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Consejos para un padre confundido

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Por alguna razón, la gente que conozco suele hacerme confidencias teniendo unas conversaciones que no es habitual tenerlas con cualquiera, sobre todo cuando conocen mi faceta de escritora de relatos eróticos que tratan temas poco convencionales, digamos, incluso dentro del erotismo, pero está demostrado que forman parte de las fantasías y realidades de muchas personas que a veces, no encuentran respuestas a sus preguntas y dudas sobre múltiples situaciones que tienen en la vida.

En una ocasión, charlando con mi amigo Víctor, con el que tengo bastante confianza, se sinceró conmigo y me contó algunas cosas que le preocupaban:

—Mira Verónicca, me da un poco de vergüenza contarte esto, pero como tú ya me confesaste alguna cosa de lo que te pasó a ti y sé que tienes  experiencia en estos temas, me atrevo a decírtelo, para que me des consejo.

—Sí, claro, no te preocupes, ya sabes que puedes hablar conmigo en confianza.

—Pues verás, tú conoces a mi hija, ya viste alguna vez lo cariñosa que es conmigo.

—Sí, hace un tiempo que no la veo, pero debe estar muy bonita ahora.

—Y que lo digas. Va a cumplir 12 años y está poniéndose preciosa, con sus formitas ya. Tú ya sabes que siempre tiene la costumbre desde pequeña de sentarse encima de mi cuando vemos la tele en casa o en la calle también cuando estamos en algún bar.

—Bueno, eso es normal, todas lo hacen y no hay ningún problema.

—Ya, pero el caso es que cuando está así sentada, tengo fuertes erecciones. Yo creo que ella lo nota y empieza a moverse como queriéndose frotar conmigo. Está un rato y se para, y vuelve a hacerlo otro rato, y yo me pongo de los nervios, porque acabo con un calentón que no sé qué hacer.

—Claro, jaja, eso les pasa a muchos. Yo creo que todas notamos eso alguna vez de pequeñas y nos divierte hacerlo.

—Ya me lo imagino. Cuando estamos así, yo también le acaricio los muslos, la barriga por debajo de la camiseta, el culito…….

—Vamos, que la tocas todo y tú  también la pones cachonda sobándola.

—Es que tiene la piel muy suave y a ella le gusta que lo haga, le encanta. Y sí, la verdad que la he tocado todo ya, porque cuando no está su madre delante, le aparto las braguitas con los dedos y le acaricio la vagina y ella se estremece toda, hasta acabar con toda la cara enrojecida jadeando.

—Claro, del gusto que le das, supongo que su vagina acabará toda roja también y se le pondrá empapada y muy jugosa.

—Sí, acaba con las bragas mojadas también. Ya se las tuve que cambiar alguna vez, para que su madre no se las viera así y también tengo miedo de que le vea la vagina enrojecida de tanto frotársela.

—Tienes que tener cuidado. Ya sé que tú mujer no es muy partidaria de esas cosas y podríais tener problemas.

—Por eso quiero pedirte consejo, porque no sé si hago bien o mal, si debo seguir o dejarlo ya.

—Supongo que llevarás ya tiempo haciendo esto.

—Sí, siempre me gustó acariciarla, pero no tanto como ahora.

—Entonces desde pequeña ya te has acostumbrado a sobarla y manosearla bien, más que acariciarla, y ella ya ha cogido el vicio, porque ya sabes cómo nos pone eso a las mujeres.

—Es verdad, lo que hago es calentarla para que se deje hacer de todo.

—Tú ya sabes mi opinión sobre estas cosas. Yo estoy en contra de forzar a nadie y sobre todo, a una niña así, pero cuando a ellas les gusta, lo desean, lo buscan, es un juego que disfrutan, y no lo veo mal. De hecho, ya sabes que así me pasó a mí y no tengo ningún trauma por ello, como a tantas otras que también les pasó. De todas formas, yo te aconsejaría ir poco a poco, viendo cómo reacciona la niña y para que no se asuste o se sienta incómoda. Tienes que tener paciencia para que ella misma acabe deseándolo más que tú, incluso.

—Eso está claro, no quisiera hacerla daño por nada del mundo, y que esto le traiga problemas en el futuro.

—Mientras ella no se oponga a tus manoseos, no veo porqué tenga que haberlos. Cada niña es distinta y reaccionan de distinta manera. Tú ya viste hasta donde llegué yo, pero en mi caso, mi madre lo consentía; en cambio en el tuyo, tienes que tener más cuidado con tu mujer, porque ella lo vería mal seguramente.

—Eso es lo malo. Que yo la veo disfrutar tanto a ella que tengo miedo de dejarme llevar, de ir más allá y que su madre nos descubra. De hecho, ya hice alguna cosa que pasé mucho miedo, pero también una excitación irresistible.

—¿Qué hiciste?

—Una noche cuando dormía, el pasado verano, hacía calor y se había quedado dormida desnuda en su cama. Estaba a medio tapar y cuando fui a ponerle la sábana por encima, vi que tenía las piernas abiertas y que tenía la rajita como un poco abierta, como si se hubiera estado tocando ella, porqué olía también a sexo. No pude resistir la tentación de ponerme a olerla y acabe pasándole la lengua, primero despacio para que no se despertara, pero luego terminé por comerle todo su coñito, hasta que echó una especie de líquido como de flujo mezclado con pis que me mojó toda la cara.

—La hiciste correrse, entonces… ¿Y tú crees que ella no se dio cuenta?

—Creo que sí, porque yo estaba tan entusiasmado lamiéndola que no me importó que se despertase, y hasta note que puso sus manos sobre mi cabeza para que no la quitara de entre sus piernas.

—¡Vaya con la cría!, debió de saberle a gloria eso. Ya veo que tienes una hija muy caliente. Pero seguro que hiciste más cosas con ella, si es tan receptiva.

—Antes si las hacía, cuando nos metíamos en la bañera los dos juntos. Mi mujer me decía que ya era mayor la niña para que nos bañáramos juntos, así que aprovechaba cuando ella no estaba para hacerlo. Ya te puedes imaginar las erecciones que tenía con ella en el agua. Se la ponía entre las piernas y ella me la agarraba con la mano divertida por cómo se ponía de grande y yo la dejaba, e incluso hice que me la moviera como si me masturbara, mientras yo se lo hacía a ella disimulando como que la lavaba. Alguna vez llegué a correrme, pero menos mal que no se dio cuenta al mezclarse el semen con el jabón.

—Bueno, ya veo que haces casi todo con ella, pero son las cosas que suele hacer todo el mundo. Lo que te preocupa es que ahora que va siendo mayor ella, dejen de ser juegos de niñas con sus papás y se convierta ya en puro sexo, de lo que ella sea muy consciente.

—Si, por eso te cuento todo esto.

En ese momento, entró en la cafetería mi amiga Vanesa, a la que también conocía él, y la llamé.

—Hola, hacía tiempo que no nos veíamos —me dijo ella.

—Sí, te echaba de menos. Estamos aquí hablando unas cosas, que a lo mejor, nos puedes echar una mano. No te importa, ¿no? —le pedí permiso a Víctor.

—No, si crees que podemos decírselo, no hay problema —dijo él, un poco resignado.

—¿Pero qué es eso tan misterioso que tenéis que decirme? —dijo Vanesa.

—Tú ya sabes qué él tiene una hija, pero el caso es que le están pasando unas cosas con ella que le tienen un poco confundido.

—O sea, que te calientas con ella, ¿no? —le dijo mi amiga, así directamente.

Víctor se quedó algo avergonzado y ella siguió:

—No te preocupes, hombre, eso os pasa a todos, pero no lo cuentan como tú.

Después de contarle un poco a Vanesa todo lo que me había dicho a mí, él la dijo:

—Pero es que no sé hasta qué punto es eso normal, y hasta donde se puede llegar.

—Pues mira, eso es como todo, depende sólo de vosotros dos. Muchas hemos pasado por eso, ya te contaría Verónicca lo suyo. Yo a la edad de tu hija, acabé chupándosela también a mi padre y luego él me la ponía en el coño y me decía que sólo me metía la puntita para no hacerme daño, y ¿sabes lo que paso? Pues que esa puntita, cada vez iba más adentro y llegó un momento en que ya me la metía toda y yo me ponía a gemir como una loca, y me moría del gusto.

—¡Buufffff!, eso sería un sueño para mí.

—Pues si me estáis diciendo que tu hija es tan caliente como lo éramos nosotras a su edad, podéis llegar a eso perfectamente.

—La verdad es que ya estuvo a punto de pasar una vez casi sin querer, cuando estaba en la bañera con ella, me estaba frotando con su vagina, y con el jabón en su cuerpo, mi polla resbaló entre sus piernas y como debió metérsele un poco en el agujerito, ella soltó un grito que me asustó; me dijo que le había hecho daño, y tuve que poner más cuidado, claro.

—La primera vez que se la metas, le va a doler, como a todas, pero tú ya sabes que si sigues, empezará a sentir placer. Habrás desvirgado a más chicas, ¿no? —le preguntó Vanesa.

—Sí, claro, jaja, cuando era joven a alguna, y a mi mujer también cuando éramos novios. Ella me dice que hasta ahora sólo lo hizo conmigo.

—Jajaja, ella se lo pierde, pero bueno, si es feliz así, ¿por qué probar más?

—Ya sabéis que mi mujer es muy tradicional, y siempre me ha sido fiel, por eso me da pena también por ella, el estar engañándola con su propia hija.

—¿Sabes una cosa? Mi abuela, que era muy sabia, me decía que lo que se hace con los de casa, no son cuernos, y que servía para unir más a la familia. Lo que habría visto ella con su experiencia, como para decir eso.

—Es que al final, es lo que hay, o te lo tomas así o siempre vas a vivir con miedos. Estas cosas han pasado siempre, y vosotras como mujeres, lo sabéis perfectamente —Terminó diciendo Víctor en esta conversación un poco atípica.

Las dos hablábamos con él, intentando convencerle para que pudiera tomar la mejor decisión, por lo que continuamos diciéndole:

—Además, yo creo que cuando nosotras no tenemos eso en casa, empezamos a buscarlo fuera. ¿Os habéis fijado en aquél señor que está sentado con la nena en esa mesa?

—Sí, miré antes y me llamaron la atención, porque vi que la estaba metiendo la mano entre las piernas, por debajo de la falda —nos dijo Víctor.

—Pues es lo que suele pasar. Debe de ser uno que la está invitando a tomar algo y está aprovechando para manosearla toda y ya ves que ella no dice nada y está tan normal. Además, ella ya es mayorcita y debe estar acostumbrada a estas cosas.

—Ésta debe ser una de esas que andan detrás  de los viejos para sacarles dinero por dejarse manosear, pero que lo hagan aquí lo veo muy descarado ya. Esto lo había visto en los parques, que siempre hay alguno que les dan algo para que se dejen. Una vez mi hija me contó que a alguna amiga suya le daban dinero por dejarse tocar, pero que ella no había querido.

—Porque tu hija ya tiene esa curiosidad satisfecha y no le llama la atención ya.

—Puede ser, pero las niñas son muy curiosas y enseguida se dan cuenta de cómo las miran y las buscan y las más atrevidas se deciden.

—Me da cierta ternura el verlos, porque ya me imagino dentro de unos años como el viejo ese, buscando estar con alguna cría jovencita —nos dijo Víctor.

—Dentro de unos años quién sabe cómo estarás con tu hija, si estáis todo el día follando sin necesidad de venir a estos sitios.

—Podría estar follándola hasta que yo ya no pudiera más, pero el encanto de estas edades que tienen ahora, es único y son momentos que no se repiten.

El tiempo dirá, amigo. Ya me irás contando…..

Terminamos esta conversación con mi amigo Víctor, que parecía ya algo más convencido y menos preocupado por lo que pudiera pasar, despidiéndonos hasta que pasados unos meses volvimos a coincidir en la calle, contándome bastante contento las novedades que había habido:

—Tengo que contarte algo. Gracias a esa conversación que tuvimos me animé y siguiendo vuestros consejos he acabado haciéndolo todo con mi hija.

—¿No me digas? Ya se te ve muy feliz. Me alegro de que os haya ido bien. ¿Y cómo se dieron las cosas? Cuéntame los detalles, anda….

—Pues fuimos ido avanzando poco a poco, como me aconsejasteis, pero intentando yo siempre ir un poco más allá. Cuando yo estaba con el pijama en casa y se me ponía encima, la erección se me notaba mucho y se me acababa saliendo toda la polla a su vista. Ella disimulando me la agarraba con la mano y la acariciaba, lo que aprovechaba yo para tocarla a ella y calentarla.

—Eso está genial. Que lo vea como un juego placentero para ella.

—Un día mi hija me comentó que una amiga le había dicho que había visto a una hermana suya mayor que tiene, chupar la polla de su novio, y parece ser que entre las dos debieron hablarlo como sería eso, si sería rico y todas esas cosas que les vinieron a la cabeza.

—Es normal. Las niñas ahora se pasan el día hablando de sexo.

—Están muy híper sexualizadas, pero mi hija me decía que ella no se atrevía a hacérselo a un chico eso y que la gustaría probar primero como se hace y a que sabe chupar una. Entonces, aprovechando que estábamos solos en casa, le dije que podía probar con la mía, a ver que le parecía. A mí se me había puesto dura al momento de tener esa conversación con ella y se la enseñé para que lo hiciera. Al principio la miraba con timidez, pero luego, poco a poco fue pasándole la lengua hasta que se la acabó tragando toda. Yo le iba preguntando y ella me decía que estaba rica sin parar de lamérmela según mis indicaciones.

—Qué suerte tuviste de tener esa oportunidad para decidirte.

—Ya ves, yo no podía ni creérmelo, cada vez iba haciéndolo mejor sin mordérmela con los dientes, y ella siguió hasta que acabé corriéndome, pero se la saqué antes para no echárselo en la boca y que se asustara. Al ver salir el semen, se quedó con los ojos muy abiertos y le dije que eso me había pasado porque lo había hecho muy bien y me había dado mucho gusto, y ella tan feliz de poder contarle a su amiga que ya lo había probado, pero yo la dije que mejor no lo comentara o por lo menos no dijera que había sido a mí a quien se lo había hecho.

—Sí, mejor que no lo diga, aunque no sabemos si su amiga acabará haciendo lo mismo.

—El caso es que ella siguió pidiéndome  hacer eso más veces, y hasta alguna vez tuve que decirla que no, porque su madre andaba cerca. Pero de esta forma, fuimos teniendo más confianza y complicidad y aprovechábamos cualquier momento en que estábamos solos para quedarnos desnudos y empezar con nuestros juegos. Yo le frotara mi polla con su vagina hasta que ella se corría, pero sin meterla. El caso, es que una vez de esas en que lo tenía tan mojado, cada vez parecía que mi glande entraba más dentro de su vagina y yo lo iba apretando un poco más hasta que le iba doliendo menos. Eso era lo que más le gustaba y ella misma me iba pidiendo que empujara un poco más, que aguantaría el dolor. Como decíais vosotras, ella ya estaba deseando tenerla toda dentro, pero a mí me costaba trabajo no metérsela toda de una vez, pero me controlaba, porque la mayoría de las veces me acababa corriendo ya haciendo solo eso, hasta que una vez sentí que prácticamente le había entrado ya y se la metí hasta el fondo. La cara que puso no se me olvidará nunca, porque cambió del dolor al placer en un momento y yo la sentía tan caliente dentro de su coño, que creo que fue la vez que más me corrí en mi vida. Fue increíble.

—Ese momento es maravilloso para los dos. A ninguna se nos olvida tampoco. Ahora que me lo estas contando me vienen tantos recuerdos a la cabeza, que estoy muy excitada. Pero me alegro por los dos que hayáis llegado a ello. Ahora tienes que seguir teniendo cuidado con tu mujer para que no se os estropeé todo.

—Sí, porqué tendrá que ser así, con lo bien que nos lo podríamos pasar los tres.

—Bueno, al menos has conseguido esto, que ya lo quisieran muchos.

—Os estoy muy agradecido a ti y tu amiga por todo lo que me dijisteis y los consejos que me disteis.

—Es un placer para mí ayudar a la gente a ser feliz.

Yo sé que padres como mi amigo, hay muchos y supongo que la mayoría pasarán por esa encrucijada de seguir dando pasos con sus hijas o detenerse por lo que pueda pasar. Yo no puedo decir a  todo el mundo que haga lo mismo, porque dependerá de cada caso y cada uno debe tomar sus decisiones con responsabilidad, pero a los que les ha ido bien, no hay duda de que  han vivido los momentos más felices de sus vidas y no se arrepienten nunca de haber dado ese paso.

DESPERTE la inocesncia de mi hija de 13 años ..
Los socios del ARO

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