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Tiene tantas cositas ricas mi mami.

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Sin duda mamá es una buena madre, la amo de toda mi vida.      Solo que a veces me asorochaba por su comportamiento un poco demasiado impetuoso.      Primero que nada, ella tiene treinta y seis años y se viste como una adolescente de diecisiete.      Lo sé que tiene una figura esplendida, sus curvas no pasan inobservadas.      Me molesta cuando mis compañeros la miran con lascivia, como si fuera solo un pedazo de carne donde hincar el diente.      A veces se maquilla demasiado y bueno, sus vestidos son demasiado cortos, sus blusas y remeras muy estrechas, sus jean y pantalones de cuero muy apretados.      ¡¡Y todos la miran!!  ¡¡Hasta algunas mujeres le hacen ojitos!!     Para que decir de sus escotes, son demasiado reveladores y sus senos parece que de un momento a otro van a reventar sus prendas de vestir.      Como si no bastara, le coquetea a medio mundo.

 

 

Sonríe y pone ojos bonitos batiendo sus pestañas, sacude su trasero, contonea sus amplias caderas cuando se sabe observada.      ¡¡Dios mío!!     Ella es mi madre, ¡por qué no se comporta como tal!      No puede quedarse en casa a tejer bonitos vestidos para nuestro gatito.      Cuidar de nuestro jardín.     Cocinar dulces para mí.     Esas cosas que hacen todas las madres del mundo.

 

 

No, no, ella no hace eso.      Ella sale de noche y regresa con desconocidos.     Siempre termina en la sala de estar haciendo cosas inimaginables para una madre.     Desnuda sobre el sofá o sobre la alfombra, mientras yo estoy en mi habitación y escucho todo.      Pero reitero, ella es una buena madre y tiene muchas cosas positivas, solo que a veces su comportamiento es demasiado exagerado y honestamente, esto me molesta.      Lo peor, es que últimamente anda detrás de mi mejor amigo, Leandro.     Él es de origen brasileño, pero nacido y criado en mi país.     Su piel es color carbón, es muy alegre, dicharachero, no sé que ha visto mamá en él.

 

 

Leandro es alto cuanto yo, un metro ochenta y cinco.      Nos conocimos hace muchos años en el equipo de natación del colegio.      Como todo nadador, tiene una espalda ancha y amplios pectorales.     Mamá vino a una de nuestras practicas de natación, todos nosotros vestidos con nuestros trajes de competición que son como una segunda piel, muy delgaditos y ajustados.      Mamá lo miró de arriba abajo entornando sus ojitos y exagerando el movimiento de su culo.      Inmediatamente me instó a invitarlo a casa nuestra.      Desde entonces Leandro y yo pasamos a ser muy amigos.     Algo me dijo que ella vio cosas que a mi pasaron desapercibidas.

 

 

Amantes de los videojuegos, Leandro y yo comenzamos a reunirnos en nuestra casa para jugar hasta tardas horas de la noche.     Él es un chico del todo normal, estamos bien entrenados y no lo hacemos por nuestro aspecto físico, simplemente porque somos competitivos y nos gusta estar en los carriles de la piscina haciendo lo que mejor sabemos hacer, nadar.

 

 

Hay muchas chicas que siguen a Leandro, él es bastante guapo para ser un chico de color.     Además, con sus genes brasileños, es muy ágil y liviano para bailar.      Mi madre apenas lo vio lo desnudó con sus ojos de gata.     A leo le encantó mi madre y se sentía feliz cuando ella entablaba alguna charla con él.     Por supuesto que me percaté de las furtivas miradas de él a las sinuosas curvas de mamá, pero no le di mayor importancia, por que no encontraba preocupante que un chico de dieciséis años se sintiera atraído por una mujer veinte años mayor.      Tanto a cualquier lugar que mamá vaya, todo el mundo la mira.

 

 

Lo que no me pareció correcto, es que mamá el día que Leandro vino a casa, se presentó con un top que dejaba ver el piercing que se había hecho en el ombligo, era evidente que estaba sin su sujetador, sus voluptuosos senos amenazaban con romper la delgada tela con dos protuberantes pezones.      Ciertamente sus tetas lucen bien firmes todavía para una anciana mujer como ella.     Pero ¿Por qué debe lucirlas delante de mi amigo?     Lo que me heló la sangre, fue que Leandro me dio a entender que mi madre era muy sexy y sería una novia excelente.

 

 

Ese día nos retiramos a mi habitación a jugar nuestros juegos favoritos.     Mi madre no cesaba de traernos jugos, panecillos, chocolates y de un cuanto hay.     Todas las veces me fijé en que ella se giraba y le hacía ver sus redondas nalgas y, todas las veces nos preguntaba si podía hacer algo más por nosotros.    

 

 

Leandro no pareció darle mucha importancia y siempre se mantuvo amigable.      Pero yo sabía que mamá se traía algo entre manos y esto me rendía nervioso, estaba a punto de reprender a mamá.     Leandro era mi amigo, mi invitado y, no quería ver a mi madre coqueteando con él.     Seguí reuniéndome con él y me parecía genial poder disfrutar de mi Play Station con él.     Mamá seguía preguntándome todos los días, que cuando iba a venir Leandro.      Me molestó que ella se preocupara por chicos menores y les coqueteara tratando de hacerles girar la cabeza.

 

 

No pude evitar de confrontar a mamá y le hice notar su modo de comportarse y sus continuos coqueteos con los jóvenes.      Le mencioné como ella coqueteaba con Leandro y se mostraba descaradamente a él todas las veces que podía.     Ella simplemente me sonrió divertida y dijo que estaba exagerando y que eran todas ideas mías.     No me dejé convencer, sobre todo por qué ella no cambió ni un ápice su comportamiento con Leandro.     Cada vez que él venía de visita, mi madre le coqueteaba y él disfrutaba las atenciones de una mujer lo bastante vieja como para ser su madre; yo no podía entender esto.     Entonces sucedió un hecho que convulsionó toda mi vida en un instante.

 

 

Había recibido por correo la última edición de “Dead rising”, Leandro llegó con dos confecciones de cerveza para divertirnos, habíamos acordado de jugar toda la noche.      Sería muy agradable decapitar alienígenas y horribles zombis saboreando una fresca cerveza helada.      Afortunadamente, mamá tenía una noche de chicas y teníamos la sala de estar con el plasma de pantalla gigante todo para nosotros.

 

 

Jugamos sin darnos cuenta de como pasaba el tiempo ni de cuantas cervezas habíamos bebido.     Nos dimos cuentas de que nuestros reflejos y tiempos de reacción habían sido mermados por el consumo de alcohol.     Nos mirábamos y nos reíamos de las boberías del juego.      Siendo deportistas de elite, no acostumbramos a beber.      Nos sentimos cansados y nos quedamos dormidos medio borrachos en el sillón, después de haber bebido casi todas las cervezas.     Pasada la medianoche mamá volvió a casa sola.

 

 

Se había arreglado para salir como ella suele hacer.     Un ajustado y cortísimo vestido azul, se pavoneó con pasos inciertos sobre la alfombra de la sala de estar, con sus inmensos tacones aguja.      Decidida se dirigió hacia donde estábamos nosotros con pasos vacilantes.     Leandro dormitaba en el sillón y yo apenas podía mantener mis ojos abiertos.      Mamá tropezó en mis piernas y cayó en medio de él y yo suspirando audiblemente.     Leandro dio un salto y trató de sentarse derecho.     Notó a la mujer vestida a su lado y puso una sonrisa boba en su rostro.     Me pregunté “¿Por qué mamá tuvo que botarse entre nosotros y quedar apretada?”

—Pero … ¡mami! … ¡aquí no hay suficiente espacio! …

Mi madre sonrió con malicia y acurrucándose más a mí, me dijo.

—¡Hmm! … ¿qué pasa, querido? … ¿acaso ya no te gusta el jueguito? …

Su modo de hablar mostraba claramente de que había bebido más de la cuenta.      Pensé un poco preocupado, de que ojalá no hubiese conducido a casa ella misma y hubiese tenido el criterio suficiente de tomar un taxi.

—No, no es eso, mami … hemos estado jugando mucho … ahora mismo estamos descansando …

Mamá se inclinó hacia Leandro que trataba de espabilarse de su sueño y borrachera.

—¡Hola!, Leandro … ¿cómo estás? …

—¡Hola!, Priscilla … ¿ya volviste? …

Leandro ya conocía a mamá, pero me molestó de que él la llamara por su nombre de pila.     Mamá apoyó la cabeza en el hombro de Leandro y canturreó a su oído.

—La noche de chicas terminó … estuvo aburridísima … las chicas de hoy no saben divertirse …

Leandro hizo un gesto inusual con la mano y dijo.

—A las chicas de hoy ya no les gusta divertirse …

Mamá se arrimó un poco más a él diciendo.

—A mí sí … y me divertiré con ustedes dos …

Yo estaba exhausto, mire a Leandro que bostezaba con los ojos achinados, solo con deseos de irse a dormir, se nos pasó la mano con las cervezas y lo único que añoraba era mi cama.     Leandro iba a pasar la noche con nosotros, porque no estaba en condiciones de irse a la calle borracho como estaba.

—No, mamá … no … estamos demasiado cansados …

—¿Qué raza de jóvenes son ustedes? … ¡Todavía es temprano! … ¡Yo quiero fiesta! …

Inclinándose para tomar la botella de cerveza de Leandro que estaba a mitad sobre la mesa.      Tomó un sorbo de cerveza tibia e hizo una mueca de disgusto.     Dejó la botella y empujó a Leandro con intención de que se pusiera en pie.

—¡Vamos, Leandro! … ¿Bailarías conmigo? …

—¿Qué? … ¿Sin música? … ¡Estoy demasiado cansado! …

Puse los ojos en blanco y miré hacia el cielo, rogando que mamá estuviese menos borracha y molestosa, ojalá se retirara a su habitación.

—¡Vamos, mamá! … ¡Déjalo tranquilo! … ¡Tiene que dormir! …

—¿Y donde quieres meter a Leandro? … ¿En tu cama? …

Dijo mamá rezongando.

—¡Me quedaré en el sofá! … ¡Me parece bastante cómodo! …

Exclamó mi amigo, apoyando la cabeza en el cojín del sofá.

—¡No! … ¡El sofá es demasiado incomodo … mi cama es lo suficientemente grande … hay puesto para uno …

¡¡Por Dios!!  Pensé, mamá no puede estar proponiendo de llevarse a Leandro a su cama, esto yo no lo iba a permitir.

—¡Mami! … Leandro está contento con el sofá …

—Sí … así es …

Respondió Leandro con voz somnolienta y los ojos cerrados.      Mamá todavía ebria, se levantó y se fue hacia atrás, casi cae encima de Leandro.     Pudo recuperarse, dio unos pequeños pasos alrededor del sofá.     Luego se marchó hacia su cuarto sin decir nada.     Di por terminado el bochornoso evento.     Le di una palmada en el hombro a mi amigo y le dije:

—Bueno, compañero … hora de irse a dormir …

—¡Uhmm! … sí … es lo que yo haré …

—Está bien … me voy a mi habitación … ¿quieres una manta? …

Pero me respondieron solo sus ronquidos.     Me retiré a mí dormitorio y me desvestí; me dejé solo los boxers como pijama.     Hacía mucho calor, no quise ponerme una camiseta.      Mi cansancio extremo me empujaba sobre la cama, pero las cervezas tenían a mi vejiga sobrepasada.     Salí al baño y miré que Leandro seguía igual a como lo había dejado, roncando.     Así que proseguí hacia el baño.

 

 

Justo cuando estaba por girar el pomo de la puerta, esta se abrió y mi madre apareció en el umbral.     Casi me atropella y pareció sorprendida al verme.

—¡Oh, Andrés! … ¡Eres tú! …

Inmediatamente me percaté de que mamá hubiese preferido encontrarse con Leandro en ropa interior.

—¡Hola, mami! … necesitaba ir un momento al baño … Leandro duerme en el sofá …

Miré su exigua vestidura que era un camisón muy cortito y prácticamente trasparente.      El neglige envolvía sus exuberantes curvas elegantemente.     Los pechos de mamá brillaban a través de la delgada tela.      Pensé que ese vestido era del todo inapropiado para estar delante de su propio hijo o un joven invitado durmiendo bajo el mismo techo.     Sin embargo, era mucho tiempo que había dejado de reprender a mamá por sus llamativas y reveladoras vestimentas.      Mamá siempre se burlaba de mí por ser tan mojigato.      Debería darme cuenta de que ella era una mujer adulta y libre.     Encontré bonito su vestido, pero no quise enterarme si llevaba bragas o no debajo de ese revelador camisón.    Se detuvo un instante y me dijo.

—Mi oferta sigue en pie … uno de ustedes puede venir a dormir en mi cama …

Ya podía imaginar cual de nosotros hubiera preferido tener acostado a su lado.     Me preguntaba si Leandro se hubiera dejado seducir por los encantos de mamá.      En este momento él estaba demasiado borracho para entender algo, pero una vez sobrio y mi madre con ese peculiar y elocuente camisón, no estoy muy seguro de si él pudiese resistir.

—Gracias, mamá … esta bien así …

Cerré la puerta del baño y fui al inodoro.     Luego no tenía ganas de cepillar mis dientes, así que salí del baño y me fui a mí habitación.      La puerta del dormitorio de mamá estaba cerrada, pero una luz se filtraba bajo la puerta, pensé que dada su edad ella pronto estaría dormida, ya no era la misma de antes cuando era joven.     Entré a mi habitación y me derrumbé sobre mi cama, el cansancio me venció y cerré los ojos.     En segundos el mundo entero desapareció para mí.

 

 

No sé cuanto tiempo habrá pasado, pero me desperté inesperadamente cuando alguien me sacudió.     Muy molesto abrí los ojos, estaba sumido en la oscuridad.      Un cuerpo cayó sobre el colchón.     No sabía que estaba pasando y temblé.

—¡Mierda! … ¡Que diablos! …

El invasor se había acostado a mi lado y ocupaba la mitad de la cama.     Le di un codazo y palpé sus contornos.

—¿Leandro? …

Puse mi mano en su espalda, era mi compañero.

—Leandro … ¿Qué estás haciendo aquí? …

Él bostezó y gruñó:

—Ni siquiera un perezoso podría dormir en ese asqueroso diván … es muy incomodo …

—¡Pero aquí no hay espacio para dos! …

—Necesito dormir ahora …

—¡Leandro! … ¡Qué carajo! …

Le volví a dar un codazo, pero él ni siquiera se movió.

—¡Qué! … ¡Maldita sea! …

Me di cuenta de que no sacaba nada con discutir con Leandro que ya roncaba otra vez.     La cama era demasiado estrecha para dos.     Ciertamente no iría al dormitorio de mamá.     Ella probablemente hubiese preferido a Leandro.     Mi única opción era el sillón que, si era demasiado incómodo para mi amigo, de seguro iba a ser demasiado incómodo para mí.     Salté por encima de mi amigo y me fui a la sala de estar, todo estaba sumido en silencio y las más oscuras tinieblas.     Todos dormían sueños beatos.     La luz que entraba por la ventana era muy tenue.     Todavía hacía mucho calor y decidí abrir la ventana, luego de abrirla volví a cerrarla las cortinas, no quería que la luz exterior molestara mi sueño.

 

 

Me acerqué a tientas al sofá, me tumbé y apoyé la cabeza en uno de los cojines.     No encontré que fuese tan incómodo, lo importante es que podía descansar, rápidamente caí en una modorra que me llevó al añorado sueño, solo que no sabía que esta vez mi quietud no iba a durar mucho.

 

 

No me di cuenta lo que me despertó.     Noté algo extraño, un ruido o chirrido, luego un susurro.     Alguien me empujó y tiró de mi pierna izquierda.      Me rehusaba a despertarme, pensé fuese solo un sueño y me sacudí para volver a dormir, entonces escuché la voz.

—Leandro … ¿estás despierto? …

Tenía mucho sueño, no lograba percibir claramente lo que me rodeaba.    ¿Quién habla?  ¿De quien es esa voz?

—Leandro … ¡Vamos … despierta! …

¿Mamá? ¡Quien más!  Solo mi madre podía haber entrado en la sala asumiendo de que Leandro yacía dormido en el sofá.      Parpadeé despertándome.     La oscuridad era total.     Me giré de espalda y miré hacia arriba.      A pesar de las tinieblas del cuarto, la figura voluptuosa de mamá era reconocible.     Sentí que se sentaba a mi lado.

 

 

Una mano cálida se posó sobre mi muslo.     Tragué saliva indeciso entre hablar o permanecer callado.     Mamá le había dado a Leandro unas miradas inequívocas.     ¿Tenía sentido permanecer en silencio?   En ese momento un carro viró en nuestra esquina e iluminó brevemente nuestra ventana.     No había duda alguna, era mamá y aparentemente había dejado su camisón en su dormitorio.     ¡Dios!     Esto no podía estar sucediendo.     ¿Por qué demonios mi madre estaba sentada desnuda a mi lado tocándome una pierna?     Seguramente pensó que Leandro estaba en el sofá en mi lugar.     La mano sobre mi muslo comenzó a deslizarse más arriba.     Las yemas de sus dedos recorrían los vellos de mis piernas, sus largas uñas cosquilleaban mi piel.     Se sentía agradable.     Miré fijamente donde debían estar sus senos desnudos, noté las voluminosas masas mamarias de ella meciéndose con sus movimientos.     Imaginé que también estaba desnuda ahí abajo y estaba a punto de seducirme, a mí, su propio hijo, pensando en que era otra persona.     Sabía que debía detenerla, pero no lo hice.     No sé por qué dejé que la mano de mi madre alcanzara los bordes de mis boxers y siguiera moviéndose lentamente debajo de la tela.

 

 

Sentí escalofríos y mi pene dio un respingo.      Sus dedos casi rozaban mis peludas bolas.     Mi cuerpo reaccionó y bombeo sangre a los vasos sanguíneos de mi polla.     Una tremenda erección comenzó a inflar mis bóxers formando una especie de carpa.     Mamá rascó mi vello púbico.     Sus dedos estaban peligrosamente cerca de mi pija, a solo centímetros.     Empecé a sudar, quería que ella me tocara ahí, mi reciedumbre, mi masculinidad, al mismo tiempo sabía que eso era inapropiado.     Me sentí borracho, pero no lo suficiente como para no darme cuenta de que esto no estaba bien.      La uña de uno de sus dedos alcanzó mi polla palpitante.      Estaba demasiado tenso y reaccioné de golpe sentándome en el sofá.     Mamá se asustó por mi repentina reacción y retiró la mano.      Traté de ver las facciones de mamá, pero estaba demasiado oscuro.      Dentro de mi había una lucha de deseos y criterios, finalmente decidí por lo que pensé sería correcto.

—¿Mamá? … ¿Qué estás haciendo? …

—¿Andrés? … ¿Por qué no estás en tu cama? …

Jadeó mi madre.      Ahora sabía que no era el apuesto Leandro quien yacía en el sofá frente a ella.

—Leandro se fue a botar a mi cama y yo me vine al sillón …

Dije sucintamente.     Mamá con un fingido recato cruzó un brazo sobre sus pechos, se levantó y se alejó de mi un poco desconcertada.     Hubiese querido saber por qué me agarró la polla.     ¿Pensaba acaso fuese mi amigo el que se encontraba tirado en el sofá?

—¡Oh! … excúsame … yo no sabía …

—No te preocupes, mami … está bien …

Le aseguré.      No quise sermonearla sobre su comportamiento.     Ella es adulta y si quería tener sexo con un jovenzuelo, en este caso Leandro.     No tenía derecho a intervenir ni enojarme con ella, aún cuando no me gustaba.

—Volveré a la cama …

Dijo simplemente y se alejó.     A pesar de la oscuridad, pude constatar de que estaba completamente desnuda.      Estaba luciendo todo su armamentismo de seducción, pero no había habido guerra.     Sonreí, y me pregunté sí Leandro habría aprovechado la oportunidad que le brindaba mamá.     Supuse que le habría costado mucho defenderse del artero ataque de mí madre.     Ya que le habría metido la mano en sus pantalones.      Abstraído en mis elucubraciones, de repente escuché una voz desde la puerta.

—¿Andrés? …

Intrigado me senté y miré hacia la puerta de mamá.      La luz que se filtraba desde su habitación mostraba que se había vuelto a colocar su revelador camisón.

—¡Ven a dormir conmigo, hijo! … ¡Aquí es mucho más cómodo que en ese sofá! …

Sabía que ella tenía totalmente la razón.     ¿Pero quería acostarme en la misma cama de la mujer que acababa de tocar mi polla?   ¡Mi madre!     Dos minutos después me acomodaba en su cama doble al lado de ella.     Mamá brevemente me hizo ver los beneficios de su dormitorio.     Ciertamente había mucha diferencia entre el incómodo sofá y su mullida y amplia cama.      Más allá de eso, no sé cómo explicarlo.     Todavía existía en mi un sentido de interrogante con mamá.      No sé por qué la seguí a su cama.      ¿Por el simple hecho de dormir cómodamente en una cama suave y calientita?  ¿O había algo más dentro de mi inconsciente?      Algo me hacía sospechar que mi decisión había sido influenciada por la mano de mamá tocando mi verga.

 

 

Mamá se acomodó dejando un amplio espacio entre mí y ella.     Me dijo que ni siquiera me daría cuenta de estar durmiendo al lado de una mujer.      Bromeando me pidió de no roncar mucho y luego apagó la luz de su lampara.      Mamá con su seductor camisón trasparente y yo con boxers.     Todavía hacía mucho calor, así que me cubrí hasta las rodillas.     Mamá subió el edredón hasta la cintura y me había dado al espalda.     También las cortinas de su habitación y ni siquiera podía ver mis manos en la densa oscuridad.

 

 

Me quedé un poco traspuesto pensando a mamá y su comportamiento con los hombres.     Ella no tenía nada de anormal.     Era hermosa y con necesidades como cualquier otra dama.     Tampoco era tan vieja, tenía derecho a su vida y a una sexualidad plena.     Me molestaba de que fuera tan exuberante su sicalipsis, pero no podía objetar sus ardientes deseos.     Tampoco podía acusarla por sentirse atraída por los hombres jóvenes, como mi amigo Leandro.     Él era guapo, físicamente bien desarrollado y a las mujeres les encanta un tipo con abdominales y pectorales bien tonificados.     Y mamá no era la excepción.     Podría discutir con ella sobre si era necesario insinuarse a mi amigo, o si había limites que no se debían sobre pasar.

 

 

Pensaba en los pros y contras de ese singular comportamiento de mamá, cuando de repente noté un movimiento a mi lado.     Mamá se sentó en la cama.      Escuché los ruidos del colchón y ella hizo algunos movimientos, luego algo liviano cayó al suelo.     Sin siquiera ver, supe que mamá se había quitado su camisón.     ¿Se habrá calentado?    ¿Estaba desnuda a mi lado?    ¿Llevaba todavía sus bragas?   ¿Estaba desnuda a mi lado?   Me estaba preguntando muchas cosas e imaginando muchas cosas más.     Si estaba con el edredón hasta la cintura, sus pechos estarían expuestos.      Toda esta situación me molestó, por que inexplicablemente mi polla se puso dura como palo.     Pero ¿por qué?   ¡Ella es mi madre!     Los pensamientos inapropiados estaban absolutamente prohibidos, pero mi pija no estaba de acuerdo.

 

 

Puse mi mano en mí entrepierna y vi que la situación me estaba excitando en modo increíble.     ¿Mamá no pensó nada al acostarse con su propio hijo?    ¿Habrá pensado en que me podía molestar?     ¿O pensó que ya estaba dormido y no le importó quitarse su camisón?     Me pareció tremendamente sicalíptico todo el evento y, simplemente me quité mis boxers.     Los tiré al lado de la cama y subí el edredón hasta mi ombligo.     El frescor de las sábanas sobre mi polla no hizo más que aumentar mí excitación.     No sabía por qué.      Imaginé a mamá acostada a mí lado, planteándose mis mismas inquietudes y tan expuesta como yo.      Lo encontré demasiado estimulante, envolví mis dedos alrededor de mi polla y lo apreté en forma suave.      Suspiré y me agité, esto se sentía muy bien.     Sin darme cuenta comencé a masturbarme; suavemente y en silencio.      Contuve mis gemidos, no quería que mamá me escuchara masturbándome junto a ella.

 

 

Fantaseé con la mano de ella sobre mi regazo.     Sus necesidades eran iguales a las mías.     ¿Es posible que en este momento ella esté acariciando sigilosamente su apretado coño?   ¿Se calentará pensando en tener una pija prohibida junto a su piel desnuda?     Me gustó la fantasía y seguó moviendo mi polla.

 

 

Mientras me masturbaba gozando de las maravillosas sensaciones que cada vez me ponían más cachondo.     Sabía que estaba mal, pero ya mis deseos eran irrefrenables, magreaba mi polla pensando a mamá.     Recordé sus ligeros toques a mi polla cuando estaba en el sofá.     Me gustaría que lo volviera a hacer.     No me importaría si ella se acurrucara cerca de mí.     Sí estirara su mano y me ayudara a trabajar mi pene.     Sentí como una enorme llamarada de pasión que quemaba mi cuerpo, supe que tenía que hacer algo y aplacar este fuego dentro de mí.      Miré a mamá y al parecer ella estaba en el país de los sueños.     Saqué las piernas de debajo de las sábanas y de prisa me dirigí a la puerta y al pasillo.      Fui al baño, cerré la puerta y me paré frente al lavabo con mi pija en mano, estaba demasiado caliente para tratarme con premura.     Magreé mi polla violentamente por algunos segundos y un sinnúmero de chorros de semen caliente salió disparado de mi verga, cayendo en el lavamanos.     Bombeé disfrutando y ordeñando mi polla hasta que salió la última gota y mí sensación de excitación se calmó.     Me incliné hacia adelante y me apoyé en el lavabo.     Me sentía satisfecho, había tenido mí muy necesario alivio.     Los últimos eventos con mi madre me habían excitado muchísimo.     Todo lo que había sucedido era justamente consecuencia de ello,

 

 

Me limpié y me miré al espejo.     Mi rostro estaba ruborizado, me había puesto caliente pensando a mamá ¡¡Eso no debía suceder!!  ¿Debería sentirme mal?     Mi conciencia tuvo un acotado sentido de culpabilidad.     Mamá había iniciado todo esto.     ¿No había irrumpido en la sala de estar con la intención de manosear a nuestro invitado?     Salí del baño para regresar al dormitorio de mi madre.     Quedé petrificado cuando mamá somnolienta abrió la puerta y salió al pasillo, no había encendido las luces del pasillo, pero lo hizo.     Se encendieron todas las lámparas del pasillo, mamá parpadeó confundida y miró en mi dirección.     Me quedé petrificado a medio camino entre el baño y el dormitorio, incapaz de dar un paso.     Mamá me vio y se detuvo también.     Nuestros ojos se encontraron.     Yo estaba desnudo y ella también.      Por primera vez en mi vida, estaba mirando a mamá totalmente desnuda.      Me atrajeron sus voluminosos pechos, mis ojos bajaron a su vientre y su entrepierna, luego volví a mirarla a la cara.

 

 

Su cara era de completo asombro al encontrarme desnudo en el pasillo.      No se dio cuenta de que yo me había levantado.     Pensó que yo estaba dormido y no se puso su camisón.     ¿Y si se hubiese topado con Leandro?     Solo Dios sabe que hubiese pasado.     Me quedé desnudo frente a ella y mí mirada se fue otra vez a la convergencia de sus piernas.     No sabía que mamá se afeitaba el vello púbico.     Tengo que admitir que se veía bastante bien.     Sus pechos desnudos eran otra hermosa fuente de atracción.     También me percaté que mamá tenía sus ojos fijos en mí polla.     Hacía muchos años que ella y yo no nos veíamos desnudos el uno frente al otro.     Mamá nunca me había exhibido su magnifico cuerpo, a veces caminaba con poca ropa, pero siempre tenía la decencia de usar bragas o una toalla de baño.

 

 

Ahora estábamos frente a frente.     Desnuda y todavía ebria.     Yo ídem, justo después de haberme desahogado en baño en un solitario y pensando a cuando ella me había acariciado creyendo de estar con Leandro.      Ahorita la tengo ante mí con sus senos gorditos y su coño lampiño.     Con seguridad mi masculinidad habría reaccionado al ver su exuberante beldad, pero como recién me había desecho de mi esperma y mi lujuria, mi hombría permaneció inerme, hubiese sido inimaginable e imperdonable, hacerme ver con una tremenda erección ante mi madre, ¿no crees?     Mamá me sonrió y con cierta picardía me preguntó.

—Tampoco tú puedes dormir, ¿eh? …

—¡Ehm! … solo necesitaba ir al baño …

—Sí … yo también necesito ir ahorita …

La miré con suspicacia, ¿me estaba mintiendo?  ¿se había levantada para ir a mi dormitorio y hacer otro intento de seducir a Leandro?     Luego agregó.

—También tú te sentiste acalorado, ¿eh? …

—Sí … hacía demasiado calor y tuve que quitarme los boxers … no sabía que me encontraría contigo aquí en el pasillo …

Mamá se encogió de hombros.

—No importa … también yo … ni siquiera me puse el camisón …

—Sí … somos adultos, ¿no? … pero como tenemos un invitado, deberíamos evitar de andar así tan libremente …

—¿Tú crees? …

—Bueno … en realidad no creo que él se quejaría si te encontrara sorpresivamente así … así sin nada encima …

Le dije mirándola significativamente.      Era rato ya que estábamos ella y yo desnudos observándonos casi casualmente, no sentí vergüenza ante ella, ella tampoco hizo amago de cubrirse.     Me hubiese gustado saber que estaba pasando por su cabeza, insistentemente su ojos recorrían mis genitales, así como los míos no cesaban de observar sus pezones y sus areolas anchas en medio a sus exuberantes pechos desnudos.     Entonces dijo.

—Bueno … iré al baño …

Pasó a mi lado, nuestros cuerpos casi se tocaron.     Capté su aroma de mujer y la miré por detrás, no pude evitar de tocar mi polla viendo sus redondas nalgas echaditas hacia atrás que se movían como dos sincronizados globos, su trasero era estupendo sin lugar a duda.

 

 

Regresé al dormitorio y me acosté.     No quise ponerme mi ropa interior.      Esperaba que tampoco mamá se pusiera su camisón.     Después de un par de minutos, mamá volvió a la oscuridad de la habitación y se acostó.     Agudicé mis sentidos tratando de percibir algún movimiento que me indicara que ella se estaba poniendo su camisón, pero no escuché nada.     Mamá volvió a cubrirse hasta la cintura y susurró.

—Buenas noches, Andrés … duerme bien …

—Gracias, mamá … también tú …

Me quedé en la cama mirando al techo.     Mamá estaba completamente desnuda acostada a mi lado.     Cosa que no era algo habitual en nuestra relación.     ¿Cómo se supone que vas a dormir cuando una hermosísima mujer está totalmente nuda y con su coño pelado a tu lado?     Siempre me había confundido y a veces avergonzado el carácter directo, revelador y desinhibido de mamá.     Me parecía inapropiado lo abierta y espontanea que era.      Ahora estas circunstancias estaban cambiando para mí.     Tuve que admitir que me estaban gustando y me entusiasmaban en algún modo.     Tanto que había hecho que me masturbara pensando a ella.

 

 

Con su hermoso rostro, esos pechos plenos, su culo firme y a forma de corazón y por último, pero no menos importante, su sexo sin ninguna traza de vellos que me mantenía despierto y soñando a ojos abiertos.     ¿Me estaré enamorando de mamá?     Jamás admitiría esto abiertamente, pero en la privacidad e intimidad de mi mente no me pareció algo descabellado.     Me di cuenta de que deseaba a mi madre.     Probablemente era algo grosero, condenable y tal vez hasta perverso.     Mi mente siguió divagando con mis fantasías.     ¿Qué podría pasar si yo fuera más osado, mamá estuviera más borracha y tan cachonda como yo?     Mí polla otra vez se puso dura como palo y formó una tienda con las sábanas imaginando estás hipotéticas ideas.      Fantaseé con ellas pensándola cautivada por la magnitud de mi verga y solazándose con ella en medio de sus preciosos senos.

 

 

Imaginé acurrucándome a ella en posición de cucharita.     Rodeándola con mi brazo y atrayéndola hacia mí, besando su hombro desnudo, pasando mi mano sobre ella para alcanzar sus esponjosos y esplendidos senos y explorarlos con las yemas de mis dedos, sentir la suave rugosidad de sus areolas con esas protuberancias oscuras y duras de sus pezones.      Luego deslizar mi mano por su vientre para sentirla abriendo sus muslos en modo invitante y descubrir la suave tez de su monte de venus, hasta alcanzar la calidez y humedad de su ranurita del placer ya mojada.      Sumergir mi dedo en ese delicioso océano de fluidos y jugar chapoteando en su intimidad.      Sentir finalmente la mano de mamá aferrando mi maciza y solida reciedumbre, para frotarla contra sus nalgas de terciopelo.     Nos uniríamos en un apasionado beso, ella se voltearía hacia mi y me empujaría encima de ella, mis pectorales aplastarían sus pechos desnudos, colocaría mi polla en medio a sus muslos, para penetrarla y follarla suavemente.

 

 

Estaba tan metido en mi cachonda fantasía, que otra vez estaba a punto de correrme; ni siquiera me había tocado.     Solo mis perversos pensamientos me habían llevado a una furiosa erección.     Supe que era urgente que hiciera otra visita al baño.     Me levanté sigilosamente de la cama esperando de no despertar a mamá y me dirigí de prisa al baño.     Repetí todo el proceso anterior y volví a descargar copiosos chorros en el lavabo.      Esperé de haber vaciado mis bolas y mi cabeza de todos esos perversos pensamientos, me limpié y volví al lado de mi madre.     No sabía que me depararía el mañana, pero quería intensificar mi acercamiento con ella, así pensando me dormí.

 

 

Cuando desperté por la mañana, recordé de haber soñado con mi madre.     No fue un sueño sucio, pero sí algo incomprensible.     Ella y yo estábamos en medio a un trigal, un cielo azul infinito sobre nosotros.     Rodeados por esos florecidos cereales dorados, ella y yo corríamos desnudos, pero jamás nos encontrábamos.     Me deprimí un poco.     Mamá yacía dormida a mi lado con el edredón subido hasta el cuello.     Lo primero que hice fue ponerme los calzoncillos y me dirigí al baño para lavarme.     Luego me fui a mi habitación, Leandro aún dormía a pata suelta.     Lo desperté sacudiéndolo y tuve que esperar a que reaccionara y volviera a la vida.     Aparté las cortinas y el padre sol inundo la habitación con su luz brillante.     Leandro cubrió su cabeza rezongando, pero lo forcé y lo empujé hacia el baño.     Quería sacarlo pronto de la casa y quedar a solas con mamá, aún cuándo no tenía ninguna estrategia ni planes sobre cómo comportarme con ella.     Por suerte Leandro recordó que tenía una cita cerca de mediodía y por lo tanto se apuró a irse.

 

 

Tan pronto como cerré la puerta principal, corrí al dormitorio de mamá, me quité toda la ropa y me metí a su lado.     Entonces comencé a pensar que podía hacer.     ¿Debería acercarme a ella fingiendo de estar dormido e intranquilo?     ¿O debería rodearla con mis brazos y acurrucarme a su espalda?     ¿Cómo reaccionaría ella sintiéndome desnudo?     Sobre todo, porque probablemente esté mucho más sobria que la noche anterior.     Noté que ella se movía.     Mamá se despertó.     Todavía no había urdido ningún plan y comencé a entrar en pánico.     La oportunidad era demasiado buena como para dejarla pasar.     Estaba desnudo junto a mi madre si nada encima, nunca se presentaría una situación igual a esta.

 

 

Seguí mi instinto y rodé casualmente hacia su lado.     Hice que pareciera como que me estaba dando vuelta y accidentalmente rozaba su cuerpo.     La empujé, pero sin entrar en contacto directo con su piel desnuda, porque el edredón la cubría de pies a cabeza.     Pero sentí la calidez de su cuerpo, lo que comenzó a excitarme.     Me quedé quieto acurrucado a ella y esperé.     Mamá se estiró y bostezó suavemente, luego notó mi cuerpo.     Sacó el brazo de debajo del edredón y me palpó.     Sabiamente, me había despojado de toda mi ropa y estaba sobre la cama.     La mano de mamá se posó sobre mi abdomen, subió ligeramente hasta mi pecho y volvió a bajar, tocó mis incipientes vellos púbicos y sus dedos rozaron mi pene semi erecto, rápidamente retiró su mano y se giró hacia mí.

—¿Andrés? …

El dormitorio todavía estaba en penumbras.     Me pregunté si mamá sabía que era yo quien estaba acostado a su lado.     La única otra posibilidad era Leandro, pero ella sabía que él dormía en mí cuarto.     Fingí que estaba adormilado y refunfuñé incomprensibles palabras, entonces ella me reconoció.

—¡Hola, Andrés! … buenos días …

Abrí los ojos como si mis parpados me pesaran y vi vagamente a mi madre acostado de lado, frente a mí.

—¿Q-q-que? …

—Despierta, dormilón … ya es tarde …

—¿Qué hora es, mami? …

Pregunté con una voz cansada, aunque sabía la respuesta.

—Casi mediodía … deberíamos levantarnos …

—Pero todavía estoy cansado …

Dije y pateé la sábana que cubría mi desnudez.

—¿Tienes calor? … ¿Dormiste desnudo? …

—También tú dormiste desnuda … ¿Acaso siempre duermes desnuda? …

Pregunté curioso.

—Por supuesto … sobre todo cuando hace tanto calor … solo que no sé si lo debería haber hecho esta noche … porque tú … ehm …

—¿Yo? … no deberías cambiar tus hábitos por mi culpa …

—Y Leandro … ¿sigue durmiendo? …

—Probablemente ya se ha ido … tenía una cita esta mañana temprano …

—¡Oh! … ya veo … escucha Andrés … sobre esta noche … en la sala de estar … en el sofá …

Me preparé para lo peor, pero me dijo.

—¿Sabes? … estaba un poco ebria … un poco entusiasmada …

—Creías que era Leandro quien estaba en el sofá, ¿verdad? … bueno … no podrías haber sabido que era yo quien yacía allí …

—¡Uhm! … bueno … no quiero que pienses mal de mí, hijo … simplemente estaba en cierto modo y debido al alcohol … y … además … Leandro es un hombre que me gusta …

No quise hacer mención a los veinte años de diferencia entre ellos.

—Mamá … está bien … entonces, es una pena para Leandro … no sabe lo que se perdió …

—¡Ehm! … bueno … al menos tu te identificaste a tiempo … de lo contrario …

Mamá guardó un silencio que me hizo intentar de entender y saber más.

—De lo contrario, ¿qué, mami? … ¿qué hubiese pasado? …

Recordé espontáneamente el momento en que los dedos de mamá tocaron mi polla.     Hubo un momento de silencio, luego respiró profundamente y dijo.

—Hubiese asumido que eras él … y si no me hubiese rechazado … no me hubiese detenido …

—¿Y qué hubieses hecho exactamente, mami? …

—¿Por qué quieres saber eso? …

—Para saber lo que me perdí …

Mamá me miró un poco escéptica y con una amplia y divertida sonrisa, exclamó.

—¡Oh, Dios! … ¡No puedo creerlo! …

Entonces para seguir con la situación hipotética, continué.

—Supongamos que yo hubiese estado tan borracho que no te hubiese podido detener … hubiera dejado que continuaras … y … resulta que después … mucho después … nos hubiésemos dado cuenta de que tu y yo … bueno … ¡ehm! … ya todo estaba consumado … ¿cómo lidiarías con eso? …

El silencio de mamá fue prolongado, luego con un suspiro, dijo.

—¡Ehm! … bueno … tú y yo somos bastante grandecitos … creo que habríamos podido manejarlo … incluso si hubiésemos hecho de todo … incluso si nos hubiésemos comportado abiertamente el uno con el otro … como, por ejemplo, ahora … cuando estamos acostados desnudos en la misma cama … tener relaciones sexuales no es tan diferente … podríamos llevar una vida normal, ¿no? …

—¿Pero que hubieses hecho exactamente si hubiera sucedido? …

—No lo sé, cariño … pero creo que es mejor que no tengamos que preocuparnos por eso …

Esperaba que ella se explayara más.     No sé precisamente que tipo de respuesta esperaba, pero quería cerciorarme de que a ella no le importaría acostarse conmigo.      Estaba disfrutando de nuestra íntima conversación y no quería que terminara y le dije.

—¿Puedo contarte un secreto, mamá? …

Mamá me miró intrigada y asintió en silencio.

—Yo … yo no estaba tan borracho … sabía que eras tú quien me tocaba … me di cuenta de que te estabas confundiendo … no sé cómo decirlo … pero por un momento quería que pensaras que yo era Leandro …

—¿Uhm? … sabías que era tu madre quien te estaba tocando de una manera inapropiada y … aún así, dejaste que casi sucediera … ¿no te parece mal? …

—Bueno … por supuesto que las madre y los hijos no deben hacer ciertas cosas … por otro lado … sabemos que hay familias donde se da esto y otras cosas …

Respondí un poco vacilante.

—Entonces … ¿te parecería bien que yo me acercara a ti? …

Al principio me quedé sin palabras sin saber bien que responder, no me atrevía.

—¿Andrés? …

—Siendo honesto, mami … lo que paso ayer en la noche … el dormir contigo en la misma cama … nuestro encuentro casual en el pasillo … nada de eso me podría haber dejado impasible … me emocionó … y me excité, mami … incluso me puso cachondo sabiéndote ta cerca de mi en tú hermosa y pura desnudez …

Mi madre me miró sorprendida y exclamó.

—¡Oh! … ¡Uhm! …

Esperaba una reprimenda o una discusión interminable sobre moralidad, sobre lo ilícito, sobre lo prohibido.      Pero mamá no dijo nada de eso, solo dijo.

—Para ser sincera … todo lo que pasó me encantó y … también me emocionó mucho …

Ambos permanecimos en silencio, luego ella añadió.

—Y ahora … ¿te excita que en este momento esté acostada frente a ti sin nada de ropa encima? …

—Bueno … ¡uhmm! …

—Y si me acercara un poco más … ¿eso te podría nervioso? …

Sentí el movimiento de mamá que se acercaba más a mí y al mismo tiempo pateaba la ropa de cama hacia los pies.

—¡Ehm! … es probable …

—¿Y si sientes el contacto de mi piel desnuda con tu piel? …

Dijo mamá colocando uno de sus sedosos muslos sobre mi pierna velluda.

—Sí … puede que me guste …

—¿Y qué opinas si mi mano se acerca así? …

Dijo poniendo sus dedos sobre mi polla que ella había encontrado fácilmente en las penumbras de la habitación.      De hacía rato que mi sangre había sido bombeada y mi miembro estaba duro como una estaca y listo para la acción.     Mamá apretó delicadamente mi verga e inició un rítmico movimiento vertical.     En ese momento tuve un deseo irrefrenable de saltarle encima y follarla.

—¡Ooohhh, mami! … ¡eso se siente muuuy bien! … ¡aaahhh! …

Ella había comenzado a masturbarme suavemente.      Sin aviso previo y en forma desinhibida.     Ciertamente sabía que estábamos entrando en un territorio prohibido.     Pensé que nuestra conversación íntima la había excitado tanto como a mí.     Me alegré de que se hubiera atrevido a dar el paso decisivo, pero yo esperaba más.

—¡Ummmmmm! … ¡Qué rico, mami! … ¡Hmmmm! …

Elogié disfrutando de sus suaves y tiernos dedos en mi pija.      Hubiera querido poner mis manos sobre sus senos, pero no me atreví.      Luego reflexioné que tocar sus senos no era nada comparado con lo que ella me estaba haciendo a mí y, mis manos se fueron hacia la parte superior de su cuerpo, toqué primero su hombro, luego la deslicé a su esternón, enseguida lentamente mis dedos se deslizaron en el surco estrecho y cálido de sus senos regordetes posándose sobre su esponjoso pecho derecho.      Tenía un globo enorme en mi mano y comencé a jugar con su teta.      Mamá suspiró contenta y no me detuvo, sus uñas acariciaban delicadamente mi verga tiesa.

 

 

Centré mi juego en su pezón y rápidamente me di cuenta de lo duro que se ponía.      Otra cosa que me indicó de que ella tan cachonda como yo, fue cuando envolvió mi glande con sus dedos y con la uña de su dedo pulgar, jugo con el orificio de mi meato.      Se sentía divinamente maravilloso y tenía muchas ganas de acariciar su sexo pelado.

 

 

Solté su pecho y empujé mi mano entre los muslos de mamá.      Ella los extendió y abrió ligeramente dándome acceso tácito a su delicada intimidad.     Cuando mis dedos recorrieron su monte de venus suave, liso y desnudo, un escalofrío recorrió todo mi ser.     Su labia vaginal estaba candente y húmeda, ambos nos estremecimos.     Mamá gimió de placer y juntó momentáneamente sus muslos apretando mi mano.     Me detuve por un par de segundos y luego deslicé mi dedo medio en la gruta bendita que me dio la vida.      Los fluidos eran abundantes y mi dedo se empapó de su esencia femenina.     Mamá estaba mojada y cachonda.     Mi dedo se hundió en esa dulce ranurita y agradecí al buen Dios por regalarme este deleite divino esta mañana.     Mamá se quedó estática y dejó de masturbarme.

 

 

Me atreví a mover mi dedo hacia adelante y hacia atrás.      Sentí las cálidas contracciones de su almejita y moví mi dedo pulgar a la parte superior de esa estrecha hendidura, comenzando a frotar los pliegues que escondían su botoncito del placer.    Mamá gimió y reanudó sus movimientos verticales a mi polla suavemente, sentí que no iba a durar mucho porque estaba demasiado caliente con ella.

 

 

Quería tocarla hasta llevarla al orgasmo para luego seguir nuestra actividad pecaminosa con mi polla revolviendo hasta su útero.      Después de un tiempo, mamá comenzó a gemir e inquietarse un poco más.     Ya no podía permanecer quieta a mí lado.     Se levantó ligeramente comenzando a girar su pelvis mientras temblaba y tiritaba.      Frotaba mi polla en forma impredecible, a ratos rápidamente y luego volvía a la suavidad y a hacerlo cuidadosamente.     Supuse que su propia lujuria la sobrepasaba, pero de todos modos encontré el cambió exquisito.      Repentinamente se separó de mí y se acercó a su lado de la cama.

—¿Qué pasa, mami? …

Pregunté un tanto perplejo y temeroso de haber hecho algo mal.     Mamá respiraba con dificultad y afano permaneciendo callada.      Entonces me di cuenta.

—¿Te corriste? …

Ella permanecía callada tratando de recuperar su respiración.     Me sentí inseguro y volví a preguntarme que podía haber salido mal.     Entonces mamá saltó de la cama y se arrodilló a mi lado, acercando su cabeza a mi entrepierna.     Sentí su aliento fatigoso y caliente en mi pija, lo siguiente fue su lengua haciéndome cosquillas sobre mi amoratado glande.     Al ismo tiempo sus dedos se agarrotaron alrededor de mi polla y reinició a mover mi polla hacia arriba y hacia abajo.      Me atendía hábilmente con su lengua danzando en torno a la punta de mi polla.     Mi cachonde aumento considerablemente y supe que pronto ocurriría mi clímax.

 

 

Mamá chupaba mi polla con adoración, lamiendo las gotitas de pre-semen que asomaban por el orificio de mi glande.      Entonces me estremecí, levanté mi abdomen de la cama.     Todo se apretó a mi alrededor, hundí mí vientre y me preparé para lanzar en completo éxtasis.     Mamá chupaba incansablemente y so disfrute de manera sin par.     Mi esperma ya no pudo ser contenido por mis bolas hirvientes y exploté, millones de mis espermatozoos escapando a la libertad.

—¡Ummmmmm! … ¡Ooohhh! … ¡Ooohhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! …

Cuando abrí los ojos, mamá estaba todavía chupando mi polla imperturbable.      Me chupo hasta dejarme completamente seco, sin desperdiciar ni una sola gota.      Me quedé exhausto boca arriba y deje que ella siguiera chupando mi delicada pija.     Se sentía una atmosfera maravillosa, juro que jamás había disfrutado de un clímax tan intenso, como el que me había dado la boca de mamá.     Lo impensable estaba sucediendo.

 

 

Ayer, para mí esto era un escenario hipotético e improbable, pero ahora los rumores de la lengua de mamá limpiando todos los restos de mi semen recién eyaculados, me confirmaban que esta era la nueva realidad.     Mamá y yo nos divertíamos juntos.     Nos habíamos acercado y gradualmente habíamos perdido nuestras inhibiciones.     Habíamos superado el tabú y habíamos decidido de hacer lo que nos gustaba.      Cosa que regocijaba tanto a mí como a ella.     Solo ella y yo lo sabíamos.     Era nuestro pequeño gran secreto.     Un nuevo lazo que nos unía estrechamente.      Luego de un rato mamá alzó su cabeza de mi pene.      Su expresión era de felicidad.      Se acurrucó junto a mí, apoyó su cabeza en mi pecho, como si escuchara los latidos de mi corazón.      Me resultaba más que claro que este no era el final de todo, tampoco iba a ser un evento aislado.     Ahora tenía muchas más ganas de follarla.

 

 

Era como el plato de entrada de un banquete.     El plato principal estaba por llegar.     Estaba seguro de que llegaría hoy mismo.      Todavía no tenía palabras adecuadas para expresar mi sentir, así que permanecí en silencio y disfrute de la cercanía y calidez del cuerpo desnudo de mamá.     Mamá tosió y se aclaró la garganta para interrogarme.

—Me preguntaste si me había corrido, ¿verdad? …

—¡Ehm! … ¡Sí! …

—Pues, sí … me corrí … y no solo una vez …

Dejé que mi mente asimilara su afirmación y resolví que de ahora en adelante iba a hacer que mamá disfrutara de orgasmos más cachondos y muchas más veces.     Iba a ser como una tarea para mí; nada de difícil, pero indudablemente gratificante.     Ese fue solo nuestro inicio; tiene tantas cositas ricas mi mami.

 

Fin

 

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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias.  Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

 

luisa_luisa4634@yahoo.com

 

 

Aguachando a mis bebés.
larga vida a mirones y manoseadores!

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