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Carolina y su familia. – Cuarta Parte.

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Alberto se arrimaba a mamá, pensé que la quería consolar después de sus reveladores comentarios, se había quedado absorta quizás en cuales recuerdos, pero Alberto a su modo, aprovecho de que la situación lo favoreciera:

—Bueno, mami … papá ya no está … pero tú sigues aquí … tú eres lo más importante para nosotros … ¿No es verdad Carolina? …

Dijo Alberto y me dio codazo sobre mi seno derecho.

—¡Ay, idiota! … me dolió eso …

—¡Uy!, que delicada que estás … deberías pensar un poco más en mamá … como hago yo … ella es lo más importante para mí …

—¡Para mí también lo es! … ¡Pero me pegaste fuerte, estúpido! …

—¡Ya! … basta de discusiones … todos somos importantes … debemos permanecer unidos …

Dijo mamá y tomó la cabeza de Alberto y se la llevó a su pecho, ahí cerquita de sus desnudos senos, Alberto se encogió un poco y su boca quedó a centímetros de los pezones de mamá, pude notar la maliciosa sonrisa que se dibujó en su rostro y de pasadita le dio un beso en su escote, para luego pasar una pierna sobre sus muslos, imaginó la pija de él presionando contra las piernas de ella, entonces dijo:

—¡Ay!, mamá … nosotros también estamos bien contigo … y nos queremos … ¿no es verdad Carolina? …

Antes de recibir otro codazo de él, esta vez me protegí mi seno.      Mamá se puso contenta y abrazó la cabeza de él, la mano de Alberto iba y venía sobre los flancos de mamá.      Me percaté que sus oscuros pezones se erguían y aumentaban de tamaño, pero no dijo nada.      A mi se me ocurrió decir:

—Mami, somos iguales a ti … tenemos tus genes … de ti hemos heredado muchas cosas …

—¿Cómo qué? …

Dijo mamá acariciando los cabellos de Alberto que jugueteaba en la base de sus pechos.

—Bueno, mami … me parece que tanto Alberto como yo, tenemos un interés superior al promedio …

—¿Interés superior al promedio? … ¿A qué te refieres, nenita? …

Preguntó inquisidora, como si no pudiera adivinar:

—Bueno, mami … tu sabes … a eso …

De nuevo Alberto con la misma delicadez de un elefante en una vidriería, dijo:

—Mami … ella quiere decir qué tú, ella y yo somos todos calientes …

—¡Oh! … bueno … eso se llama … tener la libido más desarrollada … pero hay conductas y comportamientos que hay qué respetar …

—¿El abuelo y la abuela tenían la libido desarrollada, mami? …

Me miró complaciente y sonriendo me dijo.

—¡Guau! … ni te lo imaginas … papá no dejaba tranquila a mamá … ni un solo día … era un fanático … mamá siempre estuvo muy ocupada con él …

En tanto Alberto no se detenía en sus propósitos, su mano estaba acariciando el desnudo pecho de mamá con el pulgar y lo empujaba más cerca de sus labios.      Sentí como mi coño comenzaba a reaccionar, me recordé como había chupado y lamido mis pezones.      Me sobresalté viendo la lengua de él alcanzando la base de su seno, luego frotó su mejilla contra el pecho de ella como acomodándose, mamá acarició su rostro:

—¿Estás cómodo, tesoro? … —Preguntó, mamá.

—¡Super! … ¡Genial! … —Respondió, Alberto.

—Entonces, vamos a dormir otro rato … —Dijo, mamá.

—¿Dormir? … ¡Oh, no! … Tengo tareas que hacer … las haré ahora que no hace calor …

Dije, fingiéndome sobresaltada.      Me deslicé fuera de la cama y salí de la habitación dejándolos a solas a mamá y Alberto.      Encendí la radio con un volumen medio e hice ruido de abrir y cerrar mi puerta, luego volví sigilosamente a la puerta de mamá que había dejado semi cerrada, miré con cuidado y Alberto estaba más o menos en la misma posición, solo que su mano había comenzado a amasar el seno de mamá, ella parecía disfrutarlo.

—¡Hmmmm! … esto me trae recuerdos … —La escuché decir.

—¿Ummm? … ¿Cómo, mami? … —Preguntó, Alberto.

—Cuando dormías conmigo … cuando eras todavía un bebé … —Dijo, mamá.

—¡Aguu! … ¡Guu! … ¡Guu! … ¡Aguuu! … —Balbuceó, Alberto.

Mamá se estremeció en una carcajada y luego dijo:

—Sí … fue un momento tan especial … deberías haber visto los pechos de mamá en ese entonces … estaban enormes y llenos de leche …

—¡Hmmmm! … ¿Y te chupaba los pezones, mami? … ¿Puedo hacerlo ahora? … —Preguntó, Alberto.

Mamá agarró su teta y la ofreció a los labios de Alberto, no lo podía creer.

—¡Chupa el pezón de mamá … cómo hacías de bebito! …

Alberto cerro su boca sobre el pezón de mamá y comenzó a chupar, suavemente lo mordisqueó.      Mí coño comenzó a hormiguear recordando como él había chupado mi propio pezón el día antes.

—¡Oh! … sí … eso se siente bien … igual que entonces …

Dijo mi madre en un susurro.      Alberto no solo tenía su pezón entre sus labios, sino que ahora estaba lamiendo y chupando toda su enorme teta.      Mamá comenzó a jadear y murmurar:

—Uhmmmm … había olvidado como se sentía … ¿Quieres besarme también el otro? …

Alberto medio se deslizó sobre ella para alcanzar su otro seno, ahora la parte inferior de su cuerpo estaba sobre su pierna.      Sin duda su polla se frotaba entre los muslos de ella.      Ahora Alberto estaba ensimismado chupando el otro seno de mamá y lo tomaba entre sus manos para mantenerlo erguido.      Mamá deslizó su brazo sobre su cabeza y la empujo contra su seno.      Alberto intentaba poner a mamá más cachonda y al parecer lo estaba logrando.      Su respiración era afanosa y su pecho subía y bajaba frenéticamente.      La mano de mamá empujó el edredón hacia sus pies y ahora Alberto tiro de su pijama y lo hizo salir por sus pies, mamá y Alberto estaban desnudos en la cama.      Mamá alcanzó las duras nalgas de Alberto y lo empujó entre sus piernas, él comenzó a frotar su pija contra ella.

—¡Uy!, Alberto … ¿Qué me haces! … ¡Eso es muy caliente, hijo! … Parece qué también te excita a ti, ¿verdad? …

Él solo asintió con los ojos fijos en su coño peludo, mamá movió su pierna y Alberto empujó su pija dura más arriba, mamá sintió la gruesa cabezota de él empujando sus inflamados labios suavemente y gimió moviendo su cabeza hacia atrás y sus labios sicalípticamente entreabiertos.     Alberto estaba montado sobre sus muslos y movía su pene atrás y adelante, mamá enloqueció:

—¡Uuuffff! … Alberto … ¡Detente, por dios! … ¡Uuuffff! ….

Dijo mamá casi implorando, Alberto se quedó quieto y ella agregó:

—¡Ay, hijo! … no deberíamos estar haciendo esto …

Dijo con un poco de remordimiento, pero Alberto siempre tenía una respuesta para todo y dijo:

—Pero mamá … no estamos haciendo nada … solo nos estamos abrazando …

Y se inclinó a lamer y mordisquear su pezón.

Mamá lo miro conflictuada por la situación, pero luego se calmó diciendo:

—¡Ah!, bueno … si es solo eso … abracémonos …

Luego cerró sus ojos y puso sus manos alrededor de su cintura, acompañando los embistes de él.      Alberto plácidamente volvió a tomar el pezón de mamá entre sus labios.      Ella deslizó una mano hacia su panocha y comenzó a masturbarse, supuse que su coño debía estar incandescente.      Al parecer la polla de Alberto estaba aún frotándose contra el coño de mamá.      La cara de Alberto estaba desencajada de lujuria, respiraba afanosamente y se esforzaba por frotar su pene en el cuerpo de ella, entre gruñidos y gemidos Alberto dijo:

—¡Mami! … no te enojes …

Abrió sus ojos y se inclinó a besarla en la boca.      Pensé se disculpaba por el beso.      Mamá le preguntó:

—¿Enojarme? … ¿Por qué? …

Entonces Alberto sobre ella todo sudado y gimiendo le dijo:

—Porque me voy a correr, mami …

Mamá lo agarró y le dijo:

—¿Estás así de caliente, hijo? …

Alberto ni siquiera respondió, ocultó su rostro en el cuello de mamá, la abrazó con todas sus fuerzas y folló sus piernas.      Mamá se aferró a su espalda, lo miró con ojos calientes y le dijo:

—¡Vamos, hijo! … ¡Sigue! … ¡córrete sobre mí! …

Alberto se plegó y mordió la teta de mamá mientras gruñía y resoplaba meciéndose sobre ella que estrujaba su pene con sus muslos y restregaba su cuerpo contra él.      El cuerpo de él se sacudió repetidas veces eyaculando su semen espeso entre sus piernas.      Cuando se hubo sosegado, mamá lo empujó diciéndole:

—Acuéstate a mí lado … pronto podría volver tu hermana …

Alberto se dejó caer a su lado, respirando con dificultad y le dijo:

—Gracias, mamá … estaba tan caliente que casi me dolía la pija … estaba así de dura …

—Sí … lo sentí …

—¿Lo sentiste, mami? …

—Pero claro que sí … estabas presionando directamente mi coño …

—¡Oooohhhh! …

—Con tu pene así de duro y refregándolo entre mis piernas, por supuesto que terminaste frotando mi coño …

—¿Y eso se sentía bien, mami? …

—¡Carajo! … ¡Se sentía genial! …

—Mi polla sigue dura, mami … ¿Quieres que lo hagamos de nuevo? …

—No … nada más por hoy … no quiero que Carolina nos pueda ver … Acaso, ¿no te das cuenta de que esto normalmente las madres no lo hacen con sus hijos? …

—Si, mamá … lo sé … me considero afortunado de tener una madre tan hermosa y dulce como tú …

—¿Sí? …

Dijo mamá entre risas mientras con la remera de Alberto limpiaba el semen de sus piernas, yo aproveché de escabullirme rápidamente hacia mi habitación.      En la radio Myriam Hernández cantaba la bellísima canción “Mío”, así que canté a alta voz, luego estaba muy caliente así que me fui a la ducha.      Alberto había estado a punto de follar a mamá, pero le había venido solo en sus piernas, el trato para mamar su pija era que él debía follarla, así que me tranquilicé.      Terminé de bañarme y me volví a mi habitación.      Encontré a Alberto sentado a la silla de mi escritorio, dijo que venía a hacer efectivo el trato que teníamos.      Lo sabía.      Luego caminó hacia mí y yo me asusté, no tenía ninguna intención de hacer algo con su polla.      Afortunadamente me dijo que estaba muy cansado y que me preparara para otro día.

***

 

Pasaron un par de días, mamá estaba sola en casa, me dijo que Alberto había avisado que pasaba a visitar a un amigo.      Nos sentamos en la cocina a beber café.      Conversamos sobre cosas del colegio, del verano y otros temas anodinos.      También me preguntó si tenía algún amigo, le dije que no y que me encantaba de que pudiéramos estar nosotros tres juntos.       Le dije que nos alegraba mucho de qué estuviera ganando un poco más de dinero y que nos comprara ropa y otras cosas bonitas, me sonrió y dijo:

—Sí … también yo estoy feliz por eso …

Luego quiso saber:

—¿Te llevas bien con Alberto? …

—Sí, madre … le gusta acurrucarse a mí y mirar mis pechos cada vez que puede …

—¡Oh!, pero eso es normal para un chico de su edad … ¿Te molesta que lo haga? …

—Honestamente, no … a veces me complace tener ese poder sobre los chicos …

—¿Sí? …

—Bueno … creo que te has dado cuenta de que ese chico desfila todos los días con una tremenda erección …

Dije separando las palmas de mis manos de unos veinticinco centímetros.      Mamá puso ojos ensoñadores y dijo:

—Sí … no me he perdido eso … pero ¿te molesta eso? …

—Para nada … creo poder manejarlo …

—¿Y que hay de tus sensaciones y emociones? … Quiero decir, dijiste que también tú tienes una libido por encima del promedio …

—Bueno … eso es así … hay muchas cosas que me excitan …

No me era fácil hablar con mamá de sexo y excitación, ella me dijo:

—Ya sabes que no hay nada de malo en jugar contigo misma, ¿no? …

—sí mamá … lo sé …

—Y si tienes alguna duda siempre puedes acudir a mí, lo sabes, ¿no? …

—Si, mami … no te preocupes …

Luego nos quedamos en silencio, mamá tampoco se sentía muy a gusto hablando de sexo conmigo.      Se quedó pensativa como si estuviera pensando a una nueva pregunta, pero nunca la hizo.

***

 

Un par de días después Alberto se hizo presente en mi habitación.      Me estaba vistiendo, acababa de ponerme la ropa interior, estaba buscando unas zapatillas del año pasado y me había inclinado para buscarlas cuando él entró:

—¡Guau! … ¡Esa es mi hermana! … así deberías esperarme siempre … con tu esplendido culo bien en vista …

Rápidamente me di vuelta y él prosiguió:

—A propósito de cosas lindas … vengo a recordarte que tenemos un trato … ¿recuerdas? …

—Sí … lo sé …

Dije.     Por supuesto qué recordaba todo eso, había tratado de evitarlo, pero ahora que mamá estaba en el trabajo, él había encontrado la ocasión propicia para presionarme.      Un poco desafiante me dijo:

—Pensé que era hora de que pagaras tu deuda …

—¿Eso es lo que pensaste? …

Dije tratando de ganar tiempo, pero Alberto no le da treguas a nadie, así qué insistió:

—Sí, querida Carolina … eso es lo que pensé … ¿Por qué me estás evitando? …

—Porque tengo miedo …

Dije muy nerviosa y con honestidad.

—¿Miedo? … ¿Miedo de qué? … ¿Qué esté sucio? … ¿Qué te viole? … No seas boba, soy yo … tu querido hermanito cachondo … no soy un bicho raro como esos de tu colegio …

—¡Idiota! … temo que me ahogues con esa cosa enorme …

—¡Hey! … ¿Qué? … ¿Cómo? …

—Bueno … que se meta demasiado en mi boca y tú no te detengas …

Dije con voz trémula.      Alberto caminó hacia mí, puso sus brazos a mi alrededor y dijo:

—Hermanita, si hiciera algo así, más nunca podríamos hacer otras cosas y yo no quiero eso … lo último que quiero es que me tengas miedo … si no te gusta o no quieres hacerlo ahora … bueno, lo podemos posponer por un tiempo … no vale la pena hacerlo si estás atemorizada …

Mientras me abrazaba me miraba con esos ojos de perro apaleado y leal.      Luego me soltó suavemente y se dirigió a la puerta.      Debo confesar que me gusto mucho lo que me dijo y sin pensarlo mucho, me mordí el labio y le dije:

—No, espera …

Se detuvo en seco y sin voltearse, en modo expectante dijo:

—¿Sí? …

—¿Dónde lo quieres hacer? …

Pregunté en forma decidida.      Se volteó extasiado:

—Donde te sientas más cómoda, hermanita … lo único que quiero es estar acostadito en una cama mientras me lo haces …

—Bien … pero no soy una maquina … tengo que prepararme y ponerme del humor justo …

—¡Perfecto! … está bien para mí … haz lo que tengas que hacer … te espero luego en mi habitación …

Decidí quitarme el sostén y bragas, me pondría solo una falda corta y holgada y una remera.      Ya así me sentía un poco sexy mientras me miraba al espejo.      Caminé a su habitación, él estaba sentado a su escritorio totalmente vestido:

—¡Guau! … luces preciosa y sexy … ¿hiciste eso especialmente para mí? …

—No … quería sentirme yo misma sexy …

Dije en forma sincera, luego levanté mi falda para hacerle ver que no tenía nada debajo.

—¡Oh!, nenita … ¿me quieres volver loco? …

Dijo llevando su mano a su ingle y apretando su polla, me miró y preguntó:

—¿Cómo quieres hacerlo? … tú comandas …

—Bueno … para empezar quiero que me abraces …

Inmediatamente me envolvió en sus brazos y sentí mis senos presionar sus pectorales, puso sus manos en mis nalgas y me tiró hacia su cuerpo haciéndome sentir su pija que comenzaba a endurecerse, dije:

—Eso se siente muy bien …

Alberto me subió la falda con las manos y me agarró las nalgas desnudas, entonces me apegué más a él en forma espontánea, mi coño comenzó a revivir y se lo hice saber:

—Eso también … se siente muy bien …

—¿Puedo besarte? …

Preguntó delicadamente.      Nunca nos habíamos besado en momentos de excitación, pero me pareció que sería bueno si lo hacía bien, así que asentí y cerré los ojos.      Me besó con dulzura en las mejillas, luego desplazó sus labios a mi cuello, mordisqueó mis lóbulos y me gustó su ternura.      Mi cuerpo se calentaba y cuando sus labios presionaron los míos, abrí mi boca y mi lengua se entregó a las caricias de la suya, cuando chupó mis labios, mi coño volvió a reaccionar agradablemente.      No sé si por su apasionado beso, o por qué su polla abrasiva se hundía en mi vientre, me sentía bastante caliente como para decir:

—Quítate tus cosas y acuéstate en la cama …

Alberto no se lo hizo repetir, se quitó la ropa y de un salto se tumbó de espaldas en la cama.      De prisa me arrodille sobre la cama a su lado.      Su pene se veía tan grande.      Puse mis manos alrededor de él.      Empecé a masturbarlo.      Hasta ahí todo era familiar y ya lo habíamos hecho antes, Alberto gimió y dijo:

—¡Hmmmm! … esto se siente muy bien …

Bajé una de mis manos bajo mi falda, separé las rodillas y busqué mi panochita encontrándola bastante mojada.      Me incliné gustosa a su maravillosa erección, sentía maripositas en mi estómago y un trino celestial de pajarillos en mi cabeza, pensé que este día podía ser inolvidable para mí.      Sintiendo el aroma de su magnificencia masculina le pregunté:

—¿Alguna vez te la han mamado? …

Movió su cabeza en modo negativo.      La cabezota de su pene brillaba con gotitas de líquido preseminal.      Entonces me incliné y lo besé suavemente.      Alberto gimió y se estremeció, mis dedos se deslizaron al largo de la hendidura de mi rajita y el bulbo de mi capullito.      Siento su poderosa erección en mi mano, me vienen ganas de acariciarlo y chuparlo, me parece sentir que se agiganta cada vez más y mi calentura también aumenta.      Bese de nuevo su cabezota y pruebo ese sabor salino y cachondo, disfruto las palpitaciones que se transmiten a mi mano.      Fruncí un poco mis labios y le di un sonoro beso.      Alberto parecía contener la respiración con cada una de mis caricias.      Saqué toda la lengua y lamí la corona de su glande, se sentía genial.

 

Lo envolví con mis dos manos y deslicé su prepucio arriba y abajo, haciendo aparecer y desaparecer su glande portentoso como en un acto de magia.      Una densa y viscosa capa de liquido preseminal comenzó a formarse, entonces lamí esa cabezota gigantesca y lo limpié de toda traza de semen, me parecía estar deleitándome con el más exquisito de los néctares de este mundo.      Saboreando ese postre célico, abrí mi boca y deslicé mis labios sobre su arnés y me introduje su miembro viril, sentí el esfuerzo de mis mandíbulas para hacerlo entrar.      Su enorme pene colmó mi boca, empujé mi cabeza hacia abajo y unos diez centímetros entraron provocándome un principio de ahogo y algunas arcadas, pero no cejé en mi esfuerzo hasta que sentí su grueso glande contra mi garganta.      Alberto yacía con sus piernas tiesas y su pelvis levantada, no cesaba de gemir y gruñir animalescamente.

 

Pensé que ahora si que le estaba haciendo una mamada.      Curiosamente, su pene entró más y más en mi boca sin producirme molestias ulteriores.      Mis temores parecían infundados.      Tenía el completo control de la situación y ahora que todos mis pavores se habían esfumado, las cosas me parecían mucho más cachondas.      Lo lamí, succioné, chupeteé, lengüeteé, besé y masturbé con pleno placer, a ratos Alberto levantaba su cabeza para mirarme y expresar ininteligibles vocablos siseados a baja voz entre otros tantos gruñidos de placer, lo escuché decir:

—¡Oh, Jesús, Carolina … me vas a hacer acabar! …

Entonces reaccioné y volví un poco a la realidad diciéndole:

—¡Hey, cretino! … en mi boca no, ¿Eh? …

—No … no … pierde cuidado … pero no te detengas …

Dijo prestamente jadeado y comenzando a contorsionarse sobre la cama.      Mientras le chupaba su rollizo glande no dejé de masturbarlo enérgicamente, de hecho, me estaba divirtiendo un mundo, entonces sus gemidos se hicieron audibles, sentí su mano en mi nuca, de golpe su glande se estrelló con mi garganta y comenzó a chillar:

—¡Ahora! … ¡Ahora! … ¡Me corro! …

Rápidamente saqué su pija de mi boca, pero continué a jalarla a toda fuerza, sentí como un correntón eléctrico en mi mano cuando el primer potente chorro de denso semen salió expelido en el aire, seguido de otros y otros, observé fascinada su clímax y me sentí orgullosa de tener el poder de hacer esto tan cachondo, Alberto me quitó su verga de la mano y continuó a magrearla suavemente y me dijo:

—¡Oh, Carolina! … estuviste magnifica …

Había cumplido el trato y había aprendido a hacer una mamada, me sentía bien, pero estaba demasiado caliente.      Me fui a mi habitación a gozar en mi intimidad.

***

 

Un veraniego sábado por la tarde nos encontrábamos a tomar sol en nuestro jardín.      El clima estaba realmente agradable, mamá y yo estábamos en topless.      Para que decir, Alberto no cabía en si disfrutando de la visión que le regalábamos, giraba con una tienda de campaña en sus pantalones, mamá se había puesto unos lentes de sol, imagino que lo hizo solo para observar los movimientos y temblores de la pija de Alberto bajo sus shorts, en eso ella se enderezó apoyándose en sus codos y dijo:

—¡Saben! … estamos solo nosotros aquí … creo que sería una buena idea tomar el sol, totalmente desnudos … ¿Qué les parece? …

—¿Desnudos? …

Dijo Alberto sobajeando sus manos y una espléndida sonrisa en su rostro de niño travieso, mamá le sonrió:

—Sí … ¿Por qué no? … hace mucho tiempo que no nos vemos desnudos … y no hay nada de malo en ello … y aquí nadie nos ve …

Y así sucedió que esa hermosa y cálida tarde de verano, nos quitamos todos nuestros vestidos y nos sentamos desnudos en la privacidad de nuestro jardín.      Alberto no dejaba de sonreír y mirar a mamá. Sonriendo con esa cara suya inocentona le dijo:

—¡Mami! … tienes todas esas partes tan blanquitas y delicadas … nunca las expones al sol … vas a necesitar una abundante capa de protector para protegerte … debemos protegernos …

Así diciendo, tomó el envase de protector solar y comenzó a aceitar su enorme pene, mamá rápidamente se puso sus lentes oscuros y yo mire fascinada como ese tótem de carne se agigantaba a vista de ojo, mientras subía y bajaba su prepucio espalmándose el aceite, dijo hablándole a su pija:

—Por lo menos no te pondrás marrón por un tiempo, querido …

Me reí y mamá también se rio, luego se tumbo de espalda con esa enorme mole de carne blandiendo el aire endurecido al máximo.      Mamá y yo miramos su pene por largo rato.      Miré el coño de mamá, estaba liso perfectamente afeitado, me pareció ver un brillo de humedad en ellos, curiosa le pregunté:

—Mami … ¿Por qué te has afeitado entre las piernas? …

—Bueno … simplemente porque me gusta sentirme suavecita ahí abajo … también porque se siente más limpio e higiénico …

—Mami … ¿Puedo hacerlo yo también? …

Se quedó pensando un momento y luego me dijo:

—¡Ehm! … Sí … por supuesto que puedes … te explicaré como hacerlo … ¿Quieres hacerlo ahora? …

Inmediatamente yo asentí, mamá se levantó de su tumbona y nos dirigimos a la casa, pero mamá se detuvo un momento para echar a Alberto que también intentaba seguirnos, no tenía porque estar en todas partes, cabizbajo y refunfuñando se regresó al jardín.

 

Tuve que lavarme, después mamá me enseño a recortar mis vellos con unas tijeras y cuando todo estuvo más o menos uniformemente cortito, me mostró como afeitarme cuidadosamente con el rastrillo, al principio yo no me atrevía, así que mamá comenzó a hacérmelo ella.      Me frotó con abundante espuma de afeitar y me afeitó mi coño desde la ingle hacia mi coño.      Era una nueva experiencia y tenía curiosidad por saber cómo se sentiría cuando terminara.      Cuando terminó con la mayor parte de los vellos, me dijo:

—Ahora viene la parte difícil … lo mejor que puedes hacer es estirar tus labios y mantenerlos firmes y apretados … así …

Antes de que me diera cuenta, mamá me había agarrado los delicados labios de mi vulva y los había estirado dejando mis rosadas y húmedas carnes expuestas.      Nadie más me había tocado allí, bueno supongo que mamá lo habrá hecho cuando éramos chiquitos y nos bañaba, pero a esta edad nunca imaginé que mamá tocaría mi coño otra vez.      Me afeitó cuidadosamente y tuvo que agarrar los labios de mi vulva varias veces, me dijo:

—Estás un poco resbaladiza, querida … tal vez no deberías mirar tanto el pene de tu hermano … parece que te excita demasiado …

Lo dijo sonriendo en son de broma y yo también sonreí.      Me pasó un par de veces más el rastrillo y luego me dijo que lo hiciera yo misma.      Me compliqué en un momento, pero finalmente rasuré los restos de mis incipientes vellitos púbicos.      Mi rajita lucía limpia, hinchadita y mojada, se sentía bastante agradable, tiré de mi piel y los labios de mi coño estaban apretaditos, mamá me miró y sin previo aviso acarició mi bien afeitada cuquita con su dedo índice.      Tragué saliva y cerré mis muslos instintivamente mientras ella decía:

—Se te ve tan linda y suavecita …  

Luego frotó mi coño arriba y abajo varias veces.      No sabía que decir ni hacer, ella riéndose dijo:

—Mejor me detendré o te mojarás aún más …

—¡Mamá! …

Exclamé avergonzada y ella solo se rio un poco lascivamente.      Después de ordenar lo que habíamos utilizado para afeitarme, nos fuimos otra vez a tomar el sol al jardín.      Alberto apenas no vio, se quedó mirando embelesado mi pequeño chochito depilado y dijo:

—¡Oh! … eso se ve muy atractivo, hermanita …

Mamá lo miró y en son de reproche le dijo:

—¡Alberto! … ¿puedes decir eso de otra manera? …

—¡Está bien! … tu coño afeitado se ve muy caliente y me pone duro, hermanita …

Mamá levantó la vista al cielo con sus ojos en blanco y movió su cabeza en resignación.      Tomé el protector y lo apliqué delicadamente entre mis piernas y los lados de mi conchita, mientras lo hacía, Alberto comenzó a magrear su pija, mamá lo vio, pero no dijo nada.      Tomamos el sol y nos dimos vuelta para broncearnos por ambos lados.      Mamá se levantó y fue a buscar a refrescos para todos.     Alberto estaba boca abajo leyendo unas historietas.      Era una tarde perfecta y relajante.

 

En un momento dado, Alberto se levantó y se fue al baño.      Cuando volvió, tomó la botella de protector solar, se puso abundante crema en las manos y se paró al flanco de mamá.      Ella no se dio cuenta hasta cuando él refregaba sus hombros y brazos.      Luego roció sus pechos y comenzó un masaje y sobajeo en ellos, jugueteando con sus pezones.      Mamá no dijo nada, pero la vi que me dirigió una mirada, yo ya estaba con los ojos semi cerrados.      Vi como sus grandes pechos se bamboleaban y agitaban bajo las manos aceitosas de Alberto, muy pronto brillaban como dos soles.   Por supuesto la erección de Alberto era enorme y la apoyó en su brazo moviendo su pelvis al ritmo de sus manos masajeadoras, incluso se puso un poco de lado para que yo no lo viera.      Mamá le sonrió y le dijo lo más natural posible:

—Gracias, cariño …

Él se giró hacia mí y con una sonrisa me preguntó:

—¿Tú también quieres, hermana? …

Me sorprendió un poco, me pregunté que diría mamá si accedía.      Lo miré y dije:

—Sí … por favor … vi que lo hiciste muy bien a mamá …

Los ojos de Alberto se abrieron cómo platos, me sonrió, pero mamá no dijo nada, solo la vi un poco sorprendida.      Muy luego Alberto me roció con protector y sentí sus manos probando mis duros pechos, sus manos eran suaves y sentí un agradable hormigueo cuando jugó con mis pezones, también apoyó su verga en mi brazo y se frotó sobre mi piel.      Detrás de sus lentes oscuros, creo que mamá nos observaba atentamente, tenía una complaciente sonrisa en su rostro agraciado.      Le dije a Alberto:

—Gracias hermanito … el resto puedo hacerlo yo sola …

Pero Alberto no estaba tranquilo y preguntó:

—Mami … ¿Los hombres también afeitan su polla? …

Mamá lo miró divertida.

—A veces hay algunos que lo hacen y se quitan los vellos alrededor de su cosa y también de sus bolas …

—¿Podría hacerlo yo, mami? …

—Bueno … si Carolina pudo … tu también puedes, tesoro …

—¡Oh, mami! … me gustaría hacerlo … podrías tu ayudarme, por favor …

—Naturalmente, hijo …

Alberto y mamá se dirigieron al baño y yo me quede quietecita, pero la curiosidad era tanta que me levanté y sigilosamente me dirigí a la casa, entré a mi habitación desde puedo ver perfectamente todo el baño y en las penumbras me dediqué a observarlos.

 

La pija de Alberto prontamente fue afeitada por las hábiles manos de mamá.      Cuando terminaron, Alberto tanteó su polla y sus bolas, impresionado le dijo a mamá:

—¡Uy, mami! … ¡Qué suavecito! …

—¡Que lindo! … —Respondió, mamá.

—¿Es tan suavecito como tu sexo, mami? … —Preguntó él.

—Creo que sí … me acabo de afeitar esta mañana … —Dijo ella.

—¿Puedo sentirlo, mami? … —Pidió él.

—Por supuesto … tócame, pero se cuidadoso … —Accedió ella.

Mamá puso su pierna en el borde de la bañera, Alberto palpó los labios del coño de mamá con la mano y los acarició suavemente.

—¿Guau, mami! … qué suavecito …

Mamá tenía los pezones endurecidos y no tenía ninguna intención de detener a Alberto que continuaba a manosear su chocho.

—Debes sentir la diferencia entre tú piel y mi piel …

Dijo mamá eufemísticamente.      Alberto con una mano acariciaba el coño de mamá y con la otra magreaba su colosal erección.      Entonces su mano se deslizó entre las piernas de mamá y dijo:

—Entrambos se sienten suavecitos, mami … pero el tuyo está mojadísimo …

—Sí … me sucede cuando me excito un poco …

Dijo mamá jadeando levemente.

—¡Oh sí, mami! … ahora puedo sentirlo … ¿Se siente bien eso, mami? …

Dijo él pasando el dedo medio por la hendidura mojada de mamá.

—¡A-há! …

Respondió mamá y Alberto siguió acariciándola.

—Mami … tus labios mojados se están hinchando y separando …

Exclamó Alberto muy excitado.

—¡Mmmmm! … ¡Ssiii! … ¡Ssiii, bebé! …

Fue lo único que dijo mamá comenzando a mover instintivamente su pelvis y jadeando pesadamente.

—¡Mami! … mi dedo se desliza dentro … está todo resbaladizo …

Mamá se sacudió un poco y no hizo ningún intento de detenerlo, luego bajó su pierna al piso, tenía sus muslos muy apretados, respiraba afanosamente cuando alejó la mano de Alberto de su coño diciéndole:

—Está bien … Esta bien … Salgamos de nuevo …

Salieron del baño y volvieron al jardín, un momento después me uní a ellos.      Mientras me acomodaba sobre mi toalla le di un vistazo a la polla de Alberto, sin vellos púbicos se veía totalmente tentadora y parecía haber crecido, entonces le dije:

—Se ve muy lindo, hermanito …

—Sí … y se siente muy agradable también … ¿Quieres sentirlo? …

—¡Oh-oh! … no sé … ¿Está permitido eso? …

Dije mirando a mamá que nos observaba atentamente, entonces Alberto resolvió todo:

—Mami … ¿Puede Carolina tocar mi pene para que vea lo suavecito que me quedó? …

Mamá hizo como que bajaba sus lentes oscuros y respondió:

—Si no es una molestia para ti … déjala tocarlo …

Alberto se acercó a mí y puse mi mano alrededor de su polla y bolas.      Me tomé todo el tiempo posible y luego lo dejé ir.      Mamá se sonrió mirándome a mi y a Alberto, pero no dijo nada.

 

Ya cuando la estructura de la casa ocultó la luz del sol, mamá dijo que podíamos entrar a casa, pero antes de hacerlo nos preguntó:

—¿Se sienten bien tomando el sol mientras están desnudos? …

Coincidimos con Alberto que se sentía delicioso.      Con el caluroso verano y sin aire acondicionado, dijimos que sería esplendido poder caminar sin ropa dentro de casa también, si mamá lo permitía.      Mamá se alegró y estuvo de acuerdo.      Esa tarde nos sentamos a cenar desnudos, luego nos trasladamos al sofá a mirar televisión, pero mamá puso toallas por todas partes antes de poder sentarnos.      Habíamos iniciado una nueva etapa en familia.

 

(Continuará …)

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luisa_luisa4634@yahoo.com

 

 

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