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Taxista nocturno (Lo que cambio mi vida)

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               Hace un tiempo un amigo venezolano me habló sobre sus experiencias de cuando estuvo trabajando de taxista, y con su permiso, he querido hacer mi versión particular hablando en su nombre, contado por él mismo sobre todo eso que le sucedió y que sigue pasando en las calles de su ciudad, así como en otros muchos  lugares de los países sudamericanos, ya que me parece un tema muy interesante y espero que os guste:

               “”Debido a la compleja situación económica de mi país, he tenido que desempeñar trabajos de todo tipo y hace unos años me salió la oportunidad de trabajar como taxista para el turno de noche, algo que no gustó mucho a mi mujer, porque suponía trabajar de 8 de la tarde a 6 de la mañana, aunque tampoco era siempre un horario fijo, pero como necesitábamos el dinero por tener que criar a 3 hijos, no tuvo más remedio que resignarse.

               Yo no conocía mucho el mundo del taxi y mucho menos a esas horas nocturnas, donde la clientela es bastante diferente a la del día, por lo que durante los primeros días me dejé aconsejar por mis compañeros, para ir aprendiendo todo lo que me fuera útil para mi trabajo.

               En esas reuniones de taxistas en las paradas esperando a los clientes, era frecuente contarse las anécdotas que les pasaban cada día, algunas divertidas, pero otras más riesgosas para ellos, lo que yo escuchaba atentamente, así como la confianza con la que saludaban a las niñas que vendían flores en los semáforos o esquinas de las calles más concurridas, bromeando entre ellos hablando de cómo se las follaron.

               Poco acostumbrado a esos ambientes, les pregunté extrañado si las niñas se prostituían también, a lo que me contestó uno de ellos:

               —Claro, pana. La necesidad es grande y poniendo la chocha ganan más que vendiendo flores. ¿Ves a aquella chamita de la minifalda? Pues me la follé el otro día cuando la llevé a su casa, a cuenta del pago.

               Me fijé en ella y supuse que no llegaría a los 15 años, pero era preciosa y seguro que no le faltarían clientes. Hasta ese momento, yo no me había fijado especialmente en las niñas, aunque siempre hubiera alguna que me llamara la atención para voltear la vista, pero a partir de aquellas conversaciones, cada vez que veía una, sentía una descarga de excitación en la espalda que me ponía a reventar.

               Mientras algún coche se paraba y se subía alguna de las crías, el compañero siguió hablando:

               —Pero si te gustan los chamacos, también te la chupan o se la comes tú y les puedes dar por unos billetes —señalando a un grupo de chicos apoyados en la pared, riendo los demás burlonamente como el que está acostumbrado ya a ver y a hacer de todo.

               —Yo me reí también, porque sabía que alguno era aficionado a ellos, pero en realidad eran unos viciosos a los que les iba todo.

               A pesar de esa normalidad con la que trataban ese asunto, yo todavía no estaba muy convencido, por mi educación y creencias que se van asumiendo inconscientemente y les dije:

               —Es que me da lástima por ellas, yo no quiero sentir que las violo y que ellas sufran por ello.

               —No te preocupes por eso, porque todas estas son ya putitas de nacimiento, que disfrutan más de una polla que tu mujer, jaja. En cuanto estés con una, te darás cuenta de ello. Las más pequeñas empiezan haciendo pajas y a partir de ahí, todo lo demás

               En eso me llegó un cliente y tuve que empezar el servicio, pero no podía quitarme de la cabeza todo lo que había escuchado y a la vuelta de dejar al cliente, parado en un semáforo, se me acercó a la ventanilla una niña trigueña como de 12 años, con un short cortito y ajustado, para venderme flores. Yo me quedé mirándola y todavía no sé cómo salieron esas palabras de mi boca, pero la dije:

               —Te las compro todas si me dejas tocarte la chuchita.

               Ella, como si ya estuviera acostumbrada a escuchar esas proposiciones, me dijo:

               —Está bien, señor.

—Anda, sube —le dije, decidido y excitado.

Ella se subió al asiento delantero y tomé rumbo a algún lugar apartado donde estar tranquilos, mientras mis nervios me tenían temblando viendo los hermosos muslos de la cría, que abría las piernas despreocupada, marcándosele en la fina tela de los shortcitos la rajita de su coñito, lo que tenía a mi verga presionando para salir del pantalón.

Durante el trayecto le pregunté cómo se llamaba, a lo que me contestó con una sonrisa:

—Clarita, señor.

—Eres preciosa, Clarita. Y dime, ¿tienes muchos clientes?

—A veces sí, otras menos, pero tengo que conseguir plata.

—¿Para tu familia?

—Sí. Mi padrastro me lo controla para los gastos de la casa.

Hice una mueca de disgusto, porque el cabrón de su padrastro, además de follársela, se debía de estar quedando con la plata que ganaba la chamaca en las calles, pero supuse que era algo común en todas las niñas que merodeaban por allí.

Cuando llegué al lugar del que había oído hablar a mis compañeros, paré el taxi y le dije a Clarita que se bajara el short mientras yo miraba ansioso como descubría ante mí su deliciosa cuquita, abriendo ella las piernas de una forma tan obscena que me hizo turbar, para facilitar mi visión y poder empezar a acariciarla.

En medio de sus delgadas piernas de niña, su esplendorosa vagina entreabierta era una de las cosas más hermosas que había visto nunca. Me parecía perfecta, con unos finos vellitos que resaltaban sus tiernos labios rosados y cuando puse mis dedos en ella, sentí como una nueva descarga eléctrica sacudía mi cuerpo, quizás a causa del exceso de adrenalina que segregaba mi cerebro, así que empecé a pasar mis dedos por su rajita abriéndosela e introduciéndolos cada vez más dentro de ella, notando como se empezaba a mojar y a emitir ella sus primeros gemidos.

Yo no podía creerme lo que estaba haciendo. Era la primera vez que tocaba a una cría de esa edad y tenía la verga ya fuera del pantalón a reventar, así que la invité a chupármela, pidiéndome ella más dinero:

—Está bien, cariño, te daré más billetes.

Ella bajó la cabeza empezando a lamer mi polla haciéndome sentir en el cielo con su lengua y cuando ya no pude más, bajé más su cabeza para meterla completamente en su boca, empezando a moverla como si me estuviera follando su boca, a la vez que en mi cabeza imaginaba todas las pollas que ya habría chupado esta cría con esa edad, lo que hizo que no pudiera aguantar mi eyaculación al ser novato en estas experiencias y derramé mi semen dentro de ella, lo que no pareció incomodarla especialmente, y aunque lo retuvo en su boca, luego lo escupió fuera del taxi, disculpándose conmigo:

.- No me gusta tragarme la corrida, Puuaaaggff.

Lo que me hizo sonreír por su ternura al decírmelo, pero yo no estaba dispuesto a que aquello acabara así y la pedí lamer su chuchita, a lo que ella accedió haciéndome el gesto de darle más dinero, y accedí, sorprendiéndome la capacidad de control que había adquirido esta cría en su precoz trabajo.

Recostándome en el respaldo del asiento, puse a la nena con las piernas abiertas sobre mi boca y empecé a lamer sus ricos jugos, siendo lo más delicioso que había probado nunca, lo que hizo que mi verga se pusiera como un palo de nuevo, por lo que anticipándome a su nueva petición de más dinero, la dije:

—Te daré todo lo que quieras, pero tengo que follarte.

Ella asintió y yo la puse sobre mi polla que empezó a introducirse sin dificultad, tras una inicial resistencia a la entrada por la anchura de mi glande, pero una vez dentro, movía mi polla dentro de ella haciéndola gemir más fuerte a cada empujón que le daba mientras chupaba sus tetitas, mientras me hacía sentir, sorprendido, que eso era lo más placentero que había probado en mi vida, provocando que echara mi semen nuevamente en su interior sin ningún reparo por las consecuencias.

Cuando se la saqué, ella se limpió con un pañuelo mientras dejaba salir todo el semen fuera, como si estuviera habituada a ese gesto, por lo que no pude resistirme a preguntarle:

—¿Cuantas pollas te han metido ya, cariño?

Pero ella no me contestó, seguramente porque habría perdido la cuenta ya y por no desvelar como empezaron a follársela, aunque como antes me había dicho que vivía con su mamá y su padrastro, ya me lo imaginé todo.

Al marcharme de allí, me fijé en que había otro taxi cerca de mí, adivinando a ver en su interior unas sombras que se movían, viendo claramente como una pequeña figura saltaba arriba y abajo sobre el asiento, por lo que supuse que algún compañero se estaría trajinando a alguna de las crías que veíamos en la parada.

Para reservar su intimidad, no hice más caso de ello y me fui a llevar a Clarita a su casa, ya que con todo el dinero que le había dado, ella ya había ganado lo suficiente para volver a casa, aunque por mi parte, esperaba recuperar en el resto de la noche todo ese dinero con mis servicios, lo que afortunadamente sucedió, y pude llevar lo ganado a mi mujer aparte de las flores compradas a la niña, que ella recibió agradecida, sin sospechar el precio que había pagado por ellas.

Ese suceso marcó un antes y un después en mi vida. El haber follado a esa cría y el haber disfrutado tanto con ella, trastocó totalmente mi forma de pensar. Cuando veía a alguna nena por la calle no podía evitar mirarlas e imaginarme con ellas. Me masturbaba todos los días con imágenes y vídeos que buscaba en internet, deseando que llegara la noche para volver al taxi y tener la oportunidad de follarme alguna de las crías que se ponían en la calle a buscar clientes, por lo que empezó a ser habitual que antes de volver a casa, acabara tirando con alguna, convirtiéndose en un vicio para mí, sin importarme que a causa de ello, mis ganancias fueran menores con mi trabajo nocturno.

Estamos hablando de unas niñas, que a pesar de sus edades, tienen un desarrollo precoz y eso hace que muchos hombres fijen su mirada y sus deseos en ellas, siendo bastante habitual que apenas empiezan a despuntar sus pechos, ya empiecen a ser sobadas y manoseadas por familiares u otros hombres que anden cerca de ellas, porque acá todos son muy calientes y el sexo es algo natural que se vive y disfruta desde bien pronto.

Durante todas esas noches, nunca faltaban las niñas que me proponían subir al taxi para ofrecerme sus servicios, pudiendo comprobar por mí mismo, todas las historias que contaban mis compañeros, como  la vez que tuve que llevar a casa a una de las crías que solían ponerse allí, con su madre, a la que llamaban “la negra”, con la que fui conversando durante el camino, contándome que no habían tenido una buena noche, y debido a la confianza que establecimos, me propuso:

—¿Quiere culear a la niña?

Sorprendido por su propuesta, me dio un poco reparo contestarla, porque la propia madre me estaba ofreciendo a su hija y aunque yo sospechaba y sabía que las madres y los padres de estas crías consentían su prostitución y las ofrecían a los hombres, nunca me había sucedido a mi directamente, pero ella insistió:

—Ande, seguro que le gusta, que no será la primera chamita que se come. No podemos llegar a casa con tan poco dinero, porque mi marido se agarra una buena arrechera.

“La Negra”, como tantas otras, andaba por esas calles en la noche ofreciendo a su hija para sacarse más plata, porque sabía que los hombres de paso por la ciudad aprovechaban para buscarlas y darse el gusto con una chamita en flor.

Pero un poco apenado por la situación que me estaba contando, acabé accediendo, también porque la nena a la que le calculaba unos 13 años, estaba bien rica, aunque me preguntaba si iba a ser delante de su madre, pero sin darme tiempo a pensármelo mucho, “la negra” me dijo que pasara al asiento trasero con ellas y allí, ella misma le sacó el vestido a su hija mostrándomela desnuda e indicándola que me la chupara primero para lubricarla y que entrara más fácilmente en su cola.

La cría me la ensalivó como una maestra y siguió comiéndomela hasta que su madre la detuvo:

—No sigas más, que se corre el señor. Dale la cola ya.

La cría se sentó encima de mí dándome la cara, por lo que podía ver su chuchita mientras la penetraba por el culo. La cría empezó a moverse sobre mí, deleitándome con el movimiento de sus generosos pechos a pesar de su edad y de su vagina que se abría y cerraba según entraba y salía mi polla de su culo, ofreciéndome una visión demasiado excitante como para que no tardara en correrme llenándola todo su culo con mi corrida. Ella se quitó de encima y bajo del taxi, poniéndose en cuclillas para dejar caer todo el semen de su culo y limpiarse, como habría hecho otras tantas veces después de que la culearan.

Una de las cosas que más morbo me daba en las relaciones con estas crías era la naturalidad de sus gestos, comportándose como auténticas mujeres con años de sexo, a pesar de su corta edad, pero larga experiencia.

Pagué a su madre lo convenido y se marcharon contentas las dos por haber salvado una noche que no se les había dado muy bien.

Después de pasado un año en el taxi, yo había tenido ya todo tipo de experiencias y las comentaba con mis compañeros como uno más, aunque todavía me sorprendieran muchas de las cosas que veía a diario, ya que nunca me hubiera imaginado que fuera tan fácil tener sexo con crías de esas edades, pero ya tenía claro que todas esas nenas realmente disfrutaban del sexo y que les servía para ganarse un dinero muy necesario para sus familias, por lo que yo también estaba disfrutando como nunca en mi vida, y me pasaba el día excitado buscando sexo continuamente con mi mujer, mientras en mi cabeza tenía la imagen de todas esas niñas mientras la follaba, hasta que llegó un momento en que empecé a sentirme culpable por ella, cuando al llegar en la noche, a veces se despertaba pidiéndome que la montara y aunque afortunadamente, por mi edad, todavía podía responderla, mis eyaculaciones fueran más escasas que a lo que estaba acostumbrada ella y yo me excusaba diciéndole que llegaba cansado de estar toda la noche trabajando.

Una de las noches tuve que llevar en el taxi a dos niñas que ya conocía junto a uno de los chicos gays que estaban por allí, y durante el viaje bromeaban conmigo, proponiéndome diversas cosas como que culeara a las niñas y ellas me decían que lo hiciera también con el marico.

Tras la animosa charla, finalmente me aparte de la carretera y pasé al asiento trasero con ellos. El chico me enseñaba la polla y una de las niñas se la chupaba para que me animara yo a hacer lo mismo, mientras la otra se ponía a chupármela a mí. Era una situación muy morbosa en la que no me había visto nunca y sentí una gran curiosidad por tocar una polla y sentir esa sensación de la que pueden disfrutar las mujeres, así que agarré la polla del chico masturbándola y jugando con ella en la boca de la niña.

 La otra cría me estaba dando demasiado gusto con su lengua y no pude resistirme a meterme yo también la polla del chaval en mi boca, compartiéndola con la niña, que a medida que yo iba agarrándole el gusto, me la acabó dejando para mí sólo, sorprendiéndome a mí mismo de que estuviera haciendo eso, algo que nunca se me habría pasado por la cabeza en otras circunstancias, pero la verdad es que la sentía deliciosa en mi boca y me gusto ver cómo le hacía correrse con mis lamidas, aunque eso sí, no me acabé tragando su semen.

El chico, en correspondencia, se puso a chupármela a mí también mientras yo le metía el dedo en su culito, que parecía más bien el de una chica por su belleza. Cómo quería probar por una vez en mi vida, lo que era culear a un chico, le mandé sentarse encima de mí y empecé a follarme su culito mientras yo con las manos por delante de él, le pajeaba su polla y masajeaba sus huevos hasta hacerle correrse mientras yo me corría también dentro de su culo, lo que me pareció una de las sensaciones más intensas que he tenido en mi vida, aunque tuviera a la vez, cierto temor de que eso me gustara demasiado y empezara a darle a los dos bandos como mis viciosos compañeros.

Realmente cada noche en el taxi  era una aventura que me tenía excitado todo el día estando como ausente, pensando en lo que me encontraría ese día en el trabajo, lo que lógicamente empezó a notar mi mujer, y me reprochaba que me veía un poco raro desde que había empezado a trabajar en el taxi, a lo que yo le puse de nuevo, las mil disculpas de siempre, pero a la vez sentía que tenía que compartir con ella todo eso que me estaba sucediendo, porque si no, acabaría volviéndome loco.

Todavía con esos pensamientos en la cabeza, empecé una nueva jornada de trabajo, en principio como las demás, con las habituales charlas con los compañeros, en las que uno de ellos nos dijo que se había llevado a su casa a una de las niñas que era habitual de las noches, por lo que los demás le preguntaron extrañados como había hecho eso:

—La cría no tenía quien se ocupara de ella y empezó a vender su cuerpo desde muy pequeña y a mí me daba mucha pena al verla siempre sucia y descuidada, así que como ahora vivo solo desde que me separé,  al acabar mi turno, la llevé a casa y después de bañarla y darle de comer, parecía otra. Recién peinada y perfumada, me parecía más bella que nunca y la puse a dormir conmigo. Ella estaba feliz y en agradecimiento a mis cuidados, empezó a buscarme, a darme dulces besos, a comerme la polla, a ofrecerme su coñito de niña todavía, a pesar de todo lo que había pasado, y yo volví a disfrutar de verdad de una mujer, porque era como se estaba comportando conmigo, como una auténtica mujer que me daba todo su amor.

—¡Buufff!, amigo, está chévere, si la tienes en casa, podrás follártela siempre que quieras, aunque podrías compartirla con los amigos, jaja.

—Vosotros ya tenéis aquí a todas las que queráis. Dejar a la cría en paz y dejarme ser feliz con ella.

—Está bien, es toda tuya; era broma, hombre, me alegro mucho por ti después de lo mal que lo pasaste con la separación, cuando tu mujer te ponía los cachos mientras trabajabas de noche.

—Bueno, al final era lógico que pasara. A ver cuantos de vosotros tendrá a la mujer encamada con otro en estos momentos.

Esas palabras les hicieron cambiar la cara a los que antes bromeaban tanto, porque en su interior, más de una vez habrían pensado eso mismo, pero por otra parte había que reconocer que si pasaba, nos lo teníamos bien merecido todos, porque nosotros se la estábamos dando, pero bien, a nuestras mujeres.

Como siempre, estas conversaciones entre los compañeros, me hacían reflexionar y daban vueltas a mi cabeza durante toda la noche, mientras pensaba que era muy cierto lo que decía mi compañero. Follarse a una niña de esas edades es algo completamente distinto a follarse a tu esposa o a cualquier otra prostituta. Es algo que te crea adicción y ya eres incapaz de encontrar nada que te satisfaga más que eso. Su dulzura, su inocencia y espontaneidad es algo que te envuelve y te hipnotiza, siendo capaces de llevarte a un paraíso que creías que sólo existiría en mi cabeza.

Mientras estaba absorto en estos pensamientos, una chama a la que no había visto nunca, se acercó al taxi para ofrecerme unos caramelos que vendía.

Yo me quedé mirándola, porque era de las más pequeñas que había visto trabajando en el taxi por las noches, por lo que le pregunté si estaba sola, a lo que ella me dijo que su tío vendría a recogerla más tarde, pero que muchas veces no iba y tenía que irse sola a casa.

Yo me ofrecí a llevarla a casa, porque era ya tarde y no creía que vinieran a recogerla, así que ella se subió al taxi y pude observarla más detenidamente fijándome en sus piernitas y los bultitos que formaban sus pezones marcándose en la fina camiseta, así como el largo pelo que tapaba su cara de niña, por lo que le pregunté su edad, pero al decirme que tenía 12, supuse que obviamente me estaba mintiendo porque era menor de esa edad, quizás más cercana a los 9, a pesar de que por sus rasgos indígenas no lo pareciera.

Me dijo que se llamaba Xiomarita y durante el trayecto, yo empecé a preguntarle:

—¿Además de vender caramelos, ya te vas con hombres como otras que andan por allí?

— No, yo no hago  esas cosas.

Supuse que me mentía de nuevo, porque a esas horas no andan las niñas por la calle si no se dedicaran a eso, así que seguí insistiendo: 

—¿Si te doy billetes lo harías conmigo?

Ella se quedó un rato pensándolo, hasta que me dijo:

— ¿No me vas a hacer daño?

—No, claro que no, no me gusta hacer daño a las niñas.

—Entonces aparca en un lugar apartado.

Estaba claro que por la forma de hablarme, supongo que por la costumbre adquirida con otros hombres, ella ya había tenido más experiencias de ese tipo y se mostraba desconfiada porque quizás debido a su edad, había tenido alguna mala experiencia en la que la habían hecho daño.

Juntando todo eso a una iniciativa impropia de su edad, estaba aumentando mi morbo por esa cría, y hasta me parecía ver como su vestido se subía cada vez más arriba, pero me di cuenta de ella misma se lo subía para enseñarme sus piernas y excitarme con ello, seguramente porque alguien se lo había enseñado para provocar a sus pervertidos clientes.

Al final pude ver que ni siquiera llevaba braguitas, lo que provocó que mi polla empezara a palpitar dentro de mi pantalón y cuando al fin llegamos a un lugar donde no podía vernos nadie, paré el taxi y ella me abrazó, para ponerse sobre mí y hacerme sentir su pequeño cuerpo, delicado pero ardiente a la vez, como si desprendiera fuego de él, por el calor que me transmitía.

Empecé a acariciarla por todo su cuerpo debajo de su ropa, hasta descubrir sus pezoncitos que lamí y mordí como si fueran los caramelos que ella vendía, a lo que ella reaccionaba apasionadamente, de una forma de nuevo, impropia de su edad, con una fogosidad que me desbordaba y me volvía loco, sintiendo la humedad de su pelada vagina en mi polla al rozarla cuando se movía sobre mí.

Su mirada estaba completamente encendida, pareciendo más la mirada de una viciosa mujer encelada que la de la niña que tenía entre mis brazos, lo que era una combinación difícil de asimilar, por lo que sólo me quedaba disfrutar de ese momento único hasta ahora, entre  todos los que había tenido tan morbosos durante mis noches de taxista.

No podía dejar de besarla, de chupar su lengüita, de lamer su suave piel; me estaba volviendo loco y mi polla presionaba en su rajita queriendo meterse en ella hasta que sentí que por fin entraba mi glande en su cuquita caliente y ya no quise sacarlo de allí, empujando más hasta que le entro toda la polla dentro, por lo que ella se quejó un poco, pero enseguida sus gemidos eran cada vez más fuertes diciendo sin parar:

.- ¡Qué rico, qué rico….! —Como si fuera una puta que quisiera hacer acabar a su cliente.

Y vaya si lo consiguió, porque empecé a correrme sin parar en medio de espasmos que me hicieron gritar de placer, desbordándose por fuera todo el semen que no cabía en su pequeña vulva. Todavía se la dejé metida un rato más porque la sensación era como de estar en el cielo, ya que sentía como esa vulva se contraía y se abría presionando mi pene como si fuera una mano masturbándome para sacarme hasta la última gota de leche.

Después de eso, pude darme cuenta de que esa niña, con esa edad ya estaba follada y hablando luego con ella, la pregunté cómo sabía tanto del sexo, a lo que me respondió:

—Es que veo a mi tío follar con su novia.

—Pero sólo viendo no se aprende tanto…… —le dije yo, extrañado.

Ella bajó la mirada avergonzada, pero comprendí que su tío debía estar follándola desde no sé cuándo, algo que casi ya ni me sorprendía, después de todas las vivencias tenidas como taxista nocturno.

Después de darle el dinero convenido, la dejé en su casa y yo volví a la mía dando por terminada la jornada, pero sin poder quitarme de la cabeza todo lo que me estaba pasando y la nueva vida que estaba teniendo, sintiendo que cada vez me alejaba más de mi esposa, ya que el sexo con ella era cada vez más distanciado y más frío porque ya no me excitaba como antes el estar con ella, por lo que tuve que hablarlo con uno de los compañeros del taxi más veterano, buscando su consejo:

—Es muy normal lo que te pasa. A todos nos pasó eso y muchos acabamos separándonos, pero si quieres a tu mujer, habla con ella, sincérate y métela en tus morbos poco a poco, porque si no la vas a perder.

Después de mucho pensarlo, hablé con ella, pero en principio no me atreví a contarle lo que hacía con el taxi por las noches, sino que le dije todo lo que nos estábamos callando últimamente, de nuestra falta de comunicación. Yo le pedí perdón por tenerla desatendida, por lo que ella se quejaba de la falta de sexo, así que la propuse introducirnos en el mundo liberal para salir de nuestra rutina sexual, para buscar nuevos estímulos que nos acercaran de nuevo.

Me sorprendió que ella aceptara sin mucha resistencia, lo que indicaba lo harta que estaba de esta situación, así que empezamos a iniciarnos en clubs de intercambios, poco a poco hasta que empezamos a estar con otras parejas y nuestra relación, lejos de distanciarnos más, empezó a mejorar, a tener más confianza uno en el otro y a contarnos todo lo que sentíamos en cada momento, así que empecé a hablarle de las niñas que veía por las noches con el taxi, de lo que hacían mis compañeros con ellas y de que ellas se me habían ofrecido a mí también, por lo que ella me preguntó:

—¿Te has follado a alguna nena tú también?

Me quedé en silencio preocupado porque mi respuesta la alejara definitivamente de mí, pero tampoco quería engañarla más, así que le dije la verdad.

Al escucharme, ella se quedó mirándome, sin saber yo como iba a reaccionar, pero finalmente me sorprendió pidiéndome que le contara los detalles.

Yo casi no podía creérmelo. El mundo liberal la había abierto la mente y ahora estaba dispuesta a aceptar cosas que tiempo atrás serían impensables, así que empecé a hablarle de todo lo que sucedía por las noches, de cómo esas niñas disfrutaban del sexo,  de cómo iban los hombres a buscarlas, de cómo me las follaba yo…….., continuando ella:

—Claro, ahora entiendo que no quisieras ni tocarme muchas noches cuando llegabas. Tenías que haberme  contado esto mucho antes y así lo hubiéramos arreglado.

—Pero mujer, entiéndelo, como iba a contarte eso….. Muchos de mis compañeros están separados por culpa de su trabajo en la noche y yo no quería perderte.

—Bueno, pero ahora que hemos hablado claro, quiero que me cuentes lo que haces todas las noches cuando vuelvas a casa. No sé por qué, pero me enciende que andes jodiendo a esas putitas y todo lo que me cuentas de sus vidas.

Nuestros hijos se hacían ya mayores y yo cada vez le iba metiendo un poco más mis morbos en su cabeza, hasta que hace poco, acabó confesándome que tenía la fantasía de estar ella también con una niña con la vulva peladita, lo que me llenó de un morbo incomparable, empezando a sentirme más feliz con ella que nunca, pudiendo hablar de todo sin vergüenzas ni tabús, hasta sentir que nuestro sexo estaba totalmente revitalizado, como cuando éramos jovencitos.

Pero quizás, había llegado el momento de poner en práctica sus fantasías y la propuse traer a una niña a casa para que estuviera con ella, con los dos para disfrutar juntos y aunque ella al principio tuvo miedo por si pudiera haber algún peligro en ello, la convencí diciéndole que traería a alguna que conocía de la noche, que ya estaban acostumbradas a eso y no habría ningún problema con ella.

Con el tiempo, me había acabado haciendo amigo de alguna de esas niñas, con las que tenía sexo de forma habitual y mucha veces sin cobrarme nada, aunque yo siempre quisiera ayudarlas, porque sabía lo necesitadas que estaban sus familias y en sus casas siempre esperaban a que ellas les llevasen algo de dinero.

Así que esa misma noche, hable con una de ellas llamada Jossi que tenía 11 años y con la que ya tenía mucha confianza y cariño, y que por cierto, ya a su edad, me había hecho cosas tan increíbles y morbosas que me había hecho correrme como nadie lo había conseguido. Le conté lo que quería mi esposa y ella aceptó sin ningún problema, así que la llevé a casa y le di la sorpresa a mi mujer, que ni se creía lo que iba a hacer con esa cría que tenía a su disposición, porque a pesar de su experiencia en el mundo liberal, el tener enfrente a esa nena la bloqueaba un poco, por ser consciente en su interior de que iba a traspasar una nueva barrera desde que yo la había metido en mis fantasías.

Para animarla un poco, yo mismo empecé a desnudar a Jossi, mientras le decía a mi mujer:

—Fíjate que hermosura, tiene un cuerpo precioso.

Y al bajarle las braguitas:

—Mira, lo que tanto deseabas, su rajita toda pelada. Y fíjate como se le abre por todas las pollas que le han metido ya a esta cría.

Mi mujer se estaba encendiendo, su respiración se aceleraba y su mirada se había vuelto puro vicio, así que ella empezó a acariciar su piel, a sobar sus duros y generosos pechos a pesar de su edad, a darle besitos buscando su lengua, mientras yo seguía animándola:

—Cómele la boca, verás que delicia. Nunca has probado algo así.

Ella introdujo toda su lengua en la boca de la niña, saboreándola y devorándola toda, notando yo como tenía el coño ya totalmente empapado, al poner mi mano en él y empezar a sobárselo para aumentar su placer. Poco a poco, ella fue bajando, chupándole las tetitas, su barriguita y finalmente hundió su cabeza entre sus piernas para disfrutar del manjar que llevaba tiempo deseando.

Su lengua pasaba sin descanso por la vulva de Jossi, que empezó a gemir, incapaz de controlar el placer que también ella estaba sintiendo. Mi mujer sorbía los jugos que iba soltando, introduciendo su lengua cada vez más adentro de su vagina, ayudándose de un pequeño consolador que le introducía para acelerar su orgasmo y sentir finalmente como los chorros de flujo vaginal llenaban su boca.

Luego, mi mujer me pidió que follara a la cría, porque quería ver como disfrutaba de una polla, como se volvía loca mientras ella seguía besándola por todas partes. La situación era tan morbosa para mí que tuve que correrme antes de lo deseado, porque el coñito de Jossi seguía estando muy apretado a pesar de haber sido tan usado a su edad.

Visto desde fuera, el espectáculo debía ser maravilloso, una escena del porno más morboso que pudiera verse sin poder evitar masturbarse contemplándolo.

Mi mujer quería seguir con la pequeña Jossi, incansables las dos, poniendo a la cría a chuparle el coño hasta provocarle un nuevo orgasmo, mientras yo muy excitado, seguía masturbándome viéndolo todo.

Después de eso, mi mujer parecía haber superado todos los límites posibles y su perversión se me hizo más evidente cuando me pidió llevarle un niño para la próxima ocasión, lo que a la vez que aumentó mi morbo por su emputecimiento, me creó el problema de encontrar a alguien que fuera de su agrado y que fuera posible para mí.

Obviamente, ni me atreví a comentárselo a mis compañeros y como la mayoría de los chavales que veía por allí con las niñas, eran gays o eran requeridos para satisfacer a los hombres mayoritariamente, no me parecieron los más adecuados para llevar a alguno de ellos a mi mujer, así que se me ocurrió hablar con “la Negra”, que sabía que tenía dos hijos varones también, aunque no sabía la edad, pero me confirmó que tenían 14 y 11 años, lo que me hizo dudar por cual decidirme de los dos, así que “la Negra” me dijo:

—¡Llévate a los dos!

Me quedé sorprendido sin saber que decir, y también porque supuse que tendría que pagarle doble, pero ella añadió:

—Por el mismo precio los dos. El mayor ya tiene experiencia, pero el pequeño no mucha, así que tu mujer va a disfrutar con ellos como una loca.

Ante eso, me pareció la idea más morbosa que podía imaginar, así que me llevé a los dos y cuando los vio mi mujer se puso tan nerviosa que no sabía ni que decir; tan solo hizo una carantoña al más pequeño y se llevó a los dos al dormitorio.

Con uno a cada lado, les bajó los pantalones y se puso a mamarles la polla, primero alternativamente y luego a la vez, con las dos metidas en su boca.

Aquello era tremendo, mi mujer había superado todas mis expectativas y yo ya estaba con la mano en mi polla masturbándome, mientras ella se desnudaba para que la vieran bien, llevando el mayor la mano a sus pechos, que sobaba entusiasmado por su tamaño, hata que les dijo:

—Mamarme los dos las tetas.

Y allí se puso cada crio a un lado a chuparle una teta cada uno, mientras ella se masturbaba también, mirando el más pequeño con los ojos muy abiertos, como ella abría su coño con sus dedos, al que le dijo mi mujer:

—Tócamelo. ¿Quieres chuparlo?

El crio puso su mano en el coño de mi mujer dudando si chupárselo, peor el mayor, más experimentado, metió la cabeza entre las piernas de mi esposa, comiéndole el coño provocando sus gemidos.

—¡Ya!, ¡ya! Fóllame, métemela…..

El hijo mayor de “la Negra” se puso entre las piernas de mi mujer, poniendo su bonita verga, y ya de buen tamaño en la entrada de su coño, y sin ningún preámbulo empezó a meterla y sacarla rítmicamente, como seguramente hubiera aprendido, sorprendiendo a mi mujer por su decisión y energía al hacerlo, pero enseguida se centró en disfrutar de lo que la estaban ofreciendo, mientras que entre gemido y gemido intentaba meterse la pollita del más pequeño, que empezó a echarle un semen entre blanquecino y transparente que degustó entusiasmada mi mujer, a la vez que el otro chico se corría en su coño llevándola al delirio total.

Después de eso, mi mujer siguió jugando con los dos chavales un tiempo más, viendo como su cara se había transformado en la de una viciosa mujer que me había demostrado que ya no tenía límites y que me haría gozar a mí con cualquier cosa que le pidiera””.

 

P.D.- (Relato en honor de este amigo que me contó sus experiencias y de todos los amigos venezolanos por la situación tan penosa que llevan años viviendo, esperando que se solucione de la mejor manera posible, para que puedan volver a vivir una vida normal de la que puedan disfrutar como se merecen sin estar pendientes de sobrevivir cada día).

 

 

 

 

Quiero que mi fantasia se me haga rapido realidad ...
Confesiones del pasado y de siempre

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