Incesto Infidelidad Sexo con Maduras

La madre de mi esposa, mi suegra. – Tercera parte.

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Ciertamente, Magdalena había cambiado, ahora las reglas del juego las quería poner ella, para mí no representaba ningún problema, pero no quería tener problemas con mi mujer que ya había comenzado a hacerme algunas preguntas que me alarmaban.      De hecho, me persigue con llamadas telefónicas, a veces me obliga a inventar coartadas per hacerme ir a su casa a follarla, la siento cada vez mas posesiva, hasta un poco egoísta e insaciable, intenta someterme a sus caprichos cada vez más atrevidos y perversos.

 

No me estoy quejando de su fogosidad desenfrenada, pero no es cómodo pasar de cazador a presa, no está en mis genes sentirme el ratón, yo soy un gato por naturaleza y me gusta tener mi buena ración de ratas cachondas.

 

Como a fines de noviembre mi mujer embarazada de nuestro segundo hijo se fue a pasar el último mes antes de dar a luz a casa de su madre, ya lo había hecho con su primer embarazo, así que estaba todo dentro de la normalidad.      Realmente nos transferimos todos a casa de mi suegra.      Yo estaba más preocupado de mi mujer, ya que había experimentado algunos problemillas durante el embarazo y lo único que deseaba era que mi hijo se nos uniera pronto y por supuesto saludable y sin agobios ni para él ni para su madre.     Me refiero a “él”, porque todos sabíamos ya, que nos nacería otro niño.

 

Me había tomado una licencia de dos semanas para acompañar a mi mujer y de hecho, pasaba todo el tiempo posible junto a ella en la clínica.      Cosa que molestó un poco a Magdalena y me lo hizo saber sin medias palabras.      Me pareció inapropiado que ella me celara justo ahora que estaba por nacer mi segundo hijo y me alejé de ella para no darle más importancia al asunto.

 

A decir verdad, no me gustó mucho la situación, sin embargo, al cabo de unos días ella cambió su táctica y comenzó a comportarse más cortes y hospitalaria conmigo, aunque mantenía su distancia y esa cierta frialdad.      Ella es muy altanera, en sus tiempos fue gerente de una importante empresa, así que está acostumbrada a mandar y a ser obedecida, pero en casa sabía ser dócil y complaciente con los suyos.      Había acumulado una pequeña fortuna gracias a afortunadas inversiones en valores y se había retirado joven.

 

Recién el pasado mes habíamos celebrado sus cuarenta y tres años, sus cabellos comenzaban a mostrar sus primeras canas, pero las disimulaba muy bien tiñéndose algunas mechas de rubio que le asentaban muy bien en su piel blanca.   Estaba siempre bien peinada y maquillada ligeramente, sus labios de un rojo intenso y semi abiertos en perenne provocación.      Siempre vestida con finos trajes de los mejores estilistas, zapatos de tacón alto y carteras o bolsos a juego con su atuendo, se puede decir que era refinada y elegante.      Todo lo contrario de mi que vivía corriendo de juzgado en juzgado para seguir mis causas, por lo que simplificaba todo vistiéndome con jeans, una chaqueta liviana y unos Skechers ligeros.

 

Esa noche cenamos juntos a mi pequeño hijo, hablamos de mi esposa y su parto inminente, de la familia y los planes a futuro.      Yo estaba realmente cansado y lo único que quería era irme a la cama, al día siguiente debía regresar a la clínica.      Me levanté agradeciendo la cena y me fui a mi cuarto, apenas me acosté me quedé dormido profundamente y me despertó mi celular temprano en la mañana.     Rápidamente me fui a la ducha, bajé a tomar una taza de café y luego escapé otra vez a la clínica donde estuve todo el día, afortunadamente mi señora no había presentado malestares y se la veía muy bien, tranquila y contenta de verme a su lado con tanta premura y afecto.

 

Me retiré muy cansado otra vez y me fui a casa.      Toqué el timbre y esperé que mi suegra viniera a abrirme.    Ella abrió, cerró la puerta, me dijo a baja voz que mi hijo dormía y luego se acercó a mí, me rodeó el cuello con sus brazos e inesperadamente me besó en la boca.      Me dio un beso que a todas luces no era un beso casto, sino que metió su lengua en mi boca y me estrechó a sus tetas, mientras levantando una de sus piernas, restregó su muslo sobre mi pija que, debido a la larga abstinencia, inmediatamente comenzó a cobrar vida propia.

 

No podía liberarme de tan sensual abrazo, sentía su ingle y su vientre pegaditos al mío y la sentía vibrar.      Era una dulce agresión sexual.      No podía pensar ni sabía que decir, ella me aferró aún más fuerte y realmente me aprisionó en sus brazos.      ¿Qué se suponía que debía hacer?  ¿Liberarme violentamente?  ¿Y luego qué?  No tenía ganas de utilizar mi fuerza, estaba agotado, me impresionó su fuerza y agresividad.      No quería nada que arruinara mi relación con ella.      Entonces me entregué como un corderito al sacrificio, la abracé y le devolví su beso cachondo a boca abierta, uniendo mi lengua a la de ella y saboreando y gozando su tibia saliva.      Estábamos entrelazados en un verdadero beso de amantes, solo entonces sentí un ligero aliento a trago.      Probablemente había estado bebiendo para darse el coraje de asaltarme sin saber cual sería mi reacción.      Estábamos con las bocas pegadas estrechando nuestro cuerpos, su pelvis empujaba potente contra mi pija que continuaba a engruesarse dentro de mis pantalones.      Después de casi dos meses de pajas y mamadas de mi esposa, ya que no me dejaba follarla, mi verga se pronunció en toda su gloria y majestad ante las caricias de mi suegra.  

 

Ella sin darme tregua, se abrazaba apasionadamente a mí y comenzó a direccionarme hacia su habitación, caminamos como en un vals, nuestra música eran nuestros gemidos y resoplidos candentes, no sé cómo llegamos hasta allí, pero ella me empujó suavemente y me vi recostado en su cama con ella encima de mi que restregaba todo su cuerpo ardorosamente al mío.      Sus labios no se despegaban de los míos, mi rostro estaba humedecido con su saliva y yo me imaginaba todo pintarrajeado con su lápiz labial color Ferrari.      Su empuje y fuerza no disminuían, tiró de mi corbata y comenzó a desabrochar los botones de mi camisa.      Tampoco supe en que momento me había aflojado el cinturón de mis pantalones y abrió la cremallera, solo sentí su mano metiéndose bajo mis boxers para aferrar mi pija endurecida como el granito.      Me provocó una extraña sensación sentir sus deditos alrededor de mi polla y deslizarse hasta envolver mis cojones, había una cierta necesidad en ella de adueñarse de mi verga, cuando lo logró, me apretó con sus tetas a la cama y con un chillido me mordió la nariz.      Tal vez ella se estaba repagando porque no lo habíamos hecho ya desde casi un mes, estaba tomando posesión de lo que consideraba suyo y yo no tenía voluntad ni fuerzas para oponerme, así que la dejé hacer, además que con la pija así de dura, no había modo de protestar.      A todo esto, ella continuaba a desvestirme con ímpetu, deslizó mi pantalón junto a mis boxers y rápidamente me los sacó, la camisa voló por los aires, su sostén ya había volado y las bragas sufrieron el mismo fin.      Me la encontré desnudita solo con sus medias rojas autoadherentes y sus pezones aplastando los vellos de mi pecho.

 

La situación era deliciosamente erótica, ella una verdadera tigresa y yo el ciervo con mi garganta destrozada y pronto a ser devorado por este feroz animal, como dije anteriormente no me iba mucho esta situación, pero mi nobleza y debilidad del momento, le permitía hacer todo lo que quisiera de mí.

 

Abrí mis ojos y la vi que me miraba con ojos lujuriosos y lucientes, sus pechos se bamboleaban a centímetros de mí y ella esperaba un movimiento solo para abalanzarse sobre la presa y darme la mordida final, me dominaba, ella era la cazadora.      Luego levantó su mano y sus ojos se fueron a mi pija que parecía haber crecido y engruesado a un tamaño enorme, sus ojos se abrieron complacientes.      Madre natura me ha regalado una pija de proporciones superiores a la media, a veces mi mujer se queja de que es demasiado grande, pero igualmente se mete a saltar empalada en ella.      En poco tiempo ella se puso a horcajadas sobre mí, se inclinó a chupar mi polla, lo hizo con mucha avidez y entusiasmo, desde mi posición podía ver sus rizos teñidos subir y bajar a toda velocidad sobre mi miembro.

 

Me la chupó con la habitual destreza, ella sabe como dar placer a un hombre y controlarlo por intermedio de sus bajas pasiones.      Sus labios envolvían delicadamente mi cabezota amoratada, el masaje y la succión eran mesurados, esto me provocó una especie de relajo y toda la tensión que había en mi se disipó.      Esto me permitió erguirme y disfrutar de sus exuberante belleza de mujer, así arrodillada sobre mi polla, podía apreciar esos pechos pesados que golpeaban con sus pezones mis velludos muslos, su sinuosa espalda con esos hoyuelos dibujados bajo su cintura, la redondez de sus nalgas albinas y el surco delicioso entre ellas.      Su rizada cabellera rubia seguía en un ritmo acompasado a libar de mi tronco enhiesto, como una mariposa que extrae el néctar de una flor.      Sus medias se veían muy excitantes envolviendo esos maravilloso muslos de ella.

 

Me chupó en modo magistral y no pude aguantar más, me calmé un poco y la deje disfrutar, pero sin mediar aviso, exploté en un potente chorro de esperma.     Sentí como se estremeció y emocionó al sentir mi tibia leche, aferró mi pene con sus dos manos y comenzó a ordeñar mi pija mientras succionaba todos los borbotones que de él salían.      Le gustó y tragó todo, esta vez ni siquiera una gota se escapo de sus labios.      Agarraba mi pene como una poseída y siguió chupándolo enfebrecida, cuando se dio cuenta de que ya no salía ninguna gota más de mi verga, se puso a limpiarlo con su lengua por todo alrededor.      Había sido una de las mejores mamadas de mi vida.      Me miró con ojos brillantes de satisfacción:

—¿Te gustó? … ¿O no? …

Desnudo en la cama y todavía con algunos tiritones en mi cuerpo, solo asentí con mi cabeza.      La pregunta era del todo retórica, por supuesto que una mamada de esas ya la quisiera uno todos los días, lo hizo solo para afirmar su posesión sobre mí.      Demostrar mi debilidad y que en esta lucha la vencedora era ella.      Tenía un aires de suficiencia, sonriente y triunfante.      Yo estaba a su merced, me miró a los ojos y me dijo:

—Para que sepas que solo yo puedo mamar tu pija así … nadie más que yo …

De repente me sentí otra vez como un ratón acorralado por la gata feroz y famélica.      Me dio rabia.      Me sentí menoscabado ante la exuberancia de esta mujer madura.      No podía seguir haciendo la parte del ciervo, me levanté en forma enérgica, la aferré por los hombros y la lancé a la cama sobre sus espaldas, me posicioné entre sus piernas y se las abrí en modo autoritario, levanté sus largas piernas hasta tocar sus tetas.      Era muy sexy para mí ver sus enormes tetas aplastadas en su pecho, abrí sus piernas y me abalancé a chupar y lamer esos protuberantes pezones obscuros, ella chilló y colaboró abriendo aún más sus piernas.      Su concha se desplegó en toda su belleza mostrando los hinchados labios mayores y su delicada carne rosácea empapada con su fluidos y lanzando lucientes destellos como si fueran de fuego.      Metí mi lengua en ese horno candente y delicioso, mientras mis manos se apoderaban de sus pezones.      Ella tiene sus pezones hipersensibles, la sentí chillar y menear su pelvis con su rostro desfigurado en una mueca de placer y lujuria.      Sentí que la balanza se compensaba y esta vez se inclinaba a mi favor, la estaba devorando, succionando sus fluidos, placando mi sed de su ser femenino, hurgueteando su coño y lamiendo su estrecho ano.      La batalla estaba teniendo otro vencedor ahora.

 

Empezó a revolcarse en la cama tironeando de mis cabellos, se retorcía, chillaba y su cuerpo estaba encabritado en espasmos demenciales de delicioso goce.      La observé un poco preocupado y, también un poco divertido, esta era la primera vez que la veía así, su reacción era inusual, ya no era la ejecutiva reservada y empoderada, era solo una cachonda mujer.     Abrió sus ojos y en susurro ronco me dijo:

—¡Fóllame! … ¡Fóllame como nunca lo has hecho! … ¡Fóllame fuerte! … ¡Me tienes loca! … ¡Te deseo dentro de mí! …

Sin esperar una respuesta de mi parte, se llevo sus manos a su chocho y abrió sus grandes labios de par en par mostrándome lo mojada que estaba.      Apenas me acomodé encima de ella, con una mano aferró mi pija y la tironeo guiándola hacia su cuevita empapada.      Todo lo que tuve que hacer, fue hundir mi polla en su encharcado coño abundantemente lubricado.      Después de la mamada mi verga seguía dura y después de las chupadas y lametones a su coño ella estaba excitada y deseosa de ser penetrada.  Embutí mi pene muy adentro de su vientre, ella me rodeó con sus piernas suavemente y sentí de estar inmerso en una nube de exquisita dulzura que contrastaba con la fiereza de su comportamiento anterior, ya el rol de cazador lo tenía otra vez yo.

 

La mujer que yacía inerme bajo de mi quería ser dominada y poseída, ya no había durezas ni angulosidades.      Se entregaba sumisa.      Ella sabia ciertamente asumir su rol de cazadora y su rol de presa.      Sabía gozar y hacer disfrutar a los hombres, era una verdadera mujer.      Gemía y ronroneaba bajo de mí, ya no era la tigresa, se había transformado en una gatita gozadora.

 

Acogió mi pija encorvando su espalda, mientras la penetraba dulcemente, sus piernas envolvieron mi cintura y se apretó a mí experimentando un inmenso placer, después de tres años de viudez, su coño se había achicado y apretaba estrechamente mi verga que se movía con agilidad dada su abundante lubricación.      Su conchita era de felpa y parecía mimar mi pija con su envolvente calidez.

 

Mientras yo la follaba ella se masturbaba para incrementar su placer, estábamos saboreando el momento cada uno de un modo diferente.      Prácticamente mi pene solo estimulaba su lascivia y lujuria, muy luego comenzó a correrse y a ratos me besaba y apretaba y en otros continuaba a masturbar su coño que se contraía enérgicamente alrededor de mi pija.      No podía resistir mucho con toda esa estimulación, sentí mi semen comenzar a brotar, me detuve abruptamente y la miré, ella se estremeció al sentir la tibieza de mi esperma, me miró con ojos casi suplicantes diciéndome:

—¡Por favor, no! … ¡No te detengas! … ¡Dámela toda! … ¡Córrete en mí! …

Con largas y profundas penetraciones, retomé mi ritmo, esta vez ella solo se abrazó a mí y comenzó a temblar con veloces espasmos pélvicos y contracciones de su coño, me corrí en un caudal de esperma y me descontrolé inyectando mi semen profundamente en su acogedora vulva.      Empujé con todas mis fuerzas, más y más rápido, mi pija pareció crecer todavía más deslizándose y llenando por completo su coño.      La follé sin piedad hasta que mis embestidas tocaron su matriz y mi semen se esparció dentro de sus rosadas entrañas.      Ella gemía de placer apretada a mi cuerpo, me araño la espalda y mordió mi hombro mientras bufaba sollozando de lujuria, cada empuje venía acompañado de un chillido y retorcijones de su chocho que comenzaba a rezumar semen.

 

Me excitaba ver su rostro congestionado en una mueca de exquisita agonía, sus ojos cerrados y su boca como queriendo expresar un mudo alarido que nunca emitió.      Ella continuaba a apretarme y a jadear, yo continuaba a follar su coño encharcado, excitado por el orgasmo infinito que ella experimentaba.      Luego nos quedamos quietos, solo nuestras afanosas respiraciones llenaban el cuarto y apagaban cualquier otro ruido.      Estábamos sudados, estábamos unidos por nuestros sexos, estábamos agotados de amarnos, estábamos en un mundo que era solo para nos dos.      No sabía si la había lastimado o no, ella vibraba perdida en el limbo de su placer y ambos continuábamos con nuestros guturales sonidos animalescos, nos habíamos poseídos como macho y hembra de nuestra especie animal y me derrumbé a su lado.

 

No se cuanto tiempo transcurrió, pero ella rompió el silencio acuchándose a mi cuerpo y susurrando cerca de mi oído:

—¡Que hermoso es tenerte de nuevo en mí! … ¡Podría apostar que no pensabas de estar follando a tú suegra! …

Levante la cabeza y la miré a los ojos:

—Nadie folla como tú … no puedo imaginar a nadie cuando estoy contigo … acaparras todos mis sentidos y monopolizas mi mente … no hay cupo para nada más que para ti … puedes ver que mi polla continua dura y eso solo tú lo logras … quiero poseerte infinitas veces …

—¿Pero sueñas con tenerme a mi y a mi hija juntas? …

—Desde que conocí a Luisa, ella me hablaba de ti en modo orgulloso … eres un orgullo de mujer para tu hija … aún antes de conocerte me sorprendiste y me gustaste por el modo en que tú hija hablaba de ti … después … esa primera vez que te vi fue inolvidable … había mucha clase y elegancia en ti … te veías poderosa y empoderada del mundo … opacabas … aunque a tú marido, que en paz descanse … sigues siendo esa mujer excepcional … y sigues gustándome …

—¿Pero pensaste alguna vez en que follarías conmigo? …

—A decir la verdad … no te mire sexualmente al principio … pero al cabo de un breve tiempo me di cuenta de que emanabas fuego … tu aura hacía subir mi temperatura y, más de una vez imagine de follarte cuando lo hacía con tu hija … ella es un clon tuyo … quizás tus senos son más grandes que los de ella … pero cuando está embarazada te supera en la talla de su sostén … me encantan las tetas tuyas y las de tu hija …

—¿Solo nuestras tetas? …

—¡Por supuesto que no! … son muchas las coincidencias que hay entre tu y ella …

—Sabes que una vez le comenté a Luisa sobre ti y le dije … “Hija tú marido me gusta mucho” … me miró y lanzó una carcajada … luego se alejó mirándome intrigada … no se si me creyó o no me creyó … pero yo si me imaginé teniendo sexo contigo … claro que esto no se lo dije … ¿Te imaginas lo que hubiera pensado de su madre? …

—Quizás le metiste la fantasía del trio … creo que te aceptaría a ti en nuestro lecho …

—¿Tú crees? …

—No hay modo de estar seguro … pero lo averiguaré apenas se recupere de su parto …

—¿Y cómo lo harás? …

—Mientras tengamos sexo … debo esperar el momento oportuno … te haré saber …

—Ahora la fantasía me la has metido tú a mi …

—¿Solo la fantasía? … mira como está mi pija de dura …

—¿Me quieres meter también tu coso tieso? …

—¡Estás toda mojada! … ¡Será como un resbalón! … ¡Entrará solita! …

—Tu la tienes muy grande y siempre me dejas el coño hecho un desastre … ¡Me duele! …

—¿Y que hay de tu culito? …

—Sí … ¿Pero me dejas hacerlo a mí modo? …

—¡Pues claro! … muéstrame cual es ese “A tú modo” …

Magdalena sonriéndome se enderezó y me montó a horcajadas dándome la preciosa espalda blanca y lisa, luego tomó mi pija la untó con fluidos de su coño, se metió dos de sus dedos bañados en los mismos líquidos delicadamente en su trasero, para después apuntalarlo contra su pequeño orificio y con el peso de su cuerpo lo hizo entrar en su apretado trasero, centímetro a centímetro mi pija se hundió como un torpedo de carne en su maravilloso culo, ella movió sus caderas y se sentó en mi verga, para luego estirar sus piernas hacia adelante y dejarse caer suavemente hacia atrás, pase mis manos por su torso y me apoderé de sus senos, sus pezones estaban duros y sus tetas esponjosas, la sentí gemir cuando termino de acomodarse extendida sobre mi pecho y mi pija profundamente enterrada entre sus glúteos, giró como pudo su cabeza y beso mis labios:

—Ahora fóllame … lento y suave … hazme sentir tu pija … pero no me hagas daño … ¡Vamos! … muéstrame cómo lo haces … hazme sentir como una puta caliente, tesoro … como a ti te gusta …

Gracias a mi juventud mi miembro estaba durísimo y hundido profundamente en su trasero, la tomé por sus caderas y comencé a follarla con suaves y lentos embistes, haciéndole sentir toda la longitud de mi pene en su estrecho recto.      Magdalena gemía y a un cierto punto con sus piernas separó las mías, acomodándose ulteriormente haciendo una especie de movimiento de vaivén sobre mi pija que entraba y salía de su culo haciéndola chillar con cada empuje de mi polla.

 

¿Cómo es que la madre de mi esposa logra calentarme tanto? No tengo una respuesta, pero me encanta follar a esta mujer madura que sabe gozar y tomar lo que quiere.      Follé sus posaderas en esa posición por largo rato, besando su cuello, sus lóbulos, mordisqueando sus orejas y susurrándole palabras cachondas que sé que a ella le gustan.      Después de un rato y mientras abarcaba sus tetas con mis manos, ella me dijo:

—Empuja mi espalda … ayúdame a sentarme …

Hice lo que me pidió y quedo sentada empalada en mi verga, luego sin quitar mi pija de su orificio anal, comenzó a girarse hasta quedar vuelta hacia mí, lo que me permitió una mayor libertad para jugar con sus pezones, tironearlos, lamerlos, chuparlos y mordisquearlos, además, la vista de esos enormes pechos era un incentivo más para follarla con fogosidad renovada, cosa que ella agradeció abrazándome estrechamente y comenzando a temblar y a intentar morderme, mientras empujaba su culo sobre mi verga.      Cuando sus espasmódicas convulsiones cesaron, ella calmadamente levantó sus glúteos de mi polla tiesa y se colocó a cuatro patas sobre la cama:

—Házmelo a lo perrito … llena mi trasero con tu leche … ¡Vamos! …

No me hice repetir la cachonda oferta y rápidamente me coloqué detrás de ella que con sus manos abría sus glúteos para mí mostrándome su esfínter redondeado y amoldado a mi pija, no ofreció ninguna resistencia al momento de volver a penetrarla, luego tome sus caderas y comencé un enérgico movimiento de mete y saca que la hizo enroscar sus dedos y atrapar las sábanas con fuerza echándose hacia adelante y apoyando su cabeza en una almohada.      Las medias rojas se habían ido bajando y ahora estaban enrolladas a la altura de sus rodillas, me excitó mucho la vista de su culo con esa forma perfecta de corazón, sin duda sus posaderas eran todo un esplendor, un hermoso trasero para una mujer de su edad.      Su espalda se arqueó y volvió a convulsionar:

¡Oooohhhh! … ¡Ooohhh! … ¡As-si mme gu-ustaa! …

Bombeé su trasero con mayor vigorosidad, insensible a sus chillidos y gemidos, hundiendo mi verga con profundos golpes que a veces la hacían gritar.      El todo como una deliciosa maldad al sentirla berrear como un animal herido, con sus manos hacia atrás engarrotadas tratando de detenerme sin pedirlo verbalmente y sin oponerse en modo alguno a mis potentes empujes contra sus nalgas.      No podía ver su rostro ya que lo mantenía escondido en la almohada, pero bufaba y resoplaba moviendo sus nalgas contra mi pija.

 

Me pareció que gritaba de dolor y de placer, me giré a ver nuestro reflejo en el espejo del armario y pude notar que su boca estaba en una mueca de goce en las postrimerías de su nuevo orgasmo y, sus nalgas se agitaban con los continuos golpes que le procuraba a su trasero, sus ojos estaban cerrados y sus labios de rojo intenso hacían ver que sus blancos dientes estaban mordiendo la almohada.      Las persianas estaban abiertas y se filtraba la iluminación de la calle.      Una cuadras más allá estaba mi mujer a punto de abrir sus piernas para dejar salir a nuestro hijo y aquí en la habitación de mi suegra estaba yo perforando sus nalgas abiertas de par en par.      La situación era un tanto bizarra.      Ella gemía cada vez más fuerte, resoplaba y berreaba en señal de que le complacían mis fuertes embistes a su culo y, por tercera vez, mi orgasmo hizo vibrar el cuerpo esbelto de mi suegra inundando su recto cálido con mi esperma abrasador.

 

Saqué mi pija chorreando borbotones de semen que escurrieron por su glúteos y nalgas hasta que comenzó a humedecer sus rojas medias.      Ella se tocaba su clítoris frenéticamente y casi al mismo momento tuvo un orgasmo furioso, dejando escapar unos gruñidos y chillidos animalescos, después de que se derrumbó sobre la cama con sus boca jadeando por aire fresco.      Yo me derrumbé a su lado con mi pija goteando sobre su muslo.      Nos quedamos ambos quietecitos, sin decir nada, solo respirando afanosamente.      Me sentía cansado después de esta larga follada, esperé de recuperar mi respiración acostado a su lado.      Magdalena se había quedado dormida profundamente por el cansancio y probablemente por el alcohol que había bebido precedentemente, la miré con su cabellera sobre la almohada.      Ya no era una niña, pero si una bella mujer.      Su maquillaje se había arruinado con los arrumacos de ambos, pero su expresión era impagable, era de una mujer feliz y satisfecha.   Silenciosamente salí de su cuarto y me fui al mío, yo también necesitaba un poco de descanso.

 

A la mañana siguiente me despertó un ruido proveniente de la cocina, mi suegra hablaba y atendía a mi hijo pequeño.      Me costó un momento salir del limbo donde me encontraba y enfocar mis ojos borrosos.      Entonces comencé a recordar lo que había sucedido la noche anterior.     Me levanté y caminé somnoliento hacia la cocina.      Mi suegra acababa de preparar el desayuno, levantó su vista y pude darme cuenta de que estaba ofuscada por algo.      Su mirada un tanto fría y con un dejo de indignación.      No entendí el por qué, pero me dio rabia y controlé mi ira solo por la presencia de mi hijo pequeño.      Me confundía su modo de actuar; anoche me había buscado y se había entregado a mí por completo.      Ahora me trataba en modo displicente, hasta con un cierto desprecio.      Nos sentamos el uno frente al otro sin decir palabras.      Nada hacía pensar en que anoche nos habíamos solazado sexualmente ambos.      Me refugié en mi esquina igual que un boxeador.      Cuando terminé mi café ella rompió el silencio:

—¿Te gustó nuestra reunión de anoche? …

Me anduvo descolocando un poco, así que respondí balbuceante un lacónico:

—Sí …

—A mí también y … me gustaría hacerlo de nuevo … si es que tú quieres …

—Sí, me gustaría … pero …

—Sí, lo sé … Luisa está todavía en la clínica y en unos días más saldrá … por lo mismo que me gustaría estos pocos días que nos quedan para aprovechar y hacerlo todos los días … ¡Ah!, y esto debe quedar solo entre nosotros … no quiero que mi hija se entere de nada …

—Para mí está bien …

Me sonrió complaciente al ver que quien daba las indicaciones era ella y yo solo obedecía.      Me levanté para ir al baño a ducharme y ella me pregunto:

—Alberto … ¿Cómo quieres que me vista esta noche? …

Realmente mi cabeza estaba ya en mi señora y la clínica, así que no entendí su pregunta, ella me miro impaciente y agregó:

—¿Prefieres una tanga o un babydoll, o solo una enagua? …

—¡Ah!, bueno … yo sé que tienes algunos teddys … con unas medias negras … ya eres hermosa y te verías aún más linda …

Me volvió a sonreír y luego concluyó:

—Está bien … ahora ve donde tú mujer … me la saludas … yo me encargaré del niño …

Me quedé en la clínica todo el día, el tiempo se me hizo interminable, pensaba en mi suegra en paños menores, luego miraba el rostro de mi mujer, son muy parecidas.      Claro ahora mi mujer tienes unos pechos desbordantes debido al embarazo, normalmente son más pequeños que los de mi suegra, la maternidad le había dado algunos cambios aumentando sus formas generosamente.      Sus pechos plenos ahora estaban llenitos de leche para nuestro hijo, su sostén humedecido, delataba como el líquido materno escapaba por sus pezones, me excitaba verla así, más de una vez le pedí que me dejara chupar sus tetas engrandecidas, pero me lo había negado por miedo de que alguien nos pudiera descubrir, además, que al igual que su madre, sus pezones son hipersensibles y ella se excita con mucha facilidad, pero me pidió que la acompañara al baño, donde procedió a darme una mamada magistral.      Se ve que está en sus genes, es una inigualable mamadora al igual que su madre.      Solo que su madre la superaba de mucho, no pude evitar de hacer la comparación mientras tragaba mi semen.      Rasgó un poco de papel higiénico y se limpio la boca, un hilillo de semen le había escurrido por la comisura de los labios, me miró sonriendo:

—¡Qué buen sabor! … Creo que podré resistir sin comer nada más hasta la hora de almuerzo …

A media tarde el personal de la clínica me dijo que la visita había terminado, así que me fui a casa.   Estaba empezando a obscurecer cuando toqué el timbre, mi suegra mi abrió y me dijo:

—El niño ya duerme … ¿Por qué te demoraste tanto? …

Después de eso se abalanzó entre mis brazos y comenzó sus fogosos avances, la abracé, ella vestía su bata y pude entrever los encajes del Body de color negro, no pude retenerme y abrí su bata, lucía preciosa con su Teddy color negro con ribetes azules y con la abertura de sus piernas muy en alto, mas arriba de su cintura, las medias negras de red también se veían muy eróticas.  ¡¡Me había obedecido!! La abracé y puse mis manos en su generoso trasero, sus nalgas prácticamente estaban desnudas, animado por su belleza, puse mis manos en sus pechos traslucidos bajo la prenda trasparente.      Me miró y acompañando mi mano con la suya sobre su teta derecha, me dijo:

—No tengo ni sostén ni bragas! …

—¡Y así deberías andar siempre! … ¡Nadie se daría cuenta! …

—Pero yo sí …

—Pero es solo cosa de costumbre … después de un rato ni menos tú lo notarías …

Me miró con un poco de desdén, y agregó:

—¿Y quien podría obligarme a andar sin bragas y sin sostén? …

—Yo … yo te obligaría a andar sin nada debajo … para que sientas que es caminar por la ciudad sin tus paños menores …

—¿Estas loco? … ¿Qué pensaría la gente de mí? … ¡Todos me conocen! …

—Pues, nadie lo sabría … solos tú y yo …

Mientras le hablaba, le acariciaba el coño sobre su Body, metí mis dedos entre sus piernas y desabroché los broches y su coño desnudo lo cubrí con mi mano, ella gimió sintiendo su piel expuesta. Sin decir palabras bajé el cierre de mis pantalones y tiré fuera mi pija, colocándola entre sus piernas desnudas.      Estábamos en la sala y la empujé hacia la mesa del comedor.      La misma mesa donde habíamos cenado tantas veces en compañía de mi esposa, la levanté sentándola al borde y empujé suavemente mi verga dentro de su coño abundantemente mojado.

—¡Hmmmm!, cariño … eso se siente muy rico … ¿Me vas a tomar aquí en el comedor? …

—Sí … luego lo haremos en la cocina … el baño … en la terraza … te follaré en todas las habitaciones de la casa …

—¡Oh!, Ssiii … házmelo por toda la casa …

La hice recostar sobre la mesa, yo de pie, levanté sus piernas y las apoyé en mis hombros, luego tiré de su culo para penetrarla profundamente.      Tal cómo la noche anterior, la follé con enérgicos empujes hasta tocar el fondo de su coño.      Escuché pequeños chillidos de dolor y a ratos como si quisiera hacerles el quite a mis estocadas profundas, pero no la solté ni un solo momento, luego sus gemidos eran solo de placer.      Caliente como estaba, el roce de su estrecho chocho, me hizo correrme y comencé a llenar su barriga de semen, ella se aferró y tiró de mis manos para empujar su concha contra mí pelvis, casi en sollozos:

—¡Fóllame! … ¡Lléname! … ¡Préñame! …

Le llené su chocho de crema caliente, inmediatamente después se la quité y le prohibí que se limpiara o que cubriera su coño.      Así cómo estaba nos fuimos a la cocina y ella me sirvió la cena, mientras cenábamos ella me decía que mi semen le escurría por sus muslos y piernas, yo le repetí que no se atreviera a limpiarse, de tanto en tanto cuando ella se levantaba a traer un nuevo plato, le metía mis dedos en su chocho para ver qué tan mojada estaba y ella juntaba sus piernas un tanto avergonzada.  Cuando trató de protestar, la miré con aire severo y la apunté con un dedo:

—¡Cállate! … ¡Solo obedéceme! …

Bajo su cabeza y continúo caminando por la cocinas con su coño rezumando semen.      Me estaba dando cuenta de que su altanería no era tal, lo hacía solo para ocultar su docilidad y me prometí que me aprovecharía de ello, apenas despejó los platos de la mesa de la cocina, empujé su cabeza para que apoyara sus tetas sobre la mesa, me abrí el cierre de los pantalones y mi pija estaba pronta para penetrarla otra vez, en esa posición se aferró a los costados de la mesa y recibió toda mi polla que chapoteó en su encharcado coño lleno de esperma.

 

Pasamos parte de la velada follando sobre su cama, había puesto sabanas rojas, lo hicimos en la clásica posición a lo misionero y luego ella me montó a mí.      Me encantaba mirar su rostro al momento de correrse, además, no me recordaba de haberla visto asi de caliente en otras ocasiones, cosa que me intrigaba no poco.      Mientras nos reponíamos abrazados le pregunté:

—¿Por qué me dijiste “Préñame” cuando te follaba sobre la mesa? … cuando sé por tu hija que te sometiste a una ligadura tubárica hace muchos años atrás …

—Simple … quiero un hijo tuyo … así que fui a que me desligaran las trompas … y como estoy ovulando … quise que me follaras todos estos días … y así quien sabe … podría ocurrir que …

—Pero estás loca … ¿Cómo se te vino a la cabeza semejante barbaridad? …

—Le has hecho dos bebés a mi hija … ¿Por qué no puedes hacerme uno también a mí? …

—¡Mujer loca! … ¡Yo estoy casado con tu hija! … ¡Tú eres mi suegra! … ¿Entiendes eso? …

—Yo conozco a mi hija mejor que tú … estoy segura de que ella me apoyará … yo hablaré con ella … tú no debes intervenir en cosas nuestras …

—¿Y crees que Luisa lo aceptará de buenas a primeras? …  

—Estoy completamente segura … la conozco y se que querrá un hermanito … para que juegue con vuestros propios niños …

—No sé … a mí me parece la cosa más loca que he escuchado de ti últimamente … pero a decir la verdad la idea no me desagrada …

—Será lo más hermoso que harías por mí …

—Había que quebrar algunos huevos para hacer esta tortilla, ¿lo sabes? …

—No me hables crípticamente … exprésate claramente, por favor …

—Quiero decir que deberemos confesar a tu hija lo nuestro …

—¿Y tú piensas que ella no lo sabe? …

—En realidad no lo sé … a menos que tú le hayas dado a entender algo …

—Alberto … ella es una mujer … nosotras tenemos intuición femenina … y sé que ella lo intuye … aún cuando no lo manifieste … por eso estoy segura de que entenderá mi punto de vista …

—¡Umh! … ¡Sí tú lo dices! …

No me quedé para nada tranquilo pensando en que pudiese preñar a Magdalena, pero mi orgullo de hombre me decía que estaba bien que mis genes se multiplicaran en estas dos bellísimas hembras, de todas maneras, la situación misma me impidió de seguir follándola, había muchas cosas por aclarar en esta bizarra idea de ella.

 

(Continuará …)

 

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Aprendiendo a conocerse.
Feliz Cumpleaños Tammy – Tawnee Stone – Tributo a una Diosa

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