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Mi esposa va a la universidad – Segunda parte.

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Sus palabras sonaban a suplica, por un momento consideré de irme a tardas horas de la noche a satisfacer a mi amante esposa, pero tenía un compromiso tomado con antelación y era demasiado tarde como para cancelarlo.

—Ni siquiera imaginas las ganas que tengo de ir … pero no puedo, cariño …

—¿Lo dices en serio? …

—Sí, tesoro … no puedo …

Se hizo un silencio pesante, la sentía respirar profundamente, luego al improviso dijo.

—Entonces te concertaré una cita para tu operación …

Sus palabras y su determinación por la cirugía me causaron risa, los pensamientos sexuales de ella y yo desaparecieron.     Poco después terminamos la llamada.     Al día siguiente por la mañana, recibí un mensaje de texto con la fecha y hora de mi cita con el cirujano.

 

 

Diez días después conducíamos hacia la clínica para la intervención quirúrgica.

—Esto me va a doler … —Dije preocupado.

—No seas bruto … estarás anestesiado … —Respondió al instante Nidia.

—Pero igual me va a doler después … —Me quejé.

—No … no mucho … —Retrucó mi esposa.

—Sí … estoy seguro de que voy a sufrir … sentiré un dolor insoportable … no me olvidaré de esto que me estás haciendo … toda mi vida me lo recordaré …

—Calla … no seas niño chico …

***

 

 

Dos horas más tarde estaba sentado en el asiento posterior de nuestro auto y conducíamos de regreso a casa.     Al momento no sentía casi nada, los medicamentos bloqueaban mi dolor, solo esperaba llegar luego a mi cama antes de que las cosas se pusieran peor.     Al fin llegamos a casa y me fui directamente a la cama.     Más tarde mis pelotas se hincharon y me punzaban hasta sentir dolor de cabeza.      Por diez días estuve bastante quieto y sin tener ningún tipo de excitación sexual.     Lo que significaba que no podía excitarme al hablar por teléfono con Nidia, ni tampoco recuperarnos cuando ella volvía a casa.     Además, llegaba fin de año y Nidia estaba ocupada en programar todos sus exámenes y las fiestas de la familia.     Había que pensar en un regalo para nuestro hijo.     Después planificar nuestras vacaciones.     Cada vez veía menos a mi esposa.     Me pareció una broma del destino, el haber reparado todo mi armamento para permanecer en un ambiente sexualmente inactivo.

 

 

Esa tarde Nidia se acurrucó delicadamente mí.

—¡Ummmm! … ¡Me vas a dar un tratamiento especial, querida! …

Suspiré cuando la calidez de su cuerpo se acopló al mío a cucharitas.

—Tengo que cumplir mis deberes de esposa y cuidar de ti, esposo mío …

Me dijo mientras su manito aferraba la base de mi polla.     Me hizo girar sobre mi mismo en modo que quedé de espaldas sobre la cama, ella se arrodilló a mi lado y se inclinó sobre mi verga, pensé que lo engulliría y ya, pero se detuvo a examinarme, apartó mi polla hacia arriba y delicadamente agarró mis huevos, deteniéndose a chequear las pequeñas cicatrices durante unos segundos, luego comenzó a masturbarme y finalmente se lo llevó a la boca.

—¡Uuuurrrggghhh! …

Gruñí cuando sus labios rodearon mi glande y su lengua atacó mi sensible cabezota.

—¡Ah! … ¿Te duele? …

Moví la cabeza negativamente sonriéndole y ella rápidamente volvió a tragarse mi polla.     Movía su trasero sicalípticamente a centímetros de mí en forma acompasada al ritmo de sus chupadas, puse mis manos en sus nalgas y la jalé poco a poco para colocarla sobre mí.     Nidia comprendió al vuelo cual era mí intención y montó mi cabeza a horcajadas.     Su hermoso monte de venus se posicionó sobre mi boca y me preparé para darme un festín de coño.     Su labia vaginal ya estaba enrojecida por la excitación y sus fluidos copiosos le daban un lustre invitante y delicioso.     Tiré de ella un poco hacia abajo y colaboró separando un poco más sus rodillas, prácticamente posó su panocha contra mi boca.     Comenzamos a chupar nuestros sexos como hambrientos.      Me pegué a su clítoris como una lapa y lo abofeteé sin misericordia e incansablemente.      Sus gemidos y contorsiones me indicaban que lo estaba haciendo bien, no pasó mucho tiempo y Nidia dejó de chuparme, se levantó un poco y se volvió hacia mí.

—¡Ummm! … ¡No puedo! … ¡Si no te detienes, no puedo! …

Dijo moviendo sus caderas sobre mi rostro y respirando agitadamente.     Hice como que no la escuché, la aferré vigorosamente de sus caderas y mi lengua se movió enloquecida sobre su botoncito del placer, para mí era como un premio hacer que perdiera el control de si misma.     Varías veces intentó volver a chupar mi polla, pero terminaba gimiendo y restregando su carita en mis muslos sin poder controlar los espasmos y convulsiones de su cuerpo, finalmente desistió y se alzó a mover sus caderas sobre mí.      La escuché maullar como una gatita, dando chillidos agudos y guturales gruñidos de felina.     Sus jugos bañaban por completo mi cara,     la sentí abrir sus muslos ampliamente para luego cerrarlos violentamente apretando mis mejillas, pero no la solté, ni siquiera cuando corcoveó desesperada gritando su placer mientras las olas orgásmicas sacudían su cuerpo por entero.     No quise escuchar sus suplicas, mantuve el agarré firme a sus piernas y no la deje ir.      Cuando sus chillidos se volvieron desesperados, la solté y se dejó caer sobre la cama con su espalda arqueada y retorciéndose como una boa herida.      Cuando se calmó, la di vuelta y la besé.

—¿Te sientes bien? … —Le pregunté con una amplia sonrisa.

—¡Ummm! … ¡Malo! … ¡Quería cuidar de ti! … —Gimió con ojos ensoñadores.

—Lo siento … no me pude resistir … demasiado rica tu panocha … —Respondí.

Nidia no dijo nada, simplemente se movió lentamente y montó mis muslos, luego encontró mi polla y la llevó a su jugosa hendedura rosada e inflamada.     Saltó sobre mi polla con rápidos movimientos de sus flancos y luego se botó apretando sus senos contra mi pecho, escondió su rostro en mi cuello y gimió apretándose a mí, sin cesar ni un segundo de cabalgar mi polla.

—¡Qué rico volver a sentirte en mí, amorcito! … —Gimió a mi oído.

—Sí … mi polla extrañaba tu hermoso coño … —Repliqué.

—Quiero que me embaraces, tesoro … —Dijo dando golpes con sus ancas sobre mi polla.

—Amorcito … el doctor dijo que eso no iba a suceder muy pronto … habló de meses …

Le dije para que no se fuera a ilusionar demasiado.

—No me importa cuánto tiempo se requiera … pero probaremos todos los días si fuera necesario … hasta cuando suceda …

La abracé estrechamente a mí mientras por mi mente pasaban recuerdos de antaño, entre risas le dije.

—Recuérdate … tu en la universidad … y otra vez estamos haciendo el amor con el riesgo de que te quedes embarazada … igual que antes …

Se sonrió y se apretó más a mí diciendo.

—Es verdad … parece extraño, ¿no? …

—Un poco … ¿Extrañas tu departamento? … ¿Tu pequeño espacio especial donde te sentías como una niña juguetona y caliente? …

—No soy una niña juguetona y caliente …

—¡Ah! … ¿no? … y que me dices de dormir desnuda … hablar con un chico vestida solo con tu bata … sexo telefónico casi todos los días … y … ¡quien sabe que más! …

—¡Hmm! … sí … quien sabe que más …

—Faltaría solo que te afeites …

—¿Ah? … sabes que lo encuentro algo desvergonzado …

Su vello púbico había sido tema muchas veces, pero ella nunca se flexibilizó y se negó a afeitar su coño, pero debo reconocer que mantenía sus vellos cortitos y ordenados.     

—A mí me parece elegante … algo fino …

Nidia no volvió a responder, se concentró en montar mi polla hasta hacerme explotar dentro de su panocha que me parecía más viva y estrecha que nunca.

 

 

Pasaron los días y Nidia continuaba con su curso en la universidad.     Continuamos con nuestra rutina, incluso con las llamadas cachondas al final de la tarde y tal como había prometido, casi todos los días ordeñaba mi polla con sus músculos vaginales, buscando desesperadamente de quedar preñada.      No fue hasta el fin de semana que me dijo que quería que la fuera a buscar para que la llevara a un restaurante del paseo marítimo que había inaugurado de reciente.     

 

 

No iba preparado para lo que encontré una vez que llegué a su departamento.     Me emocioné al verla moverse femenina y felinamente por el estrecho espacio de la habitación, vestida con su cortísima bata con el jaguar en su espalda.     No hizo falta quebrarme la cabeza para percatarme que ella había preparado un espectáculo para mí.     Así que a la tercera vez que me pasó cerca, la tomé entre mis brazos y la empujé hacia la cama.     Ella se reía juguetona y luchaba sin mucha convicción.     Cuando finalmente caímos sobre la cama, abrí su bata y noté enseguida su panocha limpia y lisa, recién afeitada.     Había espalmado algún aceite o crema, brillaba impoluta, tersa y diáfana.     Cuando salió de casa esta mañana, sabía que aún tenía su bosquecillo de finos vellos, lo que significaba que lo había hecho ahora, de reciente.      Me lancé a su entrepierna como un lobo se lanza sobre el corderito indefenso, me sumergí en ese océano de sus piernas y probé la delicadez de su coño rasurado.     Presioné mis labios sobre ese montículo pelón y mi lengua encontró la ruta hacia su ranurita resbaladiza.     Nidia dio un chillido y comenzó a jadear con una letanía de gemidos de placer, muy pronto su cuerpo comenzó a retorcerse y ella atrapó mis cabellos para tirarme contra su panocha.

—¡Increíble! … —Exclamé comenzando a desvestirme.

—¿Te gusta? … —Preguntó en forma retorica.

—Tuve que esperar más de quince años … pero valió la pena … —Dije volviendo a mi posición.

—¡Ummmm! … ¡Ooohhh! … ¡Amorcito! …

Gimió cuando mi lengua comenzó a frotarse contra sus delicados pliegues rosados.   Pensé que mientras afeitaba su coño, debía haberse excitado al máximo, su coño ardía y mi lengua no hacía más que avivar la pira candente en que se había trasformado su chocho.     Muy luego comenzó a abrir y cerrar sus piernas y sus sensuales sonidos denotaban su calentura.     Su mano se posó con urgencia detrás de mi cabeza y me tiró contra su panocha, entonces me concentré y disparé mi lengua directo contra su turgente clítoris, pocos segundos después corcoveaba y relinchaba como una potranca chúcara, explotando en un potente orgasmo.

—¡Oh! … ¡Ssiii! … ¡Ooohhh! … ¡Mmmmmmm! … ¡Uuuggghh! … ¡Ooohhh! …

Gruño y casi de inmediato comenzó a tirar de mis hombros mientras me instaba con fuertes plañidos.

—¡Mételo! … ¡Ahora! … ¡Por favor! … ¡Métemelo todo! …

Ágilmente me levanté sobre ella, encontré su abertura empapada y la penetré profundamente hasta que mis bolas se estrellaron con sus glúteos.     Esto la hizo emitir un fuerte grito y continuar con sus contorsiones y convulsiones de su cuerpo, su orgasmo todavía la hacía estremecerse.      Las fuertes contracciones de su coño me hicieron aferrarla fuertemente a mí y le di lo que me pedía con todas mis fuerzas, entonces gruñí sin poderme contener y me descargué dentro de ella.     Ahora los únicos sonidos eran nuestras respiraciones agitadas.

—¡Dios bendito, Nidia! … —Gruñí desplomándome a su lado.

—¿Te gustó eso? … —Susurró ella.

—¡Ummmm! … ¡Ssiii! … ¡Me encanta! … ¡Me gustó tu nuevo look y también hacerlo en tu departamento! …

—Bueno … cuando estuve en la universidad, siempre lo hacíamos en tu departamento …

Me dijo mientras su mano bajaba y acariciaba mi polla blandengue.

—Eran otros tiempos, tesoro …

—¡A-há! …

Alcanzó a responder justo antes de echarse a la boca mi pene semi duro.     Mi esposa continuo a lamer y chupar mi verga asiduamente, luego levantó su vista y fijándome directamente a los ojos, declaró.

—¡Es diferente! … ¡Puedo saborear la diferencia! … ¡Tú esperma tiene vida! … ¡Sabe mucho mejor! …

—¡Ay! … ¡Dios mío! … —Dije mientras ella no dejaba de sonreírme y lamer mi pene.

 

 

Esa noche tuvimos una agradable cena siendo arrullados por el oleaje del mar, cuyas olas rompían algunos metros más allá.     Después volvimos al departamento e hicimos el amor otra vez.     La semana que siguió, seguimos nuestra rutina cotidiana.     Y a la sucesiva, mi esposa me llamó rogándome que viniera a su departamento, me preocupé por el tono de su voz.     Ella no me quiso decir cuál era el problema, sentí un poco de pánico en su voz, así que le dije que tuviera un poco de paciencia y de que iba en camino.      Me subí a mi carro y partí a Viña del Mar, donde mi esposa.

 

 

—¿Qué te ha sucedido, cariño? … —Pregunté tan pronto como entré a su departamento.

—No sé … creo que hice algo malo … —Respondió mientras sorbía un trago de su copa de vino.

Inmediatamente la miré de pies a cabeza para ver si estaba herida, pero vestía unos ajustados jeans y una sudadera que no revelaba nada.     Claro que me resultó un poco extraño verla vestida con esa ropa, no era su modo de vestir.

—¡Qué! … ¡Dime! … ¡Dime que te pasa, amor! … —Dije tratando de permanecer calmo.

—El tipo … ese … el técnico de mantenimiento … Joel … él estuvo aquí … —Comenzó nerviosa.

—¿Qué pasó? … —Pregunté, pensando que podría haberla agredido.

—Bueno … yo … hice algo … creo que hice algo malo … —Respondió mirando la alfombra.

—¿Qué? … —Insistí, un poco confundido.

—Me puse la bata … tu bata … esa que me compraste … —Dijo con un hilo de voz.

—Bueno … ¿Hizo algo? … ¿Algo malo? … —Pregunté, para asegurarme de que no había sido impropio o inadecuado.

—No … nooo … nada … —Respondió prontamente.

—Bien … —Dije, pero todavía no entendía la causa de su angustia, ya más calmado, le dije.

—… ve por favor a llenar tu vaso y tráeme uno para mí … luego me cuentas lo que pasó …

Asintió y se levantó para ir a la cocina, luego volvió al sofá con su vaso de vino lleno y uno para mí.

—Por favor, no te enojes … —Dijo afligida.

—Nada temas … no lo haré … adelante … dime todo … —Dije en voz baja.

—Está bien … ¡uhm! … estaba aquí … ¡ehm! … hacia unos veinte minutos que había llegado de la universidad y alguien llamó a la puerta … era él …

Hizo una pausa para respirar profundamente y luego continuó.

—Abrí la puerta y él me dijo que necesitaba revisar las alarmas de humo … lo acompaño y él entra con una escalera a la cocina, sube y me dice que la mía no funciona y necesita cambiarla … baja las escaleras y se va a buscar una nueva … y … ¡ehm! … no sé … ¡uhm! …

—¡Vamos, Nidia! … ¡Cuéntame el resto! … —La animé mientras mi mente giraba confundida.

—Bueno … fui al dormitorio y vi la bata … no sé porque … pero me la puse …

Me di cuenta de que su labio inferior temblaba ligeramente, ella estaba muy nerviosa.

—Continúa …

La presioné lo más calmo posible, pero antes de que ella pudiera hablar, se me cruzó una duda y le pregunté.

—… ¿estabas desnuda debajo? …

—Sí … —Admitió lacónicamente y añadió. —… me siento como una mujer perdida …

—Continúa … —Insistí.

—Él regresó … yo la llevaba puesta y … me miró … me vio con la bata … luciendo como una golfa …

Dijo acongojada.

—¿Y qué vio, Nidia? … ¿Se veían tus pezones? … —Pregunté, aunque sabía ya la respuesta.

—Sí … creo que sí … —Respondió ella.

—¿Y qué más, Nidia? … ¡Dime los detalles! … ¿Qué te dijo? … ¿De qué hablaron? … ¿Cuánto tiempo se quedó? …

Dije un poco impaciente dado el ritmo de la conversación.

—Bueno … me dijo algo de las alarmas … después conversamos de las vacaciones … entonces me puse nerviosa y me fui a la cocina pensando que él se iría … pero él se vino detrás de mí … me sentí atrapada … así que me fui al dormitorio … esperé unos diez minutos, pero él seguía trabajando en la alarma …

Se quedó un rato en silencio, parecía que no tenía nada más que agregar, entonces le pregunté.

—¿Y dejó instalada la alarma de humo? …

—Sí … creo que sí …

—¿Intento tocarte? …

—No … en ningún momento … pero se acercó mucho a mí … bueno, aquí no hay mucho espacio …

—Ve a ponerte la bata …

Le ordené, me miró extrañada, pero se levantó y se fue al dormitorio a cambiarse.     Cuando regresó, me percaté que habría sido fácil para el técnico, pensar que ella se estaba insinuando.     Sus bellos pezones estaban hermosamente expuestos a través de delgado material y sus preciosas piernas se mostraban muy bien.     Supuse que él la había tomado más como una esposa descuidada y no como una mujer hermosa y disponible, pensé que él esperaba a que ella diera un paso más.     Realmente, pensé que el tipo se había comportado como todo un caballero y ella había tenido suerte de no encontrarse con un bruto.

—¿Qué? …

Preguntó ya que yo solo la miraba de arriba a abajo, desde que había entrado a la sala.

—¿Te dijo algo? … quiero decir … cuando te vio así … con la bata …

—Solo que era un hermoso atuendo y que me veía muy bien …

Admitió, yo asentí con la cabeza sin dejar de mirarla y ella añadió.

—… ¿estás enojado conmigo? …

—No, cariño … no …

Le dije y la abracé.     Comenzamos a besarnos y mi mano se deslizó en medio a los delgados pliegues de la bata y encontró uno de sus pechos, lo acaricié lentamente.     Cuando comencé a mordisquear y besar su cuello, comenzó a emitir suaves gemidos y maullidos que, poco a poco comenzaron a aumentar según aumentaba su cachondez.     Su mano me acarició por sobre mis pantalones y sorprendida exclamó.

—¡Está duro! …

Su tono de sorpresa me hizo ponerme a la defensiva, de todas maneras, suavemente la hice voltearse y le dije.

—¡Vamos a la cama! …

Nidia me dio una mirada inquisitiva, pero me permitió guiarla hacia la enorme cama en su dormitorio.     Una vez allí, le quité la bata y la empujé delicadamente sobre la cama, rápidamente comencé a despojarme de mis vestidos, mientras ella me miraba ansiosa.      Lo primero que hice fue sumergirme en el halo aromático y tibio de su panocha que rezumaba ya bastantes fluidos.     Me pregunté si estaba así por mis esfuerzos o si eran los recuerdos de su interacción con Joel.     Ella me había admitido de que sus pezones se habían endurecido, ¿se habrá mojado también su coño?

—¡Ooohhh, amorcito! … ¡Hmmmmmm! … ¡Se siente tan bien eso! …

Gimió mientras yo lamía su rajita y su protuberancia semi escondida entre sus pliegues rápidamente se puso rígido y carnoso, sus sonidos sexuales aumentaron de tono e intensidad.     Sus piernas se abrieron lascivamente en completa entrega a mis caricias.     Pensé en hacerla acabar de ese modo, pero luego decidí que quería sentir su coño estrujando mi polla, me levanté y me acomodé para penetrarla, sin ninguna resistencia, me hundí en ella.

—¡Qué carajo! … ¡Si que se siente bien tu conchita, tesoro! …

Dije mientras le enterraba mi polla.

—¡Ummmm! … ¡Ssiii! … ¡Asiii! … —Gimió apegándose a mí.

Inmediatamente supe que, dada su excitación, muy pronto se iba a correr, así que comencé un ritmo duro y profundo, cosa que le causo una ola de gemidos, chillidos y gritos lascivos.     Tal como lo pensaba, luego de unos minutos se aferró a mí desesperada y se corrió en un orgasmo apasionado, su coño se contraía rítmicamente alrededor de mi polla buscando de hacer salir mi leche, imposible resistir a esa fuerza de la naturaleza.     Liberé mi esperma chorreando sus paredes vaginales muy profundamente, en las cercanías de su matriz y útero fértil.     Ambos luchamos abrazados en busca de aire para nuestra forzada y agitada respiración, exhausto caí a su lado y la atraje estrechamente a mí sintiendo sus senos agitados y sudados contra mi pecho.     Suavemente besé su cuello y hombros mientras una mano jugaba con uno de sus tiernos pezones, y mi polla comenzó a ponerse dura una vez más.     Cuando Nidia sintió mi reciedumbre, levantó una pierna sobre mi cadera y con una mano guio mi garrote a su cuevita empapada.     No podía penetrarla profundamente, pero era una sensación muy dulce, íntima y sublime estar dentro de ella.

—Amor … eres increíble … —Susurré, deseando hacerla sentir amada.

—Lo dices solo porque me amas … —Suspiró, presionando su mano sobre la mía contra su seno.

—Sí … te amo deveras … —Respondí, buscando sus labios para besarla.

Nos quedamos silentes el uno en brazos del otro por unos minutos, luego le dije.

—Cuéntame todo lo que sentiste en ese momento …

—¿Cuál? …

—Cuando estabas con tu bata desnuda delante del técnico …

Sentí el estremecimiento de su cuerpo, con voz calmada me dijo.

—Te lo dije, ¿no? …

—¿Estaba cerca de ti cuando te dijo que te veías hermosa? …

Asintió moviendo su cabeza en forma afirmativa, entonces le pregunté.

—¿Te sentiste excitada? … ¿Tenías los pezones duros? … ¿Te mojaste? …

Sé que la estaba presionando quizás demasiado, mis preguntas no eran usuales, sino provocativas y pensé que probablemente me metería en problemas con ella, pero por alguna razón quería saber más.

—¡Pero, cariño! … —Reclamó con un dejo de molestia.     La estreché a mí diciéndole.

—Dímelo … no estoy enojado … pero quiero saberlo todo … —Dije calmadamente.

Realmente no estaba celoso, pero quería profundizar en ese comportamiento inusual en ella que siempre ha sido tan recatada.     ¿Por qué sus maneras conservadoras habían cambiado?     Necesitaba saberlo, pero sabía también que cualquier acusación o juicio la haría sufrir y, mi intención no era esa.

—¿Por qué? … estoy consciente de que cometí un error …

Me dijo de repente.

—¡Oh, Nidia! … solo quiero que compartas conmigo tus sensaciones … confía en mí … —Respondí.

Los segundos pasaron muy lentamente, pensé en volver a insistir, pero ella suspiró y me dijo.

—No sé … fue algo tan extraño … como si me fuese desdoblada … esa no podía ser yo …

—¿Te excitaste? …

—¡Ehm! … ¡Sí! … admito que estaba muy mojada y mis pezones estaban tan duros que me dolían … también … también sentí un hormigueo por todo mi cuerpo … como si mi temperatura hubiera subido en forma repentina … no lo encontré agradable … pero me sentí cachonda …

Hizo una pausa liberatoria, y luego exclamó.

—¡Oh, Dios! … ¡Eres mi marido! … ¡No puedo creer que te esté diciendo todas estas cosas! …

La estreché a mí, su cuerpo estaba rígido.     Acerqué sus labios a los míos y la besé intensamente, con pasión verdadera, el mejor beso de amor que le podía dar.     El beso duró hasta que sentí que la tensión de su cuerpo se relajaba, y le dije.

—Esto nos acerca más, tesoro … me alegro de que me lo hayas dicho … y me alegro aún más, que me hayas llamado para estar contigo …

Me brindó una amplia sonrisa y se subió encima de mí, con delicadez tomó mi polla y la encanaló en su mojada y candente hendedura, suspiró mientras empalandose ella misma.

—¡Ummmm! … ¡Estás durísimo! …

La miré y vi que ella buscaba mi mirada.

—¿Estás así por lo que te conté? … —Preguntó.

—Sí … —Admití.

—¿Por qué? … —Volvió a preguntar.

—¡Uhm! … No sé … pensando en ti, excitada por un extraño … me pusiste cachondo … —Respondí.

Esa noche nos amamos como recién casados.     Hicimos el amor dos veces más.     Me costó dejarla allí por un día más, pero ella debía asistir a sus clases.     Cuando volvió a casa, ella se refirió al asunto varias veces y, siempre terminamos follando como conejos.

 

 

El fin de semana decidimos quedarnos en su departamento.     Nos dedicamos a cosas hogareñas, orden y limpieza; luego por la tarde cuando estábamos desnudos en nuestra cama, ella comenzó.

—Realmente pensé que me ibas a gritar mucho … —Dijo acurrucándose a mí.

—¿Porque me llamaste para que estuviera contigo? … —Pregunté.

—Necesitaba sentirme segura … incluso si te enojabas … valió la pena hacerte venir … —Dijo ella.

Sentí en sus palabras la profunda confianza que tenía en mí y la estreché con fuerza.

—Me alegro de que lo hayas hecho … y sabes que nunca te grito …

—Bueno … normalmente no … —Se rio y añadió.—Es increíble … no puedo pensar que me haya comportado así …

—Es el departamento, cariño … el dormir desnuda … el volver a coquetear … el afeitarte ahí abajo … el profesor … el técnico … el estudiante … todo porque tienes un lugar tuyo, todo para ti, eso te da una independencia que antes no la tenías …

Hice una pausa de reflexión y añadí.

—… tal vez sería mejor deshacernos de este departamento, ¿no? …

Lo dije a sabiendas que a ella le encantaba el lugar y su libertad, así que lo mejor que pude contuve mi risa esperando su reacción.

—No … no es el departamento … —Dijo apresuradamente.

—¿Eso significa que eres tú? … —le pregunté mordisqueando el lóbulo de su oreja.

—No … es la bata … —Respondió girando su cabeza hacia mí.

—¿Ugh? …

—Sí … eso es … tu la compraste, ¿no? …

—Sí … es cierto …

—Entonces tu eres el culpable … porque ya sabías del técnico … del profesor y del estudiante …

—¡Uhm! … tal vez …

—Entonces nos quedaremos con el departamento … este es mi lugar … —Dijo resueltamente.

Esta vez no pude evitar la risa, me encantó la defensa que hizo de “su departamento”.     Nidia se unió a mí en la risa y me dio un beso.     Nos mantuvimos abrazados por un largo tiempo mientras nos acariciábamos el uno al otro.     Entonces un pensamiento cruzo mi mente.

—Pero él volverá … me preocupa que vaya a intentar algo …

—Sé defenderme … soy una mujer adulta … además, un episodio de exhibicionismo es más que suficiente …

Me respondió sólida y muy convencida.      Los últimos hechos acaecidos habían contribuido a acercarnos más.     Ahora cada noche hablábamos por teléfono, ella compartía conmigo cualquier coqueteo experimentado durante el día.     Estaba estupefacto por cuantos eventos le sucedían a diario, en un principio pensé estuviese exagerando, pero cuando la presioné para que me dijera la verdad, me explicó con pelos y señales que su vida diaria era así.     Me describió situaciones similares incluso con nuestros amigos, eso me llevo a pedirle que compartiera esos coqueteos cercanos con nuestras amistades, pero ella se negó a hacerlo.

 

 

Por lo general, conversábamos un poco y luego teníamos cachondas conversaciones de velado sexo, en poco tiempo mi mente la imaginó gozando con la verga de otro hombre, ya sea el técnico o el pelado profesor suyo, también la imaginé en un trio con el estudiante y su joven novia.     En un principio pensé a eventos de voyerismo y exhibicionismo, pero muy pronto divagué a tórridos encuentros sexuales de ella con otros.

 

 

Los hombres que me había comentado Nidia eran tres.      Joel, el técnico.      Antonio, el estudiante y el calvo profesor Pérez.      Conocí al profesor Pérez, que era un emigrado de Venezuela y casado con una chica de su país, tal como ella lo describió, era alto y pelado, pero me pareció mucho más joven de lo que ella había dicho.     Antonio el estudiante tenía cerca de veinte años y su novia un par de años menos.    Era alto, fornido, de cabellos rojos con una barba cobriza; su novia una peli teñida rubia, flaca y largas piernas.      Al técnico nunca había logrado verlo.     A veces mencionaba a otros hombres, pero ninguno de ellos parecía interactuar a menudo con ella como estos tres.     En más de una ocasión pensé en contarle sobre mis fantasías de ella con otros, pero no encontré el momento oportuno para hacerlo.     Sin embargo, llego un día que me anunció que su grupo de estudios se reuniría con ella en el departamento, las ruedas de mi imaginación comenzaron a rodar de inmediato, ya en la tarde cuando me llamó, no pude contenerme.

—¿Y cómo fue esa reunión? …

—Bien … les ofrecí un poco de vino a los chicos y preparé unos bocadillos …

—¿Cuántos eran? …

—Cuatro … además de Antonio …

—¡Cinco entonces? …

—¿Y te coquetearon? …

—Bueno … sí … un poco …

—¿También Antonio? …

Se rio de buena gana y respondió.

—Bueno … ¿Qué es lo que realmente quieres saber? …

—Sí … te coqueteo …

—Él se quedó después que se fueron todos … —Noté el cambio en su voz y mi polla dio un respingo.

—¿Deveras? … ¿Y que pasó? … —Hice una pausa e insistí. —¿Te coqueteo? …

—Suenas como si quisieras que lo hubiese hecho … —Me retrucó insólitamente.

—¿Y lo hizo? … —Intenté nuevamente.

—Sí … —Respondió en un tono casi inaudible.

—Cuéntame como fue eso … —La apremié.

—Quería que le mostrara el departamento … cuando llegamos a mi dormitorio … al costado de mi cama … me dijo si quería divertirme con él …

—¡Oh! … simplemente te pidió sexo, así como así …

Gruñí sorprendido de que un chico tan joven fuera así de agresivo ante una mujer madura.     Antes de que pudiera hablar, le pregunté.

—… ¿Qué hiciste? …

—Salí de la habitación … pero él no me siguió … tuve que volver a buscarlo …

—¿Y lo intentó de nuevo? …

—Pues sí … casi lo mismo … pero le dije que saliera de mi dormitorio … esta vez me siguió … después tomó sus cosas y se fue …

—¿Me lo ibas a decir? …

—Por supuesto … pero tu te me adelantaste … con todo este interrogatorio …

—Sí, es verdad … tienes razón … y esta vez … ¿te mojaste? …

—Pero … ¿Qué clase de pregunta es esa? … —Replicó, nerviosa y un poco sorprendida.

—¿Lo estabas? … —Insistí.

Hizo una larga pausa y luego dijo.

—¡Uhm! … ¡Sí! … un poco …

—¿Por Antonio? …

—No … no … porque pensaba al momento de decírtelo …

—¿Por qué? …

—Por qué pensé que iba a ser divertido y cachondo …

Nos unimos en una risa relajada y franca.     Discutimos un poco más los intentos del muchacho.     Me di cuenta de que estaba de buen humor, no se había ofendido por mis preguntas, así que decidí ir un poco más allá.

—Deberías haberte puesto la bata … —Dije bromeando.

—¿Esa cosa ordinaria? … La tiré … —Respondió, una ola de decepción me invadió.

—¿Deveras? … ¿La tiraste? —Pregunté apesadumbrado.

—¡No! … ¡Dios mío, qué ingenuo que eres! … —Se rio y luego agregó. —¿Y como sabes que no me lo puse? … quizás lo hice …

Por primera vez Nidia osaba y se ponía más audaz en nuestro juego, al instante mi polla medio dura se puso tiesa, totalmente erecta.     No pude evitar de imaginarla desfilando por el pequeño departamento con esa prenda sexy que dejaba ver todas sus harmoniosas sinuosidades y el muchacho persiguiéndola detrás como un perro caliente.

—Deberías haberlo hecho … —Le expresé.

—Estoy cachonda, cariño … —Espetó, cambiando de tema.

Sabía que, si le preguntaba el por qué, ella diría que era por mí o por nuestra conversación.     Yo pensaba, o quería creer, que al menos en parte, era por los avances del joven.     Supuse que quería permiso para masturbarse, así que le dije.

—Lo siento cariño … tendrás que esperar hasta mañana …

—Tal vez debería llamar a Antonio … —Dijo un poco pesarosa.

—¡Hmm! … tal vez … —Respondí, lo que provocó un ahogado chillido.

Poco después terminamos la llamada.     Pero Nidia se quejó por su estado de ánimo.     Creo que había sido la discusión más divertida que habíamos tenido hasta ahora, cosa que contribuyó a reforzar la apertura creada en nuestra relación matrimonial.     Sí bien mi mujer tenía prohibición de jugar con ella sola, no era lo mismo para mí, así que lentamente tiré de mi pija mientras pensaba en la llamada con Nidia y su descripción del estudiante, muy pronto mí semen chorreó mi vientre.

 

 

La semana siguiente mientras me encontraba a trabajar en mi computador, recibí una llamada de Nidia que se encontraba en su departamento.     Era demasiado temprano para el sexo telefónico, así que supuse que necesitaba alguna información o me iba a preguntar sobre nuestro hijo.

—¡Hola, cariño! … Acabo de llegar y busqué el vestido que quería usar para la fiesta de sábado … pero no lo encuentro aquí .     recuerdo de haberlo llevado a la tintorería … ¿Podrías comprobar si está allí? …

—¡Uhm, sí! … ahora mismo veo … —Dije pronto a levantarme para ir a buscar su vestido, pero … sucedió algo.

—¡Espera! … ¡Acaban de llamar a la puerta! …

Dijo repentinamente, luego se produjo unos segundos de silencio, volvió y me informó.

—… es Joel … el técnico … ¿Qué hago? …

Antes de que pudiera responder, escuche de fondo la voz grave de un hombre que gritaba.

—¡¡Hola!! … ¿¿Hay alguien?? …

—Joel … estoy aquí … espera … —Escuché a Nidia responder en voz alta.

Escuché de fondo una conversación, pero no lograba escuchar de que cosa estuviesen hablando, luego Nidia volvió al teléfono y en un susurro me dijo.

—Está aquí para chequear el aire acondicionado … yo estoy en el dormitorio …

Pensé en prevenirla de que el horario parecía un poco sospechoso, quizás la vio llegar y vino con alguna doble intención, pero no dije nada, solo le pregunté.

—¿Estás bien? …

—Sí … estoy bien … —Su voz sonaba relajada.     Sin poderme contener, le dije.

—Estás con uno de tus admiradores, ¿eh? …

—¡Ehm, sí! … uno de ellos …

Respondió juguetonamente.      Inexplicablemente, algo pasó por mi mente, una oleada de excitación sexual, ya no pensé que estuviese insegura y sin pensarlo, dije.

—Deberías ponerte la bata …

—¿¿Qué?? …

Preguntó instantáneamente sorprendida.      Pensé en ofrecerle una disculpa, pero agregó con su voz juguetona.

—… ¿hablas en serio, querido? … ¿crees que debería? …

Se me secó la boca y mi cabeza se transformó en un torbellino, me salió hasta un “gallito” cuando se me escapó un …

—Sí …

El universo entero se detuvo unas milésimas de segundos, luego en voz baja y ronca, la escuché decir.

—Está bien, tesoro … lo haré …

Pensé que íbamos a continuar conversando, pero la llamada de repente se cortó y me encontré mirando la silente pantalla de mi celular.      No dejé pasar más tiempo, corrí a mi SUV, salté dentro y corrí por la ciudad superando todos los limites de velocidad hacia la autopista; me tomaría una hora diez a una hora veinte llegar al departamento de mi mujer.      En la carretera adelanté a todas las maquinas que se encontraba en circulación, superando de mucho el límite de velocidad.     A cada kilometro que marcaba el odómetro, esperaba recibir una llamada de mi mujer.     Llevaba unos cuarenta minutos de viaje cuando sonó el celular, era Nidia.

—¿Estás bien? … —Pregunté, ansioso.

—Sí … —Respondió escuetamente.

—Nidia … ¿Qué pasó? … ¿Pasó algo? … —Pregunté anhelante.

—Yo … yo lo hice … salí con la bata puesta … como me pediste …

Pude sentir el nerviosismo en su voz.

—Tesoro … estoy en camino … dime … ¿Qué más pasó? … —Mi pregunta fue angustiosa.

—Podremos hablar de ello cuando llegues aquí …

Me quedé mudo por unos instantes y, antes de que pudiera realmente responder, ella me dijo.

—… creo que está en la puerta otra vez …

—Nidia … —Comencé, pero ella me interrumpió.

—Espera … déjame comprobar … —Y la llamada volvió a cortarse.

 

 

Intente volver a conectarme con ella, pero no me respondió.      Ya bastante preocupado, aceleré al máximo, arriesgando de ganarme una multa, pero nada me importaba, solo quería llegar lo más rápido posible.     Evalué de llamar a la policía, pero desistí pensando que no era necesario.      Así y todo, logré llegar.      Afortunadamente, cuando abrí la puerta, vi a Nidia sentada en el sofá, todavía vestía la bata sexy, había una botella de vino abierta sobre la mesita de centro.     Tenía el cabello un poco en desorden, las mejillas encendidas, su mirada estaba un poco desorientada.     Me miró con una extraña mirada que no pude definir.

—Nidia … cariño … ¿estás bien? … —Grité mientras cerraba la puerta.

—¿Estás enojado? … —Dijo un tanto turbada.

Una ola de emoción me golpeó y en segundos una docena de respuestas posibles pasaron por mi mente, pero logré controlarme y dije solamente.

—Ven aquí, tesoro …

Se levantó como una autómata, la abracé muy estrecha a mí y la besé con fuerza.     Quería hacerla sentir amada.      Al parecer mi acción la pilló desprevenida, sus brazos se mantuvieron a sus costados sin abrazarme, estaba como aturdida.      Pero se repuso y levantó sus brazos hacia mi cuello, luego me devolvió el beso con inusitada pasión.     Continuamos a besarnos por lo que parecieron minutos.

—¡Ummmm! … necesitaba eso … —Declaró con una leve sonrisa dibujándose en su rostro.

—Nidia … quiero saber … dímelo … ¿Te obligaron a hacer algo? …

—No quisiera responder a eso …

—¿Por qué, cariño? …

—La respuesta no me dejaría bien parada … —Dijo apoyando su cabeza en mi pecho.

—Vamos a acostarnos … —Le dije y la dirigí hacia la cama.

Cuando entramos al dormitorio, pude ver el edredón revuelto de un lado de la cama como si hubiera habido un cuerpo o dos encima.     De repente, me pregunté si mi esposa había sido solo “tocada” o si había cedido a los avances del técnico.     De todos modos, la ayudé a subir a la cama y luego me uní a ella en un abrazo reconfortante, para darle todo mi cariño y pasión.     Estuve un tiempo acariciando sus cabellos y dándole suaves besitos en su cuello y nuca.     Nidia respiró profundamente y dijo.

—Cuándo me vio salir en bata … él se acercó a mí y me preguntó, que estaba tratando de hacer … fingí no entender … pero él no se lo tragó … me abrazó y puso sus manos en mis nalgas desnudas …

—¿Le dejaste tocar tu trasero? … —Exclamé sorprendido de que ella hubiera permitido eso.

—Bueno … yo … creo que sí … —Gimió Nidia.

—¡Uhm! … sigue … cuéntamelo todo … —Le dije.

—Intentó besarme … al principio luché para oponerme … pero encontró mis labios … finalmente lo hizo … supongo que lo hizo … una de sus manos se enfilo dentro de mi bata y me apretó los pechos … luego también más abajo … entre mis piernas …

Admitió estremeciéndose un poco en mis brazos.

—¿Cuánto tiempo duró eso, Nidia? … estuviste más de cuarenta minutos sin responderme …

—No lo sé … supongo que estuve con él todo ese tiempo …

Dijo casi en un hilo de voz, moviendo sus piernas inquieta.

—¿Y estuvieron de pie todo ese tiempo? …

—No … nos fuimos al sofá …

Cuando escuché que la había llevado al sofá, otros pensamientos pasaron por mi mente.

—¿Y uso solo sus manos contigo? … ¿Nada más? …

—También uso su boca …

—¿Su boca? … ¿Dónde? …

—En todas partes …

Dijo Nidia acurrucándose más a mí.     Me di cuenta de que tenía que extraerle toda la información parte por parte.

—¿Él se quedó con la ropa puesta? …

—Al principio, sí … —Dijo y arqueó su espalda hacia atrás.

—Nidia … ¿él lo hizo? … ¿te metió su polla? … —Pregunté, muy nervioso por la respuesta de ella.

—No … él quería … pero yo no lo dejé … usé mi mano … —Explicó.

—¿Y para que volvió? … —Pregunté, recordando que había regresado.

En breves palabras Nidia me contó que él había tratado de coaccionarla nuevamente.      Sin embargo, se dio cuenta de que ella no quería y se fue después de unos minutos.     Entonces sabiendo que yo estaba en camino, se había recostado en su cama para pensar en todo lo que había ocurrido.     Respiré aliviado porque me di cuenta de que esta era la razón probable porque el edredón estuviese arrugado cuando yo llegué.

 

 

Lentamente la conversación disminuyó hasta que nos quedamos en un incomodo silencio, mientras cada uno de nosotros analizaba y deglutía lo que había sucedido.     Ciertamente estaba muy sorprendido de que Nidia hubiera dado este paso de gigantes.     Sabía que no podía juzgarla en ningún modo.     Debía preocuparme de su estado emocional, conectarme con ella como marido y mujer.     Debía ayudarla en este transito tormentoso en que principalmente yo la había metido.     Me quité la ropa y nos acariciamos desnudos, esposa y esposo, la puse encima de mí y la estreché fuerte entre mis brazos.     Ella era mía.     Nos acariciamos y nos besamos por largo rato, luego la puse boca arriba y ella abrió ampliamente sus piernas para mí, sin perder tiempo me hundí en ella.

 

 

Ninguno de nos dos profirió palabra alguna, no hacíamos ningún sonido, ni suspiros, ni gemidos, solo el crujido monótono de la cama.     Cuando levanté la cabeza, vi que ella estaba con los ojos abiertos con la mirada perdida en algún punto del espacio, supe que necesitaba ayuda.

—Nidia … ¿estás bien? … no tienes que estar enojada … yo fui quien te dio la bata … mayormente soy yo el culpable de todo … creo que no hay nada de que culpabilizar a nadie … ni menos a ti …

—No es tan simple como crees …

—¿Por qué? … —Pregunté sin entender.

—Él sí me hizo algo … bueno … yo … ¡ehm! … yo respondí … él hizo … él hizo …

—Hizo que tuvieras un orgasmo, ¿no? …

Ella asintió con la cabeza, entonces yo añadí.

—… bien … me alegro de que lo haya hecho …

Mis palabras hicieron que ella se detuviera a mirarme a los ojos y me preguntó.

—¿Todavía me amas? …

—Claro que sí … más de cuanto tú puedas imaginar … —Respondí al instante.

Sentí que su cuerpo se relajaba, entonces comencé a embestirla con mayor fuerza y determinación, sus suaves maullidos se hicieron sentir y muy luego chillidos de placer escaparon suavemente de su boca.      Luego sin mediar ningún requerimiento, me dijo.

—Pero casi lo logra … de repente me sentí tan excitada … muy cachonda …

—Lograste controlarte y no lo hiciste … eso es lo que importa …

Respondí con la esperanza de consolarla por su desliz.

—¡Oh, Dios! … no lo hice … ¡Jesús Santo! …

—¿Cuantas veces te corriste? …

—Una … no … dos …

—¿Dos? …

—Sí … una con la boca y … otra con sus dedos …

—Y él … ¿se corrió? …

—Sí …

—¿Dónde? …

—Sobre mis senos y mi vientre …

Con eso dimos por concluida la conversación.     En los siguientes minutos mantuve mi ritmo y me di cuenta de que ella no estaba de humor.     Claramente su mente seguía en estado de confusión, así que decidí terminar y dejarme ir. Poco minutos después exploté en el empapado coño de mi esposa.     Me desplomé a su lado y ella acaricio mis cabellos suavemente.

—Nidia … ¿Cuándo él regresó estabas desnuda? … —Ella asintió con la cabeza, entonces le pregunté. —¿Entonces él se desnudó? …

—Sí … supongo … creo que entonces lo hizo … —Suspiró.

—Sabes que él volverá por más, ¿no? … creo que tendrás que mudarte …

—No … por ningún motivo … me encanta este lugar … puedo controlarlo …

Me dijo mientras buscaba mi mirada con sus ojos lucientes.

—Siempre podemos encontrar otro … —Comencé.

—No, cariño … no … me gusta este lugar … me siento bien aquí …

Se quedó silente quizás temerosa de que pudiese malinterpretar sus palabras.

—¿Estás bien, cariño? … necesito volver a la capital … donde nuestro hijo … ¿vas a estar bien? …

—Sí … estoy bien … —Dijo, pero mi instinto me decía que no lo estaba.

 

 

Me fui con el propósito de que llamaría cuando llegara a casa para ver como estaba.     Mientras conducía, me di cuenta de que las cosas habían ido más allá de lo presupuestado y demasiado rápido.     En el calor de nuestros cuerpos, el juego se nos había ido de las manos.     Habíamos abierto la caja de Pandora.     Sabía que nos tomaría un tiempo rectificar las cosas y comencé a planear algo para iniciar desde esta misma noche.

 

 

 

—¡Hola, cariño! … —Dije en voz baja.

—¡Oh! … ¡Uhmm! … ¡Hola! … estaba adormecida … —Me respondió.

—Tesoro … lamento haberte metido en todo esto y por todo lo que ha sucedido …

Dije saltando directamente al tema.

—Bueno … estoy bien ahora … acabo de beberme el resto del vino …

Me respondió y pude notar en su voz un ánimo que no tenía cuando la dejé.

—Bien … ¿Quieres hablar de eso? … —Tanteé.

—¿De qué? … ¿De que tú esposa es una fácil? … —Supe que no había superado el asunto.

—¡Basta, Nidia! … ¡Deja eso! … —Respondí.

—Bueno … él … él hizo casi todo lo que quería … casi … y … yo lo dejé …

Dijo bajando la voz.

—Eso es porque te pusiste super cachonda con nuestro juego … nuestras charlas al teléfono … el departamento … todas esas cosas se sumaron …

Dije tratando de que aterrizara y poder volver a lo de antes.

—Sí … tal vez … pero si realmente yo soy así … si es esa mi forma de ser … —Razonó.

—Pero, amor … tu nunca has sido así … esa no eras tú …

Expresé, pensando que estaba dramatizando mucho toda la situación.

—¡Uhm! … tal vez … —Volvió a decir.

—Cariño … deja de martirizarte … si eres culpable de algo, yo también lo soy … pero creo que no hay culpa de nada … es simplemente algo que sucedió fortuitamente …

Dije tratando de convencerla para cerrar este asunto.

—¿Realmente es eso lo que sientes? … ¿No hay nada que te preocupe? …

—Sí … lo que me preocupa es tu estado emocional … me preocupa que el tipo vuelva a molestarte … me preocupa decepcionarte … solo me molesta un poco que hayas tenido orgasmos con él …

—¿Solo los orgasmos? … ¿Ni la desnudez de ambos? … ¿Ni que me toqueteara? … ¿Ni que besara todo mi cuerpo? …

Dijo insistentemente con un dejo de burla en su voz.

—Bueno … no he procesado del todo el asunto … en todo caso si hay un culpable … ese soy yo …

 

(Continuará …)

 

 

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