Adolescentes Confesiones Incesto Primera Vez Tabú

La sobrina que todos desean

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            Desde que empecé a escribir relatos, han sido muchos los que me han escrito diciéndome que se identifican mucho con mis historias, o porque les han pasado a ellos cosas parecidas o porque me dicen que el sueño de su vida sería tener alguna experiencia como las que cuento en ellos.

           

            A todos ellos y a los que me han seguido durante estos años quiero hacerles este homenaje contando esta experiencia tan especial que tuvo un buen amigo al que agradezco su confianza conmigo para detallarme como pasó y con su permiso os la transmito con mi estilo personal en este relato, tal como me la contó:

           

 

””Mi hermana solía atraer a su hija a mi casa muchos días de verano  para que se bañara en la piscina que había en la urbanización donde vivía yo, por lo que disfrutaba mucho cuando venía a mi casa,  insistiéndole a su madre para venir todos los días.

 

            Ella no había llegado todavía a la adolescencia, tenía la piel un poco morena, cabello largo de color negro que la llegaba casi hasta su cintura, ojos negros, muy linda de cara, bastante alta para su edad, con un cuerpo de complexión normal empezando a formarse como mujer. Era una niña bastante simpática, juguetona y muy curiosa, constantemente hacia preguntas sobre todo lo que le parecía raro o nuevo para ella.

 

            Mi sobrina jugaba en el agua, llamando mi atención para que viera como se tiraba de cabeza y las tonterías que hacia y yo no podía evitar mirarla con algo de deseo, aunque intentaba no verla de esa forma, porque sentía que eso no era correcto y más siendo mi sobrina, pero la verdad es que últimamente miraba demasiado por la calle a las nenas de su edad, sobre todo en verano con esa ropa tan sexy que les gusta ponerse, resaltando sus formas en sus cuerpos de mujercitas.

 

            A pesar de eso, nunca había pasado de las simples miradas, o de algún juego con mi sobrina en la piscina, pero cuando mi hermana me dijo que estaba pensando en dejar a su hija en mi casa el mes de las vacaciones del Cole, porque ella no iba a poder traerla a causa del trabajo, me pareció muy bien porque vivía sólo y así estaría entretenido con ella, pero sin saber todavía como ese hecho iba a cambiar mi vida.

 

            La niña estaba loca de contenta por quedarse en mi casa y el primer día la dije que íbamos a ir a comprarla unos bañadores y bikinis porque iba a necesitar bastantes al estar allí todos los días.

 

            Fuimos al centro comercial y escogimos varios modelos para que se los probara. Entré con ella al probador, sin que sospecharan nada, porque pensarían que yo era su padre. Mi sobrina se desnudó completamente sin importarle que yo estuviera allí con ella, quizás ni pensó en ello por lo contenta que estaba de que le comprara tantos bañadores, pero yo, sentado en una banqueta que había en tan reducido espacio, no podía quitar la mirada de su cuerpo mientras se iba poniendo y quitando los bikinis diciéndole como le quedaban y cuales me gustaban para que se quedara con ellos.

 

            Con algunos de ellos estaba preciosa y resaltaban más su sensualidad y bonito cuerpo, siendo inevitable mi erección ante esa visión, porque apenas le tapaban lo indispensable, deseando en ese momento acariciarla por todos lados y besar ese bonito cuerpo, pero intenté disimular ante ella como pude, al estar a pocos centímetros de su rajita que me parecía tan hermosa.

 

            Finalmente, nos llevamos cinco y nada más llegar a casa ya se fue directa a la piscina a estrenarlos, con otras amigas del barrio que yo había invitado para que jugaran con ella y no se aburriera, mientras yo las veía a todas encantado como si estuviera en una especie de paraíso.

 

            Ella en casa siempre estaba con pijamas largos, pero la convencí para que se pusiera más cómoda y no pasara tanto calor, así que muchas veces se ponía solo con las braguitas y camiseta corta y cuando se tumbaba conmigo en la cama para ver la tele, yo no podía evitar acariciarle el culito, las piernas o por debajo de la camiseta sin que ella me dijera nada, aprovechando la confianza que iba teniendo conmigo, con caricias cada vez más sexuales, aunque cuando intentaba llegar con mis dedos a su vagina, se apartaba un poco diciéndome que le hacía cosquillas.

 

            Cuando pasaron los primeros días yo intentaba acercarme más a ella, así que en una ocasión que se estaba tomando un baño en casa, como nunca cerraba la puerta, entre al baño y me metí en la ducha con ella, diciéndole que la iba a ayudar a lavarse bien, porque teníamos algo de prisa.

 

            Ella se sorprendió un poco al verme, pero no paraba de mirar mi pene que estaba casi en erección, preguntándole yo:

 

            —¿Qué miras tanto?

 

            —¿Qué es eso, tío? —señalando mi pene.

 

            —Es un pene, cariño, ¿nunca lo habías visto?

 

—Si, a mi papá a veces, pero no lo tenía tan grande.

 

—Es lo que tenemos los hombres, como tú tienes vagina, y son de distintas formas, pero a las mujeres las gusta mucho tocarlo.

 

            —Jajaja, eso es mentira, tío.

 

            —No, tócalo, ya verás como es verdad que te gusta a ti también.

 

            Mi sobrina, un poco dubitativa, pero curiosa también, tomo mi pene y se puso a jugar con él.

 

            —Está calentito y duro, tío. ¿Te duele?

 

           —No, tú sigue.

 

            Ella siguió jugando con él con más confianza, moviéndolo adelante y hacia atrás, diciendo, sorprendida:

 

            —Se está poniendo más grande, ¿Por qué es?

 

           — Porque lo estás apretando y moviendo y le gusta que le hagas eso.

 

            —¡Ah!, que gracia, es muy divertido esto, tenías razón tío.

 

            —Claro, ya te lo dije, anda, vamos a secarnos y nos vestimos en la habitación.

 

            Al llegar a la habitación, ella me dijo:

 

            —Tío, quiero seguir jugando con tu pene.

 

            —Bueno, pues no te vistas, que ahora voy a jugar yo también con tu vaginita.

 

            —¿Y cómo vas a jugar?

 

            —Ya lo verás. Túmbate en la cama con las piernas abiertas.

 

            La vagina de mi sobrina quedó expuesta ante mí en toda su belleza. Era  hermosa, con sus labios vaginales muy juntos, yo los separé con mis dedos para mirar esa línea rosa que dejaba ver un poco su pequeño agujero virgen. Inmediatamente comencé a lamer su vagina, lo que hizo que ella empezara a reírse por las cosquillas que le causaba, pero a la misma vez comenzó a excitarse ya que su respiración se aceleraba con cada lamida.

 

            Así estuve varios minutos hasta que ella comenzó a disfrutarlo tanto que empezó a soltar un líquido mezcla de orina y flujo que yo saboreaba con lujuria. Este juego se repitió durante los días siguientes siendo ella la que me reclamaba para que se lo hiciera, ya que eso había sido todo un descubrimiento para ella, lo que yo aprovechaba para ir dilatando cada vez más su vagina, metiendo la lengua cada vez más adentro e introduciéndole algún dedo también lo que hacía estremecer a mi sobrina.

 

            Así fueron pasando los días, estando ella cada vez receptiva a estos juegos, no se negaba a nada y siempre mostraba su curiosidad por aprender y probar cosas nuevas, por lo que yo ya no me reprimía ante nada, enseñándole a chupar mi pene, lo que hacía con entusiasmo cada vez que se lo daba en la boca, aunque al principio con un poco de torpeza, pero luego se fue convirtiendo en una experta hasta llegar al punto de provocarme la  eyaculación son sus lamidas y para evitarle el sabor agrio del semen, lo que hacía era poner leche condensada en mi pene para que lo chupara con más agrado y cuando salía mi semen, se lo tragaba todo como una mujer adulta, convirtiéndose eso en una práctica habitual que me provocaba varias corridas al día.

 

            Para ese momento, ella ya dormía en mi cama, pasando gran parte de la noche con nuestros juegos, aumentando cada vez más excitación con ella, por lo que ya estaba deseando penetrarla, pero debía hacerlo con mucho cuidado debido a su edad, aunque ya había estado preparándola para ello.

 

            Las primeras veces que puse mi pene en su vagina, mostraba algo de incomodidad cuando apretaba un poco y le hacía daño, pero poco a poco  ella iba aguantando cada vez más, estremeciéndose, acelerando su respiración y gimiendo cuando le producía gusto el roce de mi pene en la entrada de su vagina, aunque si intentaba empujar un poco más, ella me decía que parara, que le dolía, pero yo notaba que en el fondo deseaba continuar y sentir todo mi pene dentro de ella, hasta que llegó un día que debido a su gran excitación y lubricación que tenía, mi pene se acabó deslizando dentro de ella hasta el fondo, lanzando un grito al sentirse desvirgada, pero que pronto se convirtió en jadeos de auténtico placer, convirtiéndose desde ese momento en toda una mujer, capaz de dar ya todo el placer del mundo a un hombre.

 

            A partir de ese momento, comenzamos a vivir prácticamente como una pareja, durmiendo todos los días juntos practicando nuestros juegos sexuales gran parte de la noche, en los que sobre todo, a ella le encantaba lamerme el pene y que yo lo hiciera con su vagina, aprovechando cualquier momento para hacerlo como si se hubiera enviciado con ello, haciéndolo cada vez mejor notándose que disfrutaba con ello, saboreando el semen que me sacaba en mis frecuentes eyaculaciones, gustándole cada vez más su sabor, no teniendo ningún reparo en tragárselo todo cuando salía.

 

            Todo esto causaba que ella cada vez bajara menos veces a la piscina con sus amigas, porque aunque ellas la llamaban, siempre acababa entreteniéndose conmigo ya que nos habíamos acostumbrado a estar los dos desnudos siempre en casa y ella como con una atracción natural, no podía resistirse a agarrarme el pene cuando estaba a mi lado, para chuparlo o masturbarlo hasta que provocaba mi corrida, o se ponía con las piernas abiertas pidiéndome que la chupara sin que se cansara nunca.

 

            Mi sobrina cada vez se volvía más perversa, disfrutando de ese pequeño control que tenía sobre mí, disponiendo de mi pene cuando se le antojaba, o pidiéndome que hiciéramos esto o aquello, demostrándome hasta donde podía llegar, cuando la llamaba por teléfono su madre para preguntarla como estaba y ella la contestaba con una mano en el teléfono y la otra agarrando mi pene masturbándolo y cuando yo le había lo mismo, provocaba sus gemidos lo que extrañaba a su madre y ella la mentía diciéndola que era una amiga que la estaba haciendo cosquillas.

 

            En nuestras noches de pasión, aunque ella siempre prefería los juegos de lamidas, porque durante las penetraciones todavía lo pasaba un poco mal debido a lo estrecha que era su vagina, yo siempre acababa buscando eso, me causaba un morbo indescriptible la sensación de introducir mi pene entre sus piernas viendo como se tensaba su cuerpo, su cara se ponía roja, su respiración se paraba y aceleraba por momentos según el ritmo de mis impulsos dentro de ella.

 

            Pero con el tiempo me sorprendió que su lenguaje se volviera más obsceno y provocador cuando me decía:

 

            —Tío, ¿cuándo me vas a coger? ¿Cuándo me vas a dar lechita?….

 

            Y luego, en esos momentos de máxima excitación sexual:

 

            —Tío, dame duro, métemela toda ya,  ¿ya vas a terminar? Se siente muy rico, no me la saques todavía, échamelo todo dentro.

 

            Todo eso aumentaba mi excitación sin límite y me hacía olvidarme de su edad, metiéndosela hasta el fondo una y otra vez hasta correrme en su interior como nunca lo he hecho, no haciendo caso de sus quejas, porque luego acababan convirtiéndose en gritos de placer.””

 

 

            Mi amigo cuando me contó esta historia, trataba de transmitirme una situación que aunque fue iniciada por él, pronto se le escapó de las manos, tomando su sobrina las riendas de esa relación, aprendiendo rápidamente a provocar a un hombre, como cuando se ponía con las piernas abiertas delante de él a acariciarse, siendo una atracción irresistible para cualquier hombre en su lugar, como disponía de él como si se tratara de una mujer adulta para proporcionarse placer sin descanso y en definitiva, al nivel de perversión al que puede llegar una niña cuando se la ha estimulado debidamente.

 

            Quizá muchos de vosotros hayáis tenido la oportunidad de experimentar algo así y otros no puedan evitar el imaginarse en esa situación, como reaccionarían y como disfrutarían del momento, que al fin y al cabo es lo que yo trato, de poneros en ese lugar..

Interruptor pervert on/off
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