Era el área común de una alta torre de apartamentos, y me encontraba a punto de inicar una discusión con un viejo conocido porque estaba empezando a tratar de extorsionarme. Me pedía cada día nuevo $10000 pesos más de una vieja deuda, que ya había sido más que condonada. Ya tenía ganas de cantarle algunas cuantas verdades, pero todo mi panorama emocional cambió en un solo segundo: Al parqueadero se asomó mi hermana Laura, andando a prisa. Se despedía de alguien en el ascensor con gestos desobligados y se dirigía a la portería. Se me movió todo. Caminé hacia ella pero fuí detenido por aquél proyecto de extorsionista, que me dijo:
—¿Oiga, me va adejar hablando solo?
Pero, ahí mismo se dio cuenta de quién había capturado mi atención y no me presionó más. Él mismo chorreaba la baba por mi hermana pero sospechaba, casi sabía; igual que todos, que mi hermana y yo teníamos algo raro por ahí. Y es que estaba tan buena que nadie me lo iba reprochar. Y menos él cuando empecé a ignorarlo por irme detrás de Laura ¡con la pinta que ella levaba! Tenía una camisetita de esqueleto blanca con un discreto labrado brillante, microfalda blanca, unas alas de ángel que planeaba ponerse luego colgadas en los brazos y una aureola. ¡Ah, casi olvido! llevaba pantymedias negros. Mi perdición.
—Y ¿Usted a dónde va vestida así? —le reproché.
Ella se sorprendió con mi presencia, me miró de arriba abajo con desprecio y casi pude oírle el pensamiento: «Y este baboso ¿es que se cree mi papá?»
¡Mamasita! Ya estaba que la volteaba y me la comía ahí mismo. Ella siempre hacía muy bien su papel de hembra digna y difícil, a veces hasta hacerme perder la cabeza. Pero ya habíamos culiado tanto en la vida que yo ya no comía cuento. A ella le encantaba hacerlo conmigo tanto como a mí con ella.
—Una fiesta de disfraces ¿hoy?
—Pues sí ¿Cómo le parece?
Quería prohibirle ir pero de seguro lo único que conseguiría sería un escupitajo en la cara, seguido de una carcajada. Estaba demasiado provocativa, y allá seguro le iban meter mano. A decir verdad, yo tuve qué aprender a vivir con eso. Que a mi mayor hembra, mi hermanita menor de 20 años, por estar tan buena, la asedien y no sea solo yo el que le urgue ese meadero como loco. No obstante, si iba a tolerar que le metieran mano y quién sabe qué más, pues iba a ser yo el primero, ese día.
La cogí de la mano y casi la arrastré hasta una bodega. Allí estaba a media luz, y mientras ella rezongaba sus maldicones hacia mí, yo encontré el interruptor. Prendí la luz y la volteé sobre una mesa. Yo sabía de sobra que ella estaba haciéndose la dura, pero ya debía estar mojada. A ella le encanta verme desesperado y que la coja casi con violencia. Puso sus manos en la mesa y yo me agaché detrás de ella para ver bajo su falda. Todavía no había no había suficiente luz, menos con esos pantymedias negros. Pero igual dije ¡MAMASITA! Laura respondió agarrándose la falda por los costados de la pelvis y la subió un par de milímetros. su crotch blanco salió a la luz. No esperé un segundo más. Ella respiraba con deliciosa agitacion y humedad. Me erguí, desenfundé y le dí. Ni siquiera recuerdo cuando le quité la ropa. Pero ella gritó más de lo que yo esperaba. Creo que no debí encularla así de buenas a primeras. Se lo metí más y gritó más, tratando de aguantar para dejarme disfrutar, pero no resisitió, y yo menos. Por más ganas, no podía romperle el culito así de duro a mi hermana. Cambié de hoyo encontré su pucha tan lubricada que se podría patinar en ella.
Así, dándole, le puse la aureola y las alas, y comiéndome un ángel, me vine en pocos minutos.
¡Ah, la vida con mi hermana!
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Esto lo soñé esta mañana. Estoy seguro que en otra dimensión tengo una relación super hot con una hermana de ensueño.
©Stregoika 2023
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