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Aguachando a mis bebés.

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Jenny tenía dos hijos, Mauro de once años y Ricardo de diez.     Jenny estaba sexualmente frustrada.     Las relaciones sexuales con su marido eran casi inexistentes.     Él normalmente estaba fuera de casa y ella pensaba que la estaba engañando con alguna puta en su trabajo.     Ella continuaba con él solo por los niños.     Él era un buen proveedor y en casa no faltaba absolutamente nada, excepto cariño y calor afectivo marital.

 

 

Como no tenía ninguna satisfacción sexual con su marido, Jenny normalmente lo solucionaba con autoerotismo.     Por supuesto que la internet era una fuente de inspiración y material para lograr aplacar sus calientes deseos de amor.     Como toda mujer, la atraían más los relatos, que los videos o imágenes.     Jenny empezó con historias relativamente inofensivas, pero poco a poco su curiosidad la hizo inmiscuirse en sitios mas osados y perversos, tal como los juegos de mear y ligero sado masoquismo. 

 

 

Le hubiese gustado experimentar con su marido todas esas cosas tan cachondas, pero él reaccionó negativamente a todo tipo de escenas pornográficas y la fue dejando cada vez más sola.

 

 

Ella sintiéndose abandonada por su marido, se fue a experimentar cada vez más a fondo con las historias porno.     Se calentaba al leer las historias sobre mujeres que tenían sexo con hombres de pollas enormes, como la de su esposo.      Pero las fue desechando debido a que no tenía relaciones con su marido.      Se encontró con esas narraciones sobre mear y se dijo que iba a probar.     La siguiente vez que se metió a la bañera, lo hizo con poca agua, se recostó en el fondo de la vasca y levantó su pelvis posicionando sus pies a los bordes de la tina.    Abrió sus labios vaginales y orinó sobre su estómago, no había sido fácil, pujó más fuerte y el siguiente chorro salpicó sus senos.      Eso se sintió muy bien y la puso cachonda como nunca había estado.      Probó el sabor de si misma y pujando más fuerte logró chorrear su rostro.      El chorro siguiente le cayó directamente en su boca y le pareció agradable ese sabor ligeramente salado.      El orgasmo que tuvo después fue insuperable hasta ese momento, el mejor que había tenido en su vida.     Desde ese momento incorporó regularmente su orina a sus sesiones de masturbación.     Incluso compró una funda impermeable para cubrir su cama y poder hacerlo en la intimidad de su dormitorio y no solo en la bañera.

 

 

Leyendo y leyendo relatos, se topó con tantas otras temáticas que le abrieron las puertas a otras fantasías.     Le encantó un cuento de una madre haciéndolo con su hijo.     Convirtió ese cuento en su favorito y siguió indagando en el tema del incesto.     Su coño parecía hervir cada vez que leía de un muchacho comiéndole el coño a su propia madre y penetrándola por delante y por su trasero.     Encontró que los orgasmos que obtenía leyendo estas historias, eran de mucho superiores a los que se relacionaban solo con su orina.     Por supuesto que le encantaban esos relatos donde madre e hijo se orinaban encima el uno al otro.     La lluvia dorada y el incesto fueron sus nuevos favoritos.

 

 

Dentro el tema del incesto había también historias de padres con sus hijas, hermanos con hermanas, hasta un cierto punto las encontraba excitantes, pero nada comparado al leer las de madres con sus hijos.     Solo que estas historias involucraban siempre a adultos.    

 

 

En algunos sitios encontró una nueva etiqueta, “pedo”; inmediatamente se asustó por considerar una aberración hacerlo con un menor.     Ella no era una pedófila, pero cuantas más historias de estas leía, más fantasías se iban formando en su cabeza.     Sus dos hijos eran todavía pequeños y no le parecía posible de llegar a algún tiempo cercano de tener relaciones con alguno de ellos.     Eso era improbable y lo consideró una locura.     Pero las fantasías siguieron estimulando sus sentidos y se encontró a masturbarse pensando en sus tiernos retoños.

 

 

Probablemente podría intentarlo con Mauro que era el más grandecito.     Era el más fuerte y dominante.     Mientras Ricardito era más tierno, tímido y sensible.     Podría ser él a quien eligiera primero.     Se dio cuenta de que sus fantasías con sus bebitos se iban haciendo cada vez más concretas y se sorprendió de estar viéndolos con la edad suficiente como para experimentar sexualmente con ellos.     Concluyó que esos pensamientos eran realmente enfermizos y se autoconvenció que no debía continuar con eso.     Sin embargo, las fantasías se hacían cada vez más recurrentes.     Y lo que era peor, su coño se transformaba en una laguna.     ¡¡Maldita sea!!    No soy una pedófila, se repitió un sinnúmero de veces, pero siempre era esa sensación de culpabilidad, venía después de haberse masturbado intensamente pensando a los pequeños.     Es solo el incesto lo que me pone cachonda, se dijo todas las veces, no el hecho de que uno tenga once y el otro solo diez años.

 

 

Pero ¿por qué los imaginaba con sus tiernas caritas de niños mientras se corría a raudales?     De hecho, en su fantasía más cachonda los veía tal cual como son ahora, pollas pequeñas, imberbes, pre-púberes, inocentes e ingenuos.     Mientras más intentaba de reprimir estos pensamientos insanos, más frecuentes aparecían en su mente.      Termino cediendo y haciéndose a la idea de que era extremadamente excitante poder fantasear en follar con sus dos pequeños.     No hace falta decir que sus orgasmos eran fabulosos.      ¡Qué carajo!, son solo fantasías, se dijo para eludir los sentimientos de culpa que la invadían.

 

 

Finalmente terminó admitiendo su tendencia pedófila, algo que jamás imaginó hace algunos meses.     Ya no se sorprendió al desatar su lujuria leyendo estas cachondas historias de madres con hijos preadolescentes.      Se hizo adicta a estas historias “pedo”, preferentemente las de madre e hijo, pero comprobó que no eran tan comunes, había muchas más de padres con sus hijas pequeñas y algunas de madres con sus hijas.     Especialmente esas donde las niñas orinaban en la boca de sus madres.     De todas maneras, no eran tan buenas como las de madre-hijo.

 

 

Tiempo después se sorprendió al encontrarse a observar la pequeña polla de Mauro, que para empeorar la situación, tenía una incipiente erección infantil.      Quizás había estado jugando con su pito.      Esto había sucedido poco antes de meterlo a él y a su hermanito a la bañera.      Ella los había criado para que no sintieran vergüenza el uno frente al otro.      Se preguntó si su subconsciente había influenciado la forma en que ella había criado a sus hijos y, en su conciencia, se sintió un poco culpable.

—Mami … ¿por qué me miras así? … ¿tengo algo, mami? …

—No … no … nada … ¡ya! … metete en la bañera con tu hermano … y cuidadito con mojar el piso como la última vez …

Dijo sonrojada tratando de ocultar su mirada.      Los chicos se rieron y se metieron a la tina.     Jenny se alegró de que no se hubiesen dado cuenta de nada.     ¿Y qué podrían haber notado, zorra estúpida?, pensó para sí misma; los dos son pequeños y completamente inocentes, no pueden imaginar mis perversos pensamientos.     Pero la imagen de la polla semi erecta de Mauro se había quedado grabada a fuego en su mente; sintió que su coñó se humedecía y le hacía cosquillitas; al mismo tiempo, sintió algo de vergüenza.     Sin embargo, se retiró al dormitorio para masturbarse.      Acabó en otro magnifico y abrumador orgasmo.

 

 

Estos momentos se fueron haciendo cada vez más comunes.     ¿Qué debería hacer ella?   Los chicos estaban acostumbrados a estar desnudos delante de su madre.      No había ningún trauma en ello.     Así que Jenny se acostumbró y se perdonó de sus cachondos pensamientos que la hacían excitarse viendo a sus hijos desnudos.     Se dio cuenta de que disfrutaba viendo sus tiernos cuerpecitos y se ponía muy contenta y cachonda cuando alguno de ellos se presentaba con una furiosa erección.     Ella los ayudaba a secarse, su coño hormigueaba cuando tocaba sus pequeñas pollas.     Ya no lo hacía en forma casual, como solía hacerlo.     Ahora lo hacía de propósito.

 

 

En forma casi inconsciente, sus pensamientos se centraban más en estas tortuosas fantasías.     Cuando leía relatos de niños seducidos por adultos.      Cada vez más, imaginaba lo que podría hacer con ellos.     Ya no le parecía tan escabroso que los padres enseñaran practicas sexuales a sus hijos.     Parecía casi un acto natural.      Si los padres les enseñaban de todo, ¿por qué no también eso?     Creo que es mi deber de madre prepararlos a ambos para su primer encuentro con una chica.     Tal vez la sociedad no se ha modernizado lo suficiente y estos tabúes sobre no tener relaciones con tus propios hijos, sean simplemente cosas de tiempos pasados, atávicos y arcaicos.

 

 

Estos pensamientos se hicieron lugar en su mente cada vez más fuertes, hasta que un día pensó que sería bueno para ella y sus dos hijos comenzar con acciones prácticas.      Cuando pensó en tener sexo con ellos dos, casi se corrió sin siquiera tocarse.     Se masturbó y luego pensó que era hora de hacerlo.     ¡Voy a dejar que Mauro y Ricardo me follen!, lo haría la próxima vez que su marido, Marco, tenga que salir de viaje.

 

 

Afortunadamente, su esposo solía salir de viaje tres a cuatro veces al mes.     Por lo que el lunes siguiente él debía ir en viaje de negocios al norte del país y entonces ella comenzó a elaborar un plan para cumplir sus propósitos.     Pensó que la mejor manera de empezar era siguiendo una de sus tantas rutinas con los pequeños, por ejemplo, el momento de bañarse.     Ellos estarían desnudos en la vasca y no sería ningún problema en que ella estuviera allí con ellos.     Es verdad de que ella no los acompañaba durante todo el baño, así que le dio un tiempo y luego entró al cuarto de baño con una excusa.

—Chicos … ¿alguno de ustedes ha visto mi Tablet? … no puedo encontrarla …

—No, mami … yo no la he visto … —Dijo, Mauro.

—Yo tampoco la he visto, mamá … —Respondió Ricardo.

—Bueno … iré a buscarla a otra parte …

Dijo fingiendo de voltearse, pero miró el piso y con fingida voz de indignación, dijo.

—Pero niños ¡por Dios! … miren como tienen el piso … les dije de no mojarlo …

—¡Lo sentimos, mami! … —Respondieron los dos casi al unísono.

De hecho, los chicos habían mojado un poco el suelo, pero no era como para indignarse, eso sí, era la excusa perfecta para quedarse en la habitación con ellos.

—Bueno … tampoco es tanto … lo limpiaré rápidamente … atentos a no seguir botando agua, ¿eh? …

Jenny fue a buscar un trapero y comenzó a secar el piso, lo estaba haciendo con calma, necesitaba observarlos y ver cual de ellos comenzaría a lavar su pequeña polla.     Ricardo fue el primero, lavó sus muslos, su vientre y bajó con la esponja e hizo un rápido movimiento sobre su polla y dio por finalizada la limpieza.     Era justo lo que Jenny esperaba.

—¿Acaso no te lavas como yo te enseñé? …

—Pero ya terminé, mami …

—No, señor … no lo has hecho bien … te volveré a enseñar como se hace …

—Pero ya lo hice, mami …

—No … no lo haz hecho … yo te mostraré como hacerlo …

—Lo hice bien, mami …

—No … te he dicho muchas veces que tienes que retirar el prepucio hacia atrás y luego lavarlo …

—Pero no me gusta … está un poco apretado … igual lo hice bien …

—No … para hacerlo bien tienes que hacerlo como yo te dije … te mostraré nuevamente cómo funciona … ven … acércate …

—Está bien …

Dijo Ricardo un poco molesto.     No era que no quisiera que su madre le tocara el pene, ella ya había hecho eso muchas veces antes.      Esta no era la primera vez que lo reprendía por no lavarse bien ahí abajo.     Solo que no quería hacer ver a su madre su pequeño glande que se había puesto un poco más grande y tieso.     Eso lo intimidaba bastante, se puso de pie y tendió su pene hacia su madre.

 

 

No era la primera vez que Jenny tenía el pene de su hijo menor en su mano, pero ahora estaba cargada de fantasías y el significado era del todo diferente.      Vertió un poco de gel de jabón en la palma de su mano, su corazón se aceleró, podía sentir la vibración en su seno izquierdo.     Lentamente extendió su mano para tocar la pequeña polla de Ricardo.      Sus dedos alcanzaron la suave, delicada y aterciopelada piel del escroto y fue como si hubiese recibido una descarga eléctrica que recorrió todo su cuerpo, terminando entre sus piernas que se estremecieron.     “En el pasado tu coño no te hacía cosquillas cuando tocabas el pene de tu hijo, cerda pervertida”, pensó Jenny.     De hecho, su vulva caliente se estaba derritiendo.

 

 

Aferró la pija de Ricardo y la lavó acuciosamente, pero con delicadez.     Primero la parte externa y luego comenzó a arremangar la afelpada piel de él, hacia atrás.     El pequeño glande hinchado comenzó a asomar a la luz.

—¿Ves? … esto es lo que tienes que hacer … así se hace …

—No ha salido toda la cabeza, mami …

—Sí … no te preocupes … lo lograremos y lo dejaremos limpio … lo prometo …

Jenny siguió tirando del prepucio hacia atrás, lenta y cuidadosamente, ella ya sabía que eso funcionaba.     Poco a poco deslizó la estrecha piel que envolvía el glande del pequeño, hasta que el glande enrojecido emergió completamente sin problema.

—¿Ves? … ya está afuera … ahora te lavaré bien … se ve que tu no lo haz hecho desde hace mucho tiempo …

—Está bien, mami …

Jenny comenzó a masajear el pequeño glande de su hijo con dos dedos y, madre natura se hizo presente, el pene del niño se puso duro.

—¡Oh! … se le puso dura …

Exclamó Mauro sentado en la bañera esperando que su madre lo lavara también a él.     Ricardo se sonrojó y Jenny lo tranquilizó.

—Sí … eso suele suceder … el glande es muy sensible, ¿sabes? … por eso hay que cuidarlo y mantenerlo muy limpio …

Jenny siguió versando jabón en su mano y magreando delicadamente la polla del pequeño, no solo su glande, había abarcado toda la longitud con una mano y con la otra acariciaba dulcemente sus engurruñados testículos.

—También estos los tienes que lavar muy bien …

Susurró ensimismada a masajear las pequeñas bolas del chico.      Su coño comenzó a agitarse y contraerse, gotas de sudor se formaron en su frente y en su escote.     Ricardo no estaba totalmente consciente de lo que estaba haciendo su madre, pero ella lo estaba masturbando con fervorosa pasión.     Apretó sus muslos para acrecentar el placer que estaba sintiendo entre sus piernas, sentía muy próximo su orgasmo, sin siquiera tocarse.     Esperaba hacer que el muchacho se corriera, quizás no iba a eyacular por ser tan pequeño, pero ella estaba empecinada en hacerlo acabar.     Quizás él le podría regalar algo de su tierna lechita.      Ricardo jadeó y agitó un poco su pelvis.

—¿Estás bien, Ricardo? …

—S-sí, mami … sí … solo que me siento algo extraño …

—¿Es desagradable? … a los chicos les gusta ser acariciados … sobre todo cuando esta así durito … ¿quieres que me detenga? …

—No … no te detengas, mami …

Dijo Ricardo con su pelvis echada hacia adelante y jadeando pesantemente.      Jenny se percató de lo que le estaba sucediendo a su hijo y aumento la velocidad, mientras con dos de sus dedos masajeaba el regordete glande.     Ricardo estaba fascinado, él había descubierto ya que se sentían gustitos cuando jugaba con su pene duro.      Pero nunca lo había sentido tan bien como ahora que su madre se lo estaba lavando con tanta acuciosidad, más aún, debía recordarse que frotar su glande era genial.     De repente sintió que se le iba a escapar su pipi y, sin previo aviso gritó:

—¡Mami! … ¡Mami! … ¡Mami! … ¡Mi pipi, mami! …

Varios chorros de acuoso semen infantil salieron disparados de su polla sobre el escote pronunciado de Jenny, algo cálido salpicó su cuello y mentón.     Ella estaba sorprendida de que el niño de diez años pudiese correrse con esa fuerza y cantidad.     Lamentó no haberlo recibido en sus pechos desnudos y quizás haber saboreado algo de esa lechita primeriza en su boca.

—¡Oh, no! … ¡Te oriné encima, mami! … ¡Te juro que no quise hacerlo! … ¡Ooohhh! …

Exclamó el pequeño compungido y malhumorado.     Mauro los miraba en forma cazurra y astuta, sonriendo en forma picara.     En tanto Jenny consolaba al pequeño.

—¡Cálmate! … ¡No has hecho nada malo! … ¡Eso no fue orina … fue tu semen! … es normal que eso pueda suceder … tal vez te lavé demasiado fuerte …

—¿No fue orina, mami? …

—No … eso es esperma … ya les explique como se hacen los bebés … eso que salió de tu pene, es lo que el hombre deposita en la vagina de la mujer para tener un bebé … no sabía que tu pene podía expulsar semen … eres tan pequeño todavía …

Jenny miró su escote y vio las hebras nacaradas del semen de su hijo, tuvo que contenerse de limpiarla con su dedo para llevárselo a la boca.     Sin duda eso habría impresionado a los pequeños.     Tenía que actuar con más cuidado.     Si todo iba según sus planes, pronto tendría más oportunidades de saciar su sed de esperma infantil con sus dos hijos.

—¡Uhm!  … no tenía idea … nunca me había sucedido antes …

—Bueno … para que lo sepas … este fue tu primer orgasmo …

—¿Osgamo? … ¿Qué? …

—Orgasmo … así se llama cuando el semen sale a chorros del pene del hombre … es la agradable sensación que tiene todo hombre o niño como tú …

—¿Cómo se siente un orgasmo? … ¿Se siente así tan bueno? …

Pregunto Mauro con cara de asombro y sorpresa.

—Se sentía muy bien cuando mamá me lavó … y lo mejor fue cuando salieron los chorros …

Dijo Ricardo sabiondamente.

—¿En serio? … ¡Mami! … ¡Mami! … ¿Puedes lavar el mío? … ¡Di que sí! …

—¿Desde cuando tienes ganas de que te laven? … ¿Y también tu pene? …

Dijo Jenny riendo feliz de que todo iba como ella lo esperaba.     Sus hijos estaban ansiosos de saciar su curiosidad infantil.

—No quiero que me laves, mamá … quiero probar ese osg … osgasmo …

—Orgasmo … bueno … puedo intentarlo … pero no te prometo nada … puede que aún no puedas chorrear como tu hermanito …

—¿Por qué no, mami? … yo soy más grande que él …

—Sí, pero no todos los seres humanos son iguales … probablemente encontrarás agradable si te acaricio … pero no se sí será tan bueno si no chorreas …

—Mami … de seguro voy a chorrear … soy más grande que Ricardo …

Dijo Mauro con decisión y autoridad.

—Pero solo de un año …

Replicó Ricardo sintiendo ofendido de ser el menor.

—Ya … no discutan … ahora veremos que sucede … pero antes que nada me deben prometer que jamás se lo contaran a nadie … especialmente a papá …

Los chicos se miraron sorprendidos y casi al unísono exclamaron.

—¿Por qué no, mami? …

—Pues … porque una madre no debería hacer este tipo de cosas con sus hijos …

—¿Lavarnos? … tú siempre no has lavado … incluso con papá aquí en casa …

—Sí, lo sé … pero nunca había hecho que uno de ustedes chorreara … eso es algo que debe hacer cada uno de ustedes en la intimidad … ya conocerán una chica que lo hará junto a ustedes … pero una mamá no puede hacer eso … nada me lo permite … está prohibido …

—¡Oh! … ¿y quién prohíbe eso? …

Pregunto Mauro con cierto asombro.     Su madre era adulta y los adultos pueden hacer de todo, no era lógico que solo su madre tuviera prohibición de hacer ciertas cosas, pensó el niño.

—Hay leyes que castigan a los adultos por hacer estas cosas con sus propios hijos … más aún, si estos son niños como ustedes … incluso se puede ir a prisión por ello …

—¿Prisión? … si me tocas el pene iremos a prisión, ¿verdad? …

Ambos muchachos se miraron a los ojos atemorizados.

—No … ustedes no … pero yo sí … podría tener muchos problemas si alguien se llegara a enterar de lo que hemos hecho … pero a mi me gusta estar con ustedes … es muy lindo … así que tienen que prometerme que no dirán ni una sola palabra a nadie … ¿vale? …

Después de una breve pausa y nerviosas miradas, los chicos contemporáneamente respondieron.

—¡Vale! …

—Y solo lo haré cuando ustedes me lo pidan … siempre y cuando papá no esté en casa … ¿vale? …

—¡Vale, mami! …

Repitieron ya más tranquilos, entonces Jenny interpeló a Mauro.

—¿Todavía quieres que te lo haga, Mauro? …

—¡Oh, sí! … quiero saber de ese osg … orgasmo …

Se apresuró a responder el niño.

—¡Genial! … verás … incluso si hoy no funciona … tarde o temprano lo hará … probaremos todas las veces que sea necesario … y todas las veces que tu quieras …

Jenny tomó el pene de su hijo en su mano, el prepucio de Mauro fácilmente retrocedió.

—Al parecer tú no necesitas que yo te lave, ¿verdad? …

Mauro le dio una astuta mirada a Jenny y le sonrió con malicia.

—¡Oh! … mi pequeño bribonzuelo … pero de todos modos lo lavaremos … ¡Uhm! … ¡Oh! … tu pene está feliz … ya se ha puesto duro …

—¡Ummmmmm! …

Fue lo único que respondió el pequeño.     Jenny sintió los pequeños estremecimientos de su hijo y el temblor de su coño volvió a hacerse sentir.      Pensó que debería ir un poco más allá con Mauro; él era un poquito más grande y ya había masturbado a uno de sus hijos, debía hacer algo diferente con el chico.

—Ok … basta de lavar …

Dijo Jenny y tal como lo esperaba, Mauro comenzó a lamentarse.

—Pero mamá … a Ricardo se lo hiciste por más tiempo … no pares … se sentía muy lindo, mami …

—No dije que iba a dejar de acariciarte … pero tu pene ya está limpio … solo que quería mostrarte algo que de seguro te gustará …  

—¿Qué es? … bueno … está bien … hazme ver …

—Ahora mismo lo verás …

Dijo Jenny lavando toda traza de jabón de la polla de Mauro.      Una vez que estuvo limpio, se inclinó y puso el glande del muchacho entre sus labios …

—¡Hey! … ¿Qué estás haciendo, mami? …

Preguntó Mauro mirando asombrado.

—¡Mami! … ¡Te pusiste el pito de Mauro en tu boca! …

Chilló Ricardo quien seguía toda la escena muy de cerca.

—… ¡está sucio, mami! … ¡él orina por ahí! …

Reclamó Ricardo con vehemencia.

—No … no está sucio, porque acabo de limpiarlo …

Respondió prontamente Jenny.

—Pero lo tomaste en tu boca, mami …

Dijo Mauro extrañado y curioso.

—Sí, mami … ¿Por qué a él con la boca? …

Indagó intrigado Ricardo.

—Porque así lo hacen los adultos … pero si quieres te lo hago con la mano …

Dijo Jenny dirigiéndose a Mauro.

—No … no, mami … eso se sintió bien … pero me pareció extraño … nunca pensé …

—No … no tiene nada de extraño ni sucio … ya verán cuando vayan creciendo …

Entonces Jenny volvió a tomar la polla del niño en su boca y la chupó con suavidad y esmero.     Muy pronto Mauro estaba jadeando profundamente.     Eso se sentía indudablemente mejor que cuando mamá lo hacía solo con la mano.      La lengua de mamá lamía todo su glande y la sentía penetrando el orificio en el ápice de su miembro, simplemente fabuloso.     Haciendo una breve pausa, Jenny le preguntó.

—¿Lo ves? … te gusta, ¿no? …

—¡Ummmm! …

Fue la sucinta y clara respuesta de Mauro.     El chico comenzó a respirar con afano mientras Jenny continuaba a succionar su pequeño pene.     Tenía muchas esperanzas de que él se corriera en su boca.     Si su hermano se había corrido, también él lo haría.     Debería ser un delicioso néctar infantil, pensó Jenny entusiasmada más que nunca, esperando de descargar completamente las bolas de su hijo.     Ella comenzó a acariciar las suaves y aterciopeladas bolas de Mauro qué, comenzaba a respirar cada vez más agitado.

 

 

Ahora Jenny envolvió la polla del niño con una mano y continuó a succionar y lamer el pene de Mauro ávidamente.     Mauro sintió los temblores que sacudían su cuerpo, tensó los muslos y apretó sus glúteos, la sensación era simplemente maravillosa.

—¡Oh, mami! … ¡Hmmmm! … ¡Está pasando! … ¡Umpf! … ¡Ooohhh! …

En el preciso instante que el primer chorro de Mauro golpeó su lengua, Jenny se corrió sin haberse jamás tocado, sus muslos se apretaron, su vientre se hundió y comenzó a mover su pelvis descontroladamente.      Nunca había experimentado un orgasmo similar.     Sus tetas parecían que iban a explorar de un momento a otro, su vagina la volvía loca con las potentes contracciones, pero jamás abrió su boca para gritar, estaba bebiendo el manjar que le regalaba su hijo en cálidos borbotones.     Chupó y chupó con avidez, mientras el esperma de Mauro brotaba de su pene como una fontana, realmente exquisito y no quería perder ni siquiera una gota.

—¡Oh, mami! … lo siento … terminé en tu boca … yo … yo no lo hice de propósito, mami …

Trataba de disculparse Mauro mientras Jenny seguía devorando y bebiendo directamente de la polla de él.     No sabía cuan feliz había hecho a su madre con toda esa copiosa cantidad de leche.     Jenny finalmente se enderezó y suspiró.

—¡Hmmmm! … ¡No importa, hijo! …

Dijo lamiendo los restos de semen de la comisura de sus labios y disfrutando del exquisito sabor que Mauro le había dejado en la boca y para tranquilizarlo agregó.

—… yo misma quise que fuera así …

—¿Él también te echó chorros, mami? …

Preguntó Ricardo con cierta aprensión y un tanto decepcionado de que no lo haya hecho del mismo modo con su polla.

—¡Sí! … te dije que podía … porque soy más grande que tú … es fácil …

Espetó Mauro en modo triunfal y le sacó la lengua burlonamente a su hermano menor, el cual para no ser menos, también le sacó la lengua.     Jenny los miró orgullosa.

—¿Qué es toda esta competición! … ¡Ambos pueden hacerlo! … Deberían estar contentos por eso, ¿no? …

—Sí … pero no te pusiste mi pene en la boca … eso se veía mucho mejor que solo con una mano … me lo harás también a mí, ¿verdad? …

—¡Cierto! … también puedo hacerlo …

Dijo ella que estaba feliz con el delicioso sabor de Mauro todavía en su boca.     Su plan estaba funcionando estupendamente.     Si continúa así, quizás hoy mismo dejaré que me follen por todos mis agujeros, pensó.     No había duda de que los chicos comenzaban a conocer ya a disfrutar del sexo.

—¿Me lo harás aquí en la bañera? …

Quiso saber el pequeño Ricardo.

—Bueno … lo mejor es cuando se hace en una cama … es más adecuado y cómodo para este tipo de cosas … ¿Les gustaría venir a mi habitación? …

—¡Oh, ssiii! …

Gritaron los dos al mismo tiempo.     Jenny les ayudó a secarse y pronto corrieron desnudos al dormitorio de mamá.     Cuando Jenny entro a su habitación. Los chicos estaban saltando sobre la cama y dándose con las almohadas.     Sus pollas estaban tiesas y se movían rítmicamente con sus saltitos.     Jenny los miró amorosamente y comenzó a despojarse de sus vestidos …

 

(Continuará …)

 

 

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Aguachando a mis bebés. - Segunda parte.
Tiene tantas cositas ricas mi mami.

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