Confesiones Incesto Sexo con Maduras Tabú

Torna dentro de tu madre, bebito mío.

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La pandemia era una cosa rara e insólita y hacía suceder cosas raras e insólitas.       Tengo dos hijos, una hija de veinticinco años y casada.      Y un hijo de veinte que se independizó trabajando en cosas relacionadas con la internet que yo entiendo poco y nada.      Todavía no termina la universidad, pero está comprometido en sacar una carrera.

 

 

Mi hijo tiene debilidad por las mujeres maduras, de hecho, convivía con una de treinta y cinco, una bella chica, pero mucho más mayor que él.      Cuando comenzó la Pandemia con todas las limitaciones de desplazamiento entre ciudades, ella decidió de volver a su ciudad natal junto con sus padres, así fue como el se quedó solo en su departamento dos pisos más debajo de donde yo vivo.

 

 

Yo sabía que para ambos esa separación iba a ser muy sufrida, le propuse que volviera a su habitación en mi departamento, tal vez de ese modo habría sufrido un poco menos la separación de su querida compañera.

 

 

Delicada y amablemente rehúso mi invitación a volver a su antigua habitación, aduciendo que no era necesario y que es su departamento no le faltaba nada.      Los primeros dos o tres días, aceptó venir a almorzar juntos, pero la mayor parte del tiempo prefirió quedarse solo en su departamento.

 

 

Gracias a su habilidad con la internet, se dedicó a crear cosas, a leer y a escribir, aparte de jugar con su playstation.      Me siento aliviada porque me ha demostrado de haber reaccionado en el mejor de los modos.      Mi temor era que cayera en una depresión preocupante.

 

 

Pese a todos su rechazos en cuanto a mi asistencia y ayuda para él, acepto de buena gana que vaya a darle una mano con la limpieza del departamento, sobre todo en los aspectos en que solo una mujer sabe hacer las cosas.

 

 

Nuestro condominio es bastante seguro y jamás hemos tenido sorpresas desagradables, ni robos, ni nada de eso.      Y Marco tiene la preocupante costumbre de vivir con su puerta abierta, así que cuando voy a limpiar sus cosas, puedo ingresar al departamento sin tocar a la puerta, entro y ya.

 

 

Fue en una ocasión como esa, que bajé a ayudarle con la limpieza y aseo del departamento a una ora un poco más temprana y me lo encontré desnudo sobre su cama con los audífonos a sus oídos, su computador sobre un cojín a su lado y su mano magreando unos veinte centímetros de un pene grueso, duro y luciente de gotitas de semen.

 

 

Me acerqué y me senté a su lado, estaba viendo un video porno.      Desde pequeño lo había acostumbrado a no tener vergüenza de su cuerpo y la desnudez.      En casa tanto yo como mi exmarido girábamos desnudos en muchas ocasiones.      Cuando llego su pubertad e inicio a sentir ciertas sensaciones nuevas, le expliqué que era del todo natural que las sintiera y si sentía la necesidad de masturbarse era del todo natural, debía vivir su etapa de adolescente con toda serenidad, porque estaba descubriendo algo maravilloso como el sexo.      Por lo mismo, muchas veces lo sorprendí masturbándose, pero nunca se sobresaltó y yo le deje que lo hiciera en paz y tranquilidad.      Pero esta era la primera que lo encontraba haciéndolo ya de adulto.

—¡Oh!, tesoro … echas de meno a Mariela … ¿no? …

—¿Mami? … ¡oh, sí! … la extraño mucho … tenemos sexo en videollamadas, pero no me basta … necesito de una mujer y aquí no puedo hacer nada … obligado a estar solo y encerrado … no puedo ir y buscarme por ahí a una chica …

—Son tiempos difíciles y estamos todos obligados a ciertos sacrificios … algunos más complicados que otros …

Hice una pausa y le dije:

—… ¿quieres que tu madre te ayude? … sabes que haría de todo por ti que eres mi niño …

Y le di beso sobre la frente mientras acariciaba sus cabellos algo sudados.

—¡Mami! … no sé si te has dado cuenta … pero ya no soy un niño …

—Lo sé muy bien, tesoro … pero para una madre el hijo propio será siempre su niño …

Apoyé mi mano sobre su vientre y aferré su erección comenzando a masajearlo desde las bolas hasta la punta brillosa, él cerró los ojos y me dejo hacerlo.      Lo tuve estrecho en mi puño pajeándolo con movimientos lentos desde la base hasta el ápice.      Un poco tímidamente me puso una mano sobre uno de mis senos y comenzó a palparme por sobre mi blusa.

 

 

Me desabroché completamente la blusa y tiré mi sostén hacia arriba liberando mis tetas gordas y macizas.

—Tesoro … estas mamas son las que te nutrieron en tus primeros meses de vida … una madre jamás olvida esos momentos intensos en que tocabas mis senos con tus pequeñas manitos y te pegabas a chupar la leche desde mis pezones … solo una madre tiene estas maravillosas experiencias …

Él abrió sus ojos y observo complacido mis enormes tetas y las tomó con sus dos manos, amasándolas y jugando con ellas pellizcando y estirando mis pezones que rápidamente se endurecieron.      Sus ojitos brillantes y anhelantes me lo reportaron a cuando era un bebé, mi bebé.

 

 

Yo incliné la cabeza hacia su verga mojada de pre-semen y después de haber lamido ese exquisito néctar, lo engullí y me puse a chupárselo con avidez.      Sentí su mano sobre mi muslo y prontamente alcanzó los bordes de mis calzones.      Comenzó a forzar el elástico y sus dedos rozaron mis enmarañados vellos púbicos, me hizo temblar la proximidad de sus deditos a mi panocha.      Comenzó a tirar mis bragas hacia abajo y yo levanté primero un glúteo y luego el otro para permitirle que las hiciera deslizar en medio a mis piernas y luego le ayudé a empujarlas hasta que cayeron a mis pies y las empujé bajo su cama.      Así que alcanzó finalmente mi chocho que estaba mojado como una sopa y me penetró con un dedito.

 

 

No sé si alguna vez a otras madres les ha sucedido, pero a mi me sucedió más de una vez en soñar que hacía el amor con mi hijo, me despertaba deseosa y sudada, me metía sobre mi marido y lo estimulaba hasta hacerlo que me follara mientras yo continuaba a pensar que estaba todavía inmersa en ese sueño y era mi hijo el que me follaba.      Cuando quedé sola, al tener estos sueños, terminaba masturbándome como una colegiala.

—Mami … ¿quieres ponerte encima de mí? …

No me sorprendió su pregunta, era lo que yo estaba esperando desde hace tanto tiempo.

—Cariño … ¿quieres volver al vientre de tu madre? … ¿de allí saliste alguna vez para nacer? …

—Quiero darte mi pija, mami … y quiero tu panocha para mí …

Rápidamente monté su vientre y comencé a restregarme contra su verga endurecida y caliente.      Lo sentía enorme entre los labios de mi vulva, más grueso y largo que el de su padre y también de su abuelo paterno; (No me pregunten por qué sé todo eso, sería tema de otro relato).

 

 

Lo tomé en mi mano en medio a mis muslos, lo puse bien derecho y me senté lentamente sobre su polla enhiesta, haciéndolo entrar suavemente en mi cuevita del placer hasta cuando los vellos de sus cojones me hicieron cosquillitas en mis muslos y mi clítoris se unió a su pelvis.

—¡Ummmm, tesoro! … niño mío … estás de nuevo en mi vientre … pero esta vez como hombre y con toda tu masculinidad dentro de mí … que hermoso regalo que me haces …

Repentinamente el mundo se dio vuelta y el me aferró con una fuerza inaudita y me metió debajo de él; ahora él estaba sobre mi y podía sentir la tibieza de su respiración en mi cuello.      Inmediatamente comenzó a empujar con ardorosa pasión dentro de mi conchita haciéndome gritar y chillar de placer.

—Sí, madre … tómame dentro de ti … toma mi verga … es el pene de tu hijo … es tuyo, mami …

Estaba totalmente perdida en la lujuria que me hacía sentir mi bebito, había perdido toda mi contención abrumada por el placer físico que me daba él:

—¡Oh, sí! … ¡Tesoro mío! … ¡Dilo fuerte! … ¡Di que te gusta follar el coño de mamá! …

—¡Sí, mami! … ¡Estoy sobre ti y mi verga está dentro de tu panocha! … ¡Tu chocho, mami! …

No resistí ni un segundo más, mordí su hombro para acallar mis gritos y enterré mis uñas en forma desesperada en su espalda tratando de no sucumbir en el torbellino de sensaciones en el que me estaba llevando mi niño.      Me corrí en el orgasmo más hermoso de toda mi vida.

—¡Guauu! … ¡Haz hecho que me corra, hijo mío! … ¡Haz hecho gozar a tu madre como ningún hombre nunca lo había hecho antes! …

—Mami … quiero que seas mi putita por lo que dure la pandemia … ¿te va? …

—¡Oh sí, tesoro! … ¡Seré tu zurrona por todo el tiempo que quieras! … ¡podrás follarme! … ¡mamaré tu pija! … y tú me harás enloquecer con tu banano …

Él se afirmó a mis hombros e inició a follarme con todo su ímpetu de joven macho, me mandó en éxtasis en un segundo.      El ruido de su pelvis estrellándose contra la mía, me hizo perder la concentración, lo aprisioné con brazos y piernas:

—¡No te detengas, tesoro! … ¡Haces que me vuelva loca! …

Mis grandes senos abofeteaban mi mentón y saltaban enloquecidos en todas las direcciones.      Me volví a correr y al rato tuve otro orgasmo.

—¡Bebito, mío! … ¡Quiero que te corras dentro de mí! … ¡Lléname con tu lechita! … ¡Fecúndame con tu semen! … ¡Embarázame! … ¡Regálame un hijo que será hijo y hermano tuyo! …

Sé que estaba delirando.      Desde hace años que tengo un dispositivo intrauterino que no me permite quedar embarazada, pero él no lo sabía.      Yo seguía alucinando con su pene enterrado profundamente en mí.      Lo sentía pulsar y me hacía estremecer.      Al parecer mis palabras lo hicieron exaltarse y sentí que me follaba con una fuerza inaudita, gemía y gruñía; me apretaba contra su cuerpo y me daba fuertes embestidas a mi coño.      Yo perdí la razón y estaba en una nube de placer y lujuria gritando, chillando, llorando y expresando el placer que me hacía sentir la polla de mi hijo.

—¡Oooohhhh, mami! … ¡Estoy por correrme! … ¡Ummmm! … ¡Aaaahhhh! … ¡Me corro en tu panocha! … ¡Te lleno con mi semen y te dejo preñada! … ¡Aaahhh! … ¡Hmmmm! …

Cuando sentí la tibieza de su esperma llenarme el vientre con cálidos chorritos, tuve un último orgasmo y casi me desmaye de goce.      No tenía más fuerzas.      Él se desplomó sobre mí sin salir de mi vientre.      Comencé a besarlo con pasión en las mejillas, el cuello y los labios.      Al rato se dejó caer a mi costado, me coloqué a su lado y lo acaricié, lo cubrí de besos, besé sus pectorales, su abdomen y me deslicé más abajo para tomar en mi boca su pene blandengue y saborear las delicias de su semen y mis fluidos mezclados a él.

 

 

Me quedé a su costado a darle mi amor con caricias hasta que se quedó dormido.      Luego me puse mi sostén, abotoné mi blusa y arreglé mi falda.      Limpié mi panocha con mis calzoncitos y se los dejé bajo la almohada, después sin hacer ruidos me fui a mi departamento dos pisos más arriba.      Mientras subía los peldaños, pensé que, si alguien hubiese subido detrás de mí, habría podido ver las hebras de semen de mi hijo que escurrían por mis muslos y mi conchita húmeda y desnuda.

 

 

Ese día no lo volví a ver, pero me mandó un emoji por WhatsApp sin testo, solo un grande corazón que latía en forma muy hermosa, lo copié y le respondí en el mismo modo.      Por la tarde me fui a dormir sin haberme hecho una higiene íntima acuciosa, quería gozarme el semen de mi hijo lo más que pudiera; había llenado mi panza con su lechita ardiente y recordé de haberle dejado una muestra de nuestro encuentro bajo su almohada, quizás como habrá reaccionado al encontrar mis calzones manchados con su semen y mis fluidos.      Además, debo precisar que ese día ni él ni yo nos preocupamos de la limpieza.

 

FIN

 

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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias.  Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

 

luisa_luisa4634@yahoo.com

 

 

Fragatas portuguesas.
Mis Primas (Parte 4)

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