Confesiones Sexo Oral Tabú Zoofilia

Un día de navidad.

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Carolina estaba recostada en la playa disfrutando del sol.      Era el veinticuatro de diciembre, esta noche iba a ser la “Nochebuena” y ella estaba disfrutando del verano y del sol de la cuarta región, le encantaba la tranquilidad de las playas serenenses.      Su matrimonio había llegado a su fin abruptamente después que descubrió a su marido con su mejor amiga desnudos en la cama matrimonial.

 

 

Había encontrado esta pequeña bahía lejos del poblado y el rumor de bañistas y turistas.      Se había arriesgado a darse un baño de sol totalmente desnuda.      Le encantaba disfrutar los baños de sol de esa manera, ya que de ese modo su bronceado era perfecto y sin marcas de traje de baño.      Además, ella disfrutaba la soledad y odiaba esas playas abarrotadas de turistas, bañistas, vendedores y niños chuteando arena por todos lados, por eso se sentía feliz en su playa “Privada”.

 

 

La playa era una hermosa entrada de mar con barrancos desérticos y amarillentos, había una leve brisa que rizaba apenas las aguas trasparentes color turquesa, simplemente un pequeño paraíso terrenal.      Carolina había decidido venir a descansar y a reponerse en este balneario totalmente sola, estaba harta de hombres y sus inherentes problemas.      Solo con su inseparable Dálmata Gio, nunca viajaba sin él, él era su mejor amigo y el único macho en quien podía confiar.      Gio estaba feliz y se divertía mucho, le encantaba nadar en las límpidas aguas calaítas.

 

 

Carolina estaba soñando despierta.      Obviamente en su sueño hacía mucho calor, la brisa era fresca y rozaba deliciosamente sus cálidos y duros pezones, ella comenzó a acariciar su cuerpo casi en modo suave, casual e inconsciente.      Sus ojos estaban entrecerrados sintiendo la libidinosidad que le causaban el roce de sus manos.      Sus dedos se desplazaron sobre sus fuertes y duros pezones, su senos túrgidos se bamboleaban sobre su pecho.      Sus dedos viajaron por su vientre y automáticamente separó ligeramente sus piernas.      Acarició su monte de venus perfectamente depilado y el interno de sus bien torneados muslos.

 

 

Un exquisito escalofrío recorrió su cuerpo.      Sintió que la humedad de su coño se incrementaba aún cuando ella ni siquiera lo había tocado.      Su mano izquierda subió otra vez sobre sus tetas, mientras que su mano derecha se enfiló en el húmedo surco de su panocha caliente y empapada.      Otro delicioso escalofrío remeció su cuerpo cuando las yemas de sus dedos rozaron su botoncito escondido entre los pliegues rosados de su chocho.      Separó delicadamente sus gorditos e hinchados labios vaginales brillantes de fluidos que rezumaban de las profundidades de su vagina y, afondó delicadamente su dedo medio en el ojete del placer bañándolo completamente con sus tibios humores.

 

 

Sondeó su coño con su dedo dejando escapar suaves gemidos, luego lo sacó y se lo llevó a la boca.      El sabor salino de su propio coño la excitó aún más.      Supo que ahora ella estaba muy cachonda con su conchita completamente mojada.      Abrió más las piernas, para permitir que sus dos manos estimulen su coño.      Insertó tres dedos de su mano izquierda en su coño mojado y su mano derecha comenzó a rasguear la parte superior de su panocha cual si fuera la cuerda de una guitarra

 

 

Sus movimientos eran dulces, suaves y lentos, con sus ojos semi cerrados.      Su rostro reflejaba paz, alegría y su incipiente cachondez.      Su cuerpo comenzaba a estremecerse con las ondas crecientes de un fugaz orgasmo que se manifestaba en la parte inferior de su cuerpo.      Una tibieza y candor que comenzaba a expandirse con dulces escalofríos desde el interior de su coño que reaccionaba contrayéndose y provocando ligeras contracciones en su agujero anal.

 

 

Carolina aumentó la velocidad de sus dedos trabajando velozmente en su coño empapado, incrementando la presión y estimulación de sus rosadas carnes mojadas.      Su coño era una pequeña laguna, sacó sus dedos y se los llevo a la boca justo en el momento en que un corrientazo eléctrico atravesó su cuerpo, haciendo que su medula espinal transmitiese las señales precisas que ocasionaron que su espalda se arqueara, su rostro se desfigurara en una agónica mueca de placer y su cuerpo se estremeciera en espasmódicas olas orgásmicas.      Los fluidos de su agujerito del placer rezumaban abundantes, sus dedos fueron a por más, penetraron su coño repetidas veces y volvió a recoger ese líquido salino para llevárselo a su boca.      De una pequeña puntita rosada de su panocha salieron borbotones, fuertes chorros de orina que se esparcieron bañando sus pechos, su vientre y sus piernas, su cuerpo estaba enteramente salpicado de ese tibio líquido bilioso y azafranado.      Se sorprendió al sentir ese jugo dorado que se extendía sobre la tersa piel de su cuerpo desnudo.      No hizo ningún esfuerzo para que saliera, tampoco se esforzó en detenerlo, lo dejó salir libremente desde su excitado coño a salpicar sus esponjosas tetas.

 

 

Se revolcó un poco sobre la toalla en la cúspide de su hermoso orgasmo.      El líquido ambarino había hecho aumentar la gustosa sensación de su clímax.      Carolina no había cesado de frotar su coño mientras se orinaba encima, permanecía allí con sus muslos rociados y apretados, con sus manos perdidas en el vértice de sus piernas.      Su vientre hundido y mojado se sentía maravilloso.      La corriente de pipi parecía no querer terminar y escurría entre sus dedos metidos en su ingle.      Su vejiga debe haber estado llena al máximo para haber podido expeler tanta orina y acrecentar las sensaciones cachondas de su orgasmo.      Todavía meando leves chorritos, ella puso sus dedos a recoger esa lluvia dorada, para llevárselos a su sedienta boca.      Su sabor era sutil, ella reconocía su propio sabor y le gustaba beber sus orines frescos y tibios.

 

 

Pero había alguien más que reconocía y degustaba esos familiares orines lengüeteando sus suaves piernas y acercándose tímidamente a la convergencia de sus muslos.

—¡Gio, chico! … ¡Estaba justo soñando contigo! … ¡je-je-je! …

Al parecer Gio había percibido los fuertes aromas que emanaba su coño caliente y había comenzado a lengüetear el surco carnoso de su vulva ferozmente, para tragar ávidamente gran parte de ese delicioso orina.      Por supuesto que él no se detuvo cuando ella dejó de mear, en ese tierno y cálido agujero había muchos más fluidos sabrosos.      Comenzó a hozar entre sus hinchados y enrojecidos labios excitados.      Insertó profundamente su lengua, Carolina impactada al centro de su placer, cayó hacia atrás con su espalda arqueada, sus piernas abiertas y su pelvis mojada empujando contra esa intrusa lengua invasora.      El coño de Carolina respondió produciendo más y más fluidos que Gio prontamente se dedicó a lengüetear y a beber.

 

 

La lengua de Gio estaba metida profundamente en ella, Carolina había abierto los labios de su coño con sus manos y presentía la llegada de un segundo poderoso orgasmo.      El perro la follaba con su hocico y su lengua.      Siempre había sido un exquisito placer para ella sentir la lengua de su mascota penetrando su vulva enardecida.      Era obvio que él también disfrutaba a beber los jugos de ella.      Ella nunca dejaba de impresionarse y estremecerse al toque de esa tosca lengua de perro.      Se corrió otras dos veces mientras su leal amante lengüeteaba sin cesar su ardorosa panocha.

—¡Detente! … ¡Detente! … ¡Oh, mi Dios! … ¡Para, Gio! … ¡Me vas a matar! …

Carolina cubrió la hendedura de su trajinada vagina, bloqueando la entrada a esa incansable lengua canina.      Con la otra mano empujó la cabeza del animal lejos de su tiritón coño.      Gio insistía en lamer alrededor de sus dedos, pero ya no podía alcanzar la vagina de Carolina que había cerrado sus muslos estrechamente.      Se sentó en la húmeda toalla y acarició la cabeza del perro que alegremente meneaba su cola e intentaba lengüetear sus dedos mojados:

—¡Oh, Gio! … ¡Eres el mejor! … ¡Te amo, chico! …

Mientras rasqueteaba su liso pelaje, no dejaba de hablarle ansiosa:

—Te gustó mi pipi, ¿sí? … ¿Estaba delicioso, ¿no? … Bueno, chico … ahora es tu turno … quiero tu pipi, Gio … dame tu pipi, cariño …

Las palabras eran ya conocidas por el perro y eran una señal para él.      Él sabía lo que su ama quería.      Quería que él meara en su rostro, ya lo había hecho otras muchas veces, estaba entrenado para hacerlo.      Y el ciertamente podía darle en el gusto.       Así que cuando Carolina se recostó casi bajo su panza, hizo como hacen los perros machos; levantó una de sus patas traseras:

—¡Sí, chico! … ¡Suéltate! … ¡Dámelo todo! …

Ella no tuvo que decir nada más, él sabía exactamente que hacer; no fue fácil enseñárselo, pero ahora era un perro meón perfectamente entrenado, con su pata en el aire relajó su vejiga y disparó un largo y potente chorro amarillento sobre la clara tez de Carolina.      Ella cerró los ojos cuando la explosión de orina golpeo su rostro y tuvo que ajustar un poco su posición para recibirlo directamente en su boca.      Tragó y tragó con avidez, pero era demasiado y algo chorreó por sus mejillas, mojó sus largos y negros cabellos, filtrándose después sobre la blanca arena.      Una vez terminada la meada, Gio se sacudió y se acercó a su ama a sabiendas de lo que venía a continuación.

 

 

Carolina despejó la orina de sus ojos con un pañuelo de seda que siempre llevaba atado a su muñeca, sentada sobre la mojada toalla, ella atrapó a Gio por su collar y su mano se fue directamente bajo su panza y envolvió la funda de su polla que todavía goteaba algunas escasas gotas de orina.      Delicadamente la mano de ella comenzó a moverse hacia atrás y hacia adelante y la puntita de la verga de Gio comenzó a asomar modestamente.      Su pene estaba tieso por su hueso peniano, pero carecía la consistencia y la dureza que ella sabía podía alcanzar.      Se agachó a mirar el rojizo pene y vio algunas gotas salir de él, con dos dedos apretó e hizo caer las últimas gotas de orina.      Necesitaba hacerlo crecer y prontamente acercó su lengua al enrojecido miembro canino, abrió sus labios y chupo esa aguzada punta caliente.      Cerró sus ojos e hizo deslizar la polla de Gio dentro de su boca, comenzándolo a mamar entusiásticamente.      Disfrutaba del sabor de esa polla de perro, le parecía mucho más sabrosa y apetitosa que la polla de su ahora exmarido.      La hermosa polla rosada había crecido haciéndose más gruesa y larga, estaba casi completamente fuera de su peluda funda; Gio había comenzado a jadear con la mitad de su lengua colgando fuera de su hocico.

—¡Sí, chico! … ¡Ahora es tu turno! …

Dijo ella antes de engullir por entero la pija de Gio, obviamente a él le gustaba la sensación de esa cálida boca envolviendo su polla y, comenzó a hacer esos movimientos de follar que a ella le encantaban; más aún, a ella le gustaba sentir el grosor de su nudo llenando su pequeña boca:

—¡Uhmm! … ¡Sí que lo estás disfrutando, muchacho! … ¡Tu orina sabía deliciosamente! … Pero tu sabes lo que yo quiero ahora, ¿no? … ¡Tienes que darme tu lechita, tesoro! … ¡La quiero toda! …

Así diciendo lamió gustosamente toda la longitud del pene de Gio, luego se lo tragó y siguió mamándolo.      Acaricio delicadamente sus peludos cojones y junto con chupar su polla, comenzó a masturbarlo con una mano.      Sintió el nudo de Gio crecer bajo sus dedos y se abalanzó a lamerlo y besarlo, apretando ligeramente su agarre y dibujando círculos con su lengua alrededor de la hinchada bola de Gio.      Las primeras gotas de pre-semen comenzaron a emerger de su meato y Carolina las recogió con la punta de su lengua, le parecieron exquisitas y comenzó a chupar esa aguzada punta roja del pene de Gio tal cual fuese una bebé mamando de la mamadera.

 

 

Famélica y sedienta de leche, ella comenzó a ordeñar la polla de Gio, para así aumentar el flujo de esperma canino.      Por supuesto eso funcionó, ya no caían solo gotitas continuas, sino que también pequeños chorritos que ella rápidamente bebió como para saciar su sed y apetito.      Abrió sus labios un poco más y chupo la lechita directamente de la polla.      Su boca sentía los calientes chorritos de esperma, llegaban a su paladar y el sabor se expandía llenando sus sentidos gustativos.      Con los años, Carolina había mejorado sus aptitudes de chupadora de vergas, sabía perfectamente como y a cual velocidad succionar el manjar líquido de su amante para llevarlo al éxtasis de su clímax.      Masajeando y presionando su bola rítmicamente, Carolina estaba llevando a su amante peludo al paroxismo.      Sabía que el perro eyacula toda su esperma real solo cuando está en el coño de su perra, por lo tanto, los masajes a su bola eran para engañarlo y hacer que eyaculara toda su exquisita y salobre semen en su boca ansiosa.      Carolina metió el pene de Gio profundamente en su boca, casi hasta aprisionarlo con su guargüero, masajeó beata y acuciosamente la inflada bola de Gio, el nudo estaba completamente inflado, ella cerró sus dedos alrededor de la bola y Gio comenzó a correrse con densos borbotones de semen canino.      Gio había dejado de moverse, Carolina sintió un delicioso escalofrío cuando una gigantesca carga de semen caliente comenzó a salpicar dentro de su boca.      La primera descarga fue tan abundante y fuerte que parte de ella escurrió por la comisura de sus labios, hacia su barbilla.      Ella había tragado solo lo que pudo de esa primera descarga, cuando otra ráfaga lluviosa de esperma le empapó la lengua y las encías con leche caliente de perro.      Luego una tercera, cuarta, quinta y muchos chorritos menores que Carolina saboreo y tragó con avidez.      Luego sacó el pene de Gio de su boca y apunto los siguiente chorritos sobre sus pechos exuberantes, también recibió algunos borbotones en su rostro; a ella le agradaba sentir en su piel ese líquido acuoso y pegajoso de Gio.      No le importaba tanto, ya que enseguida el mismo Gio se encargaría de lamerlo desde su cara.

 

 

El flexible Gio giró su cuerpo y lamió las últimas gotas de su pija junto a los lamidos de su ama, Carolina soltó la polla y Gio siguió con lamidos a su rostro.      Ella abrió su boca y permitió que la lengua de él penetrara su boca como en un beso francés entre ella y Gio.      Ella amaba a su perro y sabía que era el mejor amante que jamás había tenido.

—¡Oh, chico! … ¡Eso fue genial! … no sé tú, pero a mi me gustó … y sé que me amas tanto como yo te amo a ti …

Le dijo mientras acariciaba el pelaje de la cabeza y el lomo.      Después se puso de pie y agregó:

—Y gracias por esa copiosa y sabrosa carga de esperma … espero tengas más para más tarde, muchacho …

Carolina sabía muy bien que no tenía porque preocuparse por eso.      Ahora necesitaba descansar un poco, pero estaba segura de que más tarde Gio llenaría su coño con un pedazo macizo de carne canina y mucha lechita candente.      Después de todo, su panocha también necesitaba un poco de reposo luego del abrumante sexo oral que Gio le había regalado pocos minutos atrás.

 

 

Lo que necesitaba ahora era un buen baño en las cristalinas aguas norteñas, se encaminó hacia el tranquilo oleaje marino con Gio que la seguía de cerca meneando su cola feliz.      Las tranquilas aguas mojaron su piel e inundaron todos sus recovecos, su coño pareció estrecharse de golpe sintiendo la fresca penetración salina.      Necesitaba su panocha limpia y relajada para que Gio pudiera llenarla de esperma.

 

 

Nadó junto a su perro y jugueteó con él por cerca de media hora, se sintió cansada y observó que el cielo comenzaba a cubrirse de nubes.      Nadaron hacia la playa y salieron caminando sobre la arena blanquizca.         Se sentó y de su mochila extrajo algunas vituallas que había traído para ella y para Gio, también tenía abundante agua mineral fresca, pensó que sería oportuno volver a llenar su vejiga para poder descargarla si se presentaba la ocasión que a ella le gustaba.      Ofreció algunas galletas de perro a Gio y ella se deleitó con algunos panecillos y dulces.      Cuando terminaron de comer, Gio se acurrucó a dormir al lado de su muslo.      Carolina se estiró y luego se recostó de espalda adormeciéndose casi al instante.

 

 

Su sueño fue interrumpido por cachondas sensaciones, pensó estar soñando algo salaz, pero no le venía de recordar nada.      Solo que la fría nariz de Gio otra vez estaba enterrada en su coño que estaba profusamente mojado una vez más.      Y Gio degustaba el ocre sabor de su vagina acuciosamente:

—¿Ya descansaste también tú, chico? …

Dijo Carolina riendo, ya que la lengua de Gio le hacía mucha cosquillas:

—¿Te gustaría quizás … una rica follada? … ¡Veo que estás tan cachondo como yo! … ¡Ven, buscaremos un lugar donde hacerlo! …

La chica se levantó y el perro la siguió hacia una depresión formada por dos dunas de arena, donde estar tranquilos y lejos de ojos indiscretos.      Ella quería hacerlo al estilo misionero, para lo cual hizo un montículo y así dar un poco de altura a su ingle y pelvis, se recostó de espalda, extendió y abrió sus piernas ampliamente y se dio unas palmaditas en su monte de venus:

—¡Ven, chico! … ¡Dame tu polla rica y caliente! … ¡Métela en mi coño, cariño! …

Dijo sonriendo; Gio no necesitaba de ulteriores estímulos, antes de que terminara de decir eso, él estaba sobre ella entre medio de sus piernas separadas.      Prontamente la montó con sus patas delanteras a ambos lados de su cuerpo delgado.      No necesitaba mayores instrucciones, ya lo había hecho muchas veces antes, se puede decir que era un veterano en follar el coño de su ama.     Después de solo un par de embestidas hizo centro y rellenó el coño de Carolina con su gran polla rojiza.     Ella gimió a alta voz y lo aferró por la piel de los costados arrimándolo más a su panocha penetrada, era la primera estocada certera.      El caliente pene de Gio comenzó a moverse como un pistón en su bien lubricada vagina.      Sintió que resbalaba fuera de su chocho apretado, para ser empujado con aún mayor vehemencia dentro de su cuevita del placer.      Gio sintió la cálida estrechez y respondió con veloces embestidas, llenando el coño caliente de su amante con su nudo, haciendo rebosar los fluidos de ella y los primeros goterones de pre-semen.      Su hocico estaba muy cerca de sus labios.

—¡Argh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! …

Carolina ahora gritaba y se afanaba a respirar, cada pinchazo del pene de Gio la hacía exhalar un sonoro gemido.      El perro empujó su polla continuando a rociar de esperma caliente las suaves y rosadas paredes de la vagina de ella.      La chica abrió los ojos y vio que su rostro estaba muy cerca del hocico de Gio:

—¡Qué rico que me lo haces, chico! … ¡Vamos, Gio … bésame! … ¡Oh, Dios! … ¡Haz llenado mi coño con tu nudo! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Lame mi cara y dame besitos en mi boca, amor! … ¡Ummmmmm! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! …

Diciendo esto ella acaricio su cabeza y atrajo su hocico a su rostro que, prontamente Gio comenzó a lamber.      Carolina abrió su boca para dejar entrar la lengua del perro.      Sintió un profundo amor por su mascota que taladraba su coño y besaba sus labios como un verdadero amante.      Ella chupo su lengua que la hacía sentir los primeros estremecimientos de un poderoso orgasmo en ciernes.      Levantó sus piernas y envolvió el lomo del animal para presionarlo lo más profundo posible en su coño ardoroso.      Gio continuaba a lamber sus rostro y las lagrimas de ella que acababa en un potente clímax abrazada a su mascota que la follaba sin misericordia.

 

 

El pene de Gio estaba atascado en el estrecho coño de Carolina, pero al abrir ella sus piernas, sintió un torrente caliente de esperma canino que inundaba completamente su matriz.      Esto la hizo temblar y con ambas manos sujetó a su amante para que continuara a impregnarla con ese líquido temperado que escurría dentro de ella llenándola completamente.      Su cuerpo convulsiono en espasmos y tiritones en un nuevo orgasmo infinito, su clímax era un subseguirse de orgasmo y mini orgasmos que habían hecho deformar su rostro en agónico éxtasis.

 

 

Carolina se sintió sobrepasada por las emociones y sensaciones que le procuraba la pija de Gio y abrió sus piernas lo más que pudo, permitiendo a la resbaladiza polla de Gio salir de su vagina temblorosa.      Ella notó que la polla de su perro continuaba a rociar su vientre, se deslizó como pudo rápidamente y tomó la pija chorreante en su boca, inmediatamente Gio comenzó a follar a una vertiginosa velocidad sus carnosos labios.      Carolina chupó y tragó todo lo que pudo, pero con este estimulo líquido se activo también su vejiga y otra vez tuvo ganas de orinar.      Se levantó de golpe y se ubicó sobre el lomo de Gio.

—Cariño … mami te dará un baño ahorita … no te vayas a mover, tesoro …

Así diciendo soltó un potente chorro de liquido ambarino que mojó el pelaje blanco y negro de Gio, el cual, acostumbrado a las usanzas de su ama, permaneció quieto a recibir la lluvia dorada que lo mojaba por completo, hasta parecía disfrutarlo mucho.

—Espero que tú también puedas darme algo de ti otra vez … quiero una buena meada de tu polla, amorcito …

Terminó de mear sobre el suave pelaje de Gio, restregó su coño sobre la fina piel del perro y luego se recostó sobre la arena.      El perro no necesitó ningún llamado, obedientemente se acercó a la cabeza de ella que lo esperaba con la boca abierta para recibir la orina que el animal comenzaba a rociar en su rostro.      Carolina bebió el tibio liquido ambarino, no quería perder ni una sola gota, así que acercó sus labios a la verga chorreante de él.

—¡Guau, chico! … ¡Esto fue genial! … ¡La próxima vez me mearas mis tetas! …

Cogió la polla de Gio con su mano por detrás del nudo y se la llevó a la boca, comenzando a mamar al perro que estiró su cuerpo y pareció agradecer las carantoñas de su ama.      Carolina sabía chupar muy bien su pija.      Así como lo chupaba y ordeñaba, ella sintió como la verga canina comenzaba a crecer y a engrosarse nuevamente.

—¡Uhm, chico! … ¡Qué temple! … ¡Al parecer nunca tienes suficiente! … ¡Pues te diré lo que haremos! … ¡Ahora follaremos a lo perrito! … ¡Así me anudas y me das tú esperma directo en mi útero! … ¡Vamos, Gio! … ¡Ven sobre mí! …

Carolina se colocó en cuatro patas con sus rodillas bien separadas para dejar suficiente espacio a Gio que prontamente la montó y comenzó a saltar y a empujar su polla hacia el agujero caliente de su perra humana.      La sapiente mano de ella ayudo al perro a encajar en un par de golpes su poderoso pene en las mojadas carnes rosadas de Carolina:

—¡Ouch! …

Chilló ella sintiendo la penetración hasta el fondo de la polla de Gio.      La pija canina estaba profundamente horadando las paredes vaginales de ella y la hacía gritar de placer.      Su nudo también entró y la verga no volvió a salir.      A vertiginosa velocidad Gio follaba el apretado coño de Carolina.      Los músculos vaginales de la chica masajeaban y sobajeaban el trozo caliente de carne perruna que pulsaba y se engrosaba cada vez más.      La chica sintió el ansia del perro por correrse dentro de ella, también sintió la formación de su propio orgasmo, su coño estaba contrayéndose salvajemente apretando la polla de perro.      Carolina estiró una mano a frotar su excitado clítoris y chilló cuando el primer chorro de semen de perro comenzó a llenarla.      Sus nalgas tiritaban y tubo que estirar su pierna derecha hacia atrás para suavizar un poco sus acalambrados músculos.      Ambos amantes se corrieron sincronizadamente.      Carolina aferró firmemente las patas traseras de Gio para impedir que su polla escapara de su chocho que estaba contraído apretando el pene del perro.

 

 

Ambos amantes rendidos permanecieron quietos y en silencio, todavía ella sentía las pulsaciones de la polla de Gio firmemente atada a su coño estrecho, expulsando chorros continuos de leche canina.      Parsimoniosamente Gio pasó una de sus patas traseras sobre la espalda de ella y la desmontó, quedando unidos por sus sexos en la posición culo con culo, como dos verdaderos amantes perrunos.      Cuando la serie de estremecimientos orgásmicos terminaron, Carolina se dejó caer con sus senos sobre la arena y su coño pendiendo atrapado al nudo de él.      Cerró sus ojos ensoñadores, pero no para dormir, sino para deleitarse de los gustitos que sentía su coño al estar lleno de pija de perro, disfrutaba intensamente el abotonamiento.      Después de un rato sintió los primeros chorritos de esperma y fluidos vaginales que salpicaban desde su coño y mojaban sus piernas, escurriendo por sus muslos, preludio de que el nudo se achicaba.      El nudo se estaba empequeñeciendo y pronto sería expulsado de su chocho.      Había sido una buena cogida después de todo.      Un aluvión de semen y fluidos escapó de su coño cuando el nudo salió disparado junto a la completa verga de Gio, su coño sensible tiritaba y se contraía de goce, pero sintiéndose vacío.       Habían estado atados por casi una veintena de minutos, el coño de Carolina rezumaba copiosas cantidades de esperma caliente, ella recogió algo con su mano y se lo llevó a la boca.      En cambio, Gio se fue a lamer el abierto surco de ella y Carolina se dejó caer de espalda con la piernas bien separadas para dejarse limpiar, más aún, con sus manos sujetó sus labios vaginales y abrió ampliamente su coño para permitir a Gio de lamber su concha acuciosamente.    Cosa que ella sabía muy bien le procuraría otro delicioso orgasmo.      Todavía convulsionando se enderezó y abrazó al perro:

—¡Uhmmmmm! … Sí este era tu regalo navideño para mí … sin duda es el mejor regalo que haya tenido en mi vida … Te quiero mucho chico, ¿lo sabes? …

Gio se abalanzó a lamer su rostro y sus manos.

—¡Ooohhh! … ¡Sí que lo sabes! … ha sido una maravillosa idea venir al norte a pasar la navidad junto a ti … je-je-je …

 

Fin

 

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Desde que mi hija de 12 años se desarrollo le tengo muchas ganas, uuffffffff que hago?
Yuri, 7 años después

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