Hoy quiero hablarles, por puro gusto mío y ojalá el de muchos de ustedes, de una morra que adoré. Inspirado en ella escribí Mi papi.
De algún relato por ahí en otra página, aprendí (o copié, jaja) la manía de poner actrices famosas conocidas a mis personajes en mis relatos para estimular la imaginacion del lector, en vez de desgastarme describiendo. Me queda muy poético y puede ser empalagoso.
Una vez en un canal argentino me topé con una película, que después averiguaría cuál era: La hora de la Siesta (2010), me quedé viéndola solo porque la actriz principal me prendó sin remedio ni esperanza: María Belén Poviña, apareció ante mis pobres ojos y frágil corazón, como un reflejo exacto de una morra de 13 años que amé profundamente en 2014: Yuri Michelle. Estudiante de octavo grado, proveniente de Cúcuta.
Era un curso de 40 estudiantes, 32 de los cuales eran morras de entre 12 y 14 años. Y 31 eran hermosas. Y había una terna de chicas que (eso pasa mucho, no sé porqué) eran las más mamasitas, que se juntaban. Eran Melanye, ternura total y un rostro de carátula de revista (lean «El día que la mierda valga plata«, ahí está), otra cuyo nombre no me acuerdo y era malosa, y Yuri.
Belén Poviña, Igualitica a Yuri.
Me asignaron la dirección de ese curso, Desde la primera hora, aún sin saber los nombres de nadie, vi a Yuri, sentada sobre la mesa de su escritorio, con la falda muy recogida. El uniforme era con pantymedia gris claro. Con el paso de los días, me di cuenta que Yuri era muy confiada con eso no sentarse bien, e hice algo opuesto a lo típico. Por lo general, y fe de eso la dan mis relatos, yo disfruto del espectáculo con disimulo. Pero con Yuri tuve una reacción paternal, supongo, porque ya estaba enamorado de ella. Le dije a solas, tan pronto pude, que así como la vieran, la tratarían. Que no mostrara tanto la piernas. Sé que suena hipócrita, de mi parte, pues he confesado en mis relatos ser un mirón empedernido. Pero Yuri era tan bonita y evocaba tanta bondad que sacó lo mejor de mí (pero de muy adetro, oiga).
Recuerdo que después, en una izada de bandera, ella estaba, como todos los demás, sentada en el asoleado piso del patio y yo, como siempre y por los siglos de los siglos, tratado de ver un poco más bajo las faldas. Pero ella ya tenía la falda metida entre las piernas y no como antes, como el primer día que la vi, que el parchecito cosido en la unión de su pantymedia gris me sacó suspiros y pajas. No. Yuri había atendido a mi consejo y se sentaba ahora como toda una señorita. «¿Quién lo mandó a sapo?» me dije. Al fin y al cabo, ese colegio era toda una descarga visual, para un adicto al upskirt. La introducción del cuento Así se conquista una de 13, es verídica. No es hipérbole. O sea que no ver bajo la falda de Yuri, no era una pérdida tan desastroza. Había mucho más que ver.
Por mi propia represión afectiva, siempre fui un profesor muy consentidor. Varias veces tuve problemas con directivos por eso, pero siempre me valió huevo. ¿Cómo no consentir a una estudiante adorable? ¿Por qué? ¿Porque lo dice el reglamento? Vivir siguiendo reglas es una manera muy miserable de existir. 0k.
A Melanye y a Yuri (a la otra no, por malosa) las mimaba como si fueran mis hijas. Estoy suspirando y sonriendo de solo recordarlo.
Durante una entrega de informes, fue la única vez que vi a Yuri de ropa particular. No podía creer lo bella que era. Ella estaba sola en un salón esperándome, mientras yo hablaba un sinfín de cosas inútiles y sin sentido con los papás reunidos. No sé si imaginen, amigos lectores, el paso tan lento del tiempo y el peso de la basura que hablábamos los padres y yo. Todo en el sistema educativo es ripio, palabrería, demagogia, pantalla, papeles, mierda y más mierda. Mientras del otro de la pared, estaba nada menos que el amor. EL AMOR.
Yuri se había presentado ante mí desde temprano y me había dicho que le contara lo que hablara con su acudiente. Este no era su padre ni madre. La mamá de ella seguía en Cúcuta. Tener complicidad por sobre su acudiente ya era mucho decir. Además, cuando me lo pidió, así de particular, su belleza hizo magia. el brillo de sus ojos negros, su pelo húmedo y su escote me estremecieron. No, no es una forma de decirlo, es literal. Un temblor pasó por mi cuerpo. No deben quedar muchos hombres como yo, que se encojan ante la belleza de una mujer, sobre todo tras las décadas de ingeniería social para erradicar la masculinidad. A mí no me hizo efecto esa mierda, y me enorgullezco de ser un cuarentón con mente y corazón de adolescente.
Lo que sigue puede ser difícil de creer. Van a decir que me pareció y ya, en mi obvia perversión o dervergonzada pasión sin sentido. Cuando al fin el habladero de mierda terminó, salí del aula y mis ansias de ver a Yuri eran tan intensas que ignoré groseramente a un grupo de compañeros que me aguardaban. Encontré a Yuri, que había pasado toda esa eternidad esperándome y saltó sobre mí. Le dije lo que quería saber y luego, nos quedamos viendo a los ojos. Yuri sabía que yo sentía algo por ella. Se lo llevaba insinuando durante semanas, y ella lo tomaba en juego, pero justo ahí estaba admitiendo con su mirada y actitud, que sabía que no era broma. Me dijo que pronto se iría, que vovlería a Cúcuta. Y añadió algo que no olvidé jamás: «Profe, usted sería un papá ejemplar». Yo no respondí, y sin palabras, ni siquiera con imágenes, sino con conceptos, me dije en mi mente: «Si tu fueras mi hija, cometería incesto YA». Al poco escribí el relato.
Pero, ni siendo, ni no siendo hija. Este mundo no es mravilloso, es más como una prisión.
A la semana siguiente la vi por última vez. Yo terminé yéndome primero que ella. La despedida de mi curso fue algo melodramática. Se imagianarán, precisamente yo, despedido por un curso de 8 chicos y 32 morras. Yo, el que más amaba y demostraba su amor a las morras. Me despedí de Melanye y luego, por último, de Yuri. Ahora que lo pienso, se veía mucho más niña en uniforme. Como una protesta y acto intencional de rebeldía contra el sistema y manifestación de amor por ella, besé fuertemente cada una de sus mejillas. Ella recibió los besos de tan buen grado que ahora no sé porqué no la besé también en la boca.
Duramos hablando por Facebook unos meses. Yo seguía haciendo de papá en juego de ella. Le aconsejaba en todo. Hasta que un día le dije algo que incluí en el relato:
«Yuri. Tú eres el ser más hermoso que haya visto y vaya a ver en la vida. Cuéntame todo de tu vida, siempre, cuenta conmigo, pídeme consejo sobre tus amores, que yo te lo daré, aunque muera de celos y dolor por dentro».
Pero ella prefirió no pedirme consejo sobre sus amores. Sabía de sobra que yo la amaba y quizá prefirió no hacerme daño.
Cerré esa cuenta de Face. Luego la busqué desde otras cuentas y nunca jamás la volví a encontrar.
Tenía fotos de ella tomadas por mí pero, las eliminé junto con los cientos de otros recuerdos de mi vida de profe, por deshacerme de los apegos. Encuentro más sano escribir y compartir sentimeintos que atesorar fotos. No sé, no soy esa clase de pervertido (soy otra clase de pervertido).
En 2019 o 20 vi La Hora de La Siesta y Belen Poviña se apoderó de mi atención, pero solo por haberme traído al corazón de vuelta a mi Yuri.
Belén Poviña
Una venia para Yuri Michelle y tooodo este amor para ella, donde esté.
©Sregoika 2023