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Riña de niños (5 – Final)

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Combate de sumisión sexual entre niños – Última entrega

 

 

Episodio 1: https://erotismosintabu.com/rina-de-ninos/

Episodio 2: https://erotismosintabu.com/rina-de-ninos-2/

Episodio 3: https://erotismosintabu.com/rina-de-ninos-3/

Episodio 4: https://erotismosintabu.com/rina-de-ninos-4/

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Me llevaron a la comisaria en el patrullero.

– Soy menor… ¿No deberían estar mis padres?

– No sos sospechoso, Jonatán.

En la comisaría me hicieron esperar. Alguien importante tenía que entrevistarme. El lugar era deprimente y olía mal. Por fin llegó un hombre alto, de traje. Se encerró con el comisario y después me mandó a llamar.

– ¿Así que conocías al chico muerto?

– Sí, señor. Se llamaba Florián y éramos amigos.

– Alguien le rompió el cuello… y antes le machacó el brazo derecho, además de darle muchos golpes. Lo abandonaron desnudo en la guardia. ¿Qué sabés de eso?

El hombre de traje parecía hacer su trabajo, pero el comisario me taladraba con la mirada.

– ¿Puedo esperar a mis padres? Me siento incómodo.

– No tenemos tiempo que perder – dijo el hombre de traje.

– ¡Entonces quiero un abogado…!

El hombre sonrió. El comisario mantenía su mirada amenazante.

– Esto no es la televisión, Jonatán. ¿Qué le pasó a Florián? ¿Acaso no era tu amigo?

– Yo lo quería mucho.

– ¿Y entonces, no querés que se haga justicia?

El comisario intervino: – Este chico no estudia, no trabaja. Vive en la calle. Yo no confiaría en él, doctor García. Son todos drogadictos y ladrones. ¡Lo que él diga no vale nada!

La última frase la dijo mirándome con odio.

– ¿Es verdad que no vas al colegio?

– Terminé la primaria y abandoné.

– ¡No te daba la cabeza! – se burló el comisario.

– Tal vez tiene razón, comisario. Que se vaya a su casa. Nos va a hacer perder la mañana.

García salió del despacho. Entonces el comisario se abalanzó sobre mí y me zamarreó, desgarrando mi camisa: – ¡Llegás a decir una palabra sobre la riña de niños y sos boleta!

Salí de la comisaría aterrado. Mi casa estaba lejos. Empecé a caminar, todavía temblando. A las tres cuadras un auto se detuvo a mi lado.

– Subite al auto, Jonatán- me dijo García, que viajaba en el asiento trasero. Dudé. García me siguió hablando: – ¿El comisario te amenazó, no es cierto? Es un corrupto. ¡Vamos! Te llevo a tu casa.

Cuando me senté en el coche, García me puso en las manos unas fotos de Florián que no había visto. Su cuerpo desnudo abandonado en una camilla. Un primer plano de su cuello roto. No pude evitarlo y me puse a llorar.

– ¿Quién mató a tu amigo?

– Otro chico. Le dicen Diablo. No sé cómo se llama.  Fue una pelea. Diablo dice que no quiso matarlo, pero le rompió el cuello.

– ¿Por qué peleaban?

– Por dinero. El comisario me dijo que si decía una sola palabra sobre esto me iba a matar. ¡Tengo miedo!

– Se trata de riña de niños, ¿verdad? Les pagaban para pelear. Como si fueran gallos. Había apuestas, supongo.

Asentí.

– Tengo que mostrarte otra cosa. Me parece que ahora no tengo dudas, pero me vendría bien tu testimonio.

Sacó una notebook que decía “Poder Judicial”. Me mostró un video de cuando el senegalés me sometía. Mi cara, llorosa, estaba muy cerca de la cámara. Me estremecí.

– Ese sos vos.

– Sí.

– Este video pornográfico circula en Internet. ¿Tiene que ver con esas riñas?

– Sí, el que pierde… ya se da cuenta. ¿Estoy en problemas?

– No, Jonatán. Sos una víctima, como Florián y los otros chicos. Alguien sube estos videos de porno duro entre niños… aunque ese moreno no es una criatura.

– Ese era mayor de edad. Sabía que filmaban con sus teléfonos. Pudo ser cualquiera.

– Esto es un delito grave. ¿Vas a ayudarnos a atrapar a los responsables? ¿Lo harías por Florián?

– Lo tengo que pensar.

Una tarde, al volver del gimnasio, me encontré con una escena espantosa. Mamá lloraba. Dijo que había venido el comisario con una orden judicial, buscando droga. Alguien me había denunciado como traficante. Hicieron salir de la casa a mamá y después de revolver hasta el último cajón y poner todo patas para arriba, salieron con unas bolsitas de polvo blanco, diciendo que volverían por mí.

– ¡Mamá, todo eso es mentira! ¡Me conocés! 

Ayudé a poner todo en orden. Algunas cosas se habían roto y hubo que tirarlas. Cuando papá volvió a la noche, le aseguré que todo era un malentendido. No era la primera vez que pasaba. Pero yo sabía que el comisario estaba conectado con las riñas y los videos. Lo había hecho para intimidarme.

Busqué a Rocky. Le dije que quería desafiar a Diablo. Que sería un gran espectáculo. ¿Podía hacer los contactos? No me dio muchas esperanzas.

Sin embargo, unos días después, el gordo que se había enojado conmigo después de la pelea con el irlandés, me esperaba en la puerta del gimnasio de Rocky. Se llamaba Villota.

– Sé que Diablo mató a tu amigo. Supongo que te querés vengar.

– Así es.

– Sos un buen luchador, Jonatán. Vi tus tres peleas. Pero fuiste muy delicado con Florián y con Patrick. Eso echa a perder el espectáculo, la gente que va a ver a dos chicos pegándose no espera un final feliz. Les gusta el sexo duro. ¿Entendés?

Dije que sí.

– Si le ganás a Diablo, quiero que seas rudo con él. Como lo fue Bassembo con vos. ¡Esa sí que fue una gran pelea!

– No tendré compasión de Diablo. 

– Arreglaré la pelea. Tengo algo para vos.

Me dio una foto de Florián. La habían tomado en un estudio. Con una provocadora sonrisa, miraba al fotógrafo con sus ojos verdes. Realmente mi amigo debió dedicarse a modelar.

—-

El día de la pelea, el recinto estaba como en los mejores tiempos. La música atronaba mientras el humo de las parrillas envolvía a la gente que entraba.

El gordo Villota había ideado algo especial. Además de hacer correr la historia de que Florián era mi novio y que yo iba a vengar su muerte, había cambiado las reglas. Al final de cada round, el ganador del asalto sometería al otro. Y como ni Diablo ni yo estábamos, según él, lo suficientemente “dotados”, el vencedor podría usar consoladores de gran tamaño para que la humillación de su rival fuera mayor.

En el vestuario, Rocky me ayudaba a vestirme cuando entró Diablo. El pelo le había crecido (antes estaba rapado) y se lo había teñido de blanco. Su manager olía a marihuana.

– ¿No le habrán dado merca a Diablo? – susurré.

– No me extrañaría. Aquí no hay antidoping.

No nos dijimos una palabra. Me hubiera gustado preguntarle si realmente él le mandó ese mensaje a Puskas, lamentando la muerte de Florián.

Cuando subimos al ring, me impresionó la cantidad de gente. Villota sonreía desde un sitio de privilegio. A su lado, en una mesa, había una colección de dildos y consoladores, algunos del tamaño de mi brazo. También había esposas, látigos y otros juguetes.

Se hizo un silencio. Entonces Diablo, con una gran sonrisa, levantó una foto ampliada de Florián y después la hizo pedazos. Algunos lo abuchearon, otros celebraron la provocación. Muchos redoblaron sus apuestas.

Rocky me dijo: -Creo que sí está drogado. Va a ser difícil noquearlo. Tendrás que usar otras técnicas.

Salimos de nuestros rincones como dos fieras. Quería controlarlo sin entrar en el intercambio de golpes. Sin embargo, me alcanzó con un gancho en el hígado que me dejó malparado. En su sonrisa diabólica, observé que le faltaban los dos dientes que había perdido en la pelea contra Florián. Era como un recuerdo de mi amigo. Eso me dio fuerzas.

Reaccioné y lo atrapé en una llave de lucha grecorromana. Logré voltearlo y lo inmovilicé poniendo mis rodillas sobre sus brazos. Con las manos libres, rodeé su cuello y empecé a presionar. Él se empezó a sacudir, pero no aflojé.

El árbitro se acercó y me dijo al oído: -Esta pelea tiene que durar tres rounds, hijo. Dejalo respirar.

Me alejé y Diablo se puso de pie, tosiendo. Antes de que se hubiera recuperado del todo, volví a saltar sobre él y a inmovilizarlo. Hice palanca sobre sus brazos. Tensé al máximo sus músculos, tratando de desgarrarlo. El chico transpiraba, pero apenas se quejaba.

Volví a soltarlo y quedó en el suelo.

– Diablo está drogado, me dijo Rocky, un chico normal habría gritado de dolor. Y no tendría la pija dura después de semejante castigo.

Mi adversario, sabiendo que iba mal, empezó a lanzar golpes como cañonazos. Pude esquivarlos, porque eran muy anunciados. La furia lo enceguecía.

Rocky me gritó que me apartara, pero le acerté un golpe de derecha en la boca. Un diente salió volando. Diablo sangraba, pero estaba tan drogado que parecía un zombi. Seguía intentando pegarme, sin acertar.

Sonó el gong.

Ganaste el round. Tenés quince minutos.

Rocky me llamó- Hacele lo que quieras, pero no te canses. 

Esposé a Diablo con las manos en la espalda y lo tomé del cuello, como si fuera a estrangularlo.

– Estás drogado. ¿Qué te dieron?

– Me inyectaron testosterona.

– Por eso la tenes dura. ¿Qué más te dieron?

– No sé, varias cosas…

El gordo Villota me hacía gestos para que diera espectáculo.

Lo que pensaba hacerle era bastante terrible así que pedí un gel íntimo y le unté abundantemente la cola. Boca abajo, de rodillas, Diablo comprendió que lo que venía iba a ser duro.

– ¡No quise matarlo! – susurró.

Yo había metido dos de mis dedos en su culo y metí el tercero. Gimió por la humillación, pero esto solo estaba empezando. Saqué mis dedos, volví a usar el gel íntimo, y esta vez le metí toda la mano. Ahora sí, gritó de dolor.

– ¡Por favor, no hagas eso…! ¡Te juro que no lo quería matar…!

Solo había metido la mano hasta la muñeca. Más profundo hubiera sido peligroso. Sentía la calidez húmeda de sus entrañas.

– Ahora me la vas a chupar o te meto el brazo hasta el codo.

Lo puse de rodillas y él se esforzó por hacer un buen trabajo. Me aparté de él para que mi eyaculación le diera de lleno en la cara. Lo tomé del pelo y volví a interrogarlo.

– ¿Lo hiciste a propósito?

– No, para nada… Florián era precioso. Quería gozar de él – dijo, mientras mi semen le chorreaba por la cara- Pero yo estaba drogado y no calculé la fuerza. En serio, lo lamento.

– Abrí la boca.

Obedeció. Recogí toda la leche que pude de su cara y la metí en su boca. La tragó. 

Ya no quedaba más tiempo. Cada uno fue a su rincón.

Una repentina baja de tensión dejó por un momento a oscuras el lugar. Cuando la luz regresó, le dije a Rocky: -Tenés que irte.

– ¿Qué?

– Hacé lo que te digo. ¡Subite al auto y ándate lejos!

– ¿Pero por qué?

– No preguntes.

El segundo round comenzó. Diablo seguía con la pija dura, por efecto de las drogas. Caminaba como un sonámbulo, así que era una presa fácil. Fui por él. Mientras lo sujetaba con una llave de catch, vi como discretamente Rocky se alejaba.

Tenía inmovilizado a mi rival, que se retorcía tratando de librarse. Pero sus fuerzas se estaban acabando. La enfermiza erección que tenía también lo agotaba. Lo dejé ponerse de pie. Como en cámara lenta, lanzó un golpe al vacío. Volví a derribarlo.

Quedó inmóvil, boca arriba y decidí aliviar su angustia haciéndole una paja. Sabía que si él eyaculaba la pelea terminaba y eso no era lo que el Gordo quería. Pero ya no me importaba. El orgasmo de Diablo y la entrada de la policía federal se dieron al mismo tiempo.

Durante semanas, ocupó la primera plana de todas las noticias la captura de una organización criminal que explotaba a menores. Villota fue condenado a tantos años de prisión que no saldría vivo de la cárcel. El comisario, que recibía una buena cantidad de dinero y drogas para dejar el campo libre a la organización, se ahorcó antes de que lo detuvieran. Hubo muchas condenas. Diablo fue internado en un sanatorio psiquiátrico.

En el cementerio del barrio, la familia de Florián puso una pequeña lápida, con la cruz de la iglesia ortodoxa, a la que ellos pertenecían y las fechas de su corta vida.

La tumba de Florián es una de las más cuidadas del cementerio. Siempre hay flores frescas. A veces paso tiempo allí, meditando, mientras sostengo el retrato de mi amigo. Cómo lo extraño.

FIN

 

 

El culo abierto de mi hermanita
Riña de niños (4)

Nadie le ha dado "Me Gusta". ¡Sé el primero!