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Tamara.

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Siempre me ha encantado ir a la piscina municipal.      Allí puedo refrescarme y tomar algún jugo de fruta natural, también gozar de la vista de esos hermosos y jóvenes cuerpos femeninos corriendo alrededor de la pileta cubiertos solo por diminutos bikinis.      Jamás había pensado en hacer algo con alguna de ellas, hasta el día de hoy.      Las circunstancias me acercaron a una pequeña y pubescente chiquita.

Estaba sentado disfrutando una granita de limón junto a unas galletas, cuando escuche una serie de gritos y una que otra palabrota.      Una hermosa niña se peleaba con sus amigos y salía del agua.      La observé desde mi puesto.

La hermosa mocosa de unos doce años, tenía un cuerpecito menudo, pero sus formas femeninas ya comenzaban a manifestarse, dos tetitas que inflaban graciosamente su diminuto bikini, cabellos rubios, lisos y mojados.      Me llamó la atención su infantil bikini rosa con flequillos.

No era nada especial, pero lucía asombrosamente lindo y tierno en ella.      Pasó a mi lado hacia una pileta para pequeños, una que estaba cercada de abetos, allí se sentó sola.      El resto de sus amigos continuaban divirtiéndose en la piscina que hacía olas.

Algo me empujo a levantarme y sentarme en la pileta junto a ella, el agua burbujeaba y ocultaba la parte inferior de ella, sin mirarla me senté a su lado.      Ella pareció no darse cuenta de mi presencia.   Al sentarme extendí mis brazos sobre el borde y mi mano quedó justo detrás de sus claros cabellos.   Ella no hizo ningún intento de moverse.      Me pareció ver una pequeña lágrima rodar por su mejilla.

La miré e hicimos contacto visual, ni ella ni yo dijimos nada.      Audazmente puse mi mano en su muslo, me miró como de soslayo, pero no hizo ningún movimiento.      Comencé a masajear su delicado muslo un poco de arriba abajo.   Proseguí mi osado movimiento acercando mis dedos al borde de su bikini.      Permaneció inmutable.      Entonces usé un poco más de fuerza y metí mis dedos bajo la delgada tela de su traje de baño.      Ella se estremeció y miro agitada hacia todos lados, pensé que se levantaría y escaparía, pero se quedó allí silente y separó un poco sus piernecitas.      ¿Me permitirá continuar?, pensé.

Temerariamente empujé dos de mis dedos hacia su panochita imberbe y las yemas de mis dedos palparon su hendedura femenina.      Ella desvió la mirada, pero permaneció sentada.      Mis dedos comenzaron a sobajear la parte superior de su pequeñito coño.      Por un momento se movió irrequieta, pero luego se relajó de nuevo.      Para mayor comodidad, saqué mis dedos y metí mi mano por su vientre hasta su panochita, posando todos mis dedos sobre su chochito infantil.      Fui más abajo y encontré sus estrechas y cálidas partes íntimas.      Quería penetrar su virginal coñito.      Hubo como un estremecimiento a través de todo su cuerpo cuando me detuve a atusar delicadamente su clítoris liliputiense.

Me encantaba su pequeña panochita.      Lentamente masajeé su sensible clítoris, ella levantó un poco su rostro y abrió sus labios sicalípticamente.      Una buena señal de que apreciaba lo que le estaba haciendo.      Vi que había llegado el momento oportuno y la penetré con uno de mis dedos.      La nenita se llevo una mano a la boca para no gritar y empujo su pelvis contra mi dedo.      Afortunadamente las burbujas del agua ocultaban prácticamente todo.      Comencé a trazar círculos sobre su clítoris continuando a masajear los labios de su panocha.      Después de un par de minutos empujé un segundo dedo dentro de su estrecho coñito y la penetré con mis falanges hasta el primer nudillo de mis dedos.      La escuché gemir y echó su cabeza hacia atrás en éxtasis, sus labios se mantenían entreabiertos.      A baja voz le pregunté.

—¿Cómo te llamas? …

—Tamara …

Fue su lacónica respuesta después de un sentido gemido de placer.

Tamara, de seguro no olvidaré ese nombre.      Ahora aumente el ritmo en que mis dedos follaban su preciado y apretado chochito, viéndola como disfrutaba, su orgasmo debía estar pronto.      Cuando sobajeé su clítoris con la palma de mi mano y empujé mis dedos un poco más profundo en su vaginita de criatura, ella convulsionó y su coño se contrajo apretando mis dedos.

Bajo el agua agitada enderecé sus pequeñas bragas, miré sus hermosos ojos celestes y me levanté.    Mientras subía los escalones para salir de la pileta, medio me volví y le dije.

—Tamara … por si lo quieres saber … vengo todos los miércoles … mas o menos a esta misma hora …

 

Luego me marché a los vestuarios.      Me pregunté si volvería a verla la próxima vez.

***

Cómo de costumbre, el miércoles sucesivo fui a la piscina en busca de relajo y pasar un momento de ocio.      Me senté a disfrutar de un café helado mirando la juventud a mi alrededor.      Los jóvenes se divertían en la gran piscina de olas y aguas arremolinadas.      Después de la última vez, mi atención estaba focalizada en buscar un particular bikini rosa con flequillos.      ¿Se atrevería a regresar?  ¿La volvería a ver?    ¿Me dejaría hacerle algunas cosas otra vez?   La tentación era fuerte.

De repente mis ojos se posaron en una sombra rosa en el agua.      ¿Será ella?     Tomé mi vaso y caminé alrededor de la piscina.      Sí, su bikini era inconfundible.      Se estaba lanzando una vez más por el tobogán.      Nuestras miradas se encontraron y vislumbré un ligero rubor en sus mejillas.      Le hice un pequeño y discreto gesto a modo de seña.      No esperé su respuesta.      Tenía que ser de su propia voluntad.      Continué a caminar alrededor de la piscina hasta unos apartados setos, donde había algunos jacuzzis tarifados y con un poco de intimidad, burbujeaban y liberaban deliciosos aromas.      Todo alrededor estaba bien protegido ya que algunas personas solían darse baños desnudos.      Estaban especial para Tamara y yo.

Tiré algunas monedas en los medidores y la vasca comenzó a llenarse.      Tomé asiento y esperé.      Si ella no venía al menos disfrutaría de un relajado baño.      Pero algo me decía que después del silencioso encuentro de la semana pasada, esta jovencita vendría en busca de más.      De hecho, al cabo de unos minutos asomó su cabeza entre los setos, la invité que se uniera a mí en la vasca.      Cómo dije antes, estos son baños individuales, para una sola persona.      Así que uno al lado del otro, no era posible, pues se sentó frente a mí.      El temporizador del baño dura unos quince minutos, por lo tanto el tiempo a disposición era limitado.      Le hice un gesto para que se diera vuelta y se pusiera de espaldas a mí, prontamente Tamara lo hizo y se puso de rodillas dándome una deliciosa vista de sus jóvenes nalgas, que estaban ligeramente por sobre el agua, pero no era esa mi idea.      Me hice hacia adelante, la tomé de sus caderas y la atraje sobre mí.      Ahora estaba sentada en mi regazo.      Se acomodó estirando sus piernas en medio de las mías.      Desde atrás y con mi mano debajo del agua, alcancé su joven coño una vez más, sobajeé su panochita por sobre la tela de su bikini.      Pronto ella echó su cabeza hacia atrás y se puso a gemir lascivamente.      Decidí ser un poco más audaz.

Metí mi mano por debajo de la tela de su traje de baño buscando esa tierna, suave y cerrada cuevita entre sus muslos.      Con mi dedo del medio toque sus mórbidos labiecitos y dibujé el surco de su canal vaginal, Tamara gimió cándidamente.      Entonces enganche mis dedos en la banda elástica de su calzoncito y tire de sus bragas hacia abajo y se las saqué completamente.      Tamara no opuso ninguna resistencia, sumisamente levantó sus nalguitas y me facilitó la tarea.      Después de sobajear y masajear sus labios hinchados, dejé que mis dedos se deslizaran un poco más abajo, hasta encontrar el minúsculo agujerito de su ano.      Juguetonamente, moví mis dedos acariciándoselo tiernamente, tratando de abrir su hoyito con las yemas de mis dedos, pero sin penetrarlo.      Tamara trató por un instante de cerrar sus muslos, entonces susurré en su oído.

—Deja … deja que te lave … no va a doler …

La sentí relajarse y lentamente empujé mi dedo medio en el anillo estrecho de su culito infantil.   Ella dio un respingo y abrió su boca como para gritar, rápidamente la sujeté y puse una mano en su boca, pero solo emitió una serie de ahogados gemidos.      Una vez que se acostumbró a la penetración anal de mi dedo comencé a follarla y con mi otra mano busque su clítoris.      Noté que el agua había dejado de burbujear, el tiempo se había cumplido, pero no me importaba nada.      Solo tenía ojos para mi muñeca que se contorsionaba moviendo su coño y su culito follando mis dedos.       Su esfínter y su ojete vaginal comenzaron a contraerse, Tamara jadeaba y se retorcía respirando afanosamente.      Casi en silencio aguantó unos violentos espasmos y se corrió respirando pesantemente, con mis dedos en lo profundo de su recto y su vagina.      Se desplomó sobre mí.      Nos quedamos quietos por un minuto.      Entonces dulcemente la empuje hacia adelante y salí de la vasca, la miré y le dije.

—Hasta la próxima semana …

No esperé su respuesta, mi yo interno, en secreto ya la sabía.

***

Otro miércoles, esperaba ansioso este día.      En la piscina me metí a nadar yendo contra las olas que se formaban en el extremo oriente.      Traté de entretenerme para dejar pasar el tiempo que avanzaba con extrema lentitud.      Me fui a beber mi bebida habitual.      Esta vez elegí una bebida Cola y me senté cerca del borde de la pileta principal, había muchas niñas girando por doquier, yo estaba atentísimo, pero la que yo esperaba no llegaba.      La dulce Tamara no aparecía por ningún lado.      Después de una media hora de espera impaciente, perdí la esperanza, terminé mi tercer vaso de bebida y me fui.

Caminaba tranquilamente con mi bolso de mano, iba hacia los vestuarios un poco decepcionado.     Por el rabillo del ojo vi a una mocosa con un bikini rosa.      Me paré de sopetón, era ella, Tamara que me miró dos segundos y se metió en uno de los vestuarios.      Con el corazón en la mano me acerqué a la puerta y empujé, estaba abierta.      La encontré sentada en la banca de madera, sin decir palabras nos quedamos mirando, me quedé ahí parado frente a ella.      Sus manos se estiraron tentativamente a mi entrepierna y sus ojos se centraron en los míos dubitativamente, con mi cabeza le hice una señal de asentimiento, entonces ella me bajo los pantaloncitos y mi pene saltó fuera semi erecto a pocos centímetros de su hermosísimo rostro.      Sus manos comenzaron a acariciar mi pija que rápidamente tomó consistencia poniéndose duro como mármol.      Su tibia respiración barría mi amoratado glande, su boca se abrió ligeramente y su pequeña lengua de niña exploró la cabezota de mi pene.      Repentinamente, tomó la iniciativa y engulló mi pija hasta la mitad.      ¡Oh!, que sensación más maravillosa.     Se veía tan caliente mi enorme pene en su pequeña boquita.      Sus movimientos eran inexpertos tanteos de mi verga, lo hacía con incertidumbre, miraba y probaba mi miembro como si fuera su primera pija.      Puse mi mano en la parte posterior de su cabeza tratando de guiar sus movimientos.      Al principio se paralizó cuando empujé un poco más fuerte mi verga dentro de su boca, pero luego de atosigarse un poco me dejo hacer.      Centímetro a centímetro metí más y más de mi pene entre sus labios.      Que maravilloso era esto.      Más de una vez había fantaseado con algo así.      Sé que estaba mal lo que estaba haciendo, pero que caliente que me hacía sentir.

Tamara un poco más en confianza comenzó a mover su cabecita arriba y abajo, sus manos replicaban el movimiento.      Un poco torpemente me chupaba la polla, pero no me importaba lo torpe que fuera, estaba realmente delicioso.      Con la mano que tenía en su nuca, acaricie sus cabellos.      Tamara a pesar de su inexperiencia, pronto me llevó al punto máximo.      Intente prevenirla de mi inminente eyaculación, pero la dulce sensación de su cálida boca pudo más, fue demasiado para mí.      Sin previo aviso exploté con un potente chorro al fondo de su párvula garganta.      Se sorprendió y sacó abruptamente mi pija de su boca, todas las rociadas sucesivas bañaron su rostro, sus cabellos y parte de su cuello.      Quise intentar disculparme, pero ella estaba demasiado asustada.      Abrió el cubículo aterrorizada y escapó con su bolso de mano.      Me quedé como un bobo, arrepentido y con una feliz sonrisa en mi rostro.

***

Miércoles sucesivo.      En realidad, no sabía que esperar.      Había sido un poco estúpido con la pequeña, la había asustado.      Quizás ya no querrá verme.      Llegué a la piscina en mi bicicleta, por más de media hora nadé contra las olas en la pileta principal.      ¿Por qué no supe comportarme?      ¿Cómo pude haberla asustado de ese modo?      ¡Estúpido!  ¡Estúpido!  ¡Estúpido!  Me comporté como un verdadero estúpido.      ¿Cómo puedo contactarla?      No tengo su celular ni sus redes sociales, solo sé que se llama Tamara.      Solo eso.      Mi querida Tamara.      Mi dulce Tamara.    Mi caliente Tamara.

Me fui desazonado a servirme mi bebida habitual.      Tamara ocupaba todos mis pensamientos.      Mientras sorbía mi café helado, en mi cabeza retumbaba su nombre “Tamara-Tamara-Tamara”      Perdido totalmente pensando a mi chica, no me di cuenta que alguien se había sentado a mi lado.      Alguien con cabellos claros, alguien con bikini rosa … y flequillos.      Con genuino estupor, exclamé a alta voz.

—¡Tamara! …

Algunos se voltearon a mirarme, pero no me importó.      Al parecer tampoco a ella que sin decir nada, tomó de mi mano y me llevó al fondo de la propiedad, donde había unas dunas falsas y unas duchas individuales para que se enjuagaran los que tomaban baños de sol sobre la arena.      Dulcemente, pero con decisión ella me empujo en uno de los cubículos, el sector estaba desierto.      Cuidadosamente cerro la puerta y aplicó el pestillo.      Se volteó hacia mí y me encuadró con sus hermosos ojos celestes, solo dijo.

—¡Enséñame! …

Se dejo caer de rodillas ante mí.      ¡Increíble!      Me bajé el traje de baño y mi pene dio un respingo hacia adelante completamente erecto.      Ella lo miró interesada, pero sin sorprenderse.   Tomé sus manos y las acompañe a que tomaran un ritmo estable y continuo, rápidamente ella comenzó a hacerlo por si sola.      Después de un rato la instruí a que besara mi cabezota, ejecutó inmediatamente mis instrucciones y su lengua envolvió mi glande, lamiendo y haciendo círculos.      Había ese hermoso toque de inocencia e ingenuidad en sus movimientos, le dije.

—Ahora solo tómalo en tu boca y finge que estas chupando una paleta de helado …

Con entusiasmo tomó mi verga con su boquita, la tibieza de su saliva me hizo sentir un escalofrío en todo mi cuerpo.      Succionaba con fuerza y magreaba mi verga solícitamente, pero sus movimientos eran un poco monótonos, le dije.

—Voy a probar algo … si no te gusta me lo dices …

Puse mi mano en su nuca y empujé mi polla en su boca con movimientos de mis caderas, hacia atrás y hacia adelante, estaba follado su boquita.      La miré para ver si sentía bien.      Tamara me dio una cachonda mirada y me mostró el pulgar de su mano derecha hacia arriba, luego me guiño un ojo.

Sin prisa y dulcemente follé su cálida boca.      ¡Mi Dios!, era delicioso, le dije.

—Voy a hacerlo más rápido y profundo …

Tres cuartas partes de mi pija entraban y salían velozmente de entre sus labios.      Ella resistió estoicamente mis embistes, pero llego el momento álgido y esta vez la advertí.

—Tamara … estoy a punto de correrme … ¿puedo correrme en tu boca? …

Ella no respondió.      Se enderezo un poco, se aferró de la parte posterior de mis muslos y engulló todo lo que pudo de mi polla, luego comenzó un demencial movimiento de su cabecita, “atrás-y-adelante, atrás-y-adelante, atrás-y-adelante”.      Fue imposible para mí resistir, eché mi carga completa en su boca pueril y candorosa.      Tamara se esforzó mucho para beberlo todo, pero era mucho y un hilillo blancuzco resbaló por su barbilla hasta sus incipientes senos.      No sé si ella se dio cuenta o no, solo sé que se tapo la boca y salió corriendo del cubículo dejándome solo una vez más.

***

La semana se fue volando.      Por fin era miércoles otra vez.      No había modo de quitarme a Tamara de mi cabeza.      Después de haber sentido su boquita de seda y sus labios de algodón en mi pija, lo único que quería volver a encontrarla, por eso estaba tempranito en mi bicicleta yendo hacia la piscina municipal.

Me senté en el mismo lugar de siempre, pedí mi granita de limón y me puse a esperarla.      Bastaron solo algunos minutos cuando divisé su rostro de princesa entre la multitud que se agolpaba cerca de la pileta principal.      Inmediatamente me di cuenta de que vestía un bikini diferente, muy pequeñito y de color azul rey, hermoso color para una bella infanta doncella.      Caminó hacia mi e hizo un giro para mostrarme su esplendido cuerpo y su nuevo bikini, a continuación, me dijo que me levantara e hizo señas de que la siguiera.      A paso raudo se fue hacia las cabinas de los jacuzzis, puso algunas monedas y lo activó.      Quise entrar con ella, pero me lo impidió, de mala gana me senté al borde de la vasca.

Mantuve mi mirada fija en el cuerpo de diosa de la pequeña, quería ver mucho más.      No me había percatado de que ella estaba actuando un plan todo de ella.      Pronto vi sus manos ir a sus tetas juveniles, las sobajeó y las masajeó suavemente por sobre la tela de su nuevo traje de baño, no paso mucho tiempo antes de sus túrgidos pezones se evidenciaran protuberantes bajo el delgado género.   Una vista simplemente adorable.      Mi polla estaba erecta.      Su otra mano desapareció bajo el agua, no era posible ver que sucedía bajo la burbujeante superficie, solo fantasear en que se estaba ocupando de su inmaculado coñito.      Echó la cabeza hacia atrás extasiada y supuse que mimaba su estrecho agujerito vaginal.      ¿Estará masajeando su clítoris?    ¿Se atreverá a tocar su apretadísimo culo?

Mientras tanto también comencé a tocar mi enardecida pija y masajeé mis cojones calientes.      La nenita dejaba escapar afanosos gemidos mientras su mano comenzaba un movimiento frenético bajo el agua.      La traviesa Tamara se masturbaba furiosamente, a un cierto punto puso sus piernas abiertas en los bordes de la bañera.      Con una mano tiro de su top hacia arriba y descubrió sus pueriles tetitas, dos delicados y divinos montículos de niña pubescente que exhibía cachondamente.      Los apretó y frotó enérgicamente.      Por la fuerza e irregular movimiento de sus piernas, supe que su orgasmo se acercaba.      Qué no daría por ser parte de ello.

Se contorsionó y estremeció con gruñidos apagados, sus manos ya no se movían.      Estaba seguro de que se había corrido.      Con un chapoteo se dejo caer en la vasca.      No me había mirado ni siquiera un momento.      Se puso de pie improvisamente, rápidamente limpió su bikini y salió del baño.      Me dio un guiño juguetón y se fue meciendo sus caderas, dejándome a mi y a mi polla dura en completa soledad.      Era su modo de ser.      Hubiera querido empujar mi miembro maduro en su coño pueril.      Pero eso no iba a ser hoy.

***

Impacientemente esperé el miércoles siguiente.    Había pensado y soñado con la niña cachonda, no sabía que me estaba pasando.      Se había convertido en un perverso vicio que ya yo no controlaba, era evidente que ella tenía el control de todo.      Pensé hasta de no asistir más a la piscina, pero una vez más estaba llegando al mismo lugar de siempre, tiré mi bolso a mis pies e iba a ordenar mi bebida predilecta, pero no tuve la oportunidad.      Sentí una mano pasarme por encima del hombro. ¡Era Tamara!

Nuevamente en su hermoso bikini azul rey.      Sus cabellos ya estaban mojados, hacía lucir su rostro todavía más hermoso.      Prestamente me hizo señas para que la siguiera.      Dejé encargado mi bolso y la seguí.     De un ágil salto se sumergió en la piscina principal y reapareció unos metros más allá nadando enérgicamente, sin perder tiempo me lancé en picado y la seguí a grandes brazadas, tuve que fatigar bastante para alcanzarla, se dirigía hacia el tobogán.

Bajo el tobogán había un cuarto disimulado perfectamente que no era visible.      Rápidamente Tamara entró allí.      Cuando entré me encontré que había un par de sillas y un sofá, aparte de maquinarias de la piscina, Tamara ya estaba sentada en el sofá con las piernas abiertas.      Su mano colgaba sobre su entrepierna.      Sus ojos juguetones eran invitantes y me acerqué a ella para besarla.      Esta vez no la iba dejar ir.      Rápidamente mis manos buscaron sus tetas incipientes e infantiles y comencé a sobajearlas un poco rudamente, pero con pasión.      Tamara gimió y se abrazó a mí.      Pensé que hoy era el día en que tenía que suceder todo.      Ella susurró en mi oído.

—¡Fóllame! … ¡Cógeme! … ¡Jódeme! … cómo si lo hubieras estado deseando toda tú vida …

La levanté un poco y la hice descender sobre mi dura polla que se incrustó en su delicioso y apretado coño.      Tamara contuvo la respiración al ser penetrada y aguantó sintiendo que su panocha venía estirada al máximo por mi gruesa pija.      Se abrazó muy apretada a mi cuello e inició largos y profundos movimientos sobre mi pene.      La jovencita parecía disfrutarlo tanto como yo, un violento estremecimiento de su cuerpo me indicó que se estaba corriendo, esto apresuró mi sensación y pensando que no tomaba anticonceptivos, le pregunté.

—¿Dónde lo quieres? …

Ella entendió inmediatamente a que me refería y respondió.

—¡En mi boca! …

Rápidamente se lo saqué y me paré al costado del sofá, ella se quedo allí esperando.      Con una inusitada calentura, me masturbé sobre ella y exploté antes de metérselo en la boca.      Dos gruesas hebras de semen cubrieron su rostro, otra en sus cabellos y otras menores en sus pechos.      Luego me derrumbé a su lado como otras veces.      Después de algunos minutos, Tamara se vistió con su diminuto bikini azul, se sumergió en el agua para lavar mi semen de su cuerpo.      Enseguida se volteo a mirarme, me regaló su hermosa sonrisa, me guiño un ojo y se alejó nadando.

***

Otro miércoles de dicha.      Solo quería ver a la pequeña chica que ahora ya consideraba mi novia.      Por primera vez había estado dentro de ella con mi pija ardiente, pude follarla, finalmente fue totalmente mía.      Me pregunto como irá este día.      Me entretuve con algunos amigos, pero de soslayo un bikini azul rey pasó por mi lado y desapareció ¿me lo habré imaginado?    Apresuradamente dejé a mis amigos y fui en su busca.      Habían anunciado que por mantenimiento se iba a cerrar la piscina principal un par de días, la afluencia de publico era mucho menor que otros días, había poca gente.      Me alegré de este hecho.      Tamara y yo tendríamos un poco más de paz.

Me senté en mi sitio habitual esperando la taza de café helado que acababa de ordenar.      Tamara no aparecía por ningún lado.       Después de media hora de espera comencé a preguntarme ¿Vendré ella hoy día?      Me convencí de que sí, nunca había fallado.      Pero su comportamiento era un poco bizarro y enigmático.      Debía adivinar sus movimientos.      Pasó otra media hora, ordené una segunda taza de café y esperé a mi noviecita.      Pero no apareció, así que me decidí girar un poco y buscarla, había poca gente y se hacía más fácil escudriñar la posible presencia de ella entre las personas.      Pero tampoco la encontré y decidí irme a casa.

Tal vez tuvo algún imprevisto y no pudo asistir, quizás por el cierre de la pileta principal habría decidido de no asistir.       Me dirigí a los vestuarios para pasar al baño.      Mientras me lavaba las manos, la vi reflejada en el espejo.      Estaba ahí, pero se estaba enjabonando bajo la ducha.      Traté de llamar su atención, pero ella me ignoró completamente. Enjabonando su esbelto cuerpo y no me dignaba ni siquiera una mirada.      La vi que cogía su toalla e iba hacia los vestuarios familiares que estaban prácticamente desiertos.      Esta vez no me hizo ninguna seña.      Rápidamente la seguí y giró por un pasillo para desaparecer en uno de los vestuarios.      Realmente no la vi a cuál de ellos entró, pero probé con el más probable, el que estaba con la puerta ligeramente abierta, me colé dentro y cerré con pestillo, cuando me volteé a mirar, me sorprendí al verla sonriente y ya desnuda.

Por vez primera pude admirar su cuerpo menudito en todo su esplendor.      Coquetamente hizo un giro modelando su belleza y me preguntó.

—¿Te gusta lo que ves? …

Estaba mordiendo su dedo índice y tenía una pierna ligeramente plegada hacia adelante en una pose típica de modelo porno.      Era una visión de no perderse.      Asentí embobado por su hermosura, me acerqué, la aferré por la cintura y comenzamos a besarnos.      Ella se desligó un poco de mi para bajar mis pantaloncitos cortos y se arrodillo a mamar mi pija.      No sé si habrá estado practicando de algún modo, pero esta vez parecía dominar mucho mejor la técnica.      No había ninguna preocupación ni incertidumbre en ella, se estaba dedicando de lleno a chupar y lamer mi verga.

Después de un rato mi pene estaba endurecido como palo y brillaba bañado en su saliva, dejo que mi polla se deslizara fuera de su boca, se dirigió a su bolso y extrajo una gruesa toalla de playa, la desdoblo, la puso sobre el piso y se arrodillo en ella apoyándose con las palmas de sus manos al suelo, yo estaba detrás de ella.      Hizo a un lado sus cabellos cuando se giro a decirme en su vocecita de niña.

—Préndeme así …

Era la clásica posición a lo perrito, miré su hermoso culo, su estrecha cintura, su espalda lisa e inmaculada, el tentador surco que formaban sus nalgas.      Me arrodillé detrás de ella y jugué con mi pene entre sus glúteos y paseé mi glande entre sus pequeños labiecitos de su coñito.      Dejo escapar varios gemidos, levanto ligeramente su pierna derecha y estiro su sofisticado cuello, se notaba cuanto lo disfrutaba.

Me posicioné lo mejor que pude, tomé sus caderas y empujé lentamente mi pija en su ajustada panochita, su cuerpo vibró con un escalofrió de placer.      Sus dedos se cerraron aferrando la toalla donde estaba arrodillada y se convirtieron en dos puños.      Como no dijo nada, continué a penetrarla, bajo su cabeza y mordió la toalla gimiendo como una bebita, pero no hizo ningún intento de alejarse, así que continué hasta enterrar toda mi masculinidad en su femineidad.      Cuando me asenté bien dentro de ella, tiré de sus caderas para terminar de empalarla en mi duro ariete de carne.

La estaba follando lenta y profundamente, cuando ella comenzó a empujar contra mi miembro aumenté la velocidad y la fuerza de mis embistes.      Empezó a gemir y pedir que se lo hiciera más y más fuerte.      Saqué mi pene de una, estaba mojadísimo en sus humores vaginales, prestamente lo apunté a su estrecha estrella estriada y cerrada, Tamara dio un respingo y movió su cabeza negativamente, todavía gemía y respiraba con afano, entonces volví a penetrar su conchita con renovados bríos.       Algún día ese diminuto agujero también será mío, pero no hoy.

Sostuve sus caderas y la seguí follando enérgicamente.      Tamara cayó sobre sus brazos y poco a poco se hundió boca abajo, así que termine acostado sobre ella follándola desde atrás.      Estaba con los ojos cerrados y su hermoso rostro girado hacia la izquierda sobre la gruesa toalla.      Una imagen maravillosa e imborrable.      Unos varios y fuertes empellones la hicieron levantar ligeramente su culito y convulsionar silente en un espasmódico orgasmo.      Eso fue más que suficiente para mí.      Me retiré de ella y rocié mi semen caliente y pegajoso sobre sus hermosas nalgas y espalda.

Tamara se desplomo jadeante, gimiendo y pronunciando ininteligibles palabras.      Luego vi como doblaba flexiblemente su brazo hacia sus glúteos, para recoger algo de mi esperma con sus dedos y llevárselos a su párvula boca de nenita.      Me levanté y miré su cuerpo desnudo y sudado sobre la toalla.      Me subí mis pantalones y salí del chiribitil dejándola desnuda y rendida.

***

Después del maravilloso encuentro con mi pequeña enamorada, solo podía fantasear con nuestra próxima cita que estaba a punto de suceder.      Me puse a nadar, deteniéndome a ratos para buscar a Tamara entre la multitud.      Finalmente la divisé, pero no estaba sola, la acompañaba otra chica de edad similar o menor de cabellos rojizos y pecas en sus mejillas, de piel muy blanca y robusta.      Vestía un bikini negro, casi tan pequeño como el traje de baño azul rey de Tamara.      Miraba subrepticiamente a su alrededor, con desconfianza, tal vez nerviosa.      En cambio mi Tamara caminaba confiada y dueña de sí.      Ambas se sentaron al borde de la piscina con los pies en el agua.    No sabía si proceder o esperar que la compañera de Tamara se aleje.

En ese preciso momento Tamara miró hacia atrás y me vio.      Algo susurro al oído de la colorina, se pusieron de pie y me pasaron cerca, ella me hizo un guiño de seguirlas y eso hice.      Entraron de la mano a un vestidor familiar y yo mirando a todos lados, me colé dentro.      Nos sentamos en silencio, con la presencia de la otra pequeña no sabía como comportarme, pero Tamara sí lo sabía.      Repentinamente Tamara tomó el rostro de su amiguita y le estampó un sonoro beso en los labios, de ahí a minutos, tenía frente a mi dos mocosas que intercambiaban efusivos besos y acariciaban sus menudos cuerpos.      No lo podía creer.      Pero no pude quedarme impasible.

Vi que las manos de Tamara bajaban a las casi inexistentes tetitas de la colorina y comenzó un sobajeo acompañado de sentidos gemidos.      Se veía que ambas disfrutaban mucho la una de la otra.      Tamara me miró con una inusual mirada cargada de lascivia mientras desataba los tirantes del top del bikini negro y lo terminaba de sacar por sobre su cabeza, luego metió sus manos en su espalda y desabrochó su propio bikini azul.      Ahora tenia dos pares de diminutas tetitas infantiles que me miraban con ojos vidriosos, se volvieron a abrazar para continuar a besarse y acariciarse.      Saqué mi endurecida pija de mis pantalones y comencé a jugar con mi polla.

La mano de Tamara se metió bajo el calzoncito de la colorina y esta abrió sus piernas para facilitarle la tarea, ahora acariciaba el coño de la pequeña chica.      Claramente era Tamara quien llevaba toda la orquestación de la escena lésbica, la otra chica era la parte sumisa.      Esta era una imagen que no siquiera en sueños la había tenido.      Hice un intento para sentarme junto a ellas, pero Tamara me rechazó y me empujo a mi asiento.      Solo podía mirar.      Era un espectáculo dedicado a mí.      La desconocida chica también comenzó a tocar el chocho de Tamara, muy pronto Tamara se rindió a las caricias de su compañera, echo su cabeza hacia atrás y se apoyó con ambas manos al sillón, abrió ampliamente sus piernas y dejo que la colorina follara su coño con sus diminutos dedos, exhaló un fuerte suspiro antes de convulsionar en un potente orgasmo.      No se detuvo a recomponerse, rápidamente se adueño del coño de la pelirroja y mientras con una mano sobajeaba la parte superior de su panocha, con la otra la penetro y comenzó a follarla mirando la lujuriosa cara de la colorina que se contorsionaba y gemía a las caricias de Tamara.      Se corrió tomando la mano de Tamara empujándola velozmente en su encharcada vaginita.      Tamara se volvió hacia mí y me dijo.

—¡No te muevas ni te corras! …

Luego vino a arrodillarse frente a mí y me instó.

—¡Ahora te puedes correr en mi boca! …

No me tomó ni mucho tiempo ni mucho esfuerzo.      Disparé seis o siete potentes chorros en la boca de Tamara, ella uso su boca infantil como un recipiente, no perdió nada, pero no se tragó nada.      Se levantó, se sentó al lado de la pelirroja y comenzaron un profundo y apasionado beso compartiendo mi semen.      Que imagen tan increíblemente caliente.

Después de eso las chicas se voltean hacia mi y me muestran sus bocas llenas de mi esperma, luego cierran sus bocas y lo tragan.      Mi pene otra vez estaba duro como palo.      Impertérrito solo pude exclamar.

—¡Guau! …

Entonces la pequeña pelirroja se acerca a mi con su mano extendida.

—¡Hola! … soy Gina … la novia de Tamara …

***

Mientras más lo pienso y recuerdo, menos puedo creer lo que viví la semana pasada.      El lujurioso juego de mi noviecita con su pareja lésbica.      ¿Vendría también Gina esta vez?      El día fresco, me hizo tomar mi carro.      Conduje hacia la piscina comunal con fugaces imágenes de las pergenias dándose placer recíprocamente, en breve tiempo llegué al estacionamiento, me sorprendí de encontrar a Tamara al ingreso del local como si estuviera esperándome, me saludó con un escueto.

—¡Hola! …

—¡Hola! …

—¿Dónde está tu bicicleta? …

—En casa … preferí venir en auto …

—¿Y donde estás estacionado? …

—Un poco más allá …

—Vamos a tu auto …

Así diciendo se encaminó delante de mí, aparte de estar solo ella, me di cuenta de que no tenía el bolso habitual que traía a la piscina.      Estaba vestida con unos estrechos leggins que se le enterraban en su pequeño trasero, un top amarillo de tubo y una chaquetita blanca y corta, detuvo su andar y me preguntó.

—¿Cuál es tú auto? …

Apunté a mi carro, un Volkswagen, y le dije.

—Aquel “Polo” gris plateado …

Se giró a mirarme en modo infantil y travieso, me dijo.

—¡Llévame a tu casa! …

No podía dar crédito a lo que me estaba sucediendo.      Conduje a casa como en un trance.      La joven belleza en el asiento del copiloto miraba distraída el paisaje urbano.      Llegué a la conclusión de que ella tenía todo muy bien planeado.      Cuando llegamos a casa, le di el control remoto para que abriera el portón.      Estacioné en la gravilla de mi patio y ella se bajó dando saltitos de niña.      Abrí la puerta de casa, ella se adelantó y entró de las primeras.

—¿Así que esta es tu casa? …

Dijo comenzando a girar y a curiosear a su alrededor, como si nada me preguntó.

—¿Dónde está tú dormitorio? …

—Allí … al lado del baño …

Le dije mostrándole el pasillo.      Rápidamente corrió hacia allí, en tanto, yo deposité las llaves y cerré la puerta, luego me dirigí a mi dormitorio.      En el camino, ella se había quitado su chaquetita y su top, sus dos tetitas desnudas apuntaban hacia el cielo y me mostraban el paraíso.      Acostada en la cama me sonreía con su rostro infantil, dando golpecitos sobre el edredón me mostró un espacio para mí y me dijo.

—Quería que lo hiciéramos más cómodos …

Me acerqué a la cama mientras mi camisa volaba por los aires.      Salté sobre la cama e inmediatamente sobre ella.      Tamara comenzó diestramente a aflojar mi cinturón, me desabrochó el botón y bajo mi cierre, metió su mano y aferro mi polla tirándola fuera de mis pantalones y boxers, se inclinó y comenzó a chupar mi miembro ávidamente.      A su corta edad era ya una maestra, chupaba mi polla animosamente, a momentos la llevaba hasta el fondo de su garganta.      La empujé en su espalda y comencé a follar su boca.      Tamara hizo todo lo posible por acomodar mi pija endurecida en su garganta, no escuché sus arcadas, pero sentí sus golpecitos en mi muslo, mi pene estaba atorada en su garganta y ella estaba sofocando.      La liberé un tanto preocupado, pero me encontré con su juguetona mirada cachonda y su boca pronunciando esas tres silabas.

—¡Fóllame! …

No sé cómo metió sus piernecitas detrás de su cabeza y su pequeño coño junto a su diminuto orificio anal, estaban totalmente expuestos a mis lascivos ojos.      Me agaché y di varias lamidas a su panochita imberbe, luego arrodillado le enterré mi pija profundamente en su cuquita.      Mi pija completa estaba en su cuevita amorosa, Tamara no estaba del todo lista para esta profunda penetración y gritó.      Me di cuenta de que no lo hizo por dolor, sino por la calentura de su chocho ardiente.      Ya estaba todo dentro de ella y estábamos en la tranquilidad de mi dormitorio.      Seguí follando a la niña con profundas estocadas, a cada golpe Tamara gemía y movía su cabeza de lado a lado con desesperación.    Improvisamente, Tamara me tomó de las caderas y me empujó hacia el lado, al principio no entendí, pero decidí seguirle la corriente.      La niña se giró sobre su estómago, levantó su culito ligeramente, puso sus dos manos en sus posaderas blancas y redondas, para abrir su surco anal y mostrarme su engurruñado agujerito con una mirada implorante.      Comprendí que me estaba regalando su virginidad anal.     

Hoy día era el día en que ella lo había decidido.      Eché un poco de saliva sobre mi glande, pase mi lengua por su estriado hoyito y apoyé mi glande a la entrada de su gloria y cielo, poco a poco fui aplicando fuerza y logré hacer entrar la puntita.      Me detuve el mayor tiempo posible para que ella se acostumbrara a mis dimensiones y a la nueva sensación de una polla en su culo.      Claramente estaba haciendo su mejor esfuerzo, pero no pudo contener algunas lágrimas que brotaron de sus ojos, pero estoicamente no se quejó ni siquiera un poco.      Ella aguantaba todo para permitirme de poseer su ano con mi entera polla.       Me hundí en ella hasta tocas sus glúteos con mis bolas peludas, me retiré con movimientos cortitos y volví a soterrar mi pija en lo profundo de su cartuchón recto.      Cuando mis cojones tocaron nuevamente sus nalgas, comencé a follarle el trasero suavemente.      Los gemidos de dolor se transmutaron en gemidos de placer.      Tamara volvió a forzar abiertos sus glúteos y su culito se levantó rítmicamente con mis embistes.      Eso me instó a aumentar acompasadamente mis embistes.

Pasé mi mano por sobre sus caderas, rodeando su vientre hasta alcanzar su entrepierna, encontré la humedad de su coño y comencé a frotar su clítoris.      Tamara se agitó, comenzó a jadear con afano y dijo.

—Me voy a correr … quiero que te corras dentro de mí …

Tamara se acomodó y comenzó ella misma a jugar con su clítoris. Dejándome amplia libertad para follar su esfínter que comenzaba a contraerse en torno a mi pija que pulsaba en su interior.      Después de unos pocos instantes que me parecieron eternos, sentí las contracciones de ella y sus gritos.      Le di unos fuertes empellones y unos tres densos chorros de semen los descargué directamente en su ano que ya no era virgen, saqué mi explosiva pija y rocié el resto sobre sus albinas nalgas hasta la última gota de mi lechita tibia.

Me fijé que su culito hacia pucheritos como la boca de un pececillo fuera del agua y un hilillo de líquido blancuzco rezumaba de su agujerito enrojecido.      Me desplomé a su lado y la envolví en mis brazos.

Nos rodeó un silencio incomodo, pensé que se había quedado dormida.      Busqué su rostro y me encontré con sus ojitos claros tristes, apesadumbrados, la miré interrogativamente, ella murmuró.

—Me marcho … papá ha sido trasferido a otra ciudad … la semana próxima nos mudaremos …

Se abrazó a mí y sollozó como una nenita, una niña pequeñita.

Efectivamente, ese fue el último miércoles que vi a Tamara, pero vive en mi recuerdo y ocupa una parte importante de mis sentimientos

 

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