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Embarazada por mi hijo.

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Miré hacia abajo desde el balcón y vi a mi primogénito salir del portón del edificio en dirección al colegio, iba en su bicicleta azul, Alberto tiene catorce años y es un niño sano y bien criado.      Soy Luisa, de treinta y seis años, viuda hace cuatro, mi marido pereció en un accidente automovilístico.

El sexo con mi marido siempre fue muy bueno y casi a diario, le echo de menos sobre todo en mi lecho vacío.      Tenía varías amigas casadas y a veces me comentaban como habían sido folladas maravillosamente por sus maridos durante la noche.      Una profunda amargura me embargaba cada vez que escuchaba sus conversaciones.      Yo ya no tenía a mi hombre y no disfrutaba del modo en que disfrutaban ellas.      Era una cruz muy dura de cargar para mí.      Algunas veces veía una película porno y eso facilitaba mi masturbación.      Pero una verdadera cogida con una verdadera polla dura y palpitante en mi coño, era lo que mi cuerpo anhelaba desesperadamente.

Comencé a notar que mi hijo me espiaba, vivíamos solos él y yo en casa.      Siendo él un niño, muchas veces me cambiaba con la puerta de mi habitación abierta sin preocuparme de que él pudiera verme desnuda, soy su madre, pensé.

Después noté que algunos de mis calzones aparecían estar sucios y duros en la parte de mi entrepierna, olisqueé la tela de algodón y reconocí de inmediato el olor a semen.     ¿¿Puede ser posible que sea mi hijo que se masturba con mis tangas??   No hay nadie más que él en casa.      Él es el único hombre de casa.      El semen de mi hijo me disturbó inmediatamente.

No dije nada, no quería ponerlo en dificultad o herir sus sentimientos.      Pero no pude contenerme por mucho tiempo y un día le pregunté:

—Alberto … no encuentro unos calzones rojos que me saqué anteayer … ¿Los has visto entre tus ropas? …

—¡Ehm! … mamá … yo … ¡Uhm! … no … no los he visto …

 Se puso rojo como un tomate y su tartamudeo lo delató.      No quise insistir y continué con la lavandería como si nada.      Pero a la semana siguiente, encontré un par de mis bragas debajo de su almohada, estaban frescas y húmedas del semen de mi hijo.      Mi hijo olfateaba mis bragas y se daba placer con ellas, a mi hijo le encantaba el olor de mi chocho y bañaba mis bragas con su esperma.      Mientras pensaba en eso, me vinieron a la mente pensamientos confusos.      No estaba disgustada, es más, creo que me gustaba tener ese poder.      El poder de hacer que una polla de verdad se pusiera dura y expeliese cargas de lefa caliente en mis calzones usados, pero esa lechita era de mi retoño.

Me disturbaba toda esta situación, pero no dejaba de calentarme, comencé a preguntarme como podría hacer para sentir su placer junto a mí.      El pensamiento de una polla dura no me daba paz, quería follar una pija de verdad.       Cada vez me parecía ver más a mi esposo en el cuerpo de mi hijo.   Recordaba la dura verga de mi marido e imaginaba a mi hijo masturbando su polla y rociando mis calzones.      Necesitaba ese mismo pene llenando mi coño y saciando mi hambre de polla.      No estaba segura si un muchacho de catorce años pudiera estar preparado a tener relaciones.

Pero yo le puedo proporcionar toda la experiencia que pueda necesitar.      Solo tenía que encontrar el modo de acercarme a él y violarlo.      No podía ser algo violento, debía hacerlo parecer natural y normal, pero ¿¿Cómo??

Ese día estaba con toda mi calentura, mi coño se humedecía y me cosquilleaba, me sentía lujuriosa y cachonda, estaba desesperada por una buena follada.      Como a eso de las diez subí las escalas a mi dormitorio y me desnudé por completo, así desnuda me miré en el espejo del armario y vi que mi cuerpo se mantenía firme y delgado, mis senos aunque no muy grande, se veían de buen tamaño y muy firmes.      Los oscuros rizos formaban un triangulo perfecto sobre mi coño y se habían formado unas gotitas que rezumaban de los labios húmedos de mi chocho.      Temblando de deseo me quedé ahí contemplando mí figura y ya no me cabía ninguna duda, debía follar con mi hijo.

Con mucho cuidado me deslicé en el cuarto de Alberto y sigilosamente abrí la puerta.      Allí estaba mi pequeño durmiendo boca arriba.      Con cautela me acerqué a su cama y lo miré, tenía una cara de angelito.      Me arrodille junto a su cama y lentamente mi mano y parte de mi brazo se perdieron bajo el edredón.      Es costumbre nuestra dormir desnudos, así que mis dedos hicieron contacto con su muslo y puse mi mano entre sus piernas.      Él estaba profundamente dormido y no hizo ningún ruido cuando mi mano toco su pija blandengue.      ¡Guau! Como había crecido.      Su pene era suave, como terciopelo, se sentía consistente en mi mano, pero todavía estaba fláccido, sentí la temperatura y los latidos de su miembro viril y algunos temblores sacudieron su cálida y carnosa pija, como si estuviera soñando.

Muy despacio sentí como su polla se hinchaba en mi mano, muy suave y delicadamente amasé su encantadora y candente pija de niño.      Que luego adquirió unas dimensiones grandes, con una cabezota a forma de hongo, muchas venas nudosas y un potente latido que parecía remecer mi coño que no cesaba de humedecerse.      La verga de Alberto estaba dura como leño y lo escuché respirar afanosamente, acompañaba sus gemidos a movimientos de su pelvis mientras mi mano lo masturbaba con dulzura infinita.       Improvisamente él se sentó en la cama atónito e incrédulo:

—¡Mami! … ¿Qué haces? …

—¡Sssshhhh! … Tranquilo … mami te necesita por un ratito …

Entonces empujé el edredón a un lado y pude ver su magnifica pija erecta y palpitante, la polla de mi hijo adolescente estaba caliente y palpitante en mi mano.      Era casi tan gruesa como mi muñeca y cercana a unos dieciocho centímetros.      Me atraía como un embrujo, como un imán mis labios se acercaron a su glande brilloso y mi lengua barrió ese glande redondeado y amoratado.      Lo sentí vibrar en mi boca.

—¡Oooohhhh!, mami …

Levanté mí vista y enfrenté sus ojos inquisitivos que brillaban como luceros.

—Solo un ratito, amor … mami te necesita por un ratito …

Gimió suavemente y su cabeza se desplomó sobre la almohada.      Sentí que le gustaba lo que le estaba haciendo y lo disfrutaba casi tanto como yo.      Estaba violando a mi hijo que yacía completamente indefenso con su polla de niño dura en mi boca.      Gocé malditamente de su pene grueso y duro.      Pero no podía detenerme ahora, mi cuerpo me pedía más.      Entonces me subí a su cama y me monté a horcajadas sobre su vientre.      Alberto respiraba apenas, me miraba maravillado.      Había muchas preguntas en su mirada pubescente, pero la magia del sexo lo hacia responder como la naturaleza lo había programado, gozar de un coño femenino, gozar del coño de su propia madre.      Había atrapado su pija entre mis manos y restregaba el voluminoso glande en mí encharcada hendedura vaginal, respirando afanosamente le bese la frente y descansé mis pechos en sus pectorales.      Alberto continuaba a mirarme asombrado.

—Hijo … tienes que hacérmelo … tienes que ayudar a mami … ¿lo quieres verdad? …

—Mami … me gusta … ¿Qué quieres que haga por ti? …

Empujé suavemente su glande hinchado en mi coño, abrió sus ojos de par en par y también su boca carnosa, me agaché y lo bese mientras con el peso de mi cuerpo hundía su pija caliente dentro de mi resbaladizo chocho.      La gruesa cabezota se adentraba por fin en mi empujando los pliegues rosados, engurruñados y estriados de mi vagina bañada de fluidos.      Centímetro a centímetro su pene entró profundamente en mí y mi coño aterciopelado lo encerró como si se tratara de un tesoro divino y escuché como la respiración de mi hijo se aceleraba.      Me sonreí con una mueca de dolor y placer cuando la punta de su pene presionó mí cuello uterino, estaba totalmente empalada en la verga de mi hijo.

—¡Oooohhhh! mamá …

Me senté sobre los muslos de él, mis glúteos se apoyaban en sus piernas.      Para su edad, su pija era tan o más grande que la de su padre y la sentía vibrar toda entera dentro de mi vientre.

—¡Oooohhhh! Mi querido muchacho …

Yo gemía alucinando en su verga y él gemía disfrutando a su madre, era un loco placer reciproco e incestuoso.

—¡Ooohhh!, mamá … eres tan suavecita y caliente …

—¡Ooohhh!, dulce chico … que pija tan maravillosa que tienes …

Muy lentamente comencé a moverme verticalmente y a ratos a vaivén, cada vez lo empujaba más y más dentro de mí, presionaba mí matriz causandome escalofríos y espasmos que descontrolaban mi cuerpo.

—¡Ooohhh!, mamá … que sensación más maravillosa es esta …

Lo aferré por los hombros y lo amarré con mis piernas.      Con energía y velocidad lo llevé a colocarse sobre mí.

—Ven, querido … ven encima de mamá … déjate llevar hasta el final …

Lo sentí como se acomodaba y empujó con sus caderas dentro de mí.      Finalmente, mi hijo me estaba follando.

—¡Aaaahhhh! … que rico se siente, mamá …

—Sí, querido … folla a tu madre … lo necesito tanto …

Le dije abrazándolo contra mi pecho, en forma natural e instintiva, Alberto comenzó a enterrar su verga en mi excitado coño.      Con fuertes golpes de riñón me ensartaba una y otra vez, hasta que me hizo gritar y pedirle que me lo siguiera haciendo, que me lo diera todo, que lo necesitaba fuerte y potente dentro de mi coño.      Sus embestidas eran duras y feroces, la bolsita con sus cojones rellenos de semen golpeaba una y otra vez mis glúteos.      Levanté mi pelvis para recibir todo su miembro dentro de mí, luego levanté mis piernas abriéndolas lo más que pude.      Eran más de cuatro años que no sentía una verga dura dentro de mí y a ratos parecía que me iba a correr, pero me contuve todas las veces, quería sentir esta sensación al infinito.      Mi bebé me follaba con dedicación, como a su amante más amada.      No parecía tener solo catorce años mi hijo amante.      Instintivamente me follaba con todo su ímpetu de juventud.     Necesitaba grabar estos momentos en mi mente.      Me detuve un momento y mi hijo me miró con su rostro feliz, parecía haber tocado el cielo con sus dedos, miré sus profundos ojos azules y le dije:

—Hijo … sácalo por un segundo …

Alberto me obedeció y vi como su enorme pija salía brillando con el jugo de mi coño, sentí un vacío gigantesco cuando salió todo.      Cuando estaba todo fuera, levanté mis piernas y tomé mis pantorrillas con mis manos, luego abrí mis muslos ofreciéndole mi coño totalmente abierto a su maravillosa polla, ahora mi coño estaba a su completa disposición para que me follara como él quisiera.

—Vuelve a meterlo, cariño … por favor mételo todo …

La gruesa cabeza de su glande brillaba hinchada justo sobre la ranura de mi sexo, se apoyó en sus brazos mientras su gran verga se hundía profundamente en mi coño invitante.      Se hundió tanto que lo rasguñe con mis uñas y chillé con escalofríos pre orgásmicos, jadeé controlando mi respiración y los espasmos que hacían tiritar a mis piernas.

—¡Ooohhh!, cariño … ahora fóllame fuerte … mami está a punto … fóllame duro, tesoro …

Las embestidas de mi hijo eran deliciosas, oleadas de placer comenzaron desde mi bajo vientre, su cuerpo chocaba violentamente contra el mío, me estaba volviendo loca con su enorme tronco arrastrando parte de mi vagina dentro y fuera de mí cavidad.      Gemía, chillaba y me apretaba a él desesperada en miles sensaciones y todavía no me corría.      Follamos deliciosamente y nuestros cuerpos fueron presa fácil de la lujuria y el placer.         Por un momento como un flash, mi mente se horrorizó pensando en que estaba en el periodo más fértil de mi ciclo, pero no me importó.      Me fusioné con mi hijo.      Él me follaba en manera exquisita, su polla arrastraba mi coño, mi coño envolvía su pene, estábamos convertidos en un solo ser.      No podía contenerme más, el placer era abrumador, me sobrepasaba, mi cuerpo comenzó a convulsionar y grité.

—¡Oooohhhh! … ¡Hmmmm! … ¡Hmmmm! … ¡Aaahhh! … querido … acabooo … ¡Ooohhh! …

Alberto no se detuvo, continuó a embestirme con su polla tiesa, me agarré de sus hombros revolcándome bajo el peso de su cuerpo juvenil, jamás mi clítoris había palpitado de esta manera, no paraba de correrme con los continuos golpes de riñón de mi hijo y sentí como mi matriz se abría para recibir su semilla.      Quería ser impregnada por él.      Luego me arrepentí, es mi hijo, no puedo quedar embarazada de mi hijo, pero mi coño lo succionaba y apretaba con mis músculos vaginales.

—¡Oh, no! … Alberto, no … no te corras dentro de mami … puedo quedar embarazada de ti …

Jadeé y e un instante sentí como su polla crecía dentro de mí, se hinchaba y latía incontrolablemente, entonces chille al sentir el abrasador semen que recalentaba las paredes de mi matriz, estaba enviando su semen directamente dentro de mi útero, algo instintivo y maternal me hizo abrazarlo aún más, sus millones y millones de espermatozoos salían nadando directamente para fertilizar cualquier huevo que estuviese pronto, sentí que me estaba dando otro ser y me apreté sollozando a él.

—No, mamá … no puedo detenerme … mami, no puedo … ¡Aaaahhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ooohhh! …

Su semen continuaba a llenarme a borbotones y yo escondí mi rostro en su pecho, buscando refugio y sintiéndome feliz de ser mujer por él, por mi hijo.

Fueron unos siete u ocho potentes chorros los que rebalsaron mi coño, sentía mi vientre contraerse tratando de absorber su esperma al interior de mi coño fértil.      Me sentí embarazada desde ese preciso momento y ya nada podía hacer.      Fue tal la cantidad de semen que roció profundamente en mí que lo sentí de esa manera, me sentí fecundada por mi hijo.      Agotado y temblando con afanosa respiración, mi hijo se dejo caer a mi lado, levanté una pierna sobre su cadera y me apreté a él haciéndole sentir mis sudorosos y pegajosos senos.      Nos abrazamos sin decir palabra, siempre convencida de haber sido fecundada por él, lo acaricié sin descanso.      Me había follado deliciosamente bien y lo besé en la boca, le di un beso de amante, un beso de mujer a su hombre.

Su polla había resbalado fuera de mí y mi coño rezumaba su cálido semen, me había dejado llenita y palpitante, levantó su rostro para mirarme con esos ojos azul cielo, eran los ojos de su padre, tomé su cara y lo empujé contra mi pecho, suavemente él comenzó a chupar mi pezón y lo sentí de nuevo a mi hijo, como cuando era bebito, apreté mi teta contra sus labios y gemí susurrándole.

—Querido … haremos esto todas las semanas … los haremos juntos tu y yo … como ahora … así de rico … ¿te gusta? …

—¡Oh!, mami … soy tan feliz …

—Entonces de ahora en adelante puedes venir a dormir en mi cama … de ahora en adelante serás como mi esposo … podremos hacerlo todas las veces que quieras … y … cariño mío … es probable que tengamos una hermanita o un hermanito …

Dije feliz y balbuceante mientras me aferraba a su cuerpo …

 

 

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Mis experiencias sexuales como persona ciega II.

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  1. HOLA amiga mama, si tienes un hijo varon y vives sola con el y sospechas que se roba tus bragas tangas o calzones usados y se masturba con ellas escribeme, soy milena mujer de 46 años sexologa experta en estos temas taboo , contactme al veronica7766camila@outlook.com por favor solo escribanme¡ mujeres que sean madres no acepto hijos que me escriban ni honbres este tema es solo mara madres ok