Confesiones Erotismo y Amor Heterosexual Infidelidad

Mi esposa va a la universidad – Tercera parte y final.

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Estábamos ella y yo afectados por el asunto.      Mis pensamientos eran contradictorios y los de ellas confusos.     Realmente se nos había ido de las manos nuestros excitante juego.      Quería sentirme celoso y posesivo, pero al mismo tiempo el pensarla a ella con algún otro me excitaba al máximo.      Sus razonamientos me confundían, por un lado, ella casi había cedido a los avances de uno de sus admiradores, por otro lado, fui yo quien la inste a provocarlo.

 

 

Habíamos causado una bizarra situación y ahora no sabíamos como salir de esta.     Terminamos la llamada, pero decidimos de volver a conversar sobre el tema después de que ambos tuviéramos la oportunidad de procesar lo acaecido y reflexionar al respecto.     La noche siguiente en la seguridad de nuestra casa, cenamos y nuestro hijo se retiró a su dormitorio, después de dejar ordenada la cocina, también nosotros nos fuimos al nuestro.

—¿Quieres hablar? … —Preguntó con una voz nerviosa.

—No hasta que estemos en nuestra cama desnudos y abrazados …

Me alegré cuando ella rápidamente buscó los botones de su vestido y comenzó a desvestirse.     Pronto, estábamos el uno en los brazos del otros besándonos tiernamente como preludio a nuestra discusión.     Finalmente, sintiendo que estaba lo suficientemente relajada, me separé y la miré a los ojos.

—Nos amamos … tiene que haber un modo de que podamos superar esto … ¿Qué crees que debamos hacer? …

—Dime por qué no estás enojado …

—No tiene ningún sentido enojarse y … no quiero enojarme …

Nidia me miró durante varios segundos y dijo.

—Pero … otro hombre jugo con tu esposa … la excitó y … casi logra hacer todo el resto … ¿Cómo no te va a afectar eso? …

—Por que estoy más preocupado por ti, amor … solo tu me interesas …

—¿Acaso querías que él me hiciera todas esas cosas? …

Preguntó observándome inquisitivamente, traté de encontrar una respuesta apropiada, pero ella se adelantó y agregó.

—… ¿acaso querías que él y yo tuviéramos sexo? …

Recién ahora comenzaba a comprender que ella había dado por supuesto de que yo la había instado por alguna fantasía mía.     Parecían preguntas obvias y sencillas, pero me sentí expuesto.     De verdad, yo la había pensado en brazos de otro hombre.     Sobre todo, luego de saber todos los que se acercaban a ella para acosarla.     Luego las interacciones coquetas con el técnico habían terminado por encender algo en mí.     El hecho de que ella lo hubiera dejado ir la primera vez, me dio la seguridad y confianza de que nuestra relación no estaba en peligro, él no representaba una verdadera amenaza a nuestro matrimonio.      Yo me calentaba y ella se excitaba, luego lo compartíamos en la intimidad de nuestra cama.      Eso no generaba en mi celos de esposo, ella realmente no sentía nada por él.      Hasta que se puso en una situación comprometedora impulsada por mí, yo la empujé en sus brazos.     Finalmente rompí el silencio.

—Nidia, cariño … tus preguntas son justas … pero no tengo respuestas justas … no lo sé … quizás parezca una locura … creo que me dejé atrapar por el momento … creo que también a ti te sucedió lo mismo que a mí … y ahora no sé que pensar …

—¿Pensaste alguna vez en él y yo … ¡ehm! … teniendo sexo? … ¿Quizás en una fantasía tuya? …

No había modo de rehuir su mirada y mis ojos me delataron, así que ni siquiera intenté evadir la pregunta, simplemente dije.

—Sí …

Curiosamente, al parecer mi admisión le dio fuerzas y una sonrisa enigmática apareció en su rostro, levantó su cuerpo sobre el mío, encontró mi polla con su mano y la posicionó en su hendedura.     Ella no estaba lista del todo, así que acarició su labia vaginal con mi endurecida cabezota varias veces, luego me empujó dentro de ella.     Sin embargo, no hizo ningún otro movimiento, solo se empaló en mi verga y se quedó quieta, luego se apoyó con sus senos en mi pecho sin dejar de mirarme.

—¿Por qué no me lo dijiste? … —Preguntó dulcemente.

—Tesoro … era solo una fantasía … jamás pensé que pudiera suceder algo … además … tu no me confiesas todos tus pensamientos … tengo que sonsacártelos …

Respondí un poco a la defensiva y tratando de justificarme.

—Pero ese algo sucedió … —Respondió e hizo una breve pausa, después agregó.

—Entonces … ¿esto te conviertes en un instigador … o … en un cornudo feliz? …

—No lo sé … tal vez ambas … —Respondí cautamente y esperé su respuesta.

—¡¡Bastardo!! …

Dijo y comenzó a mover sus caderas acompasadamente casi en delirio.      No dejaba de mirarme fijamente mientras rotaba su pubis contra mi pubis, luego puso sus manos sobre mis hombros y cerró sus ojos, sus movimientos comenzaban a aumentar, como así también sus gemidos.     Me quedé quieto por un rato disfrutando lo que ella estaba haciendo, sus pechos se bamboleaban atrás y adelante y pedían a gritos mi atención, de modo que tomé sus pezones entre mis dedos y los apreté suavemente.     Mis esfuerzos hicieron que sus gemidos se volvieran más audibles y urgentes, la velocidad de sus caderas aumentó.     Mis ojos estaban fijos en sus maravillosas tetas y las toqué y manipulé con inmenso placer, me di cuenta de que debajo de su seno izquierdo había una mancha enrojecida.

—Cariño … tienes un chupetón en tu seno … —Susurré.

—¡Oh, sí! … probablemente también en el otro … —Respondió descaradamente.

De repente mi mente elaboró una visión de su aventura, brazos que se agitaban, cuerpos retorciéndose, bocas inquisitivas y chupetonas, suplicas y gemidos sexuales.     Según sus palabras, el hombre la había llevado a la cima, al borde de la sima misma, ella alcanzó a reponerse y tuvo el suficiente autocontrol para detenerse.     Los chupetones eran como un líquido acelerante que inflamaba mis emociones y ahora quería más.     Sin previo aviso tomé la cintura de mi esposa y la volteé debajo de mí, mí polla se salió, pero la volví a meter con fuerza.

—¡Urghhhh! … ¡Oohhh! … —Se quejó cuando la apuñalé con mi daga tiesa como palo.

Ella se había estado moviendo a un ritmo continuo y lánguido, pero mis movimientos desde el inicio fueron duros y profundos, en poco tiempo ella se abrazó a mí y subió sus piernas para permitirme llegar más profundo en ella.     Mi cuerpo comenzó a hormiguear y mi mente regreso a los sucesos del apartamento.      No pude contener mis palabras mientras la penetraba con energías insospechadas.

—¿Te lo follaste? …

—¡Oh, no! … no …

—Yo creo que lo hizo … lo sé …

—No … solo estuvo cerca … —Gritó enterrando sus uñas en mi espalda.

—¿Te tocó con su polla? … —Dije casi fuera de control.

—Sí … —Gimió amarrándome con sus piernas.

—Lo querías en ti … querías que te follara … —Espeté extremando la situación.

—¡Oh, no! … no, cariño, …

Soltó al ritmo de mis fuertes embestidas, luego de una breve pausa, preguntó.

—… ¿quieres que lo haga? …

Con eso supe que mi preciosa y fiel esposa se había excitado al punto de que estaba lista para dejarse poseer por la polla de otro hombre.     Solo estaba pidiendo mi aprobación.      Esto presentaba una nueva disyuntiva emocionante y me pregunté sí; ¿Quería oírla admitirlo? ¿O sí era mejor dejar las cosas como estaban, sin solucionar nada?    Decidí no responder por el momento, solo la aferré por sus glúteos y le enterré mi estaca profundamente.

—¡Córrete, mi amor! … ¡Córrete para mí! … ¡Córrete fuerte! … —Le dije y la mantuve apretada.

—¡Sí, tesoro! … ¡Estoy cerca! … —Susurró con un ahogado gemido.

Segundos después sentí la tensión de su cuerpo, sus muslos apretaron mi cintura, luego se relajaron y temblaron, después volvieron a apretarme y sus piernas se elevaron al aire.     Me aseguré de seguir follándola duro, a un ritmo constante si dejarla de estrecharla a mí.     Nidia comenzó a gritar y cuando sus chillidos se hicieron más fuerte, apretó su boca en mi brazo.     Contemporáneamente sacudió su pelvis con fuerza en contra mía para sentir cada parte de mi polla hundida profundamente en ella.     Luego su cuerpo convulsionó y cayó hacia atrás mientras yo continuaba en busca de mi propio clímax.

—¡Oh! … ¡Qué hermoso que se siente esto! … —Gemí mientras mí sudor goteaba sobre su cuerpo.

—¡Es tuyo, bebé! … ¡Mí coño es tuyo y de nadie más! …

Ella sabía que estaba despertando toda mi lujuria con sus palabras.     Sus uñas rasgaron la piel de mis hombros y yo me hundí en ella y en mis emociones cuando agregó.

—¡Vamos, bebé! … ¡Lléname! … ¡Soy solo tuya! …

Una miríada de estrellas explotó en mi mente.      Las venas de mi cuello se inflaron.     Todo mi cuerpo se estremeció mientras alcanzaba un clímax increíble.

—¡Carajo, Nidia! … ¡Ooohhh! … ¡Mi amor! … ¡Cariño mío! … ¡Te amo, tesoro! … ¡Te amo! …

Dije jadeando mientras luchaba por controlar mi cuerpo.      Con una estocada profunda, finalmente me desplomé sobre su cálido cuerpo y gemí mientras sentía que sus brazos me envolvían amorosamente.      Permanecimos en silencio por algunos minutos, poco a poco comencé a reponerme.     Volví a pensar y me deslicé a su lado acomodándome lo mejor que pude.

—Lamento haber sido tan insistente, cariño … —Susurré recordando mis dichos.

—Pero tú dijiste que lo hicimos … —Me dijo con una extraña expresión en su rostro.

—Pero te tocó con su polla … —Retruqué a la defensiva.

—Sí … así fue … —Respondió Nidia.

—¿Dónde? … —Pregunté.

No dijo una sola palabra, solo tomó mi mano y la puso entre sus tetas, luego la guió por su vientre y la paseó sobre su pubis, después la metió entre sus muslos y terminó empujando mi mano contra los labios de su coño.     Imaginé que el técnico había estado a punto de empalarla en su verga.

—¡Uy, amor! … ¡Te detuviste justo a tiempo! … —Le dije exhalando un suspiro.

—¡Sí! … ¿crees que debería haberlo dejado? …

Me preguntó observando mis ojos atentamente.      La abrace estrechamente a mí.

—¡Sí, Nidia! … ¡Sí, amor mío! … ¡Sí! …

 

Fin

 

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“KATHERINE MIRIAM RIVEROS Caballero "DIARIO DE UNA PUTA ADOLESCENTE "
Mi esposa va a la universidad - Segunda parte.

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