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Suspiros en la noche

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Ladrón sorprende a niño masturbándose

 

Por recomendación de mi tío, a los 18 años me contrataron como ayudante de jardinería en un lujoso barrio cerrado. Apenas sabía yo algo de ese trabajo, pero mi buen aspecto facilitó las cosas.

¡Qué lugar increíble!

Los autos de alta gama que circulaban por las calles internas eran uno más impresionante que otro. También las mujeres y niñas eran unas bellezas. A veces, las observaba de reojo mientras yo carpía las malezas y ellas hacían gimnasia o salían a trotar.

Se notaba que el dinero corría a chorros en esos lugares. El contraste con la villa que rodeaba sus alambradas y muros era notable. La mayoría de las empleadas domésticas, camareras, empleados de mantenimiento, vigiladores y jardineros éramos de esas casas de chapa.

«Nos pagan poco, pero al menos hay trabajo», decían mis compañeros de labor. Pero yo me sentía humillado por trabajar de sirviente en medio de tanta riqueza, mientras otros chicos de mi edad disfrutaban de la abundancia. ¿Por qué la vida repartía cartas tan desparejas? Esos niñatos lo tenían todo.

Decidí aprovechar mi trabajo allí para entrar a alguna de las casas y llevarme algo. Podría venderlo o quedármelo. Esas familias viajaban mucho y algunas de las mansiones estaban buena parte del año deshabitadas. Tenían tantas cosas que ni se darían cuenta del hurto.

Una tarde, al terminar mi trabajo en la cancha de golf, me escondí en una casilla de herramientas a esperar la noche.

Había notado que una enorme casa, a pocos metros de mi escondite, tenía un ventanal mal cerrado. Esa mañana había escuchado al hombre que vivía allí quejarse de mala manera porque la alarma y las cámaras se había descompuesto. El encargado de la seguridad le prometió que al día siguiente solucionaría ese problema.

Entré sigilosamente a la casa, iluminando con mi celular. Había mucho para elegir.

Al subir las escaleras, oí un sonido apagado. ¿Era el ronroneo de un gato? Eso parecía…

Me dio curiosidad y me acerqué a una habitación. Lo que vi fue inesperado.

Un adolescente –casi un niño- se estaba haciendo la paja. El chico estaba completamente desnudo y era muy guapo. Una lámpara, en su mesa de luz, iluminaba la escena.

Con mi celular lo filmé, haciendo zoom varias veces en su cara: el niño mantenía los ojos cerrados y gemía mientras se masturbaba. No soy gay, pero era una escena muy caliente que se puso mejor cuando alcanzó el clímax.

Antes de que se recuperara estuve sobre él y le cubrí la boca para que no gritara.

-Si gritás, subo lo que acabo de filmar a Internet y vas a ser famoso.

Y le mostré lo que acababa de grabar.

-¿Vas a ser un buen chico y quedarte callado?

Asintió, asustado, y lo liberé.

-No vayas a hacer eso…

-Si te portás bien, no va a pasar nada. ¿En qué pensabas mientras te hacías la paja? ¿En chicas o chicos?

-En chicas…

-Quedate como estás.

Encendí la luz de la habitación. La vista de ese cuerpo hermoso me excitó. Sobre su vientre plano todavía se deslizaban unas gotas de semen.

– ¿Qué edad tenés?

-Trece, señor.

-Decís bien. Soy tu señor. Y vas a satisfacerme.

-No entiendo…

Acerqué mis labios a los suyos y lo besé. El chico tenía alguna experiencia porque respondió a mi lengua. Nuestra saliva empezó a mezclarse en un encuentro silencioso e intenso.

En una pausa, el niño susurró: -No me lastimes…

– Tranquilo…¿Cómo te llamás?

-Nicolás.

-Lindo nombre- dije, quitándome la camisa. Me incliné sobre él y volvimos a besarnos, pero ahora estábamos abrazados. Su piel sedosa invitaba a acariciarlo delicadamente, lo que hice con gran placer.

Después de unos minutos, se apartó.

-Señor, necesito ir al baño.

-Iremos juntos. Nada de trucos.

Yo era bastante más alto que Nicolás y le puse una mano sobre el hombro, manteniendo el control.

Realmente el niño deseaba orinar. Mientras el chico meaba, revisé el tocador. Un frasco de vaselina atrajo mi atención.

– ¿Te gustaron los besos?

– Sí, señor. Mucho.

-Esto recién empieza… Limpiate bien la cola…Usá el bidet y jabón. No seas culo sucio.

El chico obedeció y se lavó a conciencia. Volvimos a su dormitorio. Le ordené ponerse en la posición del perrito.

– ¿Me vas a violar?

-No. Hacé lo que te digo.

Con mi lengua empecé a estimular su ano. Lo había hecho con algunas chicas y sabía que eso las excitaba. Con Nicolás dio un resultado excepcional. El niño suspiraba, disfrutando a pleno la experiencia.

– ¿Te habías imaginado esto? -le dije, haciendo una pausa.

-No. Fue increíble.

– ¿Un poco más?

-Sí, por favor…

Volví a hundir mi lengua en ese rosado agujerito, que ante el estímulo continuo empezaba a ensancharse. Los jadeos se intensificaron.

-Te voy a meter un dedo. Si te duele, paro. ¿Está bien?

-Sí.

Eché un poco de vaselina en el ano del niño y le metí mi dedo medio con ternura.

– ¿Estás bien?

-Mmmm… Qué rico…

Empecé a mover el dedo, que entraba muy bien por el lubricante. Con mi otra mano le acariciaba el muslo. 

-Tenés un hermoso trasero, amigo.

-Gracias…Mmmm… ¡No pares…!

El pene del niño estaba en erección. Nicolás había bajado la cabeza el colchón. La colita levantada facilitaba penetrarlo. Le metí un segundo dedo, que se deslizó con facilidad. Se quejó un poco.

– ¿Estás bien? – dije sin dejar de mover mis dedos dentro de su culito.

-Ufff… sí, siga por favor…

Había llegado el momento. No podía aguantar más la calentura. Me desnudé completamente, lo acomodé boca arriba, con la cola en el borde de la cama y levanté sus piernas. Eché vaselina sobre sus genitales y unté su agujero, ya dilatado. Acaricié sus huevitos.

-Dijiste que no me ibas a violar…-dijo con picardía.

-Violación es a la fuerza, Nico, y por lo que veo estás tan excitado como yo.

El chico sonrió, cerró los ojos y, suavemente, se la fui metiendo, hasta que entró toda. Comencé a bombear, mientras observaba ese cuerpo suave y delicado.

Cuando gimió por primera vez, hice una pausa, me eché sobre él y nos besamos nuevamente.

-Sos muy lindo, Nico

-Y vos sos muy fuerte.

Volví a darle un poco más. Un ruido húmedo acompañaba cada embestida, mientras el niño suspiraba cada vez con más intensidad. Finalmente eyaculé dentro del chico, uno de mis orgasmos inolvidables.

Limpié con un pañuelo de papel el semen que chorreaba de su agujero.

-Como te portaste bien, te voy a dar un premio- le dije.

Lo acomodé en la cama y empecé a mamársela. El chico apenas tenía unos pocos pelitos en la base del pene, la verdad daba gusto chupársela. No pudo aguantar demasiado. Con un alegre gemido, alcanzó el orgasmo. Tragué su leche con avidez.

Nos acostamos abrazados. Mientras lo acariciaba, Nicolás me contó que su padrastro lo había dejado en casa porque había sacado malas notas. Estaba en penitencia, sin celular. La Play Station y su notebook, guardadas bajo llave.

-Me preguntaste en qué pensaba cuando me sorprendiste haciéndome la paja. Bueno, imaginaba que me estaban violando unos africanos. Yo había caído en su territorio sagrado…

-Bueno, no soy africano, pero sí bastante morocho. ¿A qué hora vuelven tus padres?

-No sé, tardísimo, podemos seguir…- y sus labios buscaron los míos.

———

Dos horas más tarde, ya exhausto de tanto sexo, salí de la casa. Desde una ventana, Nicolás me saludó, sonriendo.

Me sentí satisfecho. Aunque yo no había robado nada, había encontrado un tesoro. Y volvería a disfrutar de él.

el favor
soy un papa que vivo con dos hijas de 10 y 12 años y estan bien desarrolladitas ,nesecito consejos

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