Confesiones Incesto Sexo Anal Tabú Tríos

No soy como la mami, papi – IV.-

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Mi mujer continuaba a cabalgar mi polla mientras seguía contandome cosas que jamás habría imaginado que ella pudiera hacer junto a mi hija.

—¡Uhm! … si quieres … podríamos hacer algo entre nosotros y ella … estoy más que segura que nuestra adorable nenita cerdita … estaría muy contenta de hacernos gozar juntos … al papá y a la mamá … ¿Qué te parece? … me excita como una loca pensar a ella que me lame el coño mientras tú te la enculas desde atrás … ¡Oh, amor mío! … dime que me amas … dime que me quieres aún cuando he lesbicado con nuestra hija depravadamente …

Estaba casi por responderle que ciertamente la amaba mucho más que antes, que me sentía orgulloso de que ella se estuviese convirtiendo en una puta caliente.      Que era como siempre yo había querido que fuese.      Cuando sentí que se abrió la puerta de nuestra habitación y entro ella … Carolina.      Estaba completamente desnuda y nos sonreía.      Inmediatamente me vino de pensar que esto no era una cosa fortuita.      Seguramente mi hija lo había planeado junto a su madre, pero ¡Que putas!      Mi polla pareció engrosarse y endurecerse más.      Carolina subió a la cama y besó a su madre en los labios.      Presencié el beso incestuoso entre madre e hija, vi como sus lenguas se enrollaban y sus labios se frotaban desesperadamente.      Un corrientazo eléctrico atravesó mi espalda.      Una cosa es sentirlo recontar que se habían besado y, otra cosa era verlas en vivo chupar sus lenguas sin remilgo alguno.      Luego se apoderó de las tetas de su madre y comenzó a acariciarlas por todas partes mientras le hablaba:

—¿Le has dicho de nosotras? … ¿Le dijiste que hija y madre se han convertido en dos esplendidas putas que se lamen y chupan el coño hasta correrse? …

Mi mujer parecía muy excitada, continuaba a mover su pelvis sobre mi polla y al mismo tiempo gozaba los besos y caricias de nuestra hija.

—¡Sí! … se lo he dicho todo … ahora él sabe que somos dos dulces lésbicas incestuosas … ahora podemos hacer el amor delante a sus ojos …

—¡Oh! … pero que bien … ¿Entonces le has empapado bien la polla con los jugos de tu panocha? …

—¡Sí, cariño! … sabes bien como es jugoso mí coño cuando estoy caliente … tiene su verga toda embadurnada con mis fluidos que han escurrido hasta mojarle las bolas … esta listo para ti, tesoro …

—Mami … eres un amor … nos divertiremos mucho tú y yo … junto a papá obviamente … ahora levántate y recuéstate con las piernas abiertas … sabes cuanto me excita mirar tu panocha abierta y recién follada … ahora me divierto con la pija de papá y luego me encargaré de tu conchita …

Apenas mi mujer se levantó de mi vientre dejando mi verga dura, parada y empapada, Carolina se botó encima como una sedienta y comenzó a chupar y beber todo.

—¡Uhmmmm! … ¡Qué sabroso que está! … ¡Dios santo, que goce! … ¡No saben cuánto he deseado chupar la polla y las bolas de mi padre empapadas con los jugos de la panocha de mi madre! … ¡Este es un manjar divino! … es cómo estar en el paraíso …

¡Santo carajo! Que maravillosa puta era mi hija, una verdadera marranita como siempre había querido que fuese.      Carolina recogió con su lengua todos los fluidos que empapaban mi verga y mis bolas.      Luego se encaramó a mirarme con su rostro y barbilla mojados, sus ojos parecían echar chispas:

—Papi … perdona si no te dije que ya me había hecho a mamá antes de follar contigo … quería que fuera un sorpresa para ti … espero te haya gustado … ahora que sé que eres un cerdo depravado … estoy más que segura que disfrutarás viendo a tu esposa y a tu hija que se chupan y lamen sus jugosos y sabrosos coños, ¿verdad? … me gustaría ver que magreas tu polla mientras nos mires … me gusta ver masturbarse a un hombre … pero por favor no te corras … queremos que luego nos folles con tu dura polla a ambas … queremos sentir tu pija en todos nuestros agujeritos, papi ….

Apenas terminó de hablar me guiñó un ojo y se levantó para dirigirse hacia su madre.      Con grande placer entendí más tarde el significado de ese guiño que me había hecho.

 

 

Carolina se subió encima del cuerpo desnudo de su madre; las dos marranas inmediatamente se besaron en los labios y con sus lenguas lamieron sus mejillas.      Sus manos viajaban por todas partes sobre sus cuerpo sudorosos y voluptuosos.      Se palpaban sus rostros, sus caderas, aplastaban sus tetas entre sus cuerpos, pellizcaban sus pezones como dos putas calientes, gimiendo y susurrándose palabras soeces y cachondas.

 

 

Luego con un sincronismo único, sus manos se metieron entre sus piernas y acariciaron al unísono sus panochas mojadas.      Hubo ruidos de chapoteos cuando sus dedos follaron sus empapados coños.      En forma simultanea abrieron sus piernas al máximo, en un tácito invito para prodigarse las más perversas y cachondas caricias.      Cuando los dedos penetraron sus coños, iniciaron a gemir y chillar sin dejar de besarse y lengüetearse.

 

 

Enmudecí con mi verga en mi mano, estaba gozando de un magnífico espectáculo que me llenaba la mente de lujuriosas elucubraciones, madre e hija entrelazadas con sus cuerpos desnudos, besándose apasionadamente, moviendo sus lenguas obscenamente intercambiando la saliva y con sus dedos perdidos profundamente en sus coños incestuosos.      Me sentía embriagado de lascivia y a ratos creía morir de placer; en eso escuché a mi esposa susurrar a mi hija:

—Tesoro mío … te deseo … desde cuando me hiciste probar los milagros de tu lengua no dejo de pensar en eso … cariño, me estas transformando en una descarada puta lésbica …

Mi hija no necesitó más incitación e inmediatamente se colocó en posición para satisfacer los deseos de su madre.      Para tal efecto, se arrodilló frente a ella, le levantó las piernas y se las separó ampliamente, luego se zambulló en la rosada rajita de hinchados labios de mi esposa.      Se desencadenó un tsunami de chupadas y lamidas que hicieron chillar y gemir de placer a mi mujer.

—¡Oooohhhh! … ¡Uhmmmm! … ¡Carajo, hija! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Qué rico qué me chupas! … ¡Ummmmmm! … ¡Aaahhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ssiii! … ¡Assssiii! … ¡Umpf! … ¡Chúpame el coño cómo solo tú lo sabes hacer! … ¡Aaahhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Umpf! …

Luego de un rato vi como mi mujer arrastró a mi hija de sus muslos y caderas y, la metió debajo de ella y comenzaron a chuparse los coños en un hermoso sesenta y nueve, los gemidos y chillidos se multiplicaron por dos.      Mi verga parecía que iba a reventar de un momento a otro, pero preferí mantenerme como un simple observador, encontré que era más placentero verlas como se movían lujuriosamente dándose de lengüeteadas y chupadas a su empapadas conchitas.

 

 

Mi miradas se cruzaron con los ojos extasiados de mi hija, estaba radiante, comerse el coño de su madre la hacía delirar y alucinar, sobre todo si yo, su padre, estaba a mirarla embelesado y con la polla durísima.      Me llamó la atención cuando mi mujer entre gemidos le dijo a mi hija:

—¿No crees que hemos dejado demasiado solo y cachondo al pillo de tu padre? …

Carolina no dijo una palabra, solo alargó su mano y aferró mi polla, enseguida comenzó a acariciar mis bolas y engulló mi pija hasta que sus labios se cerraron al contacto de mis vellos púbicos, luego comenzó a mamar mi verga vehementemente.      Mi mujer se acercó a admirar la capacidad de mi hija de tragarse toda mi polla, comenzó a rasquetear su vagina cual, si fuese una guitarra, empujando su pelvis hacia adelante y hacia arriba.

—¡Carajo! … ¿Cómo lo haces para tragarte esa inmensa polla? … ¡Qué hermoso es ver a mi hija comiéndose la polla de su padre! … ¡Guau! … ¡Me gusta! …

Carolina hizo un gesto a su madre ofreciéndole mi entiesada polla, segundos después, tenía dos lenguas, dos bocas y cuatro manos magreando mi macizo pene.      Jugaban como dos bebitas con su nuevo muñeco.      Como dos desatadas putas empujaban sus cabezas sobre mi polla, me pajeaban, besaban mi glande cabezón, se lo pasaban la una a la otra y yo estaba enloqueciendo de placer.

—¡Uhmmm! … madre e hija a chupar mi polla … la dupla perfecta … pero si siguen así, me voy a correr enseguida …

Cómo si hubiese dicho la palabra mágica, todo el encanto de sus lamidas y chupadas se detuvo de golpe, mi hija exclamó:

—¡Papi! … ¡Si te corres, te lo corto! …

—¡Ay, Mauricio! … ¡No puedes hacer eso! … ¡Tienes que follarnos a ambas! …

—¡Sí, papi! … ¡No puedes dejarnos así! …

No dijeron nada más, se miraron y sin decir palabras, mi mujer montó a mi hija entre sus piernas y comenzó a frotar su coño contra el coño de Carolina, levantó una de las piernas de ella y la subió casi hasta su hombro e inició un desenfrenado movimiento de caderas.      ¡Oh, qué hermoso!      Madre e hija.      Dos estupendas putas calientes.

 

 

Me dejaron descansar mientras ellas restregaban sus panochas la una contra la otra emitiendo una serie de gruñidos, quejidos y gemidos.       De vez en cuando estiraban su manos para tironearse las espléndidas tetas y dar pellizcos a sus endurecidos pezones.      Poco a poco se me paso esa sensación de eyacular, pero mi verga se quedó dura como palo ante tan magnifico espectáculo.      A un cierto punto mi mujer detuvo el frotamiento de sus vaginas y le dijo a mi hija:

—¡Tesorito! … me encantó ver lo avezada que eres para tragarte la polla de tu padre … pero quiero ver si de verdad eres capaz de prender en tu culo esa monstruosa pija de él … ¡Muéstrame! … ¡Muéstrame sí eres capaz de hacerlo! …

Luego mirando mi verga dura como fierro, me dijo:

—¡Vamos! … ¡Enculate a tu hija! … ¡Muéstrame como le rompes el culo a ella! …. ¡Demuéstrame lo pervertido y depravado que eres! … ¡Hazle el culo a Carolina! … ¡Culéatela! …

Enseguida metió a Carolina en cuatro patas y ella se plegó con su rostro entre las nalgas de ella y procedió a chuparle el ano estrecho para ensalivarlo y prepararlo para mi polla.      Me recosté placida y obedientemente con mi pene erguido apuntando hacía arriba y le dije a mi hija:

—Ven cariño … siéntate sobre mi polla dándome la espalda … así tu madre podrá ver mejor de lo que eres capaz …

No tuve que decírselo dos veces, tampoco darle instrucciones.      Se montó sobre mi verga, lo tomó con una mano y lo apuntó a su rugosa estrellita rosada, luego con movimientos verticales cortos y precisos, lo hizo entrar dentro de su ajustado esfínter.      Sentí como mi pene se deslizaba deliciosamente, centímetro a centímetro, dentro de su caliente intestino, hasta quedar sentada sobre mi vientre.

—¡Cariño! … ¡Lo tienes todo adentro! … ¡Te ha entrado todo completamente en tu culo! …

La marranita caliente estiró los brazos hacia atrás para apoyarse, plegó sus piernas y las abrió ampliamente para dejar una clara visual para su madre.

—¡Oh, papi! … ¡Me siento llenita! … ¡Que rico que se siente tu polla en mi culo! …  ¡Mami! … acércate … tengo toda la pija de papá en mí … ¿acaso creías que no me atrevería? … ¡Me encanta ser enculada por papá! … pero debes cumplir tú promesa … mira mí panocha … está lista y esperándote, mami … ven … ven y chúpame el coño mientras papá me tiene ensartada por el culo … ¡Me lo prometiste! … quiero que ustedes dos me hagan gozar … ¡Culéame, papi! … ¡Chúpame, mami! …

Me quedé sin palabras ante la lascivia expresada por mi hija.      Mi mujer literalmente se zambulló entre las piernas de Carolina y comenzó a lamer su empapada panocha mientras acariciaba mi bolas y de tanto en tanto le daba una lamida a mi ariete que perforaba el apretado agujerito de nuestra hija.

 

 

Carolina parecía haber perdido todo uso de razón, se movía como loca saltando sobre mi polla, moviendo sus caderas para frotar desenfrenadamente su chocho contra la boca de su madre y hacer entrar y salir mi pene de su estrecho ano.      Sinceramente, pienso de encularme mi hija en estas condiciones, tenga algo de divino e increíble.      La marrana depravada me estaba ordeñando la polla con contracciones de su esfínter, parecía como si me lo estuviese chupando con el agujero del culo.      Me vinieron todas las ganas de llenarle el culo de mi lechita, pero no podía porque me había pedido de no correrme.      Afortunadamente la lengua de mi mujer resolvió el dilema.

—¡Ssiii, mamiii! … ¡Me estas haciendo acabaaar! … ¡Vamos, chúpame! … ¡Chupa la panocha de tu hija! … ¡Vamos, papi! … ¡Rómpeme el culo! … ¡Me corro! … ¡Umpf! … ¡Me corro! … ¡Ssssiiii! …

Se dejó caer sobre mi pecho contorsionándose y estremeciéndose toda sin dejar de chillar y gemir su potente orgasmo, luego hizo deslizar mi polla de su apretado esfínter y nos abrazó a mí y mi mujer.

—¡Gracias, mami! … ¡Gracias, papi! … ¡Me han hecho gozar maravillosamente! … ¿Por qué se niega a padres e hijos tener sexo entre ellos? … ¡Es algo de los más hermoso de este mundo! …

Nos quedamos por un momento silentes y abrazados, tal vez reflexionando sobre las palabras de nuestra hija.      ¿Por qué un placer tan bello e íntimo está prohibido?      Luego Carolina tomó nuevamente la iniciativa.

—¡Mami! … ha llegado tu turno … yo me comeré tu coño, mientras papá te folla … seremos tu marido y tu hija a ponerte tan cachonda que te correrás …

Por algún motivo a mí desconocido, Carolina me miró y me guiñó un ojo, luego agregó:

—¡Papi! … sé que te estoy pidiendo mucho … pero por favor no te vayas a correr … yo te diré cuando hacerlo … veras lo maravilloso que será …

Me regaló su esplendente sonrisa y otra vez me guiñó el ojo.      Enseguida hizo recostar a su madre boca abajo y la inmovilizó con sus piernas bajo sus brazos.      Yo estaba a mirar toda la acción con mi polla tiesa, dura y preparada para penetrar a mi mujer.      Carolina comenzó a lamer la vagina y el culo de Helena.      En esa posición podía observar el coño y el culo de mi esposa mojados por la saliva de mi hija, que mantenía bloqueada a mi mujer con sus piernas.      Me hizo un seño de acercarme, tomó mi verga en su mano y comenzó a pasearla entre los hinchados labios del coño de mi mujer.     De tanto en tanto, abría sus nalgas y frotaba mi glande cabezón sobre la estrellita engurruñada de su trasero, Helena intentaba de sustraerse a esos avances, pero igualmente se le escapaban audibles gemidos, porqué mi hija le lamía el pequeño agujerito contemporáneamente.

 

 

Después de haber lamido acuciosamente la panocha de su madre, Carolina con dos dedos abrió el coño de su madre y apuntó mi glande amoratado al estrecho y empapado chocho, luego empujó mi pene candente dentro la resbaladiza vagina de mi esposa.

—Ahora, papi … fóllala … folla a mamá … haz que recuerde para siempre esta magnifica follada …

Y volvió a guiñarme un ojo con los hoyuelos en sus mejillas que enmarcaban una maliciosa sonrisa.      Empujé mi polla profundamente en esa cálida y conocida panocha de mi esposa.      Carolina pasó su mano bajo las caderas de su madre y comenzó a frotar su clítoris, Helena arqueó su espalda gimiendo de placer y levantó su panocha dándome un mejor ángulo de penetración.

—¡Oooohhhh … ssssiiii! … ¡Mauricio, amor mío! … ¡Métemela toda! … ¡Sabes que adoro tu polla gorda dentro de mí! … ahora más que nunca, porque esta nuestra nenita que me la chupa … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! … ¡Me hacen gozar como una putaaaa! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! …

El espectáculo era verdaderamente sublime y entusiasta, yo hundía mi polla en su concha mientras veía como mi hija le magreaba el clítoris demencialmente.      Pero había mucho más en programa.      Cuando mi mujer se puso a chillar que se estaba corriendo, mi hija aferró mi verga, la sacó de la panocha de su madre y sin decir nada, se lo plantó en el estrecho agujerito de su culo, luego me miró y me susurró:

—¡Ahora, papi! … ¡Empuja! … ¡Despacito! … ¡Métesela toda en el culo! …

Enseguida se puso a lamber y chupar las estrechas nalgas y continuó dedeando el turgente clítoris de Helena para hacerla gozar mucho más.      Mi mujer perdida en el trance de su orgasmo no se dio cuenta de nada, tampoco percibió la punta de mi polla penetrando su trasero, la lengua de mi hija la estaba volviendo loca y no se rendía cuenta de todo lo que sucedía a su alrededor.

 

 

Solo ahora estaba entendiendo los guiños de mi hija, la muy puta había preparado todo para hacerme encular a mi mujer.      Estaba en el séptimo cielo sintiendo los movimientos de mi hija apuntando mi polla al ojete anal de su madre y, cuando mi esposa chilló:

—¡Ooohhh, ssiii! … ¡Lámeme más fuerte, cariño! … ¡Me corro! … ¡Me corro! … ¡Ssssiiii! … ¡Ssssiiii! … ¡Me corro en tu bocaaaa! …

Cuando escuché el primer “Me corro” empuje mi polla y gracias a la abundancia de fluidos que percolaban de su vagina, su agujero anal estaba bastante lubricado, era siempre un orificio muy estrecho, pero resbaladizo y mi glande muy pronto se adentró en ese apretado hoyito.      Por cierto, no era para nada fácil debido a las dimensiones enormes de mi polla.      En ese momento pareció que el mundo se detenía.      Carolina continuaba a chuparle los glúteos y yo empujé un poquito más la punta de mi polla en el culo de mi mujer, ella lo sintió e intento escapar, pero Carolina la tenía bloqueada y seguía dedeando con pericia única el clítoris de su madre, la cual comenzó a chillar nuevamente de dolor y placer:

—¡Oooohhhh! … ¡Nooooo! … ¡Bastardo hijo de puta! … ¡Me lo estás metiendo en el culo! … ¡Sácalo! … ¡Sácalo! … ¡Me duele! … ¡Me estás rompiendo el culo! …

Carolina le enfiló dos dedos en su empapada panocha y siguió frotando fervorosamente su clítoris para excitarla al máximo.      Al parecer la lengua de mi hija tenía algo de milagroso y mágico, porque poco a poco mi mujer dejo de luchar e insultarme y comenzó a gemir, estaba disfrutando la lengua y los dedos de su hija.      Sentí que su esfínter había cedido y comenzaba a aceptar mi penetración, entonces volví a empujar suavemente y me detuve.      Luego de un par de minutos, cuando Helena comenzó a gemir y mover su pelvis contra la lengua de su hija, se lo volví a meter un poco más, la mitad de mi polla estaba finalmente en el culo de mi mujer, ella dio otro grito de dolor:

—¡Aaarrrggghhh! … ¡Hijo de puta! … ¡Cerdo bastardo! … ¡No te bastaba meterme solo la puntita, ¿eh? … Seguramente me lo quieres meter todo, ¿eh? … Quieres culearme como lo haces con esta puta de nuestra hija, ¿eh? … es eso lo que quieres, ¿no? … No te bastaba solo el culo de ella, ¿eh? … ¡Detente, hijo de puta! … ¡Eres un cochino y un cerdo! … ¡Uhmmmm! … Mauricio … me estás rompiendo el culo … ¡Mmmmmm! … ¡Me duele! … ¡Hmmmmmm! … Tu verga es demasiado gruesa para mi pequeño culitooo … ¡Desgraciado, bastardo! … ¡No te muevas! … ¡Ummmmmm! … ¡Por favor, despacito! … ¡Paciencia! … ¡Hmmmmmm! … ¡Es demasiado grueso para mi culo! … ¡Aaaahhhh! … ¡Ummmmmm! … ¡Despacito! … Y tú Carolina, hija de este bastardo … no te detengas … chúpame … masturba mi coño … eres una puta marrana igual que tu padre … ¡Hmmmmmm! … ¡Oooohhhh! … has hecho que este cerdo asqueroso de tu padre me rompa el culo … ¡Ummmmmm! … ¡Cerdo bastardo! … Deja habituarme a tu polla inmensa … yo te diré cuando me lo metas todo … ¡Aaahhh! … ¡Hmmmmmm! … ¡Vamos, Carolina! … ¡Chúpame! … ¡Frota mi coño! …

¡Santo, carajo! No daba crédito a lo que estaba escuchando, mi mujer estaba accediendo a ser enculada.      Miré a Carolina que la chupaba como poseída y Helena gemía y chillaba como una marrana caliente.      Esperé caballerosamente un poco más y luego con toda apostura y delicadez, osé por pedírselo yo mismo:

—¡Helena, tesoro! … puedo ahora … digo … ¿puedo empujarlo un poquito más adentro? … ¿o quieres que me quede así sin hacer nada? …

Sentí sus nalgas empujando lentamente contra mi polla.      ¡Carajo! Se lo estaba enfilando ella solita.

—¡Mauricio … cariño! … tu ganas … tómame por el culo … dámelo todo … ya casi no siento dolor … ya no me duele … lo puedo soportar … métemelo todo, amor mío … hazlo despacito, pero dámelo todo … me siento el agujero del culo totalmente abierto … siento tu enorme polla dentro de mí … ¡Ssiii! … ¡Ssiii! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Oh, Dios! … ¡Dámelo todo Mauricio! … ¡Todo! … ¡Lléname el culo con tu polla! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …

Con plena delicadeza empujé en el delicioso culo de mi mujer hasta que mis bolas chocaron con sus glúteos marmóreos, me detuve el tiempo justo para que ella se acostumbrara a tener su intestino colmo de polla.      La escuche gruñir y comenzó a menear sus posaderas para hacer entrar por completo mí pija en su trasero.      Carolina levanto su cara empapada de fluidos vaginales de mi mujer y exclamó:

—¡Pero que carajo! … al fin veo que te gusta un bella polla en tu culo, ¿eh? … te hacías tanto de rogar y ahora lo tienes todo en el culo y los gozas, ¿eh? … te hacías tanto la santa remilgosa y ahora tu culo se ha tragado por entero la polla de papá … Ahora gozarás mucho más, porque me voy a comer tu coño hasta que se me acalambre la lengua … ¡Vamos, papi! … ¡Rómpele el culo a mamá mientras yo le chupo su coño jugosito! …

—¡Sssiiiii, maridito mío! …… ¡Ssiii, encúlameee! … ¡Hazme gozar con tu magnifica polla! … ¡Me gusta! … ¡Ahora me gusta, amor! … ¡Soy feliz si me haces el culo, así como se lo haces a Carolina! … ¡Lléname el ano! … ¡Inúndame con tu lechita! …

Carolina se había pegado a su coño como una ventosa y se lo chupaba a morir, mientras tanto yo comencé a embestirla enérgicamente, enterrando mi polla en el culo que tanto había deseado.      Era tanto el placer que le estábamos procurando, que se corrió en pocos minutos:

—¡Aaaahhhh! … ¡Aaahhh! … ¡Aaaahhhh! … me corro … ¡Aaahhh! … me corro … ¡Oh, Carolina … chúpamela … me estoy corriendo, ¡cariño! … ¡Ummmmmm! … ¡Ssiii! … ¡Me estoy corriendo como una puta! … ¡Aaaahhhh! …

Me quedé quieto con mi pija sepultada profundamente en el culo de mi esposa, mientras mi hija continuaba a darle dulces lengüeteadas en su panocha candente y a beber los copiosos fluidos que emanaban del coño de su madre.      Luego de un rato, Helena se levantó poniendo una mano para esconder el tremendo agujero que le había quedado en el lugar de su culo y arrancó de carrerita para el baño, mi hija la miraba complacida sonriendo.      Cuando desapareció en el baño, mi hija me abrazó contenta:

—¡Que rico, papi! … ¡Le has agrandado el agujero a mamá! … Esperemos a que vuelva luego … creo que te has ganado una buena mamada como premio … le pediré a mamá de ayudarme a chuparte la polla … quiero beber toda tu lechita …

Por alguna extraña razón volvió a hacerme un guiño de ojo.      Después se acercó a mi oído en modo conspirador y agregó a baja voz para no hacerse escuchar por su madre:

—… no le des a entender a mamá el momento en que estés por correrte … cuando te falten poco segundos para eyacular, grita dos veces “Ay, Dios” “Ay, Dios” … veras la sorpresa que le prepararemos a ella …

En ese preciso momento Helena regresó del baño, venía más compuesta y sonreía ampliamente, se subió a la cama y se recostó, Carolina se extendió a su lado, le rodeó el cuello y la estrechó a sí, sus rostros estaban tan cercanos que se tocaban mejilla con mejilla.

—¡Papi, ven! … ¡acerca tu hermosa polla a nuestras bocas que te chuparemos en conjunto! … te mamaremos juntas y yo me beberé todo …

Dijo elocuentemente.      Me metí de rodillas con la verga cerca de sus caras.      Raudamente Carolina lo aferró en su mano, comenzó a pajearme y se tragó mi cabezón glande.      Apenas sentí la cálida boca de mi hija me sentí unas potentes vibraciones en toda mi espina, el sangre se aglutinó en mi pene, pero no debía correrme tan pronto.      Me lamió y chupó bastante acuciosamente, luego pasó mi verga a la boca de su madre:

—¡Chúpalo, mami! … ¡Chúpalo! … ¡Hagamos gozar a nuestro hombre con una bella mamada a dos bocas! … ¡De seguro nadie se lo ha mamado como nosotras! …

Helena abrió tímidamente sus labios, pero mi hija se lo metió casi hasta la mitad mientras continuaba a masturbarme y a aumentar la velocidad.      Era ella quien comandaba este juego.      Mientras más rápido me pajeaba, más rápido era el intercambio de mi polla de una boca a la otra.      Mi mujer mantenía su boca abierta y esperaba casi con ansias de que mi hija empujara mi pija en su boca.      Me parecía increíble.      En eso Carolina se detuvo:

—¡Mami! … par hacer gozar más a papá … métele un dedo en el culo … así eyaculará una enorme cantidad de semen … y aunque te parezca raro … a los hombres les gusta que le penetren el culo mientras le chupan la polla …

Bueno, mi hija me había acostumbrado a meterme un dedo en el trasero, debo confesar sinceramente que la cosa no me disgustaba para nada.      Se dibujó una sonrisa maliciosa en el rostro de mi mujer, se metió el dedo medio a la boca y se lo mojó muy bien, después me abrió las nalgas, ubicó mi agujerito estrecho y me lo metió todo dentro.

—¡Ummmmmm! …

Se me escapó un gemido y una corriente eléctrica atravesó todo mi cuerpo.      ¡Carajo!, me gustaba mucho.      Madre e hija, putas marranas ambas, continuaron a mamar mi polla con deleite; una masturbada por parte de Carolina, chupadas y lamidas alternadas entre madre e hija, dulces movimientos del dedito de mi mujer en mí culo.      Cerré mis ojos y disfruté la lujuria más desenfrenada que nunca antes había experimentado.      Humanamente imposible continuar a resistir.      Mis piernas se pusieron tiesas, mis nalgas duras como roca, mi polla comenzaba a vibrar y hacer que todo mi cuerpo se estremeciera, entonces grité:

—¡Ay, Dios! … ¡Ay, Dios! …

Mi hija al escuchar mis desesperados gritos empujó mi polla entera en la boca de su madre y la bloqueó con su abrazo.      Helena intentó liberarse, pero no le fue posible, mi hija la bloqueaba firmemente, así que comenzó a tragar los copiosos borbotones de mi esperma densa y abundante:

—¡Bebe, mami! … ¡Trágalo todo! … ¡Saborea y siente como es rico el semen de papá! … ¡pero no seas golosa! … ¡deja un poco para mí! …

Así diciendo, le quitó mi polla de la boca y la metió en la suya para recibir un par de borbotones de esperma fresca, eso dio tiempo a Helena a tragar el semen que tenía en su boca.      Enseguida mi hija, apretó mi polla y la pasó a la boca de mi mujer, Helena esta vez no solo no probó a hacerse a un lado, sino que tomó ella misma mi pija en su mano y se la llevó a la boca, estrujando hasta la última gota de lechita en su lengua.      Mi hija protestó:

—¡Puta marrana! … ¡Te la estás tragando toda! … ¡No has dejado ni una sola gota para mí! … ¡No te tragues esa última! … ¡Ven! … ¡Ven y dámela directamente de tu boca a la mía! …

Mi mujer chupaba como poseída por algún demonio sediento y tenía mi polla muy estrecha con sus dos manos, como temiendo que mi hija se la fuera a quitar.      Deduzco que debe haber estado fascinada por el sabor de mi esperma.      Siguió chupando vorazmente con mi glande estrecho en sus labios, sus mejillas hundidas por el efecto de la succión.      Luego de chupar hasta las últimas trazas de semen de mi polla se volteó sonriente hacia mi hija que la miraba expectante, le sonrió abriendo su boca para mostrarle que la tenía llena de lechita fresca, se acercó a ella, tomó su rostro en sus manos y procedió a abocar el contenido de su boca en la boca de mi hija, fundiéndose ambas en un abrazo con apasionados besos.      Después de un rato se separaron, mi hija la miraba extasiada pasando su lengua por sus labios y saboreando el sabroso beso de su madre:

—¡Oh, mami! … ¡Que gran y hermosa puta que eres! … ¡Te amo todavía más por eso! …

Volvieron a abrazarse entrecruzando sus lenguas para compartir el sabor de mi esperma.      Esto no solo me emocionó, también me excitó mucho verlas a ambas desnudas y tan calientes.

 

 

Gracias a mi hija, en pocos días había conseguido lo que yo no había logrado en más de veinte años de matrimonio.      Hizo de su madre una estupenda puta caliente.      La cual aceptaba mi entera polla en su estrecho culo y, la guinda de la torta, le había enseñado a disfrutar tragándose mí semen como una verdadera ramera profesional.

 

(Continuará …)

 

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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias.  Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

 

luisa_luisa4634@yahoo.com

 

 

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