Tabú

descripción de un video ilegal

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Ah, estaba de reitro espiritual pero ya regresé, más depravado que nunca. Ahí les dejo más basura inútil para que lean. 

Saludos a todos. 

 

 

Me fue entregado un video y encargada la tarea de realizar la descripción detallada de su contenido para un informe. El objetivo de este tipo de documentos es ofrecer evidencia confiable a funcionarios que necesitan acceder a esta, sin exponerlos a material altamente sensible. Dicho sin adornos: No todos quieren ver como descuartizan un hombre a machete, pero siempre pueden leer el documento hecho por pares policiales. Este procedimiento suscita un sesgo muy grave, ya que, con la intención de proteger la sensibilidad de algunas personas, las sensibilidades individuales de quienes producen la  descripción, infectarán invariablemente el documento e influenciarán a quienes lo lean. Por ejemplo, si el agente sabe que el hombre asesinado a machete, lo fue porque había abusado de la hija del perpetrador, entonces puede inducir a los lectores de su descripción a que el incidente fue un acto justo. He oído que se planea usar AI para generar estos documentos de evidencia sin contaminación de sensibilidad humana. 

El video que me enjaretaron era de la relación sexual entre un docente de educación física y una menor de 12 años. En este tipo de hechos, el sesgo del observador se vuelve un componente unívoco de la investigación. Yo había oído de casos en los que un o una menor, en edad pre-adolescente, sostenía relaciones sexuales con adultos pero no había un abuso visible. No obstante, el abuso debía ser reportado solo por razones éticas, por convenio, por código. Nunca imaginé toparme de frente con uno de esos casos. Se los contaré al detalle en este relato.

Rubén Tique Gucaneme, hombre de 35 años, profesional de la educación deportiva y laborando de planta en la IED Nueva Venecia, en los cerros Orientales de Bogotá. Yo conocía algunos detalles de su situación, pero el verlo en el video fue impactante. Los rumores de que era un drogadicto desaliñado, se quedaban cortos. A decir verdad, lucía para mí como un chirrete al que un buen baño le quitó el mugre y al que una afeitada dedicada le devolvió algunos años; pero al que nada podía quitarle los efectos que los años de calle y droga habían hecho a su cuerpo. Era huesudo, tenía más venas que músculos y tenía más tatuajes de los que esperas ver en un docente. Se amarraba el pelo en una coleta. Sus mejillas estaban hundidas y tenía los ojos saltones, debido a la pérdida de colágeno en los párpados. Hasta la ropa ceñida se le veía holgada.  Era una de esas personas que llega a los cincuenta años a los treinta.  

Decía la versión no oficial, que Tique llevaba años recibiendo favores sexuales de las estudiantes desde grado octavo a undécimo, a cambio de diversidad de otros favores que iban desde el encubrimiento hasta el expendio de drogas. Esta actividad se habría hecho normal en el IED Nueva Venecia, hasta que para una vendetta, una estudiante le tendió una trampa. Tique ya estaba en la cárcel, pero se evaluaba frenéticamente cuanta evidencia aparecía para poder condenarle con más saña y saciar la sed de “justicia” (más bien de propaganda) de los medios. 

La “víctima” en el video de la cámara de seguridad que me fue encargado, era la menor Elsy Martínez Ducuara. Medía 1,50m de estatura, tenía cabello lacio castaño muy abundante, su piel era trigueña y no tenía señales particulares como tatuajes o cicatrices. 

Ya habiendo visto el video, hecho la descripción y habiéndome apegado a los cánones, me desahogaré en este relato de lo que en verdad vi, lo que de verdad ocurrió. Elsy ya  venía entrenada por su padre para ser una cerdita complaciente. Y vaya que estaba como quería estar. Lo que uno se imagina por promedio cuando le dicen “nena de doce”, es una flaquita muy tierna. Pero Elsy sí que estaba carnosa. Supe después que hacía deporte desde muy niña, muy seguramente por diversión, pero para sus doce ya lo tenía como rutina. Imagínense ese culo. Parado, perfecto. En forma de corazón. Me di cuenta de que tenía que escribir esto cuando me sorprendí a mí mismo mordiéndome el labio de ver como le daban. Pero eso vendrá más adelante. 

Y el video va así:

A la bodega deportiva ingresa primero Elsy. Lleva uniforme de diario, compuesto de jardinera, debo decir—absurdamente corta. ¿Por qué quieren mostrar tan excesivamente las piernas y por qué las dejan hacerlo? ¿Quieren mantener a los profesores, transeúntes y quizá hasta a los papás con la próstata palpitando? Elsy va, con la mirada clavada en su smartphone. Se queda en medio, recargando la cola en el borde una mesa y deslizando ambos pulgares sobre la pantalla de su dispositivo, que le alumbra ligeramente la cara. Es una nena que, de veras, si la ves en la calle, te imaginas de una vez doblándola en una mesa para bombearle amor por esa cola. 

Pasan 9 minutos.

La luz rectangular de la puerta abriéndose vuelve a dibujarse en los objetos de la bodega e ingresa Tique. ¡Entra sobándose el pantalón! ¡Sabe a lo que va! Se junta a Elsy, la toma por la cintura y le besa el cuello. Ella es maleable como la plastilina. Sigue solo navegando es su dispositivo. Tique le manosea el pecho con mucha hambre y después de un rato le quita el saco. Ella suspende su abstracción en el celular para cooperar con el quite de la prenda. Una vez el suéter está en la mesa, Tique le mete las manos en la blusa y la manosea más y le besa el cuello. Su pelvis empieza a dar augurios de perreo. Ella sigue navegando. 

Así, Tique se gasta cuatro minutos y veintitrés segundos. Después de contado el tiempo, la gira tomándola por la cadera. Ella es dócil como muñeca. Tique la dobla y le voltea la falda sobre la cintura. Elsy tiene una lycra blanca muy pequeñita. Le queda muy apretada, le ahorca las nalgas y al material de la prenda se le hacen estrías en forma de V que entran en su culo. Pero qué culo tan lindo, si me permiten comentar. Un par de bombas muy firmes coronando esas piernas musculares de deportista. Tique se retira y sale del cuadro durante un segundo, hasta que vuelve arrastrando una silla. Se sienta y se pone el culito de Elsy cerca a la cara. Le muerde los glúteos a la menor con lentitud y le pone decenas de besos en todas las asentaderas. A mitad de la besuqueada, Tique desenfunda y a partir de ahí se masturba a ritmo moderado. Se los suelta solo para bajarle la prenda íntima a Elsy. ¿Qué hace ella? Sigue navegando, con sus pequeñas tetecitas limoneras pegadas a la mesa. Debajo de la lycra, Elsy lleva una tanga también blanca, de tipo deportivo. Se ve muy hot. Su lycra de gimnasio queda atorada a la altura de las rodillas de la estudiante. Tique mete los dedos con gentileza (el tipo de cosas que no se puede decir en el informe oficial. Debes decir “Con brutalidad”) entre la piel de la nena y la tanga. Logra halarla y hacerla a un lado. Durante todo el resto de la sesión, ha de estar así, dando acceso a las delicias de Elsy. Tique le separa las nalgas con los pulgares y al ver el ano de la nena, parece extasiarse. Su dorso pierde fuerza y exhala. Inclusive tiembla. Le observa el asterisquito (no visible a la cámara, por desgracia) durante 49 segundos, suspirando y saboreándose. Al fin le da un beso, con los ojos cerrados. Pasan 12 segundos mientras, supongo, Tique procesa su estado de clímax místico y entonces repite el tierno beso negro. Tique tiene los ojos cerrados y las cejas levantadas. De veras debe estar en las afueras de la galaxia. Deja caer la mandíbula y salir la punta de la lengua. Ella sigue navegando. El docente le mama el culo a Elsy, con esa expresión que solo tendría un niño somalí que come helado por segunda vez en su vida. El cuadro en general es una obra de arte. Es algo muy lindo y me hizo mojar el bóxer como cuando era adolescente. Una colegiala hermosa como el sol, doblada en una mesa, navegando en su dispositivo mientras su profesor de deportes le chupa el ojo del culo. El disfrute de ese tipo me dio envidia. No sabía que uno de hombre pudiera gozar tanto. Elsy usa una de sus manos para juntar todo su largo pelo a un solo lado de su espalda, y vuelve a sumergirse en su pantallita. Es excitante verla así de dispuesta, de dócil, de pequeña puta. Solo está siendo disfrutada por su profesor. Mientras, puede navegar divinamente. 

La mandíbula de Tique se abre y se cierra entre las nalgas de Elsy. Si eso no es comer culo, no sé qué será, entonces. Después de seis minutos de frenética mamada al orto, Tique separa la cabeza de las nalgas de la menor y “mira” hacia arriba con actitud de gloria. Pongo comillas en “mira” porque Tique no abre los ojos. El tipo está en el paraíso, nada menos. Ella, sigue navegando. Tique no ha dejado de pajearse moderadamente desde que se lo sacó. Ahora se pone de pie y al fin abre los ojos, se limpia la baba y le apunta con su miembro al cagaderito de Elsy. Usa una sola mano para separarle las nalgas y le pone el glande entre sus carnosas nalgas. Ella, al fin vuelve a la realidad y pone una palma en la mesa. Tiene que concentrarse mientras la enculan. Tique se lo mete muy despacio y Elsy hace unas pequeñas contorsiones con su dorso. Cuando al fin está todo (me imagino) dentro, Tique empieza a perrear muy suave, sin dejar de “mirar” hacia arriba. Elsy, vuelve a navegar. El tipo aprieta con ambas manos la cadera y los costados del dorso de Elsy. La frota de arriba abajo y de vuelta, y perrea suavemente. Desde la perspectiva de la cámara, no se ve el coito pero sí las nalgas aplanadas de Elsy. Tique le coge la falda y se la baja otra vez. Puede ser que tiene la fantasía de estársela echando así, en uniforme, quizá en medio de todos, incluso de sus padres. Quiere confirmarse la gloria de tener enculada a una colegiala de doce años. Super-enculada. Ella, sigue navegando. 

Después de 8 minutos y 19 segundos (y yo luchando contra mí mismo para no sacármela y pajearme), Tique no aguantó más y se fue a por el orgasmo. Subió intempestivamente la velocidad y fuerza de su bombeo. Ya no el apretaba las caderas a Elsy sino que se agarró de ellas como para no caer al vacío. Le daba con tantas ganas que hasta la mesa plástica empezó a desplazarse. Elsy tuvo suficiente de Internet. Inusitadamente soltó su celular y al fin pareció querer culear también. Puso ambas manos en la mesa y se sostenía para empujar a su amante. Quería sentirla bien adentro. Tique empezó a gruñir y ya no era perreo lo que hacía, sino una vibración. Y después de unos segundos, ya no se movió más, sino que se quedó adentro, empujando como si quisiera rajarla en dos. Elsy gritó dentro de su mano. Obviamente, estaba teniendo un tsunami de lefa espesa en las profundidades de su recto. Diez segundos después, súbitamente, Tique perdió las fuerzas y cayó de pecho sobre la espalda de Elsy. Respiraba como un toro y ella, volvió a coger el celular para navegar. Así se quedó el tipo por tres minutos y 39 segundos, hasta que volvió a moverse: Estimados lectores varones ¿Cuánto tiempo les toma sacar su pene de entre un culito? Lectoras damas ¿cuanto les toma a su hombre? Pues Tique se tomó tres minutos y cincuenta y cinco segundos. La desenculada más lenta de la historia. Y su chiche era de menos del promedio. Solo que, nadie quiere salir del paraíso ¿cierto? Salir del calorcito, la estrechez y el amor de un culito pre-adolescente al frío exterior… 

Tique cayó en la silla, como muerto. Elsy lo notó y puso una última vez su dispositivo en la mesa para arreglarse la tanga y subirse la lycra. También se arregló la falda. Ser culeada era algo rutinario. Quizá le gustaba (he oído de eso) sentir el semen dentro de ella. Dicen algunas autoras que no se puede sentir nada más rico, que es lo mejor de ser mujer. Elsy ya debía disfrutar, a lo mejor, de sentirse como una bolsa de mecos. Volvió a coger el celular, ya vestidita, como si no hubiera sido enculada, perreada y eyaculada hasta la gloria; y se dispuso a irse. Pero vio a Tique ahí despojado en la silla, con la pita de fuera, se compadeció y se arrodilló para mamársela. Se lo dejó bien limpio, se lo guardó, le subió el bóxer y le haló del cordón del pantalón. Cuando se iba, Tique le subió la faldita para ver por última vez su jugoso trasero. Ella se detuvo para que él diera ese último vistazo, el incluso se dobló y meneó un poco. Tique vio por unos segundos más todo lo que acababa de comerse. Elsy se enderezó y marchó. La falda cayó en su sitio y ella se fue, con los ojos clavados en su celular, navegando. Tique durmió por dos minutos. 

El video llegó a su fin y supe que era hora de fingir tremenda indignación para 1) escribir el informe y luego 2) ir a entregarlo. Me aguanté la pajeada brutal. Pero no debí aguantármela, debí pajearme hasta la locura.  ¿Por qué? Porque me quedé super-cargado y así llegué hasta la noche cuando en casa, me encontré a mi hija Laura, de trece años, en su uniformito de colegio. 

 

Si hay colegialas de entre 12 y 16 años leyendo, les mando mucho amor, reverencias y besos en ese )*( . 

 

 

En el grupo de oración
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