Heterosexual Tabú

Ordeñada express por nena de grado 8º

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©Stregoika 2021
Un profe es atendido por sus alumans de 8º

Era un colegio femenino y yo era docente en él. Los grupos eran de entre 20 y 25 chicas. No voy a desgastarme describiendo lo hermosas que eran casi todas, imagínense un montón de ángeles y ya. Mis favoritas eran las de séptimo y octavo. La edad perfecta —entre 12 y 13—, la más jugosa, la belleza máxima de los rostros y la perfección absoluta del cuerpo.

 Aquella mañana estaba nervioso porque estaba a horas de hacer mi primera película porno con ellas. No pensaba aparecer en ella, pero sería el director. Había hecho una de mis magias abusando de mi reputación para llevarme a cuatro chicas a una supuesta excursión. Pero lo que de verdad ocurriría sería que les presentaría a las niñas a un grupo de 8 obreros que contacté por ahí. No pude conseguirlos a todos negros pero siete de ellos lo eran. Ni siquiera iba a pagarles, pero la ilusión de culiarse a nenas preciosas de grado octavo era suficiente para ellos. La brutal orgía desatada en el rodaje de dicho video, donde las niñas terminaron con sus caritas pintadas en proteína y sus maquillajes corridos y mezclados con esperma y sudor; no es lo que les contaré aquí. Lo haré luego, lo prometo. Esta historia es de lo que ocurrió aquella mañana previa al rodaje.
Mi grupo acababa de completarse y yo seguía tomando notas de qué solicitarle a los actores novatos. Lo principal, era que trataran bien a las niñas, que no se le atravesaran a la cámara y que no se le vinieran a ninguna por dentro, por ningún motivo. Y por lo demás, debería haber oral, anal, intercambios, dobles, triples… besos lésbicos con semen… «¿algo se me olvida? Mierda, mis niñas están hoy más hermosas que nunca. ¡Qué tren de mamasitas! Estos negros condenados la van a pasar de infarto» pensé. Seguí imaginándome como taladraban a Alejandra, una cachetoncita de ojos claros y pelo liso. La primera vez que la vi fui desde abajo en una escalera. ¡Pero qué nalgas redondas! Me calenté se me empezó a endurecer.
—Profe, yo me puse de una vez el vestuario —me dijo Britney, sorprendiéndome.
Estaba de pie frente a mí levantándose el faldón del uniforme. Britney era de piel morena y complexión atlética, cabello largo y ojos cafés. Lo que estaba mostrándome era su lencería blanca con encaje. Yo no contesté nada y ella dejó caer su falda.
—Y yo profe, estuve practicando como me dijiste. ¡Si hasta traigo el plug puesto! —me dijo Luisa.
Luisa era una nena blanca de pelo descolorido y abundante. Se levantó de su silla, me dio la espalda y quiso levantarse la falda, pero la detuve. Estaba muy arrecho y no quería armar un gang-bang en pleno salón en hora de clase.
—Niñas pónganse a leer —ordené.
Ellas me miraron con extrañeza al principio pero obedecieron. Me puse de pie y caminé al tablero, pero al pasar al pie de Alejandra ella se dio cuenta de mi erección y me dijo:
—Profe ¿estás arrecho? ¿Quieres que te baje eso?
Justo Alejandra, la que me estaba imaginando cómo un negro corpulento le acababa en el ano abierto a dos manos.
—Mi vida, aquí no.
—Prf, profe ¿te volviste tímido después de viejo?
—Es que quiero que ustedes estén frescas hasta el rodaje —le confesé.
—Ay, tan lindo. Pero estás re tenso, profe. Así sea con una mamada, así rápido, y te pones tranquilo ¿si? Dale, sácatelo.
—A ver, dale —me rendí.
Me lo empecé a sacar y Alejandra se acomodó en su silla y se saboreó ampliamente. Yo solo pretendía sacarme la verga pero ella dio un pequeño halonazo a mis pantalones para también liberar mis bolas. Me las agarró con sus manitas tibias y suaves y, seguía saboreándose.
—¿Quieres que sea rápida? ¿Te pego una ordeñada relámpago o quieres pasar toda la hora feliz?
Me la agarró. Ay, qué sensación celestial esa manito de piel suave agarrándome el falo erecto y venoso como si fuera un micrófono.
—Elijo la ordeñada rápida. Déjame seco, amor.
Alejandra abrió su boca como para comer hamburguesa, solo que con la lengua estirada y pegada a su labio de abajo. Pero su celular sonó. «¿Qué putas?» me pregunté. «¿Por qué le tiene qué sonar el teléfono cuando me lo va a chupar como aspiradora?».
—¿Aló?
Con una mano sostenía su teléfono y con la otra me masturbaba a velocidad casi imperceptible.
—Hola mami… sí señora, ya empezamos…
A veces su madre duraba hablando un rato y Alejandra, mientras oía, volvía a abrir su boquita y a acercarla a mi glande, que estaba a medio cubrir por el prepucio. Pero, cuando estaba por empezar a mamar, volvía a hablar:
—A bueno, a las 3, mami. Yo lo busco…
Yo oía los chillidos procedentes del teléfono correspondientes a la voz de su madre. Entonces Aleja se acordó que yo existía, subió la mirada, guiñó un ojo y me apretó un poco más la verga y subió durante tres segundos la velocidad de su manita pajeándome. Pero luego volvió a concentrarse en la conversación y volvió a solo a sostenerla como micrófono. Escuchaba a su madre y sacaba la lengua para lamerme el cabezón… se acercaba a velocidad hipnótica… sentí por una segundo su lengua húmeda y tibia en la punta de mi verga, pero ella volvió a hablar:
—Sí señora, yo le digo a mi papi… a mí no se me olvida, no te preocupes. Ay mami, ahora que hablas de eso…
¿Cuánto más iba a hablar? No aguanté y le agarré la cabeza a dos manos y le empecé a dar una culiada por la cara que la hizo dar sonidos de arcadas. Subí la mirada descentrada y luego cerré los ojos. Seguía perreando frenéticamente y pensado «Ay ¡qué puta delicia!». Pero otra de mis estudiantes, Dana, nos interrumpió. Agarró el teléfono de Alejandra y habló con su madre:
—¿Señora Marcela? ¡No! No se preocupe, es que la tonta de Aleja se atragantó con un poco de leche… (o eso quiere) —Explicó mientras la otra seguía dando sonoras arcadas con mi verga hasta adentro—. Ya, ya le está pasando, ya se la paso.
Dana me empujó para que liberara a Alejandra y le dio el teléfono a ella que, tosiendo y recuperando el aire lentamente, le respondió a su madre:
—…sí, se señora, voy a tener más cuidado… sí en especial con la leche…— y siguió tosiendo.
—Ven yo te la termino de mamar —me susurró Dana.
Me agarró de la verga y me haló hasta su silla. Me llevó agarrado de la verga como se lleva un pequeño niño de la mano. Volteé a ver a Aleja a ver qué había pasado con ella y la descubrí aún hablando en voz baja con su madre, pero también recogiendo salpicaduras de sus mejillas, de lubricante mío y babas de ella. Se chupaba los dedos. Entre tanto, Dana empezó a chupármela. Me masajeó los huevos con ganas, le gustaba la textura, y empezó a chupar miembro cual experta era. Me hizo dar gruñidos de inmediato. Cabeceaba muy bien, hacia adelante y hacia atrás, apretándome el pene con los labios. Se deslizaba desde el cabezón hasta la base, una y otra vez. Su lengua y saliva tibiecitas se sentían muy bien. Además, hacía soniditos tapados, como cuando se prueba algo muy delicioso, a ojos cerrados. Excepto que el sonido era gracioso puesto que ella tenía la boca llena —muy llena—. Yo, sentía demasiado rico. «Esta, esta sí es una mamada» pensaba, y «Todo hombre merece una super mamada de una nena de grado octavo». Sentía pulsaciones tremendas en el interior de mi sistema reproductor, que estaba enloquecido preparando un diluvio de semen.
—Dana es la mejor haciendo ordeñadas express —Intervino Britney, que miraba y se recogía el exceso de su propia saliva de los labios con la lengua.
Yo, lo único que pude hacer fue gemir. Para colmo, Dana empezó a girar su cabecita cada dos chupadas. Dos mamadas con la cabecita para la derecha, dos con la cabecita para la izquierda. Mamaba y cambiaba muy rápido. Parecía estar bailando. Respiraba ya con dificultad por el exceso de su saliva y mi líquido preseminal en su boca que, imaginé repleto de burbujas pequeñitas. Bajé la cabeza y la miré, recargándose con sus manos de mis muslos y con su cabecita yendo y viniendo como loca, atrás, adelante, izquierda, derecha, sin soltar la presión de los labios. Sus trenzas hechas desde la frente se veían hermosas. «¡Hijueputa, me voy a venir!» pensé «¡Qué rico lo chupa mi Dana!». Las pulsaciones inconfundibles del orgasmo empezaron a aflorar desde mi interior, casi desde el culo, como si alguna otra nena me lo saboreara. Quise resistir, pero no podía por que era demasiado rico lo que sentía y porque Dana no se detendría. Yo había pedido una ordeñada express. Seguí gruñendo como perro bravo mientras me daban de las mejores mamadas de mi vida. Cerré los ojos y traté de aguantar. Pero volví a abrirlos y miré a Luisa, que tenía la falda volteada sobre su dorso y estaba compartiendo su plug anal con Britney, dándole lamidas. Así, recién sacado de su pequeño y joven culo. A veces se besaban. Britney acariciaba los muslos de Luisa, con las yemas de sus dedos, con tal lujuria que… no aguanté. Exploté. Agarré la cabeza de Dana a dos manos y presioné mi verga lo más dentro de su boca como fue posible. Ella trató de defenderse del exceso pero su fuerza no le alcanzó. Yo ya no gruñía sino que gritaba, y así como los orgasmos de las mujeres, tuve uno yo. Es decir, no solo en el área genital sino en el cuerpo entero. Me temblaron las piernas, el pecho y la mandíbula. Y, así como a las mujeres, mi respiración se vio limitada. Estaba eyaculando como caballo, ahí en la gargantita de Dana. Como caballo, así como cuando esas estrellas porno zoofílicas atienden a un corcel y este les baña la cara y el pecho en espesa proteína.
Dana me empujaba para ver si podía sacarme, pero mi fuerza era mayor. La corrida estaba celestial, y no iba a perderme de un segundo de gloria, ni para que ella respirara. No señor. Seguí soltando mi material a raudales y ella inició sus sonidos de vomitada. Temí que lo hiciera. Arqueaba su espalda con fuertes impulsos y se esforzaba por no morderme la verga. Yo seguía eyaculando como pony consentido durante horas por Giselle o por Dani (¡estrellas zoo!). Y entonces sucedió lo más sabroso: Dana hizo fuerza al máximo y logró hacer medio centímetro de espacio en su garganta para que pasara aire. Lo usó para toser, pero la estrechez era demasiada y la expulsión halló camino por su nariz. Sí señores y señoritas. A mi Dana, aún con mi verga metida toda en su boca, le salió un montón de semen por la nariz y me lo arrojó en el pubis. Me excitó mucho verla luchar por respirar, todo por mi placer. El sonido de su atragantamiento fue adorable. Al cabo de un par de segundos que pasó, volvió a sacar semen por la nariz. Sentí mucho amor por ella. La otras tres chicas se reían con decencia. Me pareció algo mágico que Alejandra se reía mientras se pasaba los dedos por su hendidura vaginal. Qué rica la concha de mi Aleja.
Mi éxtasis empezó a descender. Al menos ya no temblaba. «Qué orgasmo tan hijueputa» pensé. Ya sin fuerzas, dejé a Dana tomar un poco más aire y dejé que se sacara mi verga un poco más, casi hasta la mitad. Ella tosió y el semen que salía de sus nariz hizo varias burbujas. Algunas reventaron de inmediato. Las otras chicas rieron más. El acaricié las mejillas a Dana con mi pulgares y le saqué la verga del todo. Me la miré y me sentí agradecido. Qué verga tan dichosa, exprimida por Dana, de grado octavo. Ella seguía tosiendo pero se esforzaba por no dejar caer el semen que le quedaba pegado a la cara. Lo recogía en sus dedos usados como espátula y se lo comía. Después de deglutir, daba tosiditas de bebé. NO hay fortuna más grande para un hombre que tener a su disposición a una pre-adolescente bella como actriz de cine, entrenada por su propio padre y adicta al semen. Di un resoplido de incredulidad por tanta dicha.
—¿Te lo limpio para que te lo guardes? —me preguntó Luisa, habiendo dejado a Britney sentada.
Me lo preguntó encorvada para adelante y con las manos atrás, volviendo a insertarse el plug.
—Dale, mi amor.
Luisa se arrodilló adorablemente delante de mí, con su lengua asomada entre sus labios. Procedió a limpiar. Empezó por el semen que Dana me había arrojado con sus narices. Se lo comió todo. Trataba de deglutir todo lo que recogía con su lengua para volverla a usar casi seca y hacer una efectiva limpieza a mi falo y bolas. Su boca estaba tibia. Al final haló mi prepucio y lo limpió bien dando ruidosas sorbiditas en el frenillo. Tuve que agarrarme de la silla a causa de la electrizante sensación. Luisa terminó, me besó el glande y dijo:
—Listo —tragó lo último de su saliva limpiadora, se chupó los dedos y agregó—: Ya puedes guardártela.
Lo guardé y cerré mi cremallera. Las miré a todas y después de suspirar un segundo, dije:
—Chicas, yo las amo.
Y todas contestaron casi al unísono «Y nosotras a ti, profe».
Luisa se dio vuelta para volver a su silla y antes que se alejara, le levanté la falda y le estampé una fuerte palmada en su perfecto culo redondo.
—¡Auch, profe!
—¡MAMASITA! —le grité. Entonces me dirigí a todas, casi con paternal ansiedad: —Niñas, esta tarde les van a pegar la mayor culiada de sus vidas, hasta ahora… son ocho manes de mi edad, siete de ellos, negros.
—¡Rico! —dijo Alejandra. 

Hermosa la vida ¿no?

FIN

 

 

Peladita en el bus con culo de no creer
En algún lugar cerca de Iquique. - Segunda Parte.

Nadie le ha dado "Me Gusta". ¡Sé el primero!