Jóvenes

Susto por perseguir a una colegiala: Relato 48,55% real

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«Pero quedé tan enamorado de ese culo  que me propuse a continuar con la persecución e irme hasta donde ella, y su novio, me llevaran. Ahí fue donde me excedí».

Hoy fue primer día de clases. Llevaba un par de meses sin ver adolescentes uniformadas y estaba muy ansioso por volver a deslumbrarme con su inasible belleza y regocijarme con la muy intensa arrechera que me provoca el verlas con sus falditas…

➣absurdamente cortas

➣innecesariamente cortas

➣indecentemente cortas

➣escandalosamente cortas

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De modo que tracé rumbo a un paradero de buses cercano donde se localiza un afortunado andén desnivelado de la calle, a un piso de altura. Mi lugar favorito para mironear y un santuario para quienes se deleitan viendo bajo las faldas. Aguardé con dedicada paciencia a que empezaran a pasar las muñecotas de varios colegios de secundaria aledaños. Me senté a recibir el sol en las costillas mientras llegaba el ganado, y vi una super morra de ±15 años con piernas de modelo, blanca y con patas a lo Gina Carano. Me levanté por reflejo, sin siquiera decidirlo y me le fuí detrás. Pero también por reflejo, me detuve. Hacia donde iba, no había desniveles importantes y sin estos, por más corta que sea la falda, no va a vérsele nada a la joven diosa. Además, así a nivel, pude ver el borde de su lycra negra. Hice un gesto de crudo desencanto y descarté el perseguirla al instante. Si al mismo nivel que ella podía verle la lycra, ya no valía la pena ningún esfuerzo por ver más. Lástima, porque estaba de 10/10.
Para no volver a perderme de nada, caminé al ‘hueco’ del paradero, pero antes de llegar vi a otro grupo de colegialas al otro lado de la avenida, una de las cuales llevaba la falda más corta que he visto. «De verdad ¿qué les pasa a estas morras?» me pregunté. Me puse como caballo, porque, estas muchachitas así cumplen cabalmente su objetivo de calentar pijas por ahí. Era menor que la anterior y la falda era aún más corta. Se veía hasta ordinaria, la tipita. Pero a mí no me importaba, para mí mejor. Decidí emprender la persecución, para ver qué podía verle a esta minita y luego matarme a pajas en la casa. Anduve unas decenas de metros a toda prisa y… la putica se subió a un bus. «¡Mierda! hoy no voy a tener suerte» me empecé a resignar. Pero seguí pensando en ese par de coles. ¿Cómo usan la falda así? ¿Los profesores se la pasan viéndola o son maricas? ¿Sus compañeros? ¿SUS PAPÁS? Con esas falditas así, con toda seguridad muestran hasta el apellido con solo subirse a un escalón. Y eso es lo  mínimo, no lo único, porque así se suben a escaleras altas, se sientan despernancadas en las mesas y en el suelo… en fin. Quizá el mundo logró a través de ingeniería social que los hombres fueran 0% arrechos y más como monigotes auto-reprimidos y co-reprimidos, que se tragaron el cuento de una hombría no tóxica y empezaron a actuar como si no les gustaran las mujeres. Qué le vamos a hacer.

Pasé una bocanada espesa de saliva y retomé hacia ‘el hueco’ del paradero. Esperé por diez minutos más y apareció otra cole-puta de esas que usan la faldita como para levantar clientes en una esquina, o levantar al menos mirones como yo. Esta putilla tuvo éxito, porque me encontró a mí. Iba con su huesudo novio y anduvo por la mitad alta del andén del paradero, y yo; ni corto ni perezoso anduve por la mitad baja, mirando para arriba.

¡Qué nalgas y qué cachetero blanco excitante, allá metido entre ese culo apretado! ¿qué camiando mami, qué tumbado, que flacides media deliciosa y qué morbazo verte desde aquí,  dos y medio metros debajo de tí! ¡Me voy a sacar tanta leche esta tarde por tí que voy a llenar un vasito solo en tu nombre!

Esta era una mina blanca de unos 15 años, de cuerpo bien formado pero aventajado por la edad y no por el cuidado. O sea, si no se pone pilas, se va a deformar rápido. ¡A echar gimnasio, mami! Tenía muy buena figura, pelo liso, muy largo y negro y, de cara, yo le pongo 6/10. Una típica ñera con pestañas postizas. Y movía ese culito de aquí para allá, y al paso siguiente de aquí para allá… y así. Seguí andando debajo de ella y mojando el bóxer hasta que el desnivel se deshizo. Pero quedé tan enamorado de ese culo (igual, no veía uno así de lindo, joven y tan de cerca y deliciosamente sin permiso, desde hacía meses) que me propuse a continuar con la persecución e irme hasta donde ella, y su novio, me llevaran. Ahí fue donde me excedí.

Seguí a esta putela…

De verdad ¿Por qué algunas colegialas quieren parecer más rameras que estudiantes?

Seguí a esta putela por varias cuadras, rogando que siguiera calle arriba y no se fuera por ninguna calle bajante. Venía de rodillas por dentro, haciedno un ruego sin vergüenza:

«Dale mami, vete cuesta arriba, déjame verte otra vez ese pedazo de culo tan rico. Ya te vi la nalga izquierda y el triangulito que te forma el cachetero blanco y que se te mete entre el culo. Qué envidia con ese pedacito de lycra. Debe ser encantador ser esa prenda y estar oliéndote el ojete y el panochón sudado todo el día. Pero no soy esa lycra, sino yo, aquí, de lejos, mendigando un vistazo. No seas mala, déjame mirar, que con mirar no te quito nada ni sientes nada. Claramente, no sientes ni pena. Ten una obra de caridad con este tipo pervertido que tan poco ha tenido en la vida. Una miradita más y ya…».

Y se fue cuesta arriba. En aquel terreno yo ya no era experto. Nunca había perseguido a una colegiala por tan largo trayecto. Estaba arrechísimo. Al caminar, el tiro del jean me frotaba el cabezón yu se sentí muy bien. quería ver si podía venirme. Como no conocía al 100% el terreno, no sabía dónde había desniveles profundos para adelantarme, meterme y esperarla. Me tocaba conformarme con perseguirla y esperar que se subiera a cuestas más pendientes y verle otra vez ese culo que ya me había robado el corazón y nublado la mente. ¡Pero qué falda tan corta! Y, a la vez ¡Maldita sea que si es tan corta, no se le vea el culo todo el tiempo! ¡Debería vérsele todo el tiempo, por principio físico, por certeza matemática pero no… el encanto femenino puede más que la físico-mamtemática.

Se me aceleró el corazón aún más cuando tomó una calle super-pendiente (sí, sé lo que están pensando, aquí es como vivir en Nepal). Resoplé y le tiempo de ascender. Me pregunté cómo puede uno perseguir tanto a una pareja y que no se den cuenta. Qué inocencia… no esperen ¿inocencia? Vean esa faldita de prostituta. No es inocencia, es estupidez. Me sobé el pantalón. El vientop sopló.

¡Aleluya! ¡Puta, qué delicia ¿Qué es eso tan rico y a qué lo llevas al colegio? Qué culo tan rico, mi amor, te vas así para que tus profes y/o compañeros te la puedan meter rápido, solo jalando ese calzoncito para un lado y ya ¿no? Hoy ¿te culiaron? ¿Llevas ese orto cargado de semen que te ehcaron hace unas horas y ya está hecho pegote en las paredes de tu recto de colegiala?

Grité algunas de esas porquerías cuando le vi el culo entero gracias a la brisa fuerte. Pero no tuve fuerza, porque iba fatigado. Los años no pasan solos. Por otra parte, esta perrufla ni se inmutó en taparse, como haría la mayoría. Dejó que el mismo viento terminara de pasar y le volviera a dejar caer la falda. Y yo, solo me puse peor. Quería más y más. La próstata me palpitaba como loca.

Cuadras más adelante, se despidió de su novio, mediante un ritual de frotarse las lenguas en círculos por veinte segundos. Me senté a esperar y ellos al fin se separaron. Él cogió cuesta abajo y ella… ¡Cuesta arriba! Por escalinatas muy pendientes! Fue ahí donde, yo que ato cabos, una vieja notó mi accionar y me siguió también. Yo no iba a darme cuenta nunca, porque estaba demasiado drogado por mis propias hormonas. Al rato, la mujer iba a armar el griterío.
Me le fui detrás a la colegiala con faldita de prostituta hambrienta, y hecho yo un maniaco. Hacía unos minutos había perdido el control de mí mismo, cuando el viento le levantó la falda y le vi el culo enterito muy de cerca. Ahora iba detrás de ella como perro, agachadito en las escalas y queriendo olfatearle su rico ano. No anduve más por la escalinata sino al lado, por la cuesta de pasto, para verla por debajo. Me agaché. Ay, ese culo. El culo de mis sueños. Ella superó las escalintas y se fue a un puente. Ya hehco un compelto idiota, me fue a la orilla de la quebrada a verla por debajo desde allí. Desde que el viento le subió la falda y le vi el culo completo, me quedé imbécil y dejé de vigilar que nadie me viera. Y esta vieja que había quizá en una tienda cuando la cole-prosti se despidió de su novio, estaba detrás mío también, quizá grabándome con un celular (estén pendientes en redes, quién quita y me convierta en estrella). Seguí cuesta arriba detrás de ella, convertido en un perro jadeante. Y entonces sonó esa voz arravalera que voy a tratar de olvidar:
—¿POR QUÉ LA SIGUE?
Me dije «Mierda» y la mujer subió el volumen y el tono y repitió:
—¿POR QUÉ LA SIGUE…? ¡OIGA!
Contra todo pronóstico, no se me bajó la sangre a los pies ni nada. Mi reacción fue hacer un gesto, auqnue fuera para mí mismo, de descarada sorpresa. Saqué la lengua hasta tan abajo que me toqué la barbilla y al tiempo reí en silencio. No sacudí la mano para no delatarme como sorprendido. La mujer se puso histérica de obtener mi atención y siguió con esto:
—OIGA, NIÑA, ESE LA VIENE SIGUIENDO DESDE ABAJO. ¿ES FAMILIAR SUYO? YO LA VI QUE LA VENÍA SIGUIENDO Y ME LE PEGUÉ A LA PATA TAMBIÉN. VIENE SIGUIŃDOLA Y MIRÁNDOLA.
Mi deliciosa víctima de fatal mironeo de culo (no sé si sobreviva), salió de su embeleco y volteó a mirar a la señora y luego a mí. La mujer añadió:
—A ESTOS GONORREAS HAY ES QUE MATARLOS… A ESTOS HIJUEPUTAS.
Yo reí. Ella claramente estaba tratando de llamar la atención de quienes estuvieran por ahí, pero para mi fortuna no había nadie. Aquí es peligrosísimo. Créanme, que le miren el culo a una tipita que viste como puta es lo mínimo de lo mínimo. Si hubiera salido «el esleider» y «el yover», yo no estaría aquí digitando sino en una mesa de medicina legal,  lleno de puñaladas. No obstante, de manera inverosímil, yo segúi riendo. Debo estar loco para no tener miedo. Solo seguí caminando cínicamente sin subir un ápice la velocidad. Creo que eso de que el que no tiene miedo DA MIEDO, es más cierto que uno mismo.

A esa señora, experta en eugenesia (pues, ya que dijo, «A ESTOS GONORREAS HAY ES QUE MATARLOS») le tengo una desalentadora noticia: El Foro Económico Mundial y el Club de Roma creen que el 95% de la raza humana debe ser eliminada y, dicho sea de paso; están en eso desde 2019. Y esa señora, que cree que yo soy de cierta clase que «hay que matarlos», está tanto como yo en ese 95%, junto con los administradores de esta página, la policía (humana) y ustedes, lectores.

Llegué a la casa y usé la fotografía mental de ese culito tragándose vorazmente ese cachetero blanco, con la falda al vuelo del gentil viento de montaña andina, para hacerme una paja CELESTIAL.  Voy a hacerme otra ahorita que presione «publicar».

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Lo peor que puede pasar es que notifiquen a los tombos y miren los videos de cuanta cámara de seguridad haya y pongan el video a viralizarse. No tengo ante quién sentir vergüenza y si alguien me identifica, me hace mala cara por una semana… mientras a través de redes les ponen otra cosa de qué preocuparse y lo del mirón pasa al olvido. Prrr.

Saludos a mis lectores y a las coelgialas que lean y no se pongan faldas tan cortas ¡miren lo que provocan!

 

 

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