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Atotita, la pequeña de papi. Parte 1

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Primera parte de cómo eduqué a mi hija para complacerme después de que su madre nos abandonara.

Hay días en los que pienso cómo habría sido la vida de mi hija si nada hubiera ocurrido, pero aquí vamos.

Para efectos de privacidad, el nombre de mi hija es Alondra, su madre le decía Alondrita, pero al no poder pronunciarlo bien ella se presentaba como Atotita.

Mi esposa nos dejó cuando mi pequeña Atotita tenía seis años y dos meses. Sólo dejó una nota disculpándose por no poder soportar más, jamás entendí a qué se refería. Yo tengo el mismo empleo desde que Atotita nació, un puesto en TI que me permite estar en casa la mayor parte del tiempo, sólo necesito presentarme un par de días al mes en el estado vecino y los gastos son cubiertos por mi empresa.

Gracias a esto, pude ser muy unido a mi pequeña y dulce Atotita. Aprendí a prepararle todas sus comidas y me encargaba de su aseo mientras su madre solía estar fuera de casa, a veces con su familia y otras con sus amigas. Eso me importa poco, pues mi vida entera giraba sobre mi hijita. Cuando trabajaba, ella se quedaba jugando o coloreando a mi lado, era muy, muy, muuuy obediente. Hubo una ocasión que le pedí que no se bajara de la silla mientras atendía una llamada, la conversación se extendió por dos horas y cuando regresé, Atotita se había orinado encima.

–No me bajé de la silla, pero tenía ganas de hacer pipí –dijo con su carita sonrojada y una sonrisa–. ¿Me vas a regañar, papito?

–No, Atotita. Cómo fuiste una niña buena te daré un helado, pero antes vamos a darte un baño.

Muy alegre corrió al baño mientras dejaba pisadas húmedas. Limpié su cuerpecito de la misma manera que siempre, sin embargo, hubo algo distinto en su carita, seguía sonrojada y por alguna razón eso me excitó. Nunca se me había puesto rígida frente a ella, pero hacía casi medio año que no había tenido acción más allá de masturbarme por las noches.

–Atotita, tú eres una niña muy obediente. ¿Cierto?

–¡Sí!

–Si papi te pide que hagas algo, ¿lo harías?

Se quedó pensando unos momentos antes de responder.

–Si, pero no me quiero comer las verduras, saben feas.

Solté una carcajada aunque ni con eso bajó mi erección.

–No te daré verduras, te voy a dar un regalo, pero debes de cerrar los ojos y no le debes decir nada a nadie.

–Atotita será obediente –dijo, mientras cerraba los ojos y mantenía su sonrisa.

–Abre la boquita y saca la lengüita.

Lo hizo, mi corazón latía con fuerza, mi verga pulsaba, mi mente ya no le daba importancia a nada. Besé sus labios y absorbí su lengua, su saliva era más dulce que la miel y más suave que un buen filete de res. Me despegué un segundo para dejarla respirar, ella mantenía sus ojos cerrados pero su respiración se había agitado. No aguanté más. Me despojé de mi ropa, me paré e introduje mi verga en su boquita. Jamás había experimentado algo similar, el calor y la humedad no se comparan con ninguna sensación.

No había introducido la mitad y ya sentía que me venía. Empecé a mover mis caderas y meter lo más profundo que su boquita aguantara. Ella apretaba sus manitas y sus ojitos. Podía notar que temblaba, tenía miedo de lo que ocurría, pero mi mente estaba nublada, toda mi sangre estaba en otro sitio. Salí de su boquita, ella tomó una gran bocada de aire. La tomé de sus axilitas, la levanté y la puse contra la pared.

Ella seguía sin decir nada, pensé que aquello le estaba gustando. Así que me decidí en meterle mi trozo de carne en su pequeño culito, algo que su madre nunca me dejó hacer. Abrí sus nalguitas con una mano mientras me adentraba en ese carnoso y sumamente apretado agujero.

Ella empezó a llorar y a decir «no… no… no… duele… papi… papi… no me gusta mi regalo… me duele…».

Cubrí su boca con mi mano antes de empezar a bombear. Ella gritaba, o eso creo, sólo escuchaba un balbuceo debajo de mi palma. Seguía rompiendo su culito con media verga. En un arrebato, se la dejé ir entera y ella se quedó callada, ya no tenía los ojos cerrados pero su mirada estaba perdida en el abismo.

Eso me excitó tanto que la rellené hasta que mi leche se desbordó. La cargué sin sacar mi falo y la metí en la bañera. Mi erección no bajaba y sentía que la lastimaría si la saba de golpe, así que volví a reventar su culito mientras la abrazaba contra mi pecho.

Terminé unos 10 minutos después. Entonces mi erección comenzó a bajar, cuando la pude sacar con facilidad terminé de bañarla, la sequé, le puse si pijama como pude ya que ella se había quedado dormida (o desmayado) y me quedé a su lado acariciando su cabello mientras mi erección se volvía a levantar.

Una Pequeña Fantasia con mi Nieta "II" (19)
Compa, con esa hija ¿cómo se aguanta?

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