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Anécdota sobre sexo con adolescentes – Las houris – Stregoika

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¡Ah, adolescentes (hembritas, por supuesto)!

©Stregoika

Despiertas en un lugar lujoso, con baldosas lustrosas y techos muy altos, sin paredes pero sí con pilares forrados por enredaderas. Se ven sendos jardines en el exterior, con árboles floridos y aves majestuosas batiendo sus alas. Hay fuentes de agua que rumorean el sonido a través del viento. Inclusive, puedes ver un canal por el que, aunque no puedas creerlo viéndolo, circula trémula leche. Del otro lado, un canal equivalente… sí, aunque parezca imposible: trasnporta miel.
Pero eso está muy lejos de ser lo mejor: Al suave lecho de sábanas de luminoso blanco  donde has despertado, se aproxima al menos media docena de adolescentes vestidas nada más que con un velo cuya blancura es apenas perceptible. De resto es transparente, y permite al incauto recién despierto ver las formas perfectas de las chicas a través. Sus cinturas de pulsera, caderas armoniosas, pieles trigueñas y blancas, senitos ingrávidos y sus formas de V por delante con solamente sus primeros suaves vellos como un leve brochazo de témpera. Estas chicas llevan sus muy largas cabelleras adornadas con florecillas y cintos brillantes. Y tienen una particularidad que las hace únicas: Sus ojos ojos son insondablemente negros. Quien las viere directo, se queda estupefacto y despojado de su propio control, como perdido en un pozo de deseo. Sí, imagínate con libertad a un grupo de morras de grados entre 8º y 11º de un colegio local (de entre 13 y 16 años), así, empeloticas excepto por el extenso velo.  El impacto visual tan tremendo que dejas de asombrarte por el resto de la belleza presente e incluso de preguntarte por qué despertaste allí y de intentar recordar dónde estabas antes.

Las adolescentes se posan sobre tí, pasando sus suaves dedos sobre tu dorso, cuello y rostro. Te quitan el covertor y una de ellas se sienta en tu muslo. Si el roce de sus dedos te pasaba corriente, sentir las puntitas de sus vellos púbicos en la piel de tu pierna y el calor de emana del interior de ella… te achicharra como si tocaras el arca de la alianza. Otra más te besa los labios. Su aroma natural, no a perfume, sino a piel y cabello de morra de 14 recién salida del balneario junto a otras diosas, hace efecto también. Sus labios son de una suavidad que no sabías que existía, igual que el resto de ellas, su piel, su cabello y aroma. No eres de piedra, y aparte de la brutal erección que tienes desde hace pocos segundos, un apretón te ahorca el vientre desde el ombligo hasta el corazón. Te has enamorado. Tienes unas ganas y una necesidad biológicas de quedarte con ellas y portegerlas, para tí.

Te las coges a todas. Hay momentos que ya ni sabes si estas o aquellas manos son tuyas o de alguna de ellas.

Han sacado potencia de tí de donde ni sabías que tenías. Ese viejo reloj de arena ya debió dar la vuelta unas tres veces, y tú y ellas están empapados en una delliciosa mixtura del sudor de todos. Y algo de esperma, también.

Crees que al fin te has saciado (temporalmente), y te metes en medio de las dos más bellas de cara y te dispones a dormir como un bebé. Pero el abrigo termina abruptamente. Las chicas, así como estuvieron pendientes de que despertaras para ir sobre tí y darte la experiencia más grata de tu vida, también estuvieron alerta de cuando estuvieras satisfecho. Has demostrado estarlo y ellas, se ponen de pie y se retiran hasta perderse del alcance de la vista en los hermosos jardines bañados de fulgurante sol.
Te preguntas qué diantres ha pasado y vuelves a preguntarte qué lugar es ese. Una voz que parece haber estado espiando en tus pensamientos, te responde: «Este es el paraíso, que concede Allah a quellos quienes le sirven». La voz es de una mujer adulta, ataviada con túnica dorada y kafiyi verde brillante, envolviendole bien el cuello y dando la vuelta hasta caer hombros abajo. La mujer sigue:
—Sois merecedor a echar este vistazo al hogar de Allah, porque de vuestras virtudes él, en su infinita sabiduría, ha decidido asignar os una misión. De cumplirla, volverás aquí a quedarte por la eternidad.

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0k. ¿Tú qué harías? Ah cabrón, no te mientas.

Esto pasaba mucho entre 1034 y 1124 de nuestra era. Hasan-ibn-Al-Sabbah, el viejo de la montaña, tenía un lujoso palacio y se servía de todos estos placeres. No era Allah, solo un viejo rico que podía permitirse estos derroches, tipo Hunter Biden, Jeffrey Epstein y otros, de hoy en día. Hacía que a hombres jóvenes con potencial físico, les suministraran Hashish (achís) y les llevaran a su palacio. Con el placentero engaño, los convertía en sicarios a su servicio. Es el origen de los asesinos (Hashshasins). Ellos, con la ilusión del paraíso donde podían tener orgías con adolescentes complacientes y de hermosura fuera de este mundo, y además un mundo de paz, belleza y descanso, donde corría leche y miel 1, aceptaban y se convertían en asesinos no a sueldo, sino cruelmente engañados.

¹El concepto de «leche y miel» fue plagiado por los judíos al escribir la biblia. 

Estas chicas eran conocidas como las houris, características por sus ojos negros o en todo caso sus miradas embrujadoras, y sus edades «cortas».

Esto deja de manifiesto cómo es de atractiva una adolescente, que hasta fueron usadas por Hasan como incentivo de un supuesto PARAÍSO.

Nota auto-editorial de Stregoika:

Este tipo de posts son de mínima cantidad de interacciones. Hace ya varios meses que desistí de convertir en prosa narrativa mis fantasías y prefiero compartir curiosidades que enseñen algo. De igual menera, mi evolución no se detiene y tampoco me quedaré compartiendo curiosidades opr siempre.

A la minúsucula cantidad de lectores que vienen aquí, un saludo cordial y afable. Ustedes hacen que este sitio tenga categoría.

Si hay nenas adolescentes leyendo: ¡Una amorosa reverencia! Y cuídense esos culos perfectos, rostros de ensueño y esas tetas divinas que tienen, hagan ejercicio y coman sano.
Y dejen de estar fijándose en huevoncillos, esos ni saben donde están parados. Un hombre maduro sí que les puede dar amor.

 

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