo no sé lo que siente un padre, o lo que tiene en su cabeza cuando entra en la habitación de su hija para follársela, quizás un impulso carnal que puede anular la razón, aunque el alcohol pueda hacer esa función también, en otros casos; pero sí lo que sentía yo……

               Las primeras veces, el lógico temor y curiosidad por lo que iba a pasar, aunque de todas formas, en esas ocasiones en las que él mostraba su cara amable y cariñosa, simplemente se metía en mi cama diciéndome que mi madre le había mandado a dormir conmigo, porque no la dejaba descansar.

               Algo que yo podría tomarme como lógico y natural, teniendo en cuenta el delicado estado de salud de mi madre, sino fuera porque al poco rato, él empezaba a acariciarme, a sobarme las tetas y hacerme notar su polla empalmada en mis nalgas.

Yo a esa edad, ya no era una ingenua en temas sexuales, había follado con varios chicos y podía consentir o no cualquier relación de ese tipo, pero en esta ocasión el que frotaba su polla con mi culo, era mi padre y yo se lo estaba permitiendo, con la lógica calentura por mi parte y el humedecimiento de mi vagina al roce de sus dedos, lo que le encendía todavía más a él, hasta el punto de que mis gemidos le abrían la puerta a seguir con sus avances,  hasta terminar bajándome las braguitas y subiéndome la camiseta para chuparme las tetas mientras metía sus dedos en mi coño.

               En ese momento ya no había vuelta atrás y aunque todavía siguiera viendo a mi padre a mi lado, metiéndome mano, yo solo era una mujer caliente que era deseada y gozada por un hombre, y en esta situación, cualquier sabe reconocer a una así cuando la tienen en sus brazos.

               Me preguntaréis porque le dejaba seguir, porque no le mandaba parar…., no lo sé, la verdad, podéis pensar lo que queráis de mí, quizás mi condición de sumisa afloraba, algo que no era nuevo para mí, ya que muchas veces, con mis amigos me había comportado igual y con mi padre, con más razón, tenía esa sensación con él.

               ¿Cómo esperaba a mi padre por las noches en mi cama? ¿Sin bragas, excitada….?

               Desde luego, nerviosa, inquieta, no quería dormirme hasta saber si esa noche iba a venir o no, porque no todas las noches lo hacía y cuando eso pasaba, yo me masturbaba para calmar esa ansiedad acumulada……

               Cuando eso empezó a convertirse en un hábito, era una sensación extraña para mí…. ¿Cómo podía desear que mi padre viniera a follarme, como si fuera mi marido que llegaba tarde a casa después de trabajar….?  Ya sé que no es un sentimiento normal, pero desde que empecé las primeras líneas de la primera parte de este relato, ya se veía que no era una historia “normal” y todo lo que fue sucediendo estaba condicionado por esa forma de asumir como normales cosas que no lo eran.

               Otros me preguntasteis, si mi padre me violaba……, pues la verdad, cada uno puede interpretarlo como quiera, pero yo nunca le dije que NO, nunca me opuse a lo que él hacía conmigo…… Eso quizás, hizo que esa situación se normalizara, que el viera normal follar con su hija y yo asumiera que eso tenía que pasar como si fuera lo más normal del mundo.

               La primera vez que yo vi el pene de mi padre en erección, con esa imagen majestuosa, poderosa ante mis ojos, casi hipnótica, viendo sus venas marcadas en la piel y el glande que rebosaba, rojo y jugoso, ya me impresionó, como a cualquier chica que ve la polla de un hombre maduro, cuando está acostumbrada a las pollas de los chicos de su edad.

               Pero esa primera vez que la pone a la entrada de tu coño y ves como entra suavemente aprovechando tu lubricación y excitación de ese momento, creo que dejas de ver a tu padre y sólo ves a un hombre dándote placer, deslizándose dentro de ti y llenándote toda, como nunca te has sentido, follándote y sintiendo su respiración acelerada y profunda a medida que se va metiendo más dentro de ti hasta que ya no puedes contener tu corrida que se mezcla con la de él en una descarnada relación carnal que no te permite pensar en otra cosa, más que en disfrutar.

               Una vez que te saca la polla y la ves toda mojada con esa mezcla de su semen y tus flujos, volvía a ver a mi padre, tumbado a mi lado, en medio de ese sentimiento de confusión preguntándome por qué estaba follando con mi padre……

               Otras que hayan pasado por esta situación, quizás puedan comprenderme, o puede que ellas lo hayan vivido de otra manera. Puede que sus casos fueran de abuso, violación, algo que yo rechazo, eso no es disfrutar del sexo, algo que puede acercarse más a esas otras situaciones que se podían producir en cualquier lugar de la casa, cuando él, poseído por esa personalidad primaria, impetuosa y casi irracional, me agarraba, me arrancaba la blusa o lo que llevara, me bajaba las bragas, el pantalón o lo que llevara, y me penetraba sin preámbulos, cuando todavía no estaba excitada, de una forma dolorosa, pero enseguida, mi flujo empezaba a lubricar mi coño y eso es lo que hacía que él se excitara y empezara a llamarme zorra y puta, y  a tratarme de esa manera……

               Por alguna razón, los hombres que nos follan en esas circunstancias, al ver cómo nos excitamos con una polla dentro, piensan que al igual que él nos está follando, podemos disfrutar con cualquiera que nos meta la polla, sintiendo que no somos solo suya, sino que podemos ser de cualquiera y eso les altera, en cierta forma; yo creo que condicionando su relación con nosotras en el sexo y en la vida en general.

               También he hablado de esto con hombres que follan o han follado a sus hijas. Siempre es interesante conocer su opinión, aunque a veces la respuesta no es la que esperas y te resulte algo decepcionante, o simple, pudiera decirse.

               Así, cuando yo les preguntaba, algunos me respondían:

               —Porque es mi hija y puedo hacer lo que quiera con ella. Porque tiene que obedecerme —y satisfacerme, pero eso casi no se atreven a decírmelo.

               Otros intentan revestirlo de un amor que no existe en realidad, ya que solo es posesión y ellos hacen uso de ese Poder.

               Pero lo que yo pienso, es que el hombre solo se aprovecha de esa situación que le confiere su posición de “padre” y empieza a gozar de su hija cuando ella no puede negarse o se siente en el deber de conceder lo que su padre le pide y dependiendo de la forma en la que él lo consigo, generará temor o curiosidad, pero ambos sentimientos se acabarán transformando en placer, aunque sea un placer doloroso, en ocasiones.

               La actitud de mi madre, o de cualquier madre, ante todo eso que estaba pasando, puede ser llamativa, pero es algo que suele repetirse en estos casos, por conversaciones que he tenido con otras mujeres que han pasado por situaciones parecidas

               Una amiga de la infancia, con la que siempre tuve toda clase de confidencias, me comentaba eso mismo también, que a su madre no le importaba cuando su padre le metía mano, diciéndola incluso muchas tardes, que se fuera a echar la siesta con su padre……

               ¿Por qué muchas madres se comportan así? Quizás nosotras mismas podemos un día  sorprendernos actuando de esa manera…..

               ¿Un sometimiento ancestral y heredado, quizás? ¿Una complicidad con sus maridos? Algo de cierto puede que haya en todo ello. Mi madre procedía de la zona interior de Galicia, de una de esas aldeas remotas, antiguamente casi incomunicadas entre valles y montañas, donde sus gentes construían su propio mundo, donde la tierra era un valor preciado porque era su sustento, donde las familias numerosas eran habituales y en las que muchos de sus miembros se lanzaban a la emigración, prácticamente sin darles tiempo a abandonar esa infancia feliz en la que ya les había dado tiempo a conocer todos los secretos de la vida viviendo experiencias precoces que luego recordarían toda su vida.

               A mi madre no le gustaba mucho hablar de esas cosas, como si se avergonzara de ello, al darse cuenta de que todo eso no era normal en el mundo en el que ahora vivía, aunque la hubieran hecho feliz en su momento, como a sus tías mayores, que cuando las visitábamos, a ellas si les gustaba contarme todas esas historias del pasado que me asombraban y me llenaban de curiosidad y de morbo. Unas historias que darían para escribir miles de relatos, pero eso sería ya otro tema…….

               Estas mujeres mayores, dentro de su ignorancia, ya que apenas habían pisado una escuela,  eran un dechado de sabiduría sobre la vida, sobre las debilidades humanas y la forma de relacionarse con la Naturaleza. Una de ellas, siempre quería darme consejos sobre los hombres de una forma muy graciosa, diciéndome: «Para manter feliz ao teu home, tes que darlle a cona»…… Creo que se entiende bien, sin falta de traducir algo que viene a decir que para tener contento a un hombre, solo tienes que darle el coño. Algo tan simple como eso, pero que ha funcionado desde siempre.

               Mi madre también sabía eso y por eso quería tener feliz a su marido; sino podía ser con su coño, con el mío, porque en su mentalidad de supervivencia adquirida en esos valles profundos, dentro de la familia había que buscar la solución para todo, en esa ancestral forma de entender la vida heredada generación tras generación.

               En esas conversaciones encontré muchas respuestas sobre por qué me sucedía a mí lo que me sucedía, por qué mi madre consentía y alentaba, incluso, una relación familiar, tan íntima y por qué yo me encontraba encerrada en ese círculo de sometimiento y placer, que se iban alternando e incluso a veces se unían en un solo sentimiento.

               Pero yo creo que quien está inmerso en una relación incestuosa, por muchas respuestas que encuentre a sus preguntas, continuará haciéndose más preguntas, encontrando respuestas a veces poco convincentes, esperando siempre que alguien le dé respuestas más ciertas.

               El último personaje de esta historia es quizás, el más sorprendente, el novio consentidor, seguramente quien más amor sentía por mí, más que mi padre, incluso. Un amor incondicional y generoso, que durante años había visto como me follaban los demás y ahora él era feliz, cuando a mí me veía feliz con mi padre.

               Ya sé que muchos no comprenderéis su actitud, más cercana a la de esos maridos cornudos que disfrutan viendo follar a sus mujeres con otros, con ese morbo que solo los iniciados en el swinger conocen, pero él era así, diferente, quizás el único hombre que podría comprenderme y estar a mi lado sin que un día se desatara la tragedia.

               Por supuesto, él también disfrutaba de mí, me follaba y yo disfrutaba con él, pero él sabía que eso no era suficiente para mí y nunca me lo reprochaba. Quizás mi padre siempre pensara que él no era suficiente hombre para mí, pero él estaba contento con el que yo había elegido para ser mi novio, porque ¿qué otro iba a consentir que a su novia continuara follándola su padre?

               Para muchos, este “trío amoroso”, puede que sea el más enfermizo que puedan imaginar, si encima añadimos a una espectadora de lujo como mi madre, pero era el único posible en esas circunstancias que se había ido solapando día tras día, con el consentimiento de todos.

               Lógico que mi historia generara tantas preguntas en todos vosotros, ya que no sé si alguien ha contado algo parecido entre los miles de relatos que tiene esta página y la curiosidad generada ha sido palpable.

               Por eso intento responder a todas esas dudas de las que soy capaz de hacerlo, porque muchas otras, me siento incapaz y puede que tengan que ser otros los que sepan dar las respuestas.

               Hace poco, una amiga sumisa, me hacía ver la relación que existía entre el incesto y el sometimiento, tal como lo vivía ella con su “Amo”, algo en lo que nunca había reparado yo, y ciertamente esa relación existe desde el momento que se establece una relación de poder, en cierta forma pactada, que se va construyendo desde el día que comienza hasta el día que termina.

 

“Identificar o confundir al autor con el personaje, puede ser un defecto o error del lector, pero también causado por una virtud de autor. El autor solo es un intermediario para que los personajes y los lectores se conozcan.”

              

              

Me cogi a la mejor amiga de mi sobrina Andrea
vivo con mi hija de 10 años y se pasea en divinas bragas en casa,,nesecito consejos Yaaaa !

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